Nota
Santiago y la larga sombra de los muertos mapuche
La noticia de la muerte en Bariloche del mapuche Rafael Nahuel, 22 años, en medio del velatorio de Santiago Maldonado no es una metáfora. Es la actualidad y es la Argentina. Y duele.

Foto: Nicolás Freda para lavaca.org
En la esquina de la casa de sepelios hay fotos de Santiago Maldonado por todos lados. En el asfalto trazan un enorme corazón y en la vereda de enfrente, un cordón. En la puerta, trabajadores del gremio telefónico llevan chalecos blancos con la leyenda “organización”. Son los encargados de resguardar la tranquilidad de la familia, que pidió a la prensa que no ingrese a la sala ni con cámaras ni con celulares. Adentro, aferrada al féretro está Stella, con un prendedor en el pecho con la cara de su hijo menor. El ataúd tiene también una foto de él, sonriendo, en un portarretrato. A un costado está sentada su abuela, que lleva el mismo prendedor, y su abuelo, cargando una tristeza que parece tenerlo anonadado. Sergio y Andrea reciben a quienes llegan con abrazos de agradecimiento. Hay familiares, vecinos, amigos y amigas y también jóvenes que viajaron desde Mendoza o desde Esquel, con lo ojos hinchados y enrojecidos. Son los amigos de Santiago, los que más lo conocieron en los últimos años y los que más transmiten el peso de estar allí, llorándolo. Victoria Donda, Myriam Bregman, Nicolás del Caño y Vilma Ripoll son los únicos dirigentes políticos que se ven en otra sala, conversando con la abogada Verónica Heredia, también quebrada por las lágrimas.

Foto: Nicolás Freda para lavaca.org
Poco después de las cinco de la tarde, ese silencio de congoja es conmocionado por una noticia que transforma toda la escena.
“Hay un muerto”, dice alguien en voz alta.
Y así el recuerdo de Santiago Maldonado se estremece, una vez más, con la represión al pueblo mapuche.
No es una coincidencia trágica.
Es un golpe siniestro, que sacude ese momento de dolor, negándole lo que más ansiaban: hacerlo íntimo y en paz.
Así, los comentarios espontáneos se transformaron en declaraciones que se apresuran a publicar los medios, por obra de periodistas que aprovechan para espiar conversaciones, que no son ni secretas ni trascendentes, pero si privadas: reacciones de personas conmovidas.
Así, la información llega por mensajes de texto que cuentan que no pueden llegar hasta la zona reprimida, porque la ruta está cortada.
Así, se abre una pregunta inmensa en un lugar que reclama respuestas.
¿Qué pasó?

El corazón de carteles pegado por amigos y vecinos de 25 de Mayo.
Foto: Nicolás Freda para lavaca.org
Pasó un muerto y dos heridos, como consecuencia de la persecución que ordenó el juez federal Gustavo Villanueva a la comunidad mapuche Lof Lafken Winkul Mapu, que el 10 de noviembre había ocupado un predio en una de las zonas más cotizadas de Bariloche, frente al lago Mascardi, en el parque nacional Nahuel Huapi.
El día anterior habían circulado las fotos de las mujeres y los niños detenidos durante el desalojo. Mujeres jóvenes, niños muy pequeños, encarcelados e incomunicados durante horas, por orden judicial. Eran aquellos que no habían podido huir de la represión hacia las montañas, como hizo el resto de la comunidad cuando el grupo Albatros, de la Prefectura Naval Argentina, se lanzó sobre ellos.
El juez Villanueva ordenó entonces perseguir a los que huyeron a la montaña.
La información policial habla de un enfrentamiento a la madrugada, durante el cual hubo disparos. Esa balacera es la que hirió al menos a un hombre y una mujer y mató a Rafael Nahuel, de 22 años. A última hora de la noche, las versiones indicaban que una mujer también había sido gravemente herida.
Así, el velatorio de Santiago Maldonado se fue poblando con las sombras de otros muertos, que no son ni lejanos ni ajenos a su entierro.
Así, mañana lo enterrarán donde nació, en ese 25 de Mayo que hoy estuvo tan próximo y ligado a la Patagonia, como la historia de Santiago.
No es metáfora.
Es la actualidad y es la Argentina.
Y duele.

Foto: Nicolás Freda para lavaca.org











Foto: Nicolás Freda para lavaca.org
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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