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La toma en gringo

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A pocos días de que el presidente Obama anunciara el plan de rescate del sistema financiero, una fábrica de puertas y ventanas fue ocupada por sus 340 trabajadores. Reclamaban contra el cierre y el despido, pero también contra los bancos que, en lugar de destinar el dinero público a la defensa de la producción, se dedicaban a ser lobby en el Congreso para obtener más beneficios. La lucha de los obreros de Republic se convirtió muy pronto en un símbolo. La toma duró 6 días, pero hasta hoy recorren Estados Unidos para contar esa experiencia. Ellos fueron los invitados especiales de la presentación de Sin patrón, el libro editado por lavaca, en Nueva York. Similitudes y diferencias con la experiencia argentina.

Armando Robles es un mexicano tímido y petiso que se convierte en un gigante apasionado cuando cuenta su historia. Ante las más de 1.000 personas que lo escuchan en el histórico salón de Cooper Union de Nueva York –en el cual habló hasta al mismísimo Abraham Lincoln– Armando no necesita presentaciones. Solo dice:
–Soy un trabajador de Republic…
Y estallan los aplausos.
La ovación que recibe en la conferencia –que compartió con Naomi Klein, Avi Lewis, Brendan Martin de La Base y lavaca– es solo una demostración del significado que tuvo para la actualidad norteamericana la toma de la fábrica de la que Armando es delegado. Fueron 6 días, pero claves, porque sintonizaron con un clima político cargado de significados. Diciembre de 2008, Obama flamante presidente anuncia el mega millonario rescate del sistema financiero. En Chicago, la fábrica Republic Windows and Doors comunica otra noticia: el cierre y el despido de sus 340 trabajadores. Lo que pasó entonces parece una película argentina, pero no: conviene contar con detalles toda la historia para que el juego de las diferencias quede claro.
La administración de Republic Windows and Doors explicó que cerraban la planta de Chicago porque su principal fuente de crédito, Bank of America, le negó financiamiento para pagar los salarios. Pocos días antes ese banco había recibido 25 mil millones de dólares (sí: 25 mil millones) del fondo de rescate dispuesto por el gobierno federal. Los trabajadores comprobaron que la empresa había comenzado a transportar las máquinas hacia vaya a saber dónde. Luego lo averiguaron: pretendían trasladar la producción hacia una nueva planta donde empleaba a trabajadores temporarios por 8 dólares la hora.
Armando y sus compañeros se apostaron en la puerta de la fábrica. “Nos quedamos en los autos, vigilando. Ahí comenzamos a pensar qué hacíamos. La gente del sindicato nos había advertido: sin máquinas están fritos. Así que teníamos que parar el traslado, pero no sabíamos cómo”. Leah es la joven representante del Sindicato Unido de Trabajadores Eléctricos, Radio y Maquinaria (UE por sus siglas en inglés) que tuvo la tarea de preparar la solución. Leah encontró en Youtube un video. “Mostraba a un grupo de 8 hombres que cortaban el candando, entraban a la fábrica y decían: de acá no nos movemos hasta que no nos den lo que nos corresponde. Y esa fue la frase que repetí cuando entramos”, recuerda Armando. Con esa frase entonces se inició la toma, una táctica de lucha que en Estados Unidos se había aplicado por última vez en 1930.
 
Blanco y negro
Las empresas medianas como Republic (que en el pico de la burbuja inmobiliaria llegó a emplear 700 trabajadores) representa el sector más golpeado por la crisis: su cadena de pagos depende del crédito bancario. Es el sector que concentra, según el censo oficial, el 80% de la mano de obra (empresas con menos de 1.000 empleados), por lo que el caso Republic representaba apenas el primero de una cadena que se intuía infinita. “Nuestro acierto –reflexiona Leah– fue relacionar el problema concreto de estos trabajadores con la situación política nacional. Es decir, el rescate financiero con los despidos”. Por eso la consigna que estamparon en la bandera que colgaron de la fábrica estaba dirigida al sistema financiero. Decía: “A ustedes los salvaron, a nosotros nos entregan”.
“Este es un caso muy sencillo, en blanco y negro, que todo el mundo puede entender”, fue la síntesis de James Thindwa, director de Jobs With Justice (Trabajos con justicia), una coalición nacional de sindicatos, grupos comunitarios y otras organizaciones que brindaron su apoyo a los trabajadores. También contaron con la solidaridad explícita del congresista Luis Gutiérrez, el gobernador Rod Blagojavich, el senador federal Dick Durban y el reverendo Jesse Jackson, que llegó el tercer día de toma con un camión repleto de víveres.
