Nota
Chosmky: «Trato de ser una persona decente»
Entrevista publicada por el diario español El Mundo donde asoma el perfil humano de Chomsky. Es de fines del 2001, en plena actitud crítica sobre su posición acerca del atentado del 11 de setiembre.
Encima del Rebecca’s Café, en el segundo piso de un edificio esculpido en rojo, recibe un gran recordatorio de Bertrand Russell: «Tres pasiones, simples pero abrumadoramente fuertes, han gobernado mi vida: el anhelo de amor, la búsqueda del conocimiento, y una insoportable pena por los seres humanos a los que les toca sufrir». Rumiando las palabras del aristocrático filósofo inglés vislumbra una, de reojo, a un hombre vestido con jersey azul pardo, pantalón de pana verde y zapatos blancos de deporte. Son 72 años de edad, y apenas 50 de cuerpo delgado y fibroso, los que arrastra Noam Chomsky, uno de los mayores pensadores del siglo.
Fue complicado romper el hielo con el famoso lingüista, toca-conciencias de la sociedad norteamericana desde que en los turbulentos 60 abandonó una plácida existencia de investigación académica y de familia para darse al activismo político.
Empezó con la guerra de Vietnam, por la que sentía el mismo disgusto que el nonagenario Russell. «Podría vivir cinco veces de nuevo, y no tendría tiempo suficiente para atender las numerosísimas peticiones que recibo para dar conferencias por todo Estados Unidos. Donde no se me conoce es en la prensa elitista. Pero eso tiene sentido. ¿Sabe usted de algún país, a lo largo de la Historia, en el que a la gente crítica con el sistema de poder se le concedan privilegios?», afirmó, cuando una sugirió que en España los más jóvenes podrían no conocerlo demasiado bien.
«Es una ley universal. Los sistemas de poder intentan protegerse. Lo hacen de forma natural. Le pondré un ejemplo. Recientemente estuve dando una conferencia en la Escuela de Periodismo de Columbia, de donde sale la gente que luego ocupa los puestos editoriales en periódicos como el New York Times. Una vez que llegan a esos sitios, no mencionan mi nombre», añadió en un inglés norteamericano rapidísimo.
En este edén que es el MIT (Massachusetts Institute of Technology), una de los mejores universidades de Estados Unidos, la situación empeoró al confesar una su paso por la escuela maldita. El golpe de suerte lo trajo Joseph Stieglitz, principal y dimisionario economista del Banco Mundial. Ambos, ¡por fin!, coincidimos en los motivos de su retirada: «Tarde o temprano ganará el Premio Nobel de Economía. (Nota de la redacción: Stigiltz ganó, efectivamente, el Premio Nobel ese año). El ha escrito sobre los devastadores efectos de la imposición del modelo de mercado en diferentes partes del mundo, como por ejemplo Europa del Este, que fue transformado en un sistema parecido al colonial».
Pero de ahí pasó a explicar, sin solución de continuidad, el origen perverso de la Red: «Los países occidentales mantienen Estados poderosos con un alto nivel de proteccionismo. Casi cualquier componente dinámico de sus economías, incluida la famosa Nueva Economía, viene del sector estatal. Piense en Internet, ¿de dónde viene? De sitios como éste [el MIT fue fundado por el Pentágono]. De ahí viene mi salario. El Gobierno nos paga para producir ciencia y tecnología que, si funciona, acabará en los bolsillos de alguna gran corporación. Internet formó parte del sector público al menos 30 años. Hace sólo unos años que se le entregó a las corporaciones privadas, y ésa es la base de la famosa economía de mercado. Mire donde mire, hay un enorme sector estatal que obliga al público a asumir los riesgos y a pagar el coste y que, si funciona, se lo entrega al poder privado. Esa es una razón fundamental para entender por qué el Primer y el Tercer Mundo se han distanciado tanto».
La riada continuó: «La caída del Muro de Berlín provocó la desaparición de los países no alineados. Cuando el mundo lo regían dos gángsters, había sitio para los no-alineados, pero cuando sólo un gángster manda en el mundo, se acabó. Por eso, desde 1989 nadie presta atención alguna al Sur. Fíjese en la ayuda exterior, ha desaparecido prácticamente, por lo menos en Estados Unidos. ¿A quién le importa el Sur? En el mes de abril se celebraron dos grandes encuentros de los no alineados, el G77. ¿A quién le importa? Al fin y al cabo sólo representan al 80% de la población mundial. Nadie informó de sus declaraciones porque a nadie le importa. Se informa sólo de los ricos y de los privilegiados porque son como nosotros».
