#NiUnaMás
#NiUnaMenos: Un grito del luto al verde
Por qué hoy quedó a la vista que la historia de Ni Una Menos se escribió durante décadas y con los pies. Una lectura para el debate de lo que representó esta tercera marcha. Qué factores se impusieron en las calles y qué representa el movimiento más incómodo para la coyuntura política actual, en tiempos electorales.
La imagen es contundente: más de doce cuadras de organizaciones sociales, sindicales, políticas, artísticas, estudiantiles y etcéteras y etcéteras marchando detrás de la Campaña Nacional por el Aborto Legal. Este 3 de junio el movimiento social Ni Una Menos dejó en claro que el feminismo argentino tiene una historia y un reclamo concreto hacia el Estado. Es cierto que ese reclamo no se reduce a la sanción de una ley para terminar con el asqueroso negocio del aborto clandestino, pero es el que representa -mejor que ningún otro -el carácter biopolítico de este movimiento que desacomoda a todo el pensamiento de los aparatos sistémicos: la exigencia de respeto a los cuerpos de las mujeres.
Sin duda, la discriminalización del aborto no es una bandera que levantarían con igual convicción todas y cada una de las miles de mujeres que hoy colmaron las calles porteñas, pero por eso mismo es contundente la postal que representó la columna central de la marcha de hoy.
Esos cuerpos así acomodados nos hablaron de cómo se organizó este movimiento y es esa historia, la de su origen, la que nos narró Ni Una Menos con esta tercera movilización.
Hoy esa historia quedó escrita con los pies y en la calle.
Des-ubicada
El lema de esta marcha era claro: “El Estado es responsable”. Ni Una Menos nos proponía así analizar a los femicidios no ya como una conducta personal, una tragedia biográfica o el caso por caso. Apuntaba directamente a la ausencia de respuestas a los reclamos explicitados en marchas y paros y a lo que esa falta representa, pero también al rol que en la máquina de violencia contra las mujeres cumple la justicia, los funcionarios del Poder Ejecutivo y los integrantes del Congreso Nacional, esos que sin pudor apuran la sanción de leyes urgentes días antes de cada marcha.
A las 15 horas, la convocatoria era en la esquina de Tribunales. Fue impulsada por el grupo de periodistas al que generalmente se atribuye el origen de la primera marcha y la propuesta de incluir esta cita era señalar la responsabilidad de los tres poderes.
En el lugar y a esa hora, lo que se vio fue muy pocas personas autoconvocadas y unas 300 que formaron parte de la puesta del Frente Renovador, con globos negros, carteles de diseño y varios referentes electorales del espacio político que lidera Sergio Massa.
A esa misma hora, el movimiento MuMaLá había elegido la puerta del Consejo de la Mujer para denunciar la responsabilidad específica de ese organismo en relación a esta gran consigna que proclamaba “El Estado es responsable”.
En ese mismo momento, la titular del Consejo, Fabiana Túnez, estaba participando de la protesta en Tribunales. Es imposible imaginar al ex secretario de Cultura, Darío Lopérfido, participando de un acto del 24 de marzo o al ministro Claudio Avruj en la marcha contra el 2 x 1, pero hoy no es imposible que esté allí la máxima funcionaria estatal responsable de dar respuestas al reclamo de esta marcha. La mayoría no la reconocen y las que la reconocen, la saludan.
La postal es perturbadora.
Desubica, por desubicada.
Ubicando-nos
A pocas cuadras, por la Avenida 9 de Julio hay una marea de mujeres que de a dos, de a tres o de a seis caminan hacia Plaza de Mayo. De a gotas, suman esa oleaje que desborda a cualquier intento de ponerle etiquetas a lo que el feminismo representa hoy para estas mujeres.
Hay muy jóvenes con las caras pintadas con brillantina.
Hay muy veteranas con cartulinas empuñadas como espadas.
Hay familias que llevan en el cuello el retrato de sus hijas, como la de Yenilda Patiño, 17 años, desaparecida en Florencia Varela hace siete meses.
Hay hermanas, como la de Carolina Saracho, que fue prendida fuego por su pareja, en Salta.
