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Ganarse el pan
Panadería La Argentina. Cómo lograron recuperar un negocio quebrado, sin luz, gas ni harina. No es magia: es autogestión.
A comienzos de los años 80 se inauguró la panadería La Americana en el corazón del barrio de Once. Con 72 empleados distribuidos en tres turnos, eran tiempos de buenas ventas hasta que el dueño se enfermó y su hijo se hizo cargo de la panadería. En 2002 dejó de pagar a proveedores y empleados, muchos de ellos renunciaron, cortó las compras de materia prima y un día en que los trabajadores le comunicaron que ya no había mercadería para vender su réplica fue: cierren y váyanse. A esa altura de la crisis quedaban sólo seis empleados, que se preguntaron ¿qué hacemos? y se respondieron: nos quedamos. “Si nos íbamos perdíamos todo. Trabajamos como podíamos. No teníamos luz, agua ni teléfono, los proveedores no traían nada si no teníamos plata para pagar en el momento, los vecinos nos prestaron luz, de a poco fuimos levantándonos, hasta que logramos formar la cooperativa”, cuenta Beatriz Jagob. A partir de esa fundación con principios de autonomía, La Americana pasó a ser La Argentina.
Los comienzos como nuevo emprendimiento independiente no fueron nada fáciles. En los supermercados las ventas estaban restringidas por la escasez de algunos productos y se entregaban dos paquetes de harina por persona. Fue indispensable la colaboración de los vecinos, que hacían fila en los comercios para traerles harina: así pudieron reiniciar la elaboración de panificados. Destinaban el dinero que ingresaba a la compra de los insumos y retiraban solamente lo necesario para el viaje ida y vuelta en colectivo. De a poco fueron recuperando la confianza de los proveedores y la restitución de los servicios. “Esto lo ganamos a base de lágrimas, de entrar a las 6 y quedarnos hasta la noche. Yo tengo 76 años y acá las viví todas. Cuando entré a trabajar esto era un paraíso; con los años, no me pude jubilar porque no me habían hecho los aportes. Ahora somos más de veinte, tenemos mucho cariño por nuestro trabajo, defendemos lo nuestro. Una cosa es trabajar bajo patrón y otra es hacerlo con algo tuyo”, resalta Beatriz, orgullosa de los logros que supieron conseguir entre los que resistieron al cierre.
Cada tanto el fantasma patronal regresa. Quien fuera el dueño anterior entra de vez en cuando a la panadería y les ordena colocar esto aquí y esto allá. Beatriz aclara que por sus problemas mentales cree que sigue siendo el jefe. Le dicen que sí y se va contento.
El local está cedido por el Gobierno de la Ciudad y esperan que salga la resolución definitiva. Es un lugar amplio, con exhibidores repletos de exquisiteces y un espacio con sillas rústicas de madera que se llena a la hora del almuerzo, cuando los comensales esperan ansiosos el plato del día. Dice Beatriz que la venta de comida es muy significativa para los ingresos de la panadería: está ubicada en un barrio con muchos negocios alrededor y los trabajadores ya saben dónde pueden comer algo rico y a muy buen precio.
Ahora, uno de los objetivos es el de refaccionar el lugar, que cuenta con dos pisos y un sótano. Los montacargas no funcionan y eso impide que le den mayor utilidad a las instalaciones. El arreglo de las escaleras y una mano de pintura son algunos de los puntos pendientes para que La Argentina continúe con su costumbre de ofrecer productos de calidad, con precios accesibles y sabor cooperativo.
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Expo Asco
Cuando la fotógrafa Lina Etchesuri fue a Expo Agro trajo una cosecha, de la que aquí publicamos apenas una selección. El azar, que nunca es casual, nos entregó un link: Amador Fernández Savater, desde España, nos informaba de la salida de un interesante libro, Teoría de la Jovencita, editado por Acuarela. Se trata de un texto cosido a imágenes (a nuestro gusto, mucho menos reveladoras que éstas) donde se analiza la relación entre el uso del cuerpo femenino y la máquina que vende capitalismo en tiempos de crisis terminal. Lo interesante de este texto, además, es que no lo escribe ni un autor ni un colectivo: Tiqqun.
“Tiqqun es el nombre de un medio, un medio para construir enérgicamente una posición. Toda posición es una taxonomía, una topografía espiritual, una inteligencia política de la época: una toma de partido”. Este planteamiento encontró lugar en una bella revista publicada en francés de idéntico nombre y breve existencia: Tiqqun 1, en 1999 y Tiqqun 2, en 2001. Los contenidos pueden consultarse en su web.
Ahora, Tiqqun dibuja en este libro el campo de batalla: de qué modo un bolso, un culo, una sonrisa, un perfume, pueden ser armas en una guerra. Librada entre nosotros y en el interior de cada uno.
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El planeta soja
Una vuelta por el campo según Expo Agro. Nuestro enviado especial, Darío Aranda, recorrió el escenario donde monta su marketing el agronegocio. Clarín y La Nación son los dueños del tinglado. Las corporaciones exponen allí ideología, marketing y estrategias. Y el Estado, también.
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