CABA
Sabiduría del valle: Entrevista a Marcos Pastrana, referente indígena
Desde Tafí del Valle, Tucumán, este diaguita de 72 años realiza una lectura histórica de la realidad nacional y global de los pueblos originarios. Interpela a la democracia representativa, critica la economía, el Poder Judicial y el extractivismo. Pasado y presente indígena. Por Darío Aranda.
Nacido el 5 de febrero de 1946, su nombre completo es Marcos Benito Jesús Pastrana. Marcos por su padre, Benito por “pedido” del dueño de la estancia donde trabajaba su madre, y Jesús porque una tía rogaba al supuesto hijo de Dios que Marcos nazca vivo.
El apellido, común en los Valles Calchaquíes, proviene de España. Marcos Pastrana mismo realizó la genealogía y explica que data de 1600 en el norte argentino. Su abuelo Eustaquio nació en 1892, en Tafí del Valle, donde se casó con Gabriela Romano. El matrimonio tuvo nueve hijos, entre ellos el padre de Marcos. Su madre, María Clara Flores, hija natural de Felipa Flores, desde los 9 años vivió y trabajó en una estancia. Recién pudo salir a los 20 años, cuando se casó.
Con tres meses de vida, Marcos Pastrana tuvo su primera zafra: toda la familia se trasladaba a pelar caña de azúcar al Ingenio San Pablo. Tiene recuerdos de niño, ya a los 6 y 7 años, de ir a caballo rumbo al ingenio.
De su madre recuerda que le enseñó a leer. Ella pudo llegar hasta 4° grado y solía decirle que debía estudiar “para ser alguien”. Marcos lo reflexionó ya de adulto: “Con el tiempo me di cuenta que ya era alguien: era un originario de esta tierra”.
Políticos de Estado
Pastrana no recuerda buenos momentos del Estado argentino para los pueblos indígenas, aunque sí de mayor o menor participación. Lo que no duda es que, desde la vuelta de la democracia, esta es la peor etapa: “La política pública del Estado está declarada a combatir y si es posible terminar de desterritorializar a los pueblos originarios”, sintetiza. Cita como ejemplo la represión al Pueblos Mapuche, pero aclara que lo mismo sucede en el norte del país, centro y en cada lugar donde una comunidad lucha. Y recuerda que no se trata sólo del gobierno nacional, sino también a los gobernadores.
Pastrana aborda distintos tópicos. Da una vuelta de rosca y reinterpreta conceptos que parecen estáticos para el pensamiento conservador. “Desde lo económico el desastre es absoluto. Aquí hay que aclarar que la economía no es solo la financiera, la acumulación de divisas, sino también todo lo que hace a la administración de bienes comunes de un pueblo. Economía es agua, es aire, son los ríos, es el monte nativo. Y eso no está en agenda de los responsables de políticas públicas”. Para abordar la situación ambiental invita a visitar Andalgalá (donde desde hace veinte años opera Minera Alumbrera), los pueblos fumigados, y las zonas con pasteras o petroleras. “El resultado está a la vista: pueblos contaminados, territorios desmembrados por la acción de las multinacionales”, describe.
El sabio diaguita define que el discurso científico y político oficial choca de frente con la realidad porque ambos proponen desde el discurso actividades no contaminantes y prometen bienestar, pero eso jamás sucede. Recuerda el rol del Poder Judicial, donde jueces y fiscales incumplen leyes locales y tratados internacionales que protegen a los pueblos indígenas. En paralelo, dice, “mucha legislación se adapta especialmente para favorecer a las multinacionales y los terratenientes”. Como mal ejemplo de “justicia” o referencia de “injusticia” cita a la Corte Suprema de la Nación, que en septiembre pasado falló contra el Pueblo Mapuche y anuló personerías jurídicas de seis comunidades de Neuquén. Destaca que se escudó en un error del propio Estado (personificado en el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) que perjudicó a los pueblos indígenas. “Los jueces supremos deciden ignorar y desvirtuar la cuestión de fondo, que es la preexistencia indígena al Estado argentino. Eso hace el máximo tribunal del país: desconoce derecho”, se enoja y sigue: “La democracia está desnaturalizada en su esencia. Hay una crisis muy grande de representatividad. Los representantes supuestamente del pueblo son solo representantes corporativos de partidos políticos y de multinacionales. No son políticos, no son gobernantes, ni son ni funcionarios: son gerentes ejecutores de las multinacionales y de los terratenientes”.