Hay adolescentes de 17 años, como Natalia, Julieta y Catalina, que asisten al mismo colegio al que fue Lola Chomalez, asesinada en Uruguay en 2014. “No marchamos solo por ella, sino por todas, para que no le pase esto a ninguna nunca más”.
Hay banderas que reclaman “Libertad para Higui”.
Hay gritos ancestrales en la cuerda de tambores de La Chilinga.
Hay aplausos para los parches que marcan el ritmo de la versión feminista de Despacito, que crearon las mujeres de ATE.
Hay un sinfín de emociones, dolores, cicatrices y silencios rotos en esos cuerpos que desfilan sin dueños por las calles y que van conformando de grupos, de a pequeños montones, un desfile de problemas sociales que claman que sean vistos, escuchados, resueltos.
Así recorrer la marcha y hablar con las mujeres que le dan forma representa comprobar cómo en la calle, cada 3 de junio, los números se vuelven cuerpos y las estadísticas, miradas que dan cuenta que son miles las que marchan por lo que sufrieron, por lo que sufrió una amiga o familiar o para conjurar un terrible miedo: es un forma concreta de clamar que nunca les pase. Todo este dolor se transforma en esa multiplicidad de exigencias y esos múltiples reclamos de respeto a los derechos y libertades de sus cuerpos.
De negro a verde
A las cinco, la columna central se pone en marcha y es ahí donde lo que se ve desfilar es otra historia.
Su ubicación, ubica.
En un año electoral, el movimiento que atraviesa a todos los aparatos políticos sociales desplegó así su mensaje. Ingresó a Plaza de Mayo al grito de “Aborto legal en el hospital” y descolocó así todas las versiones escritas por otros para enunciar la propia: la marea que hasta hace menos de un año era negra y de luto, esta vez es verde y desafiante, como los pañuelos de la Campaña. ¿Cómo fue posible?
Por sorteo: las organizaciones sortean su lugar en la marcha, pero la novedad es que en esta ocasión todas tuvieron que participar del sistema. Así, la cabecera ya no mostró una selección de referentes de las diferentes organizaciones que organizaron esta marcha, sino un desfile continuado de todas las que participaban.
La Campaña Nacional por el Aborto legal quedó al frente y así quedó a la vista la mejor síntesis de la historia del feminismo argentino. Es un espacio que resume como ningún otro que eso que vimos emerger en los últimos tres años se tejió en décadas y con mucho esfuerzo y trabajo cotidiano en los barrios, en las organizaciones sociales, en los partidos y en los sindicatos.
Pinta también que a esa enorme diversidad que siempre se nombra en singular no puede representarla nadie., pero puede resumirla un reclamo que, aunque a los ajenos les parezca que no tiene consenso, al interior de esa marea no le resulta ni extraño ni lejano.
Hay que repetirlo: no se trata de un punto de unión absoluto, sino de un tema debatido, conocido y que ha recorrido desde hace años a toda la diversidad resumida en ese movimiento. Un reclamo, por cierto, que ha logrado cosechar así un amplio consenso.
También es un punto que demuestra que el feminismo argentino es, fundamentalmente, un movimiento político incómodo: interpela no sólo al poder que está arriba, sino a sí mismo y a cada uno de los espacios donde deben dar batalla cotidiana cada una de sus mujeres.
Dos legados
Ni Una Menos somos todas las que de tantas formas –tantas, tantas, tantas y más: hace falta resaltar hoy más que nunca- estamos exigiéndole al sistema que deje de violentar nuestros cuerpos, nuestros derechos, nuestros deseos, nuestras particularidades y nuestra historia.
Como bien definió una de las integrantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que estuvo en el país la semana pasada: “Argentina le dio al mundo dos banderas: Nunca Más y Ni Una Menos”. Que ambas hayan sido paridas por mujeres no es una casualidad: es una consecuencia de ese sutil hilván que borda con el dolor más tremendo enormes utopías.
Porque así, desbordando lo posible, gritando lo indecible, el movimiento de mujeres escribió su historia. Creando consignas, fechas, acciones artísticas, presentaciones legales nacionales e internacionales, y etcéteras y etcéteras…
Hasta cambiar el mundo en el que vivimos, siempre.


