Nota
Perpetua para el femicida de Julieta Riera: “Esto va a impactar en la vida de otras chicas”

Un juicio por jurados de 12 personas encontró culpable a Jorge Julián Christe de golpear y tirar por el balcón a su ex novia, Julieta Riera. Masivas movilizaciones lograron impulsar este fallo durante meses en los que el joven gozaba de distintos beneficios por ser hijo de una jueza de la provincia; su versión era que Julieta se había caído, y su defensa amplió en el juicio sobre los supuestos rasgos problemáticos de la joven. Sin embargo, peritos oficiales fueron clave para descartar estas revictimizaciones y culpar al femicida, que ahora deberá cumplir la pena de 25 años. Lo que hay que hacer para conseguir justicia de un hijo del poder: “Hoy sentí mucho alivio, y de a poco el cuerpo se va aflojando de tanta tensión”, dice Ana Brugo, mamá de Julieta, luego de conocer la sentenca. “El fallo en sí no me alegra, porque lo que se estaba juzgando es una muerte, pero finalmente se hizo justicia, y esto va a impactar en la vida de otras chicas”.
Por Inés Hayes y Melissa Zenobi
El femicida de Julieta Riera, Jorge Julián Christe, fue condenado a prisión perpetua. Se trata del hijo de una ex jueza de Entre Ríos que gozó durante el proceso el beneficio de prisión domiciliaria. Pero finalmente, gracias a las masivas movilizaciones sociales en Paraná, el veredicto de 12 jurados y del juez técnico Elvio Garzón encontró culpable a Christe del delito de «homicidio triplemente agravado por el vínculo, alevosía y por haber sido cometido mediando violencia de género».
En el juicio se pudo comprobar que el hijo de la ex jueza de Entre Ríos Ana María Stagnaro arrojó a Julieta – en ese entonces su novia- de un balcón del octavo piso de un edificio del centro de Paraná, el 30 de abril del año pasado. Él tiene 32, ella tenía 24.
Christe deberá cumplir la pena de 25 años en la Unidad Penal 1 de la capital entrerriana. “Hoy sentí mucho alivio, y de a poco el cuerpo se va aflojando de tanta tensión”, dice Ana Brugo, mamá de Julieta, a lavaca luego de conocer el fallo. “El fallo en sí no me alegra, porque lo que se estaba juzgando es una muerte, pero finalmente se hizo justicia, y esto va a impactar en la vida de otras chicas”.
El caso
Julieta convivía con Christe desde hacía un año y medio; se habían conocido por amigos en común. A su familia le contaba poco sobre su relación, pero su mamá percibía que ella había cambiado: “Ella tenía muchos amigos, era muy amiguera. Pero se juntó con este chico y como que se aisló de sus amigos. Al principio de nosotros también nos comunicábamos solo por mensajes”, contó en una extensa entrevista con lavaca.
Ambos vivían en San Martín al 300, en una de las dos propiedades que tiene la ex funcionaria judicial, madre de Christe, en el octavo piso de ese edificio, a pocas cuadras de su casa en pleno centro de Paraná. Habitaban el que da a la calle peatonal, con balcón cubierto al frente; pero el femicidio ocurrió en el otro inmueble del mismo piso, que tiene un balcón sin protección que da a un pulmón de manzana.
La investigación indicó que la madrugada del 30 de abril, hace casi un año, Christe golpeó a Julieta y la arrojó al vacío. Julieta falleció al instante. Esa misma noche el joven manejó su moto hasta la casa de la ex jueza, y después a la comisaría en el centro de la ciudad, donde denunció que su novia se había caído. En ese momento fue revisado por los médicos: su cuerpo tenía signos de pelea.
El 2 de mayo -dos días después del hecho-, el juez Mauricio Mayer dictó la prisión preventiva de Christe en la Unidad Penal Nº1 de Paraná, luego de que el fiscal Ignacio Aramberry lo imputara por “homicidio triplemente agravado por el vínculo, alevosía y violencia de género”.
Fue ese mismo fiscal que había presentado al juez Mayer los resultados de la autopsia que realizó el Cuerpo Médico Forense: María Julieta, entre las 2:20 y 2:50 de esa noche, sufrió maltrato físico y falleció por los golpes al caer de un balcón a 19 metros de altura.
Cuando vencieron los 60 días de prisión preventiva, fue María Carolina Castro, vocal de Juicios y Apelaciones Nº1 de Paraná, quien dio lugar al pedido de la defensa le otorgó prisión domiciliaria.
Así, detenido en la casa de su madre, Christe llegó al juicio.
El juicio
El juicio – que tuvo la particularidad de que fue por jurados- duró dos semanas.
Ana, su mamá, relata cómo fueron esos días: «Han sido terribles. Hay cosas que yo venía sabiendo, pero fue muy impactante enterarme de más situaciones que vivió mi hija, fue muy doloroso». La familia, querellante en la causa, desde el primer momento pidió prisión perpetua: «Yo no juzgué porque sí, fui investigando, buscando, interiorizándome, y con la información, las pruebas y los testimonios que aparecieron en el juicio, no podía ser otro el resultado».
Al conocerse la sentencia, luego de dos semanas de juicio, Ana abrazó a Andrea Oviedo, activista feminista de Paraná, y entre llantos le agradeció el acompañamiento: “Sin ustedes no lo hubiésemos logrado», le dijo.
Es que en plena cuarentena, aún con restricciones de circulación, En Paraná hubieron movilizaciones para que el femicidio no quedara impune.
“Desde la defensa todo el tiempo han querido instalar la idea de que Julieta se cayó sola, de que tenía problemas de consumo, que se golpeaba sola. La mamá de Christe dijo que cuando Julieta no tenía los anteojos se lastimaba”, señaló Andrea Oviedo a lavaca. Ella junto a otras compañeras acompañaron a la familia de Julieta en la búsqueda de justicia: “Para nosotras esta sentencia es un triunfo. Él es hijo de una jueza y sabemos que las influencias del poder económico y político que hace que muchas veces queden impunes estos casos. Por eso este es un logro, además de saber que la justicia patriarcal y machista puede revertirse”.
Andrea Oviedo advirtió además lo importante que fue la declaración de las peritos oficiales, que fueron contundentes al demostrar que Christe está situado en tiempo y espacio, y que no tiene ningún problema o patología psiquiátrica como quisieron instalar. Asimismo las peritos -psiquiatra y psicóloga- demostraron que en la relación era violenta: “Entendimos la importancia de tener personal preparado para que estas pericias puedan realizarse con perspectiva. Esto es fundamental para encontrar algunas grietas dentro de un poder judicial que es patriarcal”.
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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