La iglesia y el viaje
«Decían que éramos pobres: hoy me doy cuenta cuán ricos éramos y seguimos siendo. Muy desde niños cultivábamos, traíamos leña, practicábamos nuestros saberes, hacíamos fuego, iba al cerro a caballo. Éramos sujetos de una cultura comunitaria ancestral y colaborábamos con lo familiar”, rememora Pastrana la infancia en Tafí del Valle. Entre las bases comunitarias-familiares estaban “no mentir, no robar, dar según la posibilidad, y escuchar a los ancianos”.
El punto de quiebre fue a los 11 años, cuando cursaba 5° grado. “Luego del bautismo, para liberarme de un pecado que no cometí, vino la primera comunión. Seguir ese proceso de evangelización, para que me vayan completando como persona”, dice entre mezcla de ironía y lamento. Previamente, recuerda, le “impusieron” ser ciudadano argentino.
Los curas franciscanos daban la catequesis a las 15 horas, el mismo horario en el que los niños del valle iban a buscar la hacienda al cerro, momento de diversión, juego, libertad. “Se nos hacía pesado ir al catecismo, que nos imponía obligaciones y mandamientos, pero había que ir”, precisa Un día Marcos le preguntó al cura qué pasaría si aprendía todo el libro de catequesis. La respuesta fue una oportunidad: “No venís más”. Pastrana pasó todo el día y parte de la noche estudiando. Gastó dos velas. Y al sábado siguiente, rindió una suerte de examen, y se libró de catequesis.
Pero sobrevino lo inesperado: el cura habló con la madre de Pastrana. Le dio media beca para estudiar en la capital provincial. Y, contra su voluntad, fue a la ciudad. “Así fue que me desarraigué. Dejé todo lo que quería. Mis amigos, mi familia, mis animales, mis perros, mis juegos. Todo lo que era la vida, el amanecer en el valle con toda su magia. Y llegué donde todo es artificial, lleno de esquinas en escuadra, hostil, individualista”, recuerda.
Conoció la discriminación que lo marcó para siempre. “Era el indio, el sucio. Todas las acepciones más bajas de la escala social se me notificaban día a día, hasta agresiones físicas y cosas que no vale la pena recordar”, lamenta.
Vivía en una pensión. De noche lloraba y pensaba en los buenos momentos que pasaba en el valle. Las notas eran bajas. Quería volver a Tafí. La madre le había dicho que no debía pelear porque el cura le había hecho un favor con la beca, y la buena conducta era una obligación. Eso también le daba impotencia.
Planeó una fuga para escapar de la discriminación. Tenía una bicicleta. Calculó un día de pedalear hasta un pueblo intermedio, llevar dos panes y agua para luego cortar camino entre los cerros.
Hasta que llegó una carta de su madre. Le avisaba que comenzaba la zafra, que estarían en un ingenio más cerca. Todos los viernes podría visitar a la familia.
Comenzó a defenderse de las agresiones. Se peleaba. Perdía más de lo que ganaba. No reivindica la violencia, pero enfrentó la discriminación como pudo. Permaneció en la escuela.
En la campaña política de 1953 tenía 9 años; le quedó grabado el recuerdo de candidatos que arrojaban golosinas desde un camión. Los niños debajo peleaban por la dádiva. No le gustó. Años más tarde entendió por qué: “La política partidaria no evolucionó nada; al contrario, involucionó. Las viejas monarquías sólo cambian de disfraz”.