#NiUnaMás
Oraciones, entre la cruz y la raya: un ritual para presentar el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez

Este domingo 16 de noviembre presentamos el nuevo libro del Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez, editado por lavaca, con una perfomance conmovedora: Oraciones, entre la cruz y la raya fue una obra de teatro danza basada en los ejes teóricos de Femicidios, narcotráfico y Estado. La puesta transformó en lenguaje poético, corporal y musical una realidad que duele y mata, de la mano de talentosas artistas.

Familias sobrevivientes de femicidios, con el libro del cual son parte: el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez.
Oraciones, entre la cruz y la raya: así se llamó la presentación performática del nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez editado por lavaca y titulado Femicidios, narcotráfico y Estado.
La obra de teatro y danza indagó en los mecanismos que operan sobre los cuerpos y los territorios desde una dramaturgia que combinó texto, movimiento y música. El resultado fue una experiencia que funcionó tanto como obra artística como herramienta para hacer sentir, colectivamente, de qué hablamos cuando hablamos de femicidios.
La obra fue ideada y escrita por Claudia Acuña, también responsable de la dirección general del Observatorio Lucía Pérez. En escena, Oraciones desplegó el trabajo de las intérpretes Julieta Costa, Lola Domínguez Hayes, Lucía Harismendy, Pia Leone, Luca y Juana Torras, quienes construyeron una trama sensible entre la fragilidad y la fortaleza. La música en vivo, a cargo de Santiago Torricelli en piano, aportó un pulso emocional que atravesó toda la pieza.



El diseño sonoro siguió de la mano de Pía Leone, junto con la operación técnica de Teo Escobar y Lucas Pedulla. Y el diseño gráfico estuvo a cargo de Jonatan Ramborger (autor, también, de la tapa del libro) y Julie August.
La puesta en escena fue realizada por Julieta Costa, mientras que la dirección coreográfica estuvo a cargo de la reconocida directora y coreógrafa Carla Rímola.
Oraciones dejó en quienes asistieron la certeza de que el arte no sólo puede denunciar lo que duele, sino también abrir caminos para imaginar otras formas de vida y de cuidado.
Y también, otras formas de presentar un libro.



El Observatorio y su libro
El Observatorio Lucía Pérez es una herramienta de análisis, debate y acción creada por lavaca.org con el objetivo de profundizar el trabajo sobre formas de prevención y erradicación de la violencia patriarcal.
Cada día un equipo conformado por Claudia Acuña, Amalia Etchesuri, Anabella Arrascaeta y Pablo Lozano actualiza 12 padrones de manera autogestiva, datos que sumados al seguimiento de lo publicado en medios de todo el país son luego chequeados y precisados con fuentes judiciales y periodísticas. Se trata del único registro público del país, lo cual quiere decir que pueden consultarse las fuentes de cada dato.
Cada mes el Observatorio realiza un resumen de este diagnóstico junto a víctimas y familias sobrevivientes de femicidios. El resultado es el informe mensual que se difunde a través de organizaciones sociales y referentes de la política y la cultura que intenta pensar, más allá de las cifras, la radiografía social y política de esta violencia.


Femicidios, narcotráfico y Estado reúne ahora y por primera vez los distintos informes, investigaciones y acciones del Observatorio Lucía Pérez. Es un material que indaga a través de la articulación de textos teóricos y reportajes periodísticos las vinculaciones entre lo narco, la violencia machista, los femicidios y el rol del Estado en la trama de la impunidad.
Todo eso quedó plasmado en esta presentación-ritual colectivo para empezar a sanar una realidad que duele, y organizar la realidad que viene: aquella que queremos, deseamos y nos merecemos.
Si querés el libro escribinos al teléfono que figura en este link, y suscribite para apoyar todo lo que hacemos:
#NiUnaMás
La venda en los ojos: la justicia frente al abuso sexual contra niñas y niños
El 42% de las denuncias de violencia sexual corresponden a menores de 17 años en la ciudad de Buenos Aires. El ministerio de Justicia bonaerense reveló que entre 2017 y 2022, de más de 96.000 causas por abuso sexual, 6 de cada 10 tuvieron como víctimas a menores y se duplicó el número de denuncias: el 80% fueron mujeres, principalmente niñas y adolescentes de entre 12 y 17 años. ¿Cómo recibe el Poder Judicial a las infancias que se atreven a denunciar abusos? Las víctimas convertidas en “culpables” de un delito que padece a nivel mundial entre el 15 y el 20% de la niñez. La campaña conservadora y oficial: desestimar denuncias y motosierra. Lo que no quiere ver la justicia. Cómo encarar estos casos, y la enseñanza de Luna. Por Evangelina Bucari.
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Cecilia Basaldúa: el cuerpo desaparecido

