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Pascua Lama: El oro o la vida
En septiembre comienza a construirse en San Juan el nuevo proyecto de la multinacional Barrick Gold. Por primera vez, la cordillera será privatizada. Las denuncias sobre el uso de cianuro y el saqueo del agua aquí se suman a la destrucción de glaciares.
En San Juan viven 620 mil habitantes, casi la mitad en la capital provincial. El 40 por ciento está sin trabajo y tres de cada diez son pobres. Existe una decena de barrios cerrados y otro tanto de barrios de emergencia. Pero hay un tema sobre el cual unos y otros toman posición: la minería de oro y plata. Algo que en San Juan suele personificarse en dos actores: el gobernador José Gioja, férreo impulsor de la actividad, y la multinacional canadiense líder del sector, Barrick Gold. La empresa es propietaria de un yacimiento en explotación (Veladero) y otro que comenzará a construirse en septiembre próximo: Pascua Lama, el primer yacimiento binacional, en plena Cordillera de los Andes. Será el más grande de América y ya cuenta con datos críticos: utilizará 17 camiones con cianuro por mes, un millón de litros de agua por hora –en una zona semidesértica–, detonará 45.000 toneladas de roca por día y, aunque la mayor parte del mineral se encuentra del lado chileno, el “dique de colas” (una gigantesca pileta, de 420 hectáreas y de 200 metros de profundidad, que cumplirá la función de basurero químico) estará del lado argentino. Con reservas por 20.000 millones dólares –dos veces la deuda externa que Argentina pagó al Fondo Monetario Internacional– será el puntapié inicial para que decenas de empresas dinamiten montañas a lo largo de 5.000 kilómetros de cordillera. “Como Botnia, pero más grande y contaminante”, resumieron desde el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina.
Voces sanjuaninas
Aunque desde el gobierno provincial se negaron a hablar con MU, la otra campana de este debate suele referirse públicamente al tema aferrándose al prócer local: “Sarmiento fue el primer minero de San Juan y del país”, repite el gobernador Gioja. Su otro latiguillo: “Es imposible que pueda contaminar, son todas macanas”.
Si fuera verdad, como reza la creencia popular, que los taxistas expresan “la opinión de la calle”, en San Juan capital, a 375 kilómetros del yacimiento, se escucha la misma voz:
“Sin minería había una pobreza, hermano. Desde que llegaron los canadienses hay más trabajo, se hicieron muchas obras, muchas rutas y caminos. Hay más guita en la calle. Eso se nota.”
“¿Contaminación? No sé qué hay de cierto. Para mí que hay mucho verso. Chile siempre tuvo minería y no están envenenados ¿no?”
En la breve recorrida por la capital provincial, las opiniones son similares: el dueño del locutorio frente a la terminal de micros, la señora que atiende la casa-museo donde nació Domingo Faustino Sarmiento (en una de las habitaciones, un mural lo describe como impulsor de la minería) y el abuelo que maneja el ascensor en la Catedral (junto a la iglesia hay una torre donde, por dos pesos, se puede observar la ciudad desde lo alto). Voces que reconocen el impacto de uno de los puntos fuertes de la publicidad del proyecto: la “inversión” que representa. En el yacimiento Veladero fue de 500 millones de dólares. En Pascua Lama sería de 2.400 millones.
“Gran parte de esa ‘inversión’ es gasto que será pagado por el Estado, por todos nosotros: la Ley 24.196 de ‘inversiones mineras’ legisla que del tres por ciento que la empresa paga de regalías deben deducirse los costos de transporte, fletes, seguro, molienda, comercialización, administración, fundición y refinación. En resumen: gran parte de las monumentales obras las paga el Estado”, explican desde la Asamblea Sanjuanina Contra la Contaminación y el Saqueo, integrante de la Unión de Asambleas Ciudadanas (uac, un espacio donde confluyen organizaciones de todo el país, desde los vecinos de Esquel hasta los asambleístas de Gualeguaychú). La versión sanjuanina está compuesta por jóvenes, estudiantes, obreros, docentes, sectores de la cultura, organizaciones no gubernamentales y militantes de partidos de izquierda. Lleva dos años de encuentros, con altibajos. Pero desde hace tres meses se reorganizaron: se reúnen todos los martes en la Plaza 25 de Mayo. “Pedimos que el papel de este tipo de actividad se pueda discutir a nivel público, y luchamos por la derogación de las leyes mineras. No creemos en este tipo de minería con controles. Es contaminante y es un saqueo”, resume Ramón Gómez, integrante del espacio, que ha reunido hasta mil personas y que en la actualidad convoca entre 70 y cien. Otro dato: en el último mes, juntaron 16.000 firmas contra la explotación minera.