La prensa comercial también jugó este partido a favor de los trabajadores. Los medios no sólo registraron en las portadas el reclamo de Republic, sino además investigaron al patrón. El Chicago Tribune informó que el principal dueño de Republic, Rich Gillman, estaba involucrado en la compra de otra fábrica de ventanas, no sindicalizada, en Iowa. Los periodistas también aportaron pruebas de que el Bank of America se negó a las reiteradas peticiones para extender el crédito a Republic, a pesar de contar con el dinero del rescate económico.
El 10 de diciembre más de 1.000 personas se congregaron frente el Bank of America para manifestar su apoyo a la toma de Republic. “Ya que estamos aquí, en el distrito financiero, hagamos un poco de matemáticas –propuso el primer orador, el reverendo Gregory Livingston– El Bank of America recibió 25 mil millones, el Citibank otros 25 mil millones. ¿Cuánto recibieron los trabajadores? Cero. Por eso estamos aquí, en el distrito financiero. Este es el lugar donde está el dinero.¿Y adivinen de quién es ese dinero? Es nuestro”.
Larry Spivack, director regional del sindicato de trabajadores del Estado, fue el siguiente orador. “Los trabajadores de Republic son la cara de esta resistencia. Ellos personifican el desafío que la clase trabajadora enfrenta hoy en la economía, pero también simbolizan la esperanza de que si nosotros, como trabajadores, permanecemos unidos, si luchamos juntos, y si estamos dispuestos a empujar los límites, podemos lograr cosas increíbles”.
Saquemos ahora otras cuentas: 340 obreros deciden ocupar una fábrica y esa medida es apoyada por sindicatos, políticos, gobernadores, diputados, prensa y reverendos. Si a esta altura no queda claro porqué esta historia no es el guión de una película argentina, sumemos otro dato: ese día en la habitual rueda de prensa de la Casa Blanca un periodista le preguntó al Presidente cuál era su opinión sobre la toma Republic por sus trabajadores. Obama simplemente respondió:
–Tienen razón.
Al día siguiente, la administración de Republic y los bancos Bank of America y JPMorgan Chase negociaron. Llegaron a un acuerdo que le otorgaba a la empresa un crédito de 1,75 millones de dólares cuyo destino era el pago a los trabajadores.
La toma de Republic duró seis días y terminó en un simbólico triunfo, ya que la continuidad laboral es todavía una incógnita que depende de la venta de la fábrica y del cumplimiento del acuerdo por parte de sus nuevos dueños. Sin embargo, fue suficiente para que dejar una lección que marcó tanto a trabajadores como a empresarios y bancos. En mayo de este año, por ejemplo, bastó que la asamblea de trabajadores de una empresa textil votara que si se producían despidos tomaban la fábrica para que la empresa abone en término todos los salarios y desactive cualquier fantasma de telegramas. Claro que no se trataba de cualquier textil, sino de la responsable de la confección del traje que usó el presidente Obama durante la ceremonia de asunción.
 
Cómo se hizo
Armando está ahora en Nueva York para contar toda su experiencia, en una gira que no se detiene desde que terminó el conflicto. Leah lo acompaña en este periplo que tiene un objetivo concreto: “Nos piden que hagamos workshops sobre cómo hacer una toma, cómo comunicar un conflicto, cómo establecer lazos con organizaciones sociales. Incluso estamos pensando en hacer un libro que, a manera de manual, refleje las enseñanzas de esta experiencia. De alguna manera queremos que esto sirva para que otros trabajadores no tengan que comenzar desde cero, como nosotros.”
¿Qué síntesis harían de esas enseñanzas que comparten en estos encuentros?
Leah: Tienen que ver sobre todo con cuestiones prácticas. Por ejemplo, tomar conciencia, especialmente en las dirigencias de los sindicatos, que en las fábricas se habla español. Ese es el lenguaje de clase obrera en nuestro país. No solo porque el 80 por ciento de la clase obrera hoy es latina, sino porque hasta los rusos o chinos se comunican con sus compañeros en español, porque es el idioma de más fácil aprendizaje. Otras cosas tienen que ver con la comunicación. Los periodistas siempre nos dicen: ‘en mi diario no puedo publicar noticias sobre conflictos sindicales’. Entonces, hay que buscar la manera de salir de esa casilla porque evidentemente está cerrada. Hay que volver a darle a la lucha gremial una dimensión política, que es en realidad la que tiene. Y para eso no tenemos que aprender estrategias de marketing o comunicación, que banalizan todas las luchas, sino formarnos en el debate político que a veces evitamos con la excusa de no crear divisiones o espantar posibles apoyos.
