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“Macri, careta, paganos la boleta”

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Con cacerolas, botellas de plástico y a los aplausos, vecinos de todo el país protagonizaron una protesta espontánea que tuvo picos en distintos puntos y trazó un puente con las protestas de diciembre contra la reforma previsional. Por qué hicieron #ruidazo jubilados, comerciantes y trabajadores, y cómo se está articulando un reclamo que no está en la agenda mediática, pero sí en las conversaciones de todos los días.
La convocatoria que circuló por redes decía que era contra el tarifazo. “Pero es contra todo”, corrige Graciela, morocha de 55 que está parada en la esquina del Congreso de la Nación, donde horas atrás se levantó por falta de quórum la sesión que planeaba tratar distintos proyectos que intentaban ponerle un freno a los aumentos en los servicios. “No sabía de la convocatoria: escuché las cacerolas y ni dudé”, revela sobre los tradicionales métodos de comunicación que funcionaron hoy. A su lado, un joven lleva atada al pie la correa de su perro marrón para poder aplaudir con las dos manos. Más allá estaciona Jordi, en medio del centenar de personas reunidas en Rivadavia y Callao, con su moto Vespa y su casco negro. Sin bajarse, saca una cacerola, afina el golpe y cuenta su ruidazo tour: viene de San Telmo, pasó por Defensa y siguió por Independencia. Estaba buscando –y encontró- el próximo destino de protesta. «Soy jubilado y no sólo cobré un 8% menos de la jubilación que me correspondía, sino que ya no puedo pagar los servicios”, dice. “Por eso estoy acá: no podemos dejar de manifestarnos».

“Macri, careta, paganos la boleta”

Foto: Nacho Yuchark


Sólo en Capital Federal hubieron 15 focos de ruidazos en distintas esquinas, y en el interior se sintió fuerte en Rosario, Paraná y Santa Rosa, entre otros provincias. El conurbano jugó este partido en Avellaneda, Ituzaingó, Lomas de Zamora, Escobar, Haedo, Lanús, Wilde e hizo pie en la puerta de la quinta presidencial en Olivos, donde cerca de las diez de la noche se entonó el Himno Nacional. La Plata, Tigre, San Martín, Hurlingam fueron otros de los puntos ruidosos que dieron dimensión a una protesta que se intentó relativizar desde los medios comerciales, pero que se sintió en la calle, especialmente por el apoyo que recibió de los automovilistas, que sumaron sus bocinas.

La sesión del escándalo

Los motivos parecen claros: de enero de 2015 a enero de 2018 las tarifas de electricidad aumentaron un 869%; las de gas, 359%; y las de agua un 371%.  Además del aumento de transporte y la sostenida inflación, en junio de este año el gobierno anunció nuevos aumentos que motivaron un pedido de explicaciones al Ministerio de Energía y la presentación distintos proyectos impulsados por la oposición para frenar la medida.
Esos proyectos serían tratados hoy en una sesión especial que se levantó con un escándalo en tres actos:

  • La oposición necesitaba y tenía 129 diputados para dar inicio al tratamiento, cuando un asesor secreteó al diputado Alfredo Olmedo, de Salta, quien se levantó y se fue, dejando sin quórum la orden del día. Olmedo intentó luego, por Twitter, relativizar su rol: “Faltaron 12 de la oposición”, retrucó.
  • El presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, se apuró en levantar la sesión, cuando, por ejemplo, para reunir quórum para la reforma previsional esperó 40 minutos.
  • El jefe de la bancada PRO, Nicolás Massot, apareció tras un telón del recinto con una sonrisa socarrona, y sus dedos en “V”.

El gesto de Massot fue el combustible que encendió el ruidazo, que quizá sin esa actitud no hubiese sido tan convocante. No porque el tema no fuera central para la agenda de la sociedad, sino porque no hay resto ni tiempo de entrar en un juego de rosca partidaria. «Nos toman el pelo», fue una de las frases más escuchadas en las distintas esquinas de Buenos Aires, donde predominaron jubilados, comerciantes y empleados.

“Macri, careta, paganos la boleta”

Foto: Nacho Yuchark

No dan las cuentas

Cucharas, espátulas, tapas, cacerolas, botellas, sonajeros, carritos de bebé y bicicletas fueron parte del paisaje que mostró la protesta vecinal, inorgánica y espontánea. Los utensilios devenidos instrumentos musicales sonaron al compás de un nuevo hit que lo resume todo: “Macri, careta, págame la boleta”. En Congreso pudo oírse otro con miras al futuro: «Paso a paso, se viene el argentinazo».
Inés tiene 70 años y salió a la calle en Congreso con una olla y una caña porque dice que la está pasando muy mal. “Soy jubilada y pensionada. Antes estaba bien, ojo que no me alcanzaba para tirar manteca al techo, pero tampoco andaba pidiendo monedas. Antes pagaba 200 de luz: ahora pago 600. Sumale el gas, el agua, las expensas. Yo no quiero que Macri se vaya, quiero que termine, pero que cambie su política porque está gobernando para la clase alta y su familia. ¡Que nos deje vivir!».
Una señora de 64 años, tapa de cacerola y tenedor en mano, resume el estado de situación, parada en medio de Acoyte y Rivadavia: «Tienen que parar. El gobierno con estos aumentos, y los políticos de hacerse los boludos».