Era ésta la respuesta que esperaba obtener al preguntar por la cumbre del G8 en Okinawa. Pronto quedó claro que para tener la opción de preguntar, había que interrumpir sin misericordia a un hombre acostumbrado, como él dijo al principio, a dictar conferencias. Con dos ejes: la globalización y la nefasta influencia del mundo acaudalado y occidental sobre el resto del planeta.
-Francis Fukuyama cree que el movimiento antiglobalizador, representado por usted aquí, por Ignacio Ramonet en Europa, y por los manifestantes de Seattle y Washington, es una vuelta al socialismo puro.
-No estoy de acuerdo. No es un regreso de nada. Son movimientos populares que nunca han parado, y que siguen creciendo y ocupándose de más y más cosas. Los manifestantes que usted menciona están muy bien, son gente estupenda, pero no están haciendo nada. El trabajo se está llevando a cabo gracias al esfuerzo educativo de activistas locales en todas partes del mundo. Porque se habla de la maravillosa Nueva Economía, pero lo cierto es que las tasas de crecimiento están bajando desde mediados de los 70.
-Desde 1992 se han creado 20 millones de puestos de trabajo en Estados Unidos.
-Eso le encanta oírlo a la gente rica de Europa, porque la gente rica de Estados Unidos se está beneficiando y quieren que eso pase en Europa también. Pero fíjese en el crecimiento global de Estados Unidos y de Europa y cómo se está distribuyendo: está recayendo sobre un sector muy pequeño de la población. La mayoría tiene más o menos los mismos ingresos que hace 20 años. Los salarios se han estancado o declinado para la mayoría. Eso no tiene precedente en los últimos 20 años. Y en los últimos tres años, el crecimientose ha situado en los niveles de los años 50 y 60. Una familia media en los EEUU trabaja ahora más que hace 20 años para ganar lo mismo. Aquí se trabajan más horas que en ningún otro lugar del mundo. Más que en Japón, y desde luego más que en España.
-El presidente del Gobierno español, José María Aznar, y su homólogo británico, Tony Blair, son grandes defensores de ese modelo de economía norteamericana.
-Claro, los ricos y los privilegiados. También en el Tercer Mundo quieren ser como en Nueva York, Londres y París. El sistema europeo ha sido más humano que el norteamericano, y eso tiene que acabarse, les dicen. Pues yo digo que eso es propaganda fraudulenta: no es verdad que tengamos que seguir el camino norteamericano o perecer. Pero eso no lo dice la gente que escribe artículos en los grandes periódicos.
-Tanto Estados Unidos como Europa están viviendo una etapa de crecimiento económico. La sensación es la contraria.
-Porque, le digo, los que contamos las cosas, como usted y como yo, estamos en un nivel de salario estupendo. Donde yo vivo estamos muy bien, y nos va mejor que antes. Es la misma gente que usted se encuentra en los restaurantes, en las fiestas, la que escribe los artículos. Si el trabajador medio en Estados Unidos está empleando muchas más horas que hace 20 años para poner la comida encima de la mesa, eso no tiene interés. ¿A quién le importa?
A Boston, lo que él llama «la Atenas de América», llegó Abraham Noam Chomsky a los 27 años, hijo de judíos emigrados de Rusia. Había nacido y crecido en Filadelfia, donde a los 18 meses ya asistía a una escuela especial. A los 29 años publicó Estructuras sintácticas, libro en el que expuso su teoría de la gramática generativa transformacional, según la cual el lenguaje es una facultad humana innata y la finalidad de la lingüística es establecer la gramática universal. Por la lingüística le llegó la fama.
Pero en su atiborr
ado despacho, el E-39-219, prima la política. Aquí está, entre las fotos de su mujer, sus tres hijos y cuatro nietos, el mundo que le interesa, ése que incluye a los desheredados de Timor Oriental, de la selva Lacandona o de Sierra Leona. «El efecto de Europa en Africa ha sido devastador», señala. «Y a finales de la II Guerra Mundial, cuando EEUU estaba más o menos a cargo del mundo, entre los planes del Departamento de Estado en 1948, estaba el hacerse con todos aquellos lugares en los que los rivales pintaran algo, ya fuera Latinoamérica, Oriente Medio o el sureste asiático. Cuando le llegó el turno a Africa, George Kennan, que era el jefe del departamento de planificación, dijo que EEUU no tenía ningún interés particular, así que «se la daremos a los europeos para que la exploten». Esas fueron sus palabras».
Más de tres décadas después, encuentra en Colombia el motivo para movilizarse como lo hizo en Vietnam. «El año pasado, Colombia sustituyó a Turquía al convertirse en el principal país receptor de armas norteamericanas. Hasta entonces, Turquía estaba llevando a cabo una asesina represión de sus propios ciudadanos, los kurdos, mató a miles de ellos, destruyó 35.000 aldeas, creó más de un millón de refugiados. Todo esto dentro de la OTAN y con armas norteamericanas. En Turquía ya se ha conseguido controlar a la insurgencia kurda.
Por supuesto, cometiendo más atrocidades que Milosevic en Kosovo. Pero en Colombia todavía no ha funcionado. Allí todavía hay una insurgencia que no ha podido ser suprimida a base de violencia y terror».
«El Departamento de Estado sabe también que la guerra contra las drogas en Colombia es una excusa para acabar con un movimiento insurgente, que es la guerrilla, y que está intentanto cambiar las cosas dentro del país. Y en ese país hay mucho que cambiar», continúa. «Como en toda Latinoamérica, que todavía sufre el legado de los españoles: una pequeña elite muy rica y una inmensa mayoría de la población sumida en la pobreza. En Colombia es todavía peor. Eso llama a la violencia y a la búsqueda del cambio. Cuando hay deseo de cambio, los EEUU intervienen e intentan acabar con esos llamamientos de cambio. Eso es lo que está pasando en Colombia. Y el año que viene será peor».
-¿No se cansa de su papel de agorero?
-Todo lo contrario. La mayoría de la gente no está contenta con la forma en que funcionan las cosas, y les encanta venir a hablar de sus problemas, de su situación. Desde luego, yo no estoy arruinando la fiesta de ellos. Pero arruinar la fiesta de los poderosos y de los privilegiados, eso es maravilloso. Ellos no quieren que se les moleste mientras celebran su fiesta, y por eso quieren mantenerlos fuera. No hay nada sorprendente sobre esto.
-¿No es cierto que este mundo es mejor que el de hace 45 años, cuando llegó aquí?
-En muchos aspectos, sí. Pero recuerde que no nos regalaron nada, que todo se ganó luchando. Los años 60 tuvieron un efecto civilizador en toda la sociedad. Si se fija en los cambios acaecidos en Estados Unidos y en otras partes del mundo, muchos son consecuencia del activismo y de las protestas de los 60. El movimiento de derechos humanos, el feminista, el medioambiental, el de solidaridad con el Tercer Mundo, todos vienen directos de los años 60. Nacieron como consecuencia de la lucha. Si no lo hubiésemos hecho, estaríamos viviendo en la esclavitud.
-¿Por qué se niega a ser un privilegiado?
-Mírese al espejo de vez en cuando y piense si es capaz de soportar lo que ve. Si puede, entonces algo está mal con usted. Parte de la corrupción del poder y del dinero es lo que te impide mirar en el espejo. Vuelvo a los Evangelios, es muy simple, es la Historia de la Humanidad: pretender que no se ve lo que ocurre alrededor. La gente se rebela, y por eso las cosas mejoran. Si quieres participar en esa lucha, tienes la posibilidad. Si eres privilegiado, tienes todavía más oportunidades de hacerlo.
-¿Es usted muy religioso?
-No, en absoluto. Soy una persona corriente. Se trata de intentar ser un ser humano decente. Imagínese que va caminando por la calle y ve a un niño sentado en la esquina, en harapos, con un trozo de pan en la mano, y usted tiene hambre. Mira alrededor y ve que no hay ningún policía. ¿Le quitaría usted el pan a ese niño? Si alguien hiciera eso, sería un lunático patológico. Pues eso es lo que hacemos todo el tiempo en el mundo. E intentamos no verlo. Yo le digo: véalo y no lo ignore.
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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