En los mismos años fue el desencanto con la Iglesia. “Yo no sentía nada. No quiero hacer con esto una descalificación sobre la religión, pero mi cosmovisión y ancestralidad dormida no entendía ni aceptaba esa forma de dominación”, explica. Señala que la situación ante la discriminación escolar y frente al catolicismo lo marcó. Ese rechazo fue el comienzo del despertar de la cosmovisión diaguita, el ser indígena que nunca muere.
El punto vital en su vida, el “renacer”, fue conocer a José Flores, quechua de Perú. Lo señala como “padre espiritual, maestro en todo sentido”. Advierte que será la única persona que nombrará en las dos horas de charla, aunque afirma que son decenas las personas que lo guiaron en la militancia. Le enseñó sobre cosmovisión indígena, mató el ego, marcó caminos.
Pastrana ya estaba desengañado de la política partidaria, tenía asumida la identidad indígena, pero le costaba la práctica cotidiana. Le pidió a Flores documentación, bibliografía para estudiar, conceptualizar y saber qué hacer. Flores le respondió de forma simple y profunda: “Tus libros no están en las bibliotecas. Tus libros están en las comunidades. Ahí tienes todo lo que debes saber. Tienes que leer en el alma de tu pueblo”.
En qué creemos
Las críticas de Pastrana apuntan al ordenamiento del Estado nación, a los tres poderes y la forma de funcionamiento y hasta su legitimidad-falsa representatividad. Y contrapone los pilares del Pueblo Nación Diaguita, que comienza por una “doctrina filosófica”: la cosmovisión. “En qué creemos”, resume. Un orden cósmico donde cada pieza tiene una función, un rol, “responsabilidades dentro de la maravillosa cadena de mantención de la vida”. Aclara que el sistema de gobernanza diaguita responde a una filosofía de vida, por eso es participativo, asambleario y representativo.
En el aspecto económico el concepto básico es no depredar, no atacar la biodiversidad. La idea madre es el “Sumaj Kawsay” (buen vivir), donde se protegen y comparten los bienes comunes. Se cuidan para las generaciones futuras. “Si lo comparamos con el Estado-nación moderno vemos que el hombre se pone en la cabeza de la pirámide, se cree lo más importante. ¿Y cuál es su doctrina filosófica? El paradigma es el dinero, la opresión, la acumulación de la riqueza y la dominación, la contaminación y desaparición de culturas. Para muchos eso es el desarrollo”, ironiza. Precisa que los pueblos indígenas tienen en el centro al buen vivir.
Explica que las recreaciones de los saberes crean territorios, y así lo pueblos desarrollan cultura. “Por nuestra resistencia y perseverancia mantenemos nuestra doctrina filosófica, y eso nos mantiene vivos”, asegura. Señala que la sociedad urbana se encuentra aturdida por el sistema y se le dificulta identificar dónde nacen sus injusticias. En el caso de los indígenas es más claro por la centralidad del espacio de vida. Pastrana resume: “El territorio es por lo que luchamos porque es por lo que existimos”.
Pastrana habla de forma pausada, en voz baja, con sentimientos y conceptos profundos surgen en el medio de la oración más imprevista. “Los territorios son el alma de las culturas. Al perder el vínculo territorial se van aculturando nuestros hijos”, lamenta.
Apunta a la población hacinada en grandes ciudades, en lo que evalúa como una competencia feroz entre unos y otros, “donde es muy difícil practicar valores que son esenciales para los pueblos originarios”. Define a la ciudad como emblema y cuna del capitalismo.
Pastrana explica que el extractivismo tiene relación con “el nuevo orden mundial, que apunta a desmembrar territorios y estados nacionales”. Ejemplifica con la Ofemi (Organización Federal de Estados Mineros), integrada por representantes de los tres poderes del Estado, donde de norte a sur establece que la Cordillera de Los Andes es “una provincia geológica minera, establecida así desde la década del 90 en un congreso empresario-gubernamental en Canadá”.
“Durante la colonia hubo un reparto de regiones y riquezas. El capitalismo actual reconfigura nuevamente el mapa de América, hay un nuevo reparto por intereses económicos, las multinacionales legislan por nuestros legisladores, quienes muy cómodamente sentados en sus cuerpos colegiados sirven a los intereses de esas empresas sin ningún recato”, denuncia.
