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Economía antipolítica
El rompecabezas del modelo. ¿Cómo entender lo que está pasando? ¿Qué tipo de país se vislumbra a partir de las medidas económicas? Algunas pistas sobre políticas y corporaciones frente a una sociedad que empieza a rechazar que le den más de lo mismo. ▶ SERGIO CIANCAGLINI
Los vuelos en el país están generando una serie de desconciertos. Vuelan los dólares, euros y hasta yuanes hacia los conventos de monjas orantes y penitentes; vuelan también hacia las empresas y cuentas off-shore, aunque sus directivos aseguran que nunca hicieron movimientos en esos limbos fiscales, como si fueran estatuas vivientes.
Vuelan los billetes por las cuevas antes oficialistas y ahora opositoras –y viceversa, o ambas cosas a la vez- que no oran ni hacen penitencia. Y puede olfatearse que hay vuelos hacia determinados juzgados, ministerios, gobernaciones y despachos de los que tal vez la sociedad se entere con precisión oportunamente: dentro de algunas décadas.
La fascinación mediática no deja muy claro si los espectadores absorben información o si las pantallas absorben a los espectadores. Mientras tanto, en nuestras cabezas y bolsillos revolotean las incertidumbres. Y muchas veces la escasez, que ahora se mide por semestres según predican los panelistas de la televisión. Y no hay GPS, brújula o veleta que nos insinúe hacia dónde sopla el presente.
Hemos heredado supersticiones raras entre las cuales es notable aquella que define a la Economía como una Ciencia, o incluso unas Ciencias, con Mayúsculas, lo cual da lugar a fetiches con posgrado que ofician como gurúes. A endiosar papeles de formas cuadrangulares llamados billetes (se aceptan tarjetas). A mitologías: “manos invisibles”, “lluvias de divisas”, “mercados de capitales”, “acuerdos de libre comercio”, “derrames”, “sociedades de consumo”, “pobreza cero”, entre otras promesas fabulosas. Con esos anzuelos clavados en nuestras entendederas, deciden en parte importante los destinos o condicionamientos de vida de millones de personas.
Aquí se intentará percibir algunas pistas de lo que está pasando con la ayuda de personas que pueden ser consideradas científicos económicos o sociales, pero acaso sean más que eso: gente con los ojos, cabeza y piel puestos a comprender cómo funciona ese artefacto llamado economía.
Votos prestados
“El PRO tuvo un 26% de votos propios en las PASO de 2015. Gana la presidencial con el doble -52%-, por rechazo a la experiencia anterior, pero se trata de un voto prestado”, dice Claudio Lozano, uno de los fundadores de la CTA, ex diputado, y coordinador del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP). “Es un consenso frágil, que no maneja todos los resortes clave de gobernabilidad, lo cual obliga a concesiones en el Parlamento o con los gobernadores. Tampoco tiene injerencia directa sobre las organizaciones sociales o sindicales”.
Moraleja: “Como ganaron con lo justo, la política económica no tiene todos los elementos propios del ajuste ortodoxo. Combina reordenamiento de precios de la economía, redistribución de ingresos a través de la megadevaluación (4.786 millones de dólares fueron a parar al monasterio de las firmas exportadoras por el solo hecho de la devaluación); quita de retenciones a los cultivos y a la minería (704 millones más a las cuevas de las corporaciones sojeras y mineras, que remiten buena parte de sus utilidades al exterior); y permisividad frente a los precios. Resultado: hasta abril, 15% de caída del poder adquisitivo del salario”.
Ese dato se refiere a las personas que trabajan formalmente. “Es cierto, todo lo que no es formal tiene una caída aun mayor. Y si sumamos los despidos (127.000 en el año) a los 917.000 nuevos pobres en estos meses, de los cuales 290.000 son indigentes, ves que todo induce a un proceso recesivo”. En esos números de lo que se habla es de vidas.
La actividad industrial cayó más del 6%, y el consumo más de un 4%, números tal vez benévolos con respecto a lo que ocurre en la realidad. “El tarifazo abrió un proceso de conflictividad social, movilizaciones muy importantes y eso les complica un ajuste ortodoxo, como hubieran querido”. Aparecen otras medidas fuera de agenda: “Ante la conflictividad, tratan de poner un piso a la caída del consumo y aparecen la extensión de la AUH a los monotributistas y el tema de pago de deudas a los jubilados”.