“Macri, careta, paganos la boleta”

Foto: Nacho Yuchark


Enrique y Ariel vinieron solos y se pusieron a charlar en el corte de Avenida de Mayo. Luego, decidieron proponerle a la multitud cortar también Callao: lo lograron. Los autos embotellados, en su mayoría, los apoyaban con bocinazos. “Vinimos por los tarifazos y todo lo demás”, dice Enrique. “Son impagables y además, roban: no ha habido audiencias, no hay ningún control, no se sabe cuánto ganan las compañías que tienen los contratos. Hay que hacer un curso para leer lo que dicen las facturas”.
Ariel suma, mientras pasa un camión de basura con los dos recolectores sumándose a  las canciones callejeras: “Todo lo que hacen perjudica a la gente. Están vendiendo el país y nos lo cobran a nosotros”.
Un metro más allá Graciela hace cuentas: “Las paritarias son a 15% y los aumentos son de 400%. Y dicen que van a seguir aumentando… Matan a los pibes por la espalda. La marihuana se la comen las ratas. ¡Todo así? ¿Y nosotros les vamos a seguir creyendo?”.
“Macri, careta, paganos la boleta”

Foto: Nacho Yuchark

Somos nosotros

Frente a los discursos que se lamentan sobre la falta de reacción social ante las medidas de ajuste, una abuela plantada en Acoyte y Rivadavia expone su teoría: “La gente no está adormecida y no se traga cualquier cosa, no. Está agotada. Mi hija trabaja 12 horas y tiene 2 hijos. Hoy le dije: quédate que salgo yo”.
Mientras protesta, Graciela recibe un volante de un partido político y dice: “Es lo único que saben hacer: repartir volantes”. Para ella, los que están dormidos son los políticos: “Es como el 2001, es igual: hoy estamos acá los mismos. Viven unos pocos bien, los millonarios, que hasta que no les toquen sus ahorros no va a pasar nada. Trabajadores, clase media y baja estamos para atrás”.
Enrique también hace una comparación con un diciembre, pero se remite al del 13, 14 y 18 del 2017, cuando la sociedad se plantó contra la votación de la reforma previsional. “Tengo el recuerdo acá y acá”, dice y se señala sus piernas, todavía con marcas por las balas de goma. “Esto es espontáneo. Y recién empieza”.
Graciela: “Tenemos que hacer algo. Si no nos ponemos las pilas nadie va a hacer nada por nosotros. Cada uno desde su lugar tiene que tratar de hablar con el que tiene al lado para que piense. Yo les digo eso a todos”.

“Macri, careta, paganos la boleta”

Foto: Nacho Yuchark


Hay un hombre que está presente en toda manifestación contra las medidas del gobierno. Su nombre es Luis Carlos Osorio, y pide que se lo cite con su nombre completo porque tiene pensado ser precandidato a presidente en 2019. No, no tiene partido, dice. Y sí: lo dice en serio.
El nombre la lista que lo llevará de candidato remite al cartel que lleva exactamente desde la apertura de sesiones legislativas, en el año 2015, en  el acto que dio inicio a la era de Cambiemos: “Macri pará la mano”, dice el cartel pintado a mano, que está maltrecho precisamente porque es el mismo desde entonces.
Aquel día, Luis Carlos Osorio y su cartel estaban parados frente al Congreso. Cuenta que entonces gritó un mensaje dirigido especialmente al equipo económico de Cambiemos: “Sturzenegger, si devaluás te voy a buscar a tu casa”.
Si bien muchos lo toman en broma, este hombre gastado ya por los años tiene otros mensajes para transmitir:

  • “Macri tiene que entender que tiene que parar la mano. Si no la entiende, se lo vamos a hacer entender”.
  • “Hay dos economías acá: la de ellos y la de nosotros”.
  • “Ya viste lo que es el Congreso. Si no es en la calle, ¿dónde es?”.

¿Hacia dónde vamos con todo esto?
Jordi escucha la pregunta, se pone el casco, guarda su cacerola y de una patada enciende la Vespa. Parece venido del futuro. Responde ya con las manos sobre el manubrio, pronto a partir hacia otra esquina de la ciudad:
-Al 2019.
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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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