Armando: En estos encuentros, por ejemplo, nos reunimos con los trabajadores de un hospital que estaba en conflicto por los recortes presupuestarios. Y las preguntas que nos hacían eran ¿cómo hicieron para organizar a afroamericanos, guatemaltecos, mexicanos y chinos detrás de un solo reclamo? Y nosotros no organizamos nada. Todos estábamos viviendo la misma experiencia de abuso. Eso fue lo que charlamos cuando alguno contaba lo que le pasaba en su casa, en lo cotidiano. Comenzábamos hablando de nuestra vida personal, pero terminábamos hablando de política porque todos estábamos sufriendo lo mismo.
¿Qué aporta la tradición latina a la organización de los trabajadores norteamericanos?
Armando: Mucha experiencia. Y una tradición de educación más enfocada en la historia, en lo social, que pesa a la hora de analizar la coyuntura.
Leah: También los inmigrantes latinos aportan un sentido colectivo que aquí ha sido borrado. El individualismo es nuestra enfermedad. Tienen también una tradición sindical más fuerte. Ellos llegan a nuestro sindicato para decirnos “queremos organizarnos”, mientras que nosotros estábamos acostumbrados a que teníamos que salir a convencer a los trabajadores de las ventajas de estar sindicalizados.
¿Por qué durante la ocupación no pusieron a producir la fábrica?
Armando: Nunca estuvo en consideración, porque el impulso inicial fue reclamar nuestros salarios y el no cierre de la fábrica. Pero fue algo que sugirió el sindicato una noche, cuando estábamos charlando sobre cómo seguir. Ahí recién lo pensé por primera vez porque nunca se me había ocurrido. El sindicato trajo al día siguiente una película sobre las fábricas recuperadas en Argentina (se refiere a La toma, el documental que realizaron Avi Lewis y Naomi Klein) y entonces nos pusimos a pensar si nos alcanzaba el material, a preguntarnos si nuestros compañeros estaban dispuestos a hacerlo. No nos dio el tiempo para seguir pensando esa idea. Me acuerdo que después de la movilización al banco llegó a la planta un representante de la Cámara de Comercio de Chicago para decirnos: “tenemos que arreglar esto rápido porque sino se va a repetir”. Tenían que pararlo antes de que todos empiecen a pensar de otra manera.
Leah: No se llevó a cabo porque el conflicto se solucionó rápido y el banco nos dio todo lo que pedíamos. Pero al menos la idea comenzó a pensarse y eso era algo que no estaba en el repertorio de las luchas obreras desde hace cincuenta años. Las tomas de los años 30 fueron justamente las que originaron la ley sindical que hoy tenemos y que todos queremos reformar. Fue una ley destinada a crear burocracias y a impedir acciones directas como las que se tomaban en aquella época. No es casual que uno de los reclamos a Obama sea que cumpla con la promesa electoral de reformar esa ley para favorecer la organización de trabajadores, cosa que hoy depende de la voluntad de la empresa. Y la empresa generalmente despide a quienes comienzan a organizarse antes de que lleguen a tener el status que requiere esta ley para reconocerle la protección gremial.
¿Cómo analizan la gestión de la presidencia Obama?
Armando: Hay ciertos temas que está tratando con más delicadeza, pero esa actitud es resultado de la presión que estamos ejerciendo trabajadores y sindicatos. Es cierto que si estuviera Bush no sería lo mismo: nuestros reclamos le entraban por un oído y le salían por el otro. Pero no hay que olvidarse que hace un año un millón de latinos se manifestaron en la calle por los derechos de los trabajadores inmigrantes. Eso no puede obviarlo un presidente. Este 1° de Mayo estábamos organizando otra marcha y quizá hubiera sido más grande, pero por el tema de la gripe porcina los medios salieron a decir que la marcha se parara. Aún así, en Chicago salimos 5.000 personas a la calle.
Leah: Nosotros siempre tuvimos la visión de que Obama por sí no va a cambiar nada, pero sí que puede estar influido por el cambio. Concretamente: si podemos movilizar a mucha gente nos va a escuchar.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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