Nota
Naomi Klein: «Se habla de la vuelta a la normalidad, pero la normalidad era la crisis»
Desde su casa en Nueva Jersey, la periodista canadiensa autora de libros como La Doctrina del Shock o No logo invita a pensar cómo será el post pandemia. La ecología, la economía del cuidado, y el lugar que tenemos que construir juntxs. Por qué estamos en la distopía de Silicon Valley, y las estrategias digitales que creamos para enfrentar el aislamiento: “Necesitamos desarrollar nuevas herramientas de desobediencia civil que nos permitan actuar a distancia”.
Artículo original publicado en El Salto, España.
Por Diana Moreno
En situaciones de crisis como desastres o pandemias, la ciudadanía puede perder mucho: las élites aprovechan esos momentos para aprobar reformas impopulares que agravan las divisiones económicas y sociales. Pero también suponen una oportunidad de cambio. Es lo que la periodista Naomi Klein denomina la “doctrina del shock” o “capitalismo de la catástrofe”. La canadiense ofreció un encuentro virtual el pasado 26 de marzo desde su casa en New Jersey, en el que compartió su visión de la crisis del coronavirus y la situación de aislamiento que vive gran parte del planeta: “Esta es una crisis global que no respeta fronteras. Por desgracia, los líderes en todo el mundo están buscando la forma de explotarla. Así que nosotros también debemos intercambiar estrategias”, señaló.
“Creo en el distanciamiento social, necesitamos quedarnos en casa. Y una de las razones es que nuestros líderes no prestaron atención a las señales de advertencia e impusieron una brutal austeridad económica en el sistema público de salud, dejándolo en los huesos y sin la capacidad de lidiar con este tipo de situación que estaban viendo”, opina Klein. Recuerda que el sur de Europa fue la “zona cero de las políticas de austeridad más sádicas” después de la crisis financiera de 2008. “¿Sorprende que sus hospitales, a pesar de tener atención médica pública, se encuentren tan mal equipados para enfrentar esta crisis?”, se pregunta.
Mike Pence, al que Naomi Klein considera artífice del saqueo de Nueva Orleans tras el Huracán Katrina, es ahora la persona designada por Trump para dar respuesta a la crisis del coronavirus
Para recordar en qué malas manos está la gestión de esta crisis sociosanitaria, Klein pone el ejemplo estadounidense: el vicepresidente Mike Pence, al que Klein considera artífice del saqueo de Nueva Orleans tras el Huracán Katrina, es ahora la persona designada por Trump para dar respuesta a la crisis del coronavirus. Y el banquero y actual secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, encargado del plan de rescate para hacer frente a la pandemia, estuvo entre quienes más se enriquecieron durante la crisis de 2008. “Hay una tendencia a poner el foco solo en Donald Trump, pero es importante comprender que está rodeado de este gabinete de ex directores ejecutivos y políticos con un largo historial de servicio a los intereses de las corporaciones”, señala Klein.

Capitalismo de sacrificio
El sistema capitalista “siempre ha estado dispuesto a sacrificar la vida a gran escala en aras de la ganancia”, señala. Le dan la razón algunos millonarios estadounidenses que recientemente han pedido que los trabajadores vuelvan a los puestos de trabajo para salvar la economía aunque la pandemia se cobre vidas. “Esa es la historia del colonialismo, de la trata transatlántica de esclavos, de las intervenciones estadounidenses por el mundo… Es un modelo económico empapado en sangre”, denuncia la autora. Y ahora la gente empieza a darse cuenta: “Las personas que antes no lo veían están encendiendo la televisión y viendo a los comentaristas y políticos de Fox News decir que tal vez deberían sacrificar a sus abuelos para que podamos subir los precios de las acciones. Y se pregunta, ¿qué tipo de sistema es este?”.
“Muchas personas que antes no lo veían están viendo a los comentaristas y políticos de Fox News decir que tal vez deberían sacrificar a sus abuelos para que podamos subir los precios de las acciones. Y se preguntan, ¿qué tipo de sistema es este?”