Afirma que en la práctica sucede que los gobernadores y legisladores “están de rodillas” ante las multinacionales, que les dictan leyes y sentencias que provienen de centros de poder de países de primer mundo.
Una buena: ante el panorama complejo, resalta que se vive un avance desde lo filosófico, lo espiritual y lo intelectual, cuestiones indivisibles dentro del Pueblo Diaguita. “Nuestra cultura, nuestra cosmovisión, es la única valla de contención que tenemos para resistir”, explica. Destaca el intercambio de saberes entre asambleas socioambientales (muchas en la Unión de Asambleas Ciudadanas -UAC-) y pueblos originarios, que se nutren mutuamente.
Un espacio de pensamiento y lucha donde se encontraron fue la “Cumbre Latinoamericana del agua para los pueblos”, organizada por los Pueblos Catamarqueños en Resistencia y Autodeterminación (Pucará, que reúne a asambleas la provincia) y realizada en San Fernando del Valle de Catamarca en octubre pasado. Allí Pastrana recordó que el modelo actual anula el saber y privilegia el poder del dinero. Y advirtió: “No hay derechos humanos si no se respeta la naturaleza”.
Alerta Tucumán
La Unión de la Nación del Pueblo Diaguita (UNPD) nuclea a decenas de comunidades indígenas de Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero. Siempre en lucha por el territorio, desde 2009 también exigió justicia por el asesinato del comunero diaguita Javier Chocobar, víctima del empresario Darío Amín y los ex policías Humberto “El Niño” Gómez y José Valdivieso.
El 12 de octubre de 2009 llegaron hasta la comunidad indígena Chuschagasta y, en el marco de una disputa territorial, asesinaron de un disparo a Chocobar. El Poder Judicial demoró nueve años en realizar el juicio. Los acusados esperaron la sentencia en libertad, a pesar de estar filmado el momento mismo del asesinato. Finalmente, en octubre pasado los tres acusados fueron condenados a prisión.
La avanzada empresaria, con complicidad política y judicial, es una constante de norte a sur. La comunidad indígena del Valle de Tafí, donde pertenece Pastrana, emitió un comunicado en noviembre pasado que aborda la coyuntura, pero también el pasado. En base a documentación histórica, fija la fecha de 1617 como el inicio del “despojo y usurpación” de los territorios y el trabajo indígena esclavo. Muchas de esas tierras aún hoy están en manos de la élite tucumana. “Es necesario señalar que el Poder Judicial actual, que dicta sentencias, es parte de esa élite”, describe el comunicado.
Y puntualiza: “Denunciamos que lo sucedido el día 15-11-18 en la Base Costa I, ante el fallido intento de usurpación de terrenos comunitarios por parte del empresario Critto, no es más que la repetición de todo los hechos desgraciados y trágicos que se registran en territorios de Comunidades Indígenas de todo el país, fruto de una mala praxis jurídica, ideología hegemónica y una carencia absoluta de políticas públicas que necesariamente debe resolver el Estado Argentino como principal responsable”.
Recuerda la vigencia del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (que establece numerosos derechos a los pueblos indígenas), el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional y la Ley 26160 (que debiera frenar los desalojos). Y dice que ante “la mala praxis jurídica, la ideología hegemónica y una carencia absoluta de políticas públicas (para los pueblos indígenas)”, la comunidad diaguita de Tafí se expidió: “Nos vemos compelidos a desconocer y resistir toda disposición o sentencia judicial violatoria de la legislación vigente”.
Declararon el territorio indígena de Tafí del Valle en emergencia jurídica, administrativa, social, cultural, ambiental y económica. “Desde nuestro territorio gritamos a todo el mundo: la tierra es nuestra madre y pertenecemos a ella. Nadie nos puede desarraigar de nuestra Pacha”.
Finaliza el documento con un grito de lucha y esperanza: “Jallalla. Jallalla. Jallalla”.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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