Otra voz disidente se escucha en “El Vallecito”, el micro que lleva de San Juan capital a Jáchal, ciudad cercana a Veladero y Pascua Lama. “No sé de química ni de política, pero los gringos se pasean en las 4 x 4, se llevan el oro, el agua no se puede tomar y todos seguimos igual de pobres”. Ramona Heredia, 31 años, jachalera y madre de cinco hijos, es la que con voz grave larga una serie de acusaciones contra Barrick, la minería, “Gioja y todos los vendepatrias”.
En el asiento de al lado la escucha atento un hombre morocho, fornido, de cabello azabache con alguna canas. Sonríe y aporta: “Prometieron mucho trabajo y dieron muy poco. Mis tres hijos hicieron cursos de manejo de camiones y sólo uno entró, pero para limpieza. Dicen que con la nueva mina entrarán los otros dos. Yo no les creo, parecen políticos”.
Provincia minera
A mediados del siglo 19, San Juan comenzó la explotación minera artesanal, con mulas para el transporte y con gran cantidad de hombres que se internaban, pico en mano, en las galerías en busca del oro. La industria subsistió hasta las primeras décadas del siglo 20 y resucitó en esta década, con otros métodos: gran uso de explosivos, maquinarias sofisticadas, sopas químicas, grandes cantidades de agua, poca mano de obra local (las empresas reconocen que sólo en la etapa de construcción, los dos primeros años, se requiere mano de obra en cantidad) y acusaciones de contaminación.
En la actualidad, la provincia cuenta con cinco proyectos mineros de este tipo: tres en estudio (Pachón, Casposo y Gualcamayo), uno en plena producción desde 2005 (Veladero, también de la empresa Barrick) y Pascua Lama, a punto de construirse y señalado por impulsores y detractores como el proyecto minero más ambicioso de América: será el de mayor envergadura, tendrá una vida útil de 23 años, para la instalación se requerirán 2.400 millones de dólares, en su construcción trabajarán 5.500 obreros, cuenta con reservas de 528 toneladas de oro y 21.400 toneladas de plata. Y, por sobre todo, será la primera vez que una empresa minera se instale en la frontera entre dos países –en plena Cordillera–, con legislación especial que fomenta una zona franca para la radicación de una decena de proyectos a lo largo de todo el cordón de Los Andes.
“El primer proyecto mundial entre dos países”, festeja la canadiense Barrick Gold. Se ubicará muy cerca del yacimiento Veladero, en el noroeste de San Juan, y del lado chileno, en el Valle de Huasco, en la Tercera Región. La compañía construirá una verdadera ciudad de lujo a 5.000 metros de altura: hotel para 2.000 personas, televisión satelital, salones de juegos, gimnasio, canchas de fútbol, voleibol y básquet, un hospital y hasta un cine en las alturas. Aunque el 75 por ciento del mineral se encuentra del lado chileno, se construirán en Argentina los epicentros de la posible contaminación: la planta de procesos (donde las rocas se muelen, con enormes cantidades de polvo liberados al aire) y el “dique de colas”, una gigantesca pileta, de 420 hectáreas y de 200 metros de profundidad, que cumplirá la función de basurero químico. Allí se depositarán, según cifras de la misma empresa, hasta 257 millones de toneladas de basura química. Además de los gases que emanan, estos diques pueden sufrir roturas, con filtraciones subterráneas que terminan en arroyos y ríos.