Hipótesis: “Van a mantener un déficit fiscal similar al del gobierno anterior, con una composición distinta. El tarifazo centralmente fue una transferencia a las petroleras que operan en el país, que además tienen el precio del barril subsidiado por el Estado. Y tiene un efecto de concentración económica en pocas manos. Con el déficit, en lugar de emitir billetes como el gobierno anterior –cosa que finalmente también van a hacer- buscan financiarlo con deuda externa”.
La deuda se incrementó unos 15.000 millones de dólares este año, utilizados para pagar deuda vieja a los fondos buitre y poder así contraer nueva deuda, que se agrega a los impagables 250.000 millones de dólares. “Apuestan a calzar deuda para financiar obra pública y con eso subir el nivel de actividad el año que viene. Es muy posible que el dólar quede otra vez atrasado, con lo cual en 2017 estaremos en una situación similar a la de 2015: la misma inflación que criticaban (lo cual será vendido como un triunfo si es menor que la de este año), un endeudamiento mayor, el mismo estancamiento, más desocupados y pobres, y el mismo déficit fiscal. Después de una etapa de sufrimiento social inducido, volvemos al punto de partida”, explica Lozano.
“El país quería cambiar al gobierno anterior pero no para este lado, y en todo caso compró esta medicina amarga en gran medida por desconocimiento o manipulación mediática de una candidatura con discurso abstracto. Tengo la impresión de que la estrategia les genera contradicciones de todo tipo, con una perspectiva de logros menores, en medio de una inestabilidad política y económica mayor”.
La grieta unida
Ariel Setton es un economista de 32 años, miembro de la camada joven del Plan Fénix: “El gobierno llegó diciendo que iba a mantener todo lo bueno de la etapa anterior, y cambar lo malo. Pero en realidad pasamos de un modelo de demanda, basado en el consumo, a otro orientado a la oferta, que apunta a las exportaciones. Eso transforma a nuestros recursos, incluyendo los humanos, en un material de comercio para maximizar ganancias. Lo laboral pasa a ser un costo, y no un dinamizador de la economía. Eso deprime el mercado interno y juega en contra de la industria local, principalmente las pymes, mientras la economía mundial se frena, hay crisis en Brasil, y una tendencia al proteccionismo en el mundo que no va a generar la lluvia de inversiones que se esperan, mientras se rompe el mercado interno”.
Teoría sobre el rebote: “La economía puede rebotar si se revierten los costos en los servicios públicos, pero como están las cosas no será en este semestre, sino en el segundo trimestre del año que viene en el mejor de los casos. Si por algo hay que felicitar al gobierno es por su esquema comunicacional que justifica las malas noticias como parte de la pesada herencia, y promete que si uno espera, la solución llegará. Pero lo único que ha mejorado es la situación de los grupos empresarios y de los exportadores”.
Setton reconoce una herencia: “El kirchnerismo no desarmó la política de subsidios generalistas que subsidiaba servicios públicos a sectores que no lo necesitaban. El Estado tuvo menos dinero para invertir en cosas que podrían haber dinamizado la economía, como un banco de desarrollo para generar nuevos proyectos de infraestructura o de nuevas empresas. Tampoco cambió la informalidad que afecta a uno de cada tres trabajadores, y el propio Estado contrató de modo precarizado. Es una gran deuda del kirchnerismo. Si el actual gobierno no baja el trabajo informal al 15% el sistema jubilatorio no va a ser sustentable ni en el mediano ni en el largo plazo”.
¿Y los cambios en el sistema jubilatorio? “La suba a los jubilados actuales que tenían sentencia, sumada a la pensión para la tercera edad, se va a llevar el 40% del total del Fondo de Garantía de Sustentabilidad en tres años. Va a ser una sangría permanente y el sistema va a pagar cada vez menos a los jubilados”.
¿Qué significa la profundización del modelo extractivo? Setton: “Creo que generaría un millón de nuevos desocupados. No tiene nada que ver con una idea de desarrollo. Tendríamos que promover una política de desarrollo industrial y de servicios clara, fomentada por el Estado, porque hay un potencial humano enorme. Es más: si asumen el modelo extractivo, ¿por qué no crearle valor agregado en el país? ¿Por qué vender litio y no crear nosotros mismos una industria de baterías? Lo fácil es ir al modelo de exportación de materias primas. El esfuerzo es hacer algo diferente para romper nuestra dependencia del valor de esas commodities, que además representan un modelo social de cada vez mayor desigualdad”.