Daniel y Susana denunciaron que desapareció el cuerpo de su hija, Cecilia Basaldúa, que reclamaban para realizar nuevas pericias. La historia de lo ocurrido y el rol de la fiscal de Córdoba Paula Kelm “que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.
Por Claudia Acuña
El 7 de noviembre Cecilia Basaldúa hubiese cumplido 42 años y no hay festejo porque no hay Cecilia: la desaparecieron, violaron y mataron en abril del año 2020, en Capilla del Monte y en pleno aislamiento por la pandemia de Covid. Su familia, como cada año, reunió amistades y familiares de otras víctimas de femicidios territoriales –el padre de Natalia Melman, el hermano de Laura Iglesias– en el mural que la recuerda en su barrio de Belgrano. Fue ese el marco elegido por Daniel y Susana, los padres de Cecilia, para compartir lo que significa buscar justicia para este tipo de crímenes. Con la voz partida por el dolor narró cómo fue la última reunión con la nueva fiscal responsable de la investigación: es la cuarta. La primera – Paula Kelm– desvió las pruebas para atrapar a un perejil, que fue liberado en el juicio oral y así la investigación del femicidio de Cecilia volvió en punto cero; el segundo estaba a meses de jubilarse y pidió varias licencias para acortar su salida; el tercero –Nelson Lingua– no aprobó el examen para ocupar el puesto y, finalmente, desde hace pocos meses, llegó ésta –Sabrina Ardiles– quien los recibió junto a dos investigadores judiciales y los abogados de la familia. Antes se habían reunido con el ministro de Justicia de la provincia de Córdoba, Julián López, quien le expresó el apoyo para “cualquier cosa que necesiten”. Fue entonces cuando Daniel y Susana creyeron que había llegado el momento de trasladar el cuerpo de su hija hasta Capital, donde viven y, además, habían logrado conseguir que se realice una pericia clave para la causa y que siempre, en estos cinco años, les negaron. Fue la joven investigadora judicial quien soltó la noticia: el cuerpo de Cecilia no está.

Gustavo Melmann, que sigue buscando justicia por su hija Natalia, junto a Daniel Basaldúa y Susana Reyes, los padres de Cecilia.
Según pudo reconstruir la familia después del shock que les produjo la noticia, fue en 2021 –cuando todavía estaban vigentes varias restricciones originadas por la pandemia– cuando el cuerpo fue retirado de la morgue judicial, a pesar de que Daniel y Susana habían presentado un escrito solicitando lo retuvieran allí hasta que se realicen las pruebas por ellos requeridas. La fiscal Kelm no respondió a ese pedido ni notificó a la familia de lo que luego ordenó: retirar el cuerpo de la morgue y enterrarlo.
¿Dónde? La familia está ahora esperando una respuesta formal y sospechando que deberán hacer luego las pruebas necesarias para probar la identidad, pero no dudan al afirmar que con esta medida han desaparecido el cuerpo de su hija durante varios años y definitivamente las pruebas que podía aportar su análisis.
A su lado está Gustavo Melmann, en el padre de Natalia, asesinada en 4 de febrero de 2001 en Miramar, quien desde entonces está esperando que el Poder Judicial realice el análisis de ADN del principal sospechoso de su crimen: un policía local. Por el femicidio de Natalia fueron condenados a prisión perpetua otros tres efectivos policiales. Uno ya goza de prisión domiciliaria. Falta el cuarto, el del rango más alto.
Melmann cuenta que se enteró de la desaparición de Cecilia Basaldúa por su sobrina, quien había ido al secundario con ella. “Fue el primero que nos llamó”, recuerda Daniel. También rememora que no entendió por qué le ofrecía conseguir urgente a un abogado “si yo la estaba buscando viva. Hoy me doy cuenta de mi ingenuidad”.
El silencio entre quienes los rodean es un grito de impotencia.
Daniel y Susana lo sienten y responden: “Nosotros no vamos a parar. Nada nos va a detener. Ningún golpe, por más artero que sea, va a impedir que sigamos exigiendo justicia. Elegimos contar esto hoy, rodeados de la familia y los amigos, porque son ustedes quienes nos dan fuerza. Que estén hoy acá, con nosotros, es lo que nos ayuda a no parar hasta ver a los responsables presos, y esto incluye a la fiscal Kelm, que hizo todo lo posible para que los asesinos de Cecilia sigan hoy libres e impunes”.

Los padres y hermanos de Cecilia, junto al mural que la recuerda en el barrio de Belgrano.

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