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Sellos independientes: la música por abajo

Una charla en Mu Punto de Encuentro reunió a siete sellos musicales independientes para hablar de la escena. Cómo trabajan, cuáles son las tendencias y qué falta.

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Una charla en Mu Punto de Encuentro reunió a siete sellos musicales independientes para hablar de la escena. Cómo trabajan, cuáles son las tendencias y qué falta.

Sellos independientes: la música por abajo
Una lectura de la época requiere tener atentos los cincos sentidos, entre ellos, el oído para escuchar, además de los bocinazos, música. La radio, la televisión y los afiches en la calle pueden aportar algunos nombres, estribillos y melodías pero, como todo lo que pasa por esos medios, siempre el iceberg es más grande – y más sólido- que la punta.
Hablar de sellos discográficos puede resultar anacrónico si todavía los pensamos, como su nombre indica, como meras etiquetas que se imprimen justo en el final del proceso de creación: una especie de apadrinazgo que funcionó durante muchos años, que tuvo sus auges y sus fracasos y que hoy subsisten, con el mercado a la baja de discos, manoteando otro tipo de lobbys.
Los sellos independientes arman su caminito al costado del mundo. Son jóvenes, son muchos y funcionan en la práctica como equipos de trabajo que se encargan no sólo de las copias físicas del CD (con variantes de vinilo y casette, por ejemplo), sino de la producción y comunicación de bandas también independientes. Muchas veces son las propias bandas las que integran sus propios sellos, como el caso de Elefante en la habitación, que reúne a seis grupos: “Laburar con 20 bandas no nos sirvió: no había criterios conjuntos. Ahora somos una mesa de trabajo de cuatro personas que nos reunimos todas las semanas. Incluir nuevos artistas es una discusión íntima de la mesa que tiene que ver con la construcción de una relación de confianza. Si nos encanta la música que hace una banda, nos preguntamos, ¿pero se puede laburar? ¿Queremos laburar con ellos?”
Cincope, otro de los sellos que se sumaron a la charla, edita a artistas en formatos de cassete y vinilo, como variantes artesanales que suman originalidad a la oferta: “En mi caso no conocía a ninguna de las bandas. Las bandas que me gustan, las veo en vivo y si pareció que daban un buen show, después intento conocerlos, miro si quieren una cosa parecida a la que yo buscaba. Y ahí es cuando la banda se suma al sello».
Azione Artigianale, por su parte, es el sello de Pez, una de las bandas del under más convocantes, más respetadas y más antiguas en esto de producirse a sí mismas: “A nosotros nos pasa que nos dejan una cantidad de mensajes de gente mandando demos. Les contesté uno por uno y dije: si querés editarlo, juntante con tus amigos, nosotros no lo vamos a hacer, pero vos lo podes hacer, no nos necesitás”, dijo Molly, la única mujer representante en la mesa.
Sellos independientes: la música por abajo

Autogestores

La de Pez es una de las voces cantantes que envalentonaron a muchas otras bandas que ven en ellos un referente en la forma de laburar (y de tocar). Lo que sumaron las nuevas generaciones, las nuevas bandas y los nuevos sellos fue, a ese “basta, lo hacemos nosotros”, un “lo hacemos juntos”.
Elefante en la habitación: “En nuestro caso el ´lo tenemos que hacer nosotros es clave´. Elefante nació como un colectivo de músicos que metían su proyecto musical, pero muchos de los de esta mesa de laburo desarrollamos nuestra capacidad de producción y gestión a la par de lo artístico, convirtiéndonos en músicos gestores. De pronto yo me encuentro haciendo tareas de planificación completamente alejado de mi creación musical”.
Alto: alguien nombró la palabra “gestor cultural”. En la mesa estuvo Pablo, que se definió como gestor cultural y explicó las responsabilidades del mote: “La gestión tiene que ver por un lado con administrar los recursos con los que contamos dentro de un proyecto, y por otro lado generar un plus. En términos quizá no tanto creativos, porque eso es del artista, sino más bien en ayudarlo con la producción, comunicación, financiamiento… Está bueno estudiarlo y está bueno aprender a gestionar la cultura. No solo hacerlo como vocación sino usarlo profesionalmente, entenderlo como una práctica profesional que hay que ir desarrollando, que es muy práctica, porque no hay mucha teoría sobre cómo hacer gestión cultural”.

