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Cuando el río suena
Saltanpeces. Una banda formada al ritmo de la asamblea que lucha por proteger el Delta de la depredación inmobiliaria.
La noticia no salió en los diarios ni en la televisión, pero la vivieron los pobladores de la Primera Sección de Islas del Tigre cuando iban en sus canoas a hacer los mandados o a visitar amigos. Durante el invierno del año 2011 aparecieron una gran cantidad de peces flotando panza arriba. Un poco más tarde, con los primeros calores se cansaron de morir de esa manera, y empezaron a saltar. Imaginate esos seres plateados y silenciosos haciendo semejante lío. Los más locos salían del agua, caían dentro de las canoas y, dependiendo de la dieta del remador, podían volver al río o convertirse en un rico almuerzo.
Los integrantes del grupo Saltanpeces, isleños de la zona, coinciden que ante semejante expresión de la naturaleza “flashearon” y que fue tan grande el encanto que no dudaron en elegir la imagen para nombrarse como grupo musical.
Andy Kelmansky, cantante de la banda y ejecutora de los accesorios de percusión suma otro elemento fundante a la identidad de la banda. “Saltar también lo entendemos en el sentido de responder”. Y así es: hay que saltar a otro tema para entender la profundidad de las aguas que navega este grupo.
altanpeces se creó hace más de un año durante los viajes a la asamblea que resiste al emprendimiento inmobiliario Colony Park. La amenaza se hizo real cuando las topadoras derribaron las viviendas de las familias originarias que vivían en la isla del Canal Vinculación y el Arroyo Anguila. Luego, las máquinas arrasaron con toda la vegetación y se iniciaron las tareas de relleno de la superficie para transformarla en “no inundable”. También se desvió un curso de agua para que pudiera ser utilizado por los futuros dueños del country náutico. Hubo varias presentaciones ante el Poder Judicial por parte de los asambleístas y vecinos afectados. Juntos lograron la suspensión de las obras en plena tarea de preparación del terreno, aunque todavía está pendiente una resolución definitiva sobre la instalación del barrio privado.
Aprovechando ese freno judicial, la asamblea -apoyada por el Instituto Nacional de Tecnología industrial (INTI)- decidió instalarse en la isla del Arroyo Anguila y crear una cooperativa de muebles y accesorios elaborados con juncos. Se llamó Isla Esperanza. Allí se encontraron los saltanpeces y empezaron a cranear una música isleña que diera cuenta de la lucha por la identidad y la elección de un nuevo modo de vida.
Vivir unplugged
El guitarrista de la banda, Pitu, conocido también con el nombre Juan Agustín Piva, y Tato, alias Orlando Farias, intérprete del clarinete, cuentan que esa lucha los moviliza porque están “defendiendo un lugar, un modo de vida que tiene los tiempos y el ritmo de la naturaleza”. Ellos bailan ese mismo ritmo desde hace 3 años, cuando decidieron vivir en la isla. El río crece o baja, sin avisar, todos los habitantes del Delta lo saben; el agua manda. “No podés separarte del entorno y, por más que tengas planes y plazos para hacer las cosas, su concreción depende del agua”, sintetiza Andy, quien también dejó la ciudad junto a Santiago Arena, bajista del grupo.
Con esa convicción construyeron su casa en una isla, a 30 minutos de remo de la costa, y eligieron vivir sin electricidad. Santiago apunta algo más: “La identidad urbana y la identidad isleña se mezclan, pero cuanto más tiempo pasás tratando de entender el río, más cambia tu mentalidad”.
a Primera Sección de Islas del Tigre se extiende 32 kilómetros desde la costa. Es decir, que hay que viajar una hora en lancha hasta alcanzar el segundo tramo. Andy considera que allí algo cambia. “En esa zona las condiciones de vida son otras y la pelea es por ser autosuficiente, por generarse las respuestas a todas las necesidades cotidianas, empezando por obtener agua para consumir”. Paradojas del Delta, que también sirven para comprender la apuesta musical del grupo.
¿Cuáles son las necesidades inmediatas de Saltanpeces, además del alimento autogestivo y la armonía con la naturaleza? Ellos lo dejan en claro en cada tema: expresar el universo isleño a través de la música. Así, las letras describen olores, texturas, temperaturas, embarcaciones y vecinos, situaciones diarias de la convivencia con el agua y con la vegetación. “También denuncia a quienes buscan instalarse aquí con el estereotipo de la ciudad y destruir este ecosistema”, resume Tato y todos sabemos de quiénes estamos hablando: empresarios, políticos, jueces y funcionarios.
Autogestión musical
La lucha ambiental para los músicos tiene una forma definida que combina la creatividad y la alegría. “Hace poco participamos de una movida organizada por todas las asambleas de la costa que va desde Quilmes a Tigre –cuenta Santiago– y fuimos con la idea de que el acto sería algo más militante en el sentido formal; pero el acto en realidad era una propuesta: que toquemos nosotros. Y ahí estábamos luchando, y a la vez disfrutando. Es muy fácil caer en la queja, porque hay momentos en que la gente está indiferente, pero no hay que perder la creatividad”.
De eso trata entonces: de crear.
A fines del año pasado grabaron un demo antes de viajar a la Costa Atlántica para trabajar. El CD tiene su envase elaborado con juncos de la Cooperativa La Esperanza, y contiene 6 temas. Entre ellos Sudeste, La reconquista, Aureliana, y una hermosa versión de El árbol, el clásico de Atahualpa Yupanqui. El material se ofrece al público cada vez que se presentan a tocar y el dinero recaudado tiene destino: una nueva grabación que registrará el doble de canciones.
El proceso creativo recorre el siguiente circuito: a Andrea le emergen los temas, canta su creación por celular, si es necesario, para poder compartirlo y embarcar a los otros integrantes del grupo. El timón de los arreglos lo lleva Pitu, y remando en los ensayos van dándole forma a la canción. Cuando flota, fluye y navega sin dificultad, se incorpora al repertorio y al universo de la isla en sonidos. Luego te moja esa música, que brilla y conmueve. Y flasheás.ncorpora al repertorio y al universo de la isla en sonidos. Luego te moja esa música, que brilla y conmueve. Y flasheás.
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