El oro y la plata se encuentran diseminados en grandes extensiones, y ya no en vetas como las que se encontraban antiguamente. Para extraerlos, se utiliza un proceso llamado “a cielo abierto”: dinamitan las montañas, millones de toneladas de roca se trituran, y se crea una gigantesca olla de diez kilómetros de diámetro y hasta diez cuadras de profundidad. Explotan las paredes de ese hoyo y las rocas resultantes las transportan en enormes camiones (cada camión carga hasta 300 toneladas) a trituración. Así se obtienen piedras de -como máximo- tres centímetros. De allí, pasan a una pileta donde son rociadas con una solución de agua y cianuro (uno de los elementos más cuestionados y contaminantes). El químico extrae el oro y la plata de la roca. La sopa química resultante nunca se puede reciclar en su totalidad.
Los puntos polémicos:
La enorme cantidad de polvo en suspensión que permanecerá en la atmósfera.
Por la misma remoción y trituración de roca se acelera la producción natural de sulfuros, que en contacto con el aire y el agua producen drenajes ácidos, con su contaminación a cuestas.
“El arsénico y los metales pesados de las rocas contaminarán, tarde o temprano, el agua de la región”, aseguran desde el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (olca), organización chilena que estudia la actividad minera.
El cianuro es otro punto polémico. Según Olca, en base al estudio de impacto ambiental, en Pascua Lama se utilizarán por mes 17 camiones con cianuro. En Los secretos sucios de Barrick, una investigación publicada en mayo pasado y realizada por organizaciones sociales de Argentina, Australia, Canadá, Chile y Perú sobre el accionar de la empresa en el mundo, se detalla: “El cianuro ha tenido efectos catastróficos en los sistemas hídricos de todo el mundo, con más de 30 derrames en los últimos cinco años”.
Sembrar la protesta
Jáchal, a 155 kilómetros de la capital provincial, es zona de cría de cabritos y siembra de cebolla, el principal producto de la región. El otro gran producto –pero que nadie ve pasar– es el oro, la plata y el cobre que exporta el yacimiento Veladero, como en 2009 también lo hará Pascua Lama. Sólo se observan las camionetas 4 x 4 y la línea privada de colectivos que lleva al yacimiento.
Ciudad tranquila, donde los mayores escándalos corren por cuenta de alguna pelea callejera, el robo de bicicletas o amoríos extramatrimoniales, la mayor movilización de los últimos años se produjo en diciembre de 2001, cuando en la calle exigieron y consiguieron, en un hecho inédito, la renuncia del intendente, acusado de corrupción. En la plaza principal, un extraño monumento a la olla recuerda aquellas jornadas.
El 25 de junio fue el 256 aniversario de la ciudad. Se preparó un desfile escolar y fueron convocados intendentes vecinos y autoridades provinciales. El gobernador Gioja, que vivió su niñez y adolescencia en Jáchal, fue el invitado de honor. También estuvieron representantes de Barrick y la Asamblea del Agua, que cuestiona la actividad minera. Y lo previsible sucedió: “Ni bien levantamos las pancartas de ‘San Juan puede vivir sin oro pero no sin agua’ la policía nos rodeó, secuestró las pancartas y se llevó a siete compañeros presos”, explicó Leonardo Fernández, integrante de la organización Familias Rurales, conformada por pequeños trabajadores del campo sin tierra, que alquilan desde hace décadas entre dos y cinco hectáreas para poder subsistir con la siembra y cosecha de cebolla.
La represión unió más a la Asamblea, en la que participan, además de las Familias Rurales, las Madres Jachaleras (María José Salazar y Rosa Muñoz, pioneras en el reclamo sanjuanino), estudiantes secundarios, y militantes del Movimiento Socialista de los Trabajadores y del ari, aunque no como partidos políticos, sino como militantes de la comunidad. También se reúnen semanalmente en la biblioteca Domingo Faustino Sarmiento, y tienen un funcionamiento asambleario. “Hicimos muestras de cine, tratamos de dar charlas en colegios –aunque no siempre nos permiten hacerlas porque hay muchas escuelas que reciben ‘regalos de Barrick’– y trabajar en la toma de conciencia de lo que produce la minería a gran escala. Somos unas cien personas, y tratamos de decidir todo en asamblea, aunque cuesta”, confiesan.