Se denuncia corrupción y la respuesta es que quienes hablan de eso son conservadores neoliberales. ¿Será que ambas cosas son ciertas? Setton: “Claramente las dos son ciertas y cuesta mucho tener una visión más imparcial. Trato de ser crítico y olvidarme del concepto de grieta porque aparece eso: de un lado corrupción, del otro la derecha neoclásica”. Lozano: “Hubo una matriz de corrupción organizada en la anterior gestión. Obviamente todas estas causas estaban dormidas y aparecen porque hay un cambio de clima político y te arman un pabellón completo de funcionarios kirchneristas. Pero en realidad gente como Jaime, Schiavi, López, tendrían que haber estado presos mucho antes porque todos en el gobierno sabían lo que pasaba. Y todas las evidencias de corrupción kirchnerista han sido una mochila para la construcción popular y para los que le damos al Estado un papel importante en defensa de lo público. Y le da oxígeno a Macri”.
Sobre la teoría según la cual sin corrupción el país estaría floreciente: “Si tomamos la fuga de capitales que en la etapa kirchnerista alcanzó 102.500 millones de dólares, la parte de los Cristóbal López es muy baja en términos relativos. Creer que el problema del actual modelo se resuelve solamente eliminando la corrupción es un tanto ingenua. Atrás de la corrupción hay tres cosas. La venalidad de los funcionarios, que solo se va a poder discutir democratizando el aparato estatal. Segunda, el financiamiento de la política. Y tercera, los sobreprecios de la obra pública que no son patrimonio de Lázaro Báez. También tiene sobreprecios Techint, los tuvo Macri, y su primo Calcaterra. Los sobreprecios son un fenómeno de la obra pública cartelizada que nunca se reguló y que el Estado valida”. O sea: las condiciones para la corrupción siguen saludables como siempre.
Lozano vuelve a lo que representa la actual matriz productiva argentina: “La dictadura cambió estructuralmente al país. Los 90 aceleraron ese cambio vía privatizaciones y se consolidaron complejos clave, como el sojero. Y eso se profundizó brutalmente durante el kirchnerismo. Otro complejo es el de armaduría automotriz sostenida y subsidiada por el Estado, lo mismo que el minero-hidrocarburífero. La decisión hoy es acentuar ese rumbo. Es decir: un patrón extractivista depredador del ambiente, una armaduría industrial, excedentes en negocios inmobiliarios, un grado significativo de extranjerización que hace que la remisión de utilidades al exterior sea muy alta sumado a la fuga sistemática de capitales. Ese es el esquema”.
Más sobre ese rompecabezas: “Durante el kirchnerismo hubo, como en otros países de la región, un discurso anti neoliberal con baja efectividad práctica. Hubo políticas sociales de inclusión para compensar el desastre producido en 2001, y hubo conflictos con la administración norteamericana. Pero no se le dio vida a un modelo de organización económica diferente, pese a que por primera vez en mucho tiempo los términos del intercambio fueron favorables al país y a la región. Incluso en Venezuela no hubo un cambio cualitativo en términos productivos y estructurales. Con algunos matices la excepción puede ser Bolivia”, plantea. Si es así, en Argentina el modelo extractivo minero y transgénico produce la pregonada unidad: ahí no hay grieta entre oficialistas y opositores de antes y de ahora.
La desobediencia
Hace poco Jorge Castro, ex funcionario menemista que suele reflejar como analista político los anhelos de un país norteño y del poder corporativo fue a un programa de televisión intoxicado de panelistas. Advirtió que Argentina tiene “un sistema político débil en su conjunto frente a una sociedad intensamente movilizada y que es una de las más politizadas de toda América Latina y quizá del mundo. En este concepto, lo que ha sucedido con el gobierno de Macri y el aumento de las tarifas del gas es el comienzo de un proceso de desobediencia en el país”.
Recitó: “La cuestión no es mandar, la cuestión es ser obedecido en lo que se manda. Y en esta Argentina de hoy lo que hay es una situación de insurrección o insubordinación de la civilidad en términos generalizados que ha comenzado desde la Patagonia hacia arriba y que obliga al gobierno de Macri a retroceder inexorablemente”.