Dentro del gran paraguas que es la cultura, ¿qué particularidades tiene “gestionar música”?

Fuego amigo, uno de los sellos más prolíficos de la mesa (97 discos), se cargó la respuesta: “El volumen. Creo que hay una producción, al nivel que trabajamos todos, que nos adaptamos a cualquier situación que surja, pero uno siempre quiere producir un poquito mejor. Un poco más de esfuerzo, de ingenio… Es complicado organizar giras al interior y que sepamos que va a estar buena la fecha, que podamos producirlo correctamente. Y cuando uno confía una gira en el interior ya depende de producción de terceros, ciertos gastos que se puedan cubrir. En ese sentido uno confía en que el interior se produce cada vez mejor. Paraguay, Posadas, Resistencia, Corrientes, por ese lado hace un tiempo era complicado y hoy ya hay bandas que hacen lo mismos que nosotros acá. Es un corredor que se va abriendo nuevo, con gente nueva que está aprendiendo a hacer con la misma profesionalidad que hacemos nosotros acá. Con menos recursos también.
Elefante: nosotros laburamos la idea de los “aliados”, ya sean salas de conciertos en otros lugares, lugares para tocar, sellos, gestores. Un productor, una persona de confianza para intentar hace un ida y vuelta. El modelo nuestro es “primero invitar”. Producíamos ciclos y el concepto era invitar a una banda del interior, con una banda del sello. Y eso estuvo buenísimo, porque los ves laburando. O a veces te encantó la música de la banda pero no laburaría nunca más con la banda. Y así se va construyendo una red de gente con la que se puede laburar, y es muy importante. Es entenderse como un sector, no somos proyectos que estamos ahí flotando. Necesitamos que todos laburen mejor: músicos, managers, productores. Necesitamos que se fortalezca todo el sector.

Lugares y movidas

Otro de los sellos que compartió su experiencia, Dojo discos, criticó en ese sentido la falta de lugares y apuntó a los bolicheros: “Buscan la rentabilidad de la cerveza, te da un arreglo de mierda y le llenes o no le llenes nunca se va a arriesgar. Y el centro cultural que por ahí te pone una movida más acústica, más chiquito, más grandes, te dicen lo mismo: si no metes 100 personas… Son todos iguales. Hay 2 o 3 lugares de la ciudad que no les importa la puerta, pero por ahí tienen deficiencia de sonidos: Mi casa, Naranja verde, Casa Trash. Cada vez hay menos lugares y la verdad que nuestras bandas son un sonido bastante fuerte y un poco experimental, y cuesta.
Pablo: Hace 10 años fue Cromañón en esta ciudad y eso generó un resquebrajamiento del under. Con los sellos de gestión colectiva, como gestores culturales, también hay que exigirle al Estado que genere variantes, que ayude a recomponer toda esa trama que se fue degenerando y que hoy se ve en que no hay lugares.
Solo le pido a Dior: En Argentina yo veo cada vez más bandas, cada vez más sellos, cada vez menos lugares.
Azione: no sé si estoy de aceurdo con que no hay lugares ni hay movida. Hay mucha oferta. El avispero está agitado, no es que es una plancha total como cuando recién pasó Cromañon. Está todo caótico y está bueno también, ya va a ir encauzando…
Solo le pido a Dior: en Capital estamos perdidos. Más arriba de Niceto no hay nada.
Azione: …o la Clandestina es una fiesta bastante main, que tocan bandas que están buenas pero te tenés que fumar los payasos, la espuma, y vos lo que querés ver es la banda.
Varios: Pero también hay gente que va por los payasos y la espuma.
Azione: hay muchísimas bandas, muchos sellos, pero faltan en proporción productores. Gente que quieran armar movidas.

Main o under

La discusión sobre los lugares, las movidas y los públicos derivó en una pegunta de base: pero, ¿a dónde se quiere llegar? Aparecieron las palabras “pegarla”, “éxito” y otras más propias de la escena, como el mainstream y el under. El intercambio, que va aquí abajo, demuestra que las bandas y sus sellos van en busca de una medida propia que les permita, más que hacer un negocio rentable, volverse sustentables. Las claves: tocar mucho y sacar discos año a año.
Azione: Me cuesta pensarlo de manera general porque cada proyecto artístico tiene como un objetivo que no necesariamente tiene que ser “pegarla”. Llámese pegarla tocar en el Personal Rock… Ahí me parece que está la gracia: cada artista hace su laburo.
Lautaro, de Dojo: yo creo que es mentira que no quieren pegarla. Para eso te quedas en la casa tocando la guitarrita. Después esta la diferencia entre que considerás vos pegarla.
Ivo, de Monqui Albino: cada uno tiene su idea de la música. Yo si le toco cuando sea abuelo canciones a mis hijos, está bien, por ahí es demasiado romántico… Pero creo que los proyectos tienen sus procesos, sus tiempos y vivir cada momento. En Monqui Albino ninguno planea ser un rockstar.
Fuego: de movida creo que le estamos pifiando a los términos. Hoy por hoy lo importante es otra cosa: tener un catálogo copado, que la música trascienda hasta cierto nivel, que la gente la pase bien en un recital… Aún con las diferencias, se dejaron situaciones muy clásicas de que está bueno ser manistream y peor ser under. Obviamente queremos producir mejor, tener más recursos, que venga más gente, pero eso es paulatino.

Estado y mercado

Si la pregunta que sigue es qué falta, o cuál es el eslabón de la cadena más débil, en tiempos electorales la discusión pasa por los apoyos, recursos, fomentos, programas que abrió el Estado en estos años, y cómo pinta la que se viene.
Elefante: Nosotros aprovechamos todas convocatorias, como el programa Recalculando que acompaño los sellos de gestión colectiva… Creímos en el Estado ayudando a financiar algunas cosas de los proyectos y es una cagada que venga un gobierno que pareciera que va a ser otro tipo de políticas. Pero estamos curtidos y si tenemos que laburar sin acompañamiento, estamos preparados.
Dior: el Estado siempre va detrás. Me parece mucho más importante el trabajo nuestro propio, porque el día de mañana te cambia la política y vos quedas culo para arriba. En cambio nosotros siempre vamos a seguir trabajando.
Elefante: esta buenísima la ayuda del estado en pos de que se desarrolle el sector. No que pase que es este año saqué el disco barato porque me dieron plata y después no pude sacar más discos.
Fuego Amigo: hay que ser cuidadoso en eso. Los favores también generan cierta dependencia. Sea el estado de Buenos Aires o nacional, sabíamos que estamos haciendo un poco su juego. Nos interesa tomar distancia y saber que dependemos de nosotros, no de favores. Y ver qué pasa. Utilizarlo cuando haya algo interesante, cuidado, que sirva. Hay que exigir pero al mismo tiempo uno tiene que imponerse. Este finde semana todos tenemos que tener una fecha, un evento, y uno se va ganando ese lugar de a poco.
La charla culmina hablando de música. Para contraponer a las piedras en el camino, todos en la mesa coinciden en la calidad de los proyectos con los que trabajan. El que se carga la respuesta es Ivo, desde su termómetro casero de recibir artistas todas las semanas según su ciclo “Musiquita en la cocina”, que puede verse por Youtube:
Ivo: Hay perfiles de todo, generalizar no se puede. Todos tenemos acceso a poder generar nuestro material, y esa libertad también está del otro lado: en el acceso a la información. No creo que haya patrones muy definidos. Sí creo que hay escenas dentro de las escenas. Pero creo que todos tratamos de hacer las cosas cada vez mejor y de generar un buen acontecimiento. Que el recital esté bueno, que el disco esté bueno, que circule, que sea sustentable…
Cincope: Las bandas argentinas están en primer nivel, a nivel internacional. A nivel escena, hay que seguir trabajando. En eso estamos.

Fotos de Ignacio Yuchark

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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