El objetivo del espacio, además de imponer el tema en agenda, es impedir la instalación de Pascua Lama, para lo cual también están vinculados con la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), y con grupos ambientalistas de Chile con los cuales están pensando posibles acciones en conjunto. “En Chile reprimen y encarcelan ante cualquier intento de corte, pero aquí aún es distinto. Estamos viendo cómo coordinar acciones”, afirman. En Chile la resistencia no es menor: ong, organizaciones ambientalistas, comunidades indígenas y un millar de productores agropecuarios también están movilizados en defensa del Valle de Huasco y de las aguas que bajan de la Cordillera.
El hilo del agua
El viento Zonda y el clima semidesértico son características de la región. El agua nunca abundó, reconocen, pero tampoco faltó. “Desde que está allá arriba la Barrick con Veladero que el río Jáchal es un hilo de agua y padecemos cortes. No puede ser casualidad”, se enoja Daniela Mallea, de 30 años, pequeña productora familiar de cebolla, alta, delgada, trabajadora desocupada. Vive a 15 kilómetros de Jáchal, paraje rural donde solían llegar las camionetas de la empresa: “Son unos mentirosos. Por acá anduvieron muchas veces los de la Barrick, pasan sus películas sobre lo buenos que son y prometían cosas, pero nunca cumplen o traen espejitos de colores. Siempre viene alguno distinto, como para que uno no le pueda reclamar por las promesas del que vino antes. Primero les creíamos, pero después nos informamos, sabemos lo que hizo la minería en Catamarca (se refiere al proyecto Alumbrera, hasta la actualidad el mayor emprendimiento de Argentina y con decenas de acusaciones de contaminación), ya no nos engañan”.
Según datos de la misma empresa, Pascua Lama utilizará 370 litros de agua por segundo, 22.000 litros por minuto, más de un millón de litros de agua por hora. “El agotamiento del agua es una de las principales consecuencias negativas de la minería aurífera. Las grandes cantidades de agua que se requieren agravan el impacto sobre las comunidades locales”, remarca el informe mundial sobre el accionar de Barrick.
Muy cerca del yacimiento existen glaciares, fuentes de agua de la región. En un primer momento la empresa propuso, literalmente, “trasladar” tres de ellos (del lado chileno: Toro I, Toro II y Esperanza). Al no existir antecedentes de semejante acción, Chile prohibió la medida. La empresa retrucó: aseguró que no los moverá. “Los impactos ambientales de la fase de exploración ya se hacen evidentes: el volumen de los glaciares ha disminuido entre un 50 y 70 por ciento, según una investigación de la Dirección General de Aguas de Chile”, cita el mismo informe mundial sobre el accionar de Barrick.
La minería a gran escala también es acusada de atentar contra otras formas de desarrollo (agricultura, cría de animales, turismo), ya sea por la contaminación que produce o por el agua que utiliza y deja sin recursos a las otras cadenas productivas. “La minería es una actividad meramente extractiva con múltiples ramificaciones y consecuencias tanto a escala económica como ecológica, social y cultural. Es un hecho comprobado que las regiones mineras del mundo son publicitadas inicialmente como regiones ricas y llenas de oportunidades, pero terminan siendo las más pobres”, afirma un comunicado de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Río Negro, otra provincia que sufre el avance minero.
Los distintos espacios asamblearios proponen consultas populares para que las poblaciones decidan qué tipo de desarrollo prefieren. Aunque saben que sería un riesgo: hay que contrarrestar todo el aparato de punteros y prebendas del justicialismo provincial, que apoya la actividad minera. El único gobierno local que aceptó la propuesta fue el de Calingasta, zona de tradición agrícola (con una fuerte actividad vinatera), a 190 kilómetros de Pascua Lama y con dos proyectos en estudio (Casposo y Pachón). Adