Nota
Propiedad vs Trabajo: Pescado Rabbione
Los integrantes de la Cooperativa de Transporte Rabbione se están movilizando en defensa de lo que ellos mismos se encargaron de conseguir: poder trabajar. Exigen que se frene el desalojo y el remate del edificio donde funciona la cooperativa. La medida basada en la declaración de inconstitucionalidad de la ley de expropiación pone en peligro, no sólo los casi cien puestos de trabajo que han sabido crear y mantener desde 2002, sino a las 25 empresas sin patrón, recuperadas por sus obreros en el ámbito porteño.
Un mal día de abril de 2007, la jueza subrogante del Juzgado Comercial N*1 Maria Gabriela Vasallo declaró inconstitucional la ley de expropiación que los trabajadores de Rabionne supieron conseguir. Argumentó que “no se verifica la existencia de una utilidad pública significativa” Y por lo tanto el día 26 de noviembre (mañana) la cooperativa debe ser desalojada del edificio que ocupa en Monasterio 269 de Parque Patricios. Anunció también que el predio será rematado el 16 de diciembre para pagar a los acreedores. Sin más, firmó el acta de defunción para casi cien familias. Lo que se dice una persona de pocas palabras.
Contra las recuperadas
Jorge Froján, presidente de la Cooperativa, cree que se busca establecer un antecedente nefasto para las empresas recuperadas la Ciudad de Buenos Aires. “Esto es un problema para las 25 firmas gestionadas por sus trabajadores –explica Forján- porque el Gobierno de la Ciudad, a través de la Legislatura, declaró la ley de expropiación para estos casos pero nunca se presentó a pagar. Y de ahí la precariedad en la que estamos”. Sin embargo, aclara que la actual gestión obrera de Rabbione está en condiciones de poder pagar todos los meses una parte de la deuda. “No queremos que nos regalen nada, sólo que nos dejen trabajar tranquilos” advierte.
El caso Rabbione es atípico porque el principal acreedor es el Estado; el Banco Nación y el Provincia. “Nosotros queremos sentarnos a negociar” dice Forján con la urgencia de mantener el sustento de casi cien familias. Y desliza que esta posibilidad es obstruida porque el síndico quiere quedarse con el edificio. La evidencia parte de los recuerdos de Froján: “Cuando en 2006 frenamos el primer intento de desalojo con la ley de expropiación, el hombre ofuscado, nos dijo “Los voy a hacer puré”. A este propósito, parece haberse sumado la jueza Vasallo porque además de anunciar el desalojo y remate del edificio, dictó el embargo de los bienes personales de los siete impulsores de la cooperativa.
Vamos a meternos adentro
Un informe de evaluación técnica elaborado por el actual Gobierno de la Ciudad sobre la Cooperativa de Trabajo Rabbione dice que «la impresión obtenida es la de un equipo sólido en la gestión administrativa y técnica como para poder desempeñarse en el mercado y seguir aumentando la cartera de clientes». Esto se traduce en asignaciones en promedio de 1700 pesos mensuales para cada trabajador, y en la creación de 40 puestos dentro de la cooperativa. Además unos 60 empleados realizan tareas en forma tercerizada.
Froján se acuerda de un escenario totalmente diferente. “En el 2001, los dueños anteriores hicieron una venta ficticia, vendieron la empresa a una firma uruguaya que nunca pago la compra. Esta firma, a su vez, mando a un transportista que se llevó toda la plata de Rabbione y todos desaparecieron. A nosotros nos quedaron debiendo cinco años de jubilación y tres meses de sueldo”.
“En enero de 2002 ocupamos el edificio”, relata el trabajador, “nos juntamos con nuestros compañeros y dijimos: vamos a meternos adentro. Dos meses después comenzamos a trabajar de nuevo. Quedamos los obreros, los luchadores”.
Ahora se abre una nueva instancia para las empresas sin patrón. Los integrantes de la Cooperativa Rabbione buscan demostrar en la calle que el trabajo y la autogestión tienen el valor del derecho a la vida, frente a los negocios de unos pocos.
Nota
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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