No es algo nuevo, señala Klein, pero lo más radical es la escala del sacrificio: “Ahora, debido a nuestra profunda crisis ecológica, debido al cambio climático, es la habitabilidad del planeta lo que se está sacrificando. Es por eso que debemos pensar qué tipo de respuesta vamos a exigir, y esta tiene que estar basada en los principios de una economía verdaderamente regenerativa, basada en el cuidado y la reparación”, subraya.
La distopía de Silicon Valley
La periodista asegura que hay momentos en que cree vivir lo que llama la distopía de Silicon Valley. “El hecho de que estemos distanciados significa que ahora muchos de nosotros estamos pasando nuestras vidas pegados a las pantallas. Nuestras relaciones sociales están mediadas por plataformas corporativas como YouTube [plataforma a través de la que ofreció el encuentro online], Twitter, Facebook, etc. Nuestra ingesta calórica diaria nos la entrega Amazon Prime. Y las personas que están haciendo ese trabajo son increíblemente vulnerables”. Klein supone que para aquellos que más se benefician con esto, como Jeff Bezos, la única debilidad de este sistema es que sean los humanos los que tienen que entregarnos la comida y los paquetes: “Preferirían que fueran drones o robots que no pudieran enfermar”.
Así que estamos viendo el mundo que querría Silicon Valley, señala Klein. Y es una visión muy sombría: “Esta no es la forma en que queremos vivir. Deberíamos ver una oportunidad en el rechazo a ese futuro, en la forma en que salimos de esta crisis”.
Se habla continuamente de la vuelta a la normalidad. «Lo normal es mortal. La ‘normalidad’ es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida”, dice Klein
“Cuando la gente habla sobre cuándo las cosas volverán a la normalidad, debemos recordar que la normalidad era la crisis”, advierte. “¿Es normal que Australia ardiera hace un par de meses? ¿Es normal que el Amazonas ardiera un par de meses antes? ¿Es normal que a millones de personas en California se les haya cortado la electricidad repentinamente porque su proveedor privado cree que esa sería una buena manera de prevenir otro incendio forestal? Lo normal es mortal. La ‘normalidad’ es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida”.
Estrategias y futuros
Para Klein, por lo tanto, se cumple el dicho de que los momentos de crisis lo son también de oportunidad para avanzar hacia la sociedad que queremos, hacia esa transformación. “La buena noticia es que estamos en una mejor posición que en 2008 y 2009. Hemos trabajado mucho en los movimientos sociales durante estos años para crear plataformas de personas”, señala.
“Ha habido estrategias asombrosas que las personas han ideado para usar la tecnología para ayuda mutua”, dice. Alaba las protestas de enfermeras que se han dado desde que comenzó la crisis sociosanitaria, las reivindicaciones de trabajadores por sus derechos, las huelgas de alquiler o las caceroladas en Brasil contra Bolsonaro.
“Necesitamos desarrollar nuevas herramientas de desobediencia civil que nos permitan actuar a distancia”, dice. “Estoy muy esperanzada por las formas que tienen las personas para colaborar en estos momentos, y eso conlleva una ironía, porque es cierto que nunca hemos estado tan distanciados físicamente, pero tal vez es debido a la distancia física que estamos tan decididos a llegar uno hacia el otro”.
“La buena noticia es que estamos en una mejor posición que en 2008 y 2009. Hemos trabajado mucho en los movimientos sociales durante estos años para crear plataformas de personas”
Klein opina que los gobiernos deberían caer por lo que está pasando. “Necesitamos estar indignados, muy indignados. Necesitamos inspirarnos por el tipo de movimientos de masas que han derrocado a los gobiernos en momentos de crisis anteriores”, sugiere, y se muestra convencida de que no vamos a alcanzar la seguridad a menos que peleemos por ello. “No es un lugar al que podamos volver: es un lugar que tenemos que construir juntos y un lugar por el que tenemos que luchar”, concluye.

Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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