Mensaje desde zonas densas del poder a la actual gestión, cuando el ajuste no es suficiente: la cuestión no es mandar, sino ser obedecido. Ningún panelista pareció o quiso entender la idea, salvo Raúl Castells, al revés, quien anunció que los jubilados rechazarán a las cuadrillas que pretendan cortarles la luz o el gas a los que no paguen, mientras Castro lo miraba sin gestos.
Tal vez el gobierno está comenzando a percibir que las insurrectas pueden ser las corporaciones. Sería el caso del ministro ex Shell JJ Aranguren, reclamando a las petroleras porque importan petróleo barato contra la estrategia macrista. O la falta de acompañamiento que algunos funcionarios (presidente y vice) han manifestado sentir con respecto a las corporaciones.
¿Forma parte esto de lo que hay que mirar en el futuro económico? Lozano: “No sé qué quiso decir Castro, pero es cierto que la sociedad institucionalizó más que en el resto de la región formas de reivindicación y resistencia. Tiene una capacidad importante de bloquear determinadas estrategias. Hasta la inflación puede ser vista en parte como un producto de esa disputa por el ingreso. Por eso, mantener la gobernabilidad le pone límites a la estrategia de ajuste del macrismo, y todo eso representa fuertes contradicciones”.
¿Hay opciones en lo económico? Lozano: “El capitalismo actual y el cambio tecnológico, desde el punto de vista de las relaciones sociales y laborales, generan bolsones de personas que quedan fuera, que no sirven para el sistema. Por eso hemos planteado la necesidad de un seguro de empleo y formación ligada al cambio tecnológico, para que los trabajadores roten entre tiempo de empleo, 4 horas, y de capacitación, otras 4. Donde había un trabajador de 8 horas, que haya dos de 4 horas. Obvio que eso implica una disputa política del poder diferente para capturar parte de la renta de las empresas más importantes, para financiar ese sistema. Si las corporaciones siguen haciendo lo que quieren, el mundo va donde va. Crisis financiera, social, laboral, alimentaria, ambiental: el resultado de cómo funciona este mundo”.
Lo nuevo: “La Argentina no puede tener un desarrollo capitalista mínimamente razonable y serio, con mejoramiento de la productividad y de las condiciones de vida de su gente, en gran medida, porque carece de una burguesía nacional con un compromiso inversor acorde. Lo que se encuentra en las principales actividades económicas es una burguesía local transnacionalizada y empresas multinacionales. Por lo tanto, todo lo que sean formas de organización de las relaciones laborales de carácter no capitalista, cooperativo, de autogestión y todo lo que uno pueda involucrar dentro del amplio concepto de la economía popular, y asociarlo a la práctica estatal en el ordenamiento del proceso de acumulación, puede conformar un área de economía pública y social que le abra la puerta al desarrollo de la Argentina”.
El periodista e investigador uruguayo Raúl Zibechi agrega otra mirada sobre la época: “Lo que vemos no es una economía, sino un sistema capitalista que incluye la economía, la política, la cultura: toda una forma de poder y de control. Y en nuestros países eso está basado en el modelo extractivo”.
La consolidación del país como vendedor de materias primas, en un proceso de creciente concentración económica –postula Zibechi- es una actualización del hecho colonial del que los optimistas suponen que el país se independizó hace 200 años.
A ese modelo se lo llama también de acumulación por despojo o desposesión, en la definición del teórico inglés David Harvey. Traducción: acumulan los centros de poder, despojando de sus riquezas a países y comunidades enteras. El obstáculo para la consolidación de este sistema son justamente las personas, grupos sociales y comunidades que no quieren ver sus recursos, territorios y vidas atacados de ese modo.
¿Y la idea de autogestión?
Zibechi: “La autogestión implica un concepto que propuso el economista y pensador egipcio Samir Amin: la desconexión. Por ejemplo una fábrica recuperada vende, compra, paga impuestos, produce dentro del sistema. Pero puede hacer a la vez una desconexión de las lógicas del sistema capitalista, que le permita tener autonomía y una capacidad propia de decisión, intercambios y acción. Es otra de las luchas que permiten crear situaciones contra la continuidad de lo que está ocurriendo. Es una pulsión de vida para frenar un modelo de muerte”.
Tal vez se trate de imaginar un presente y un futuro ubicado entre los de abajo, si es que las personas y las comunidades deciden no resignarse a que la vida se la formateen siempre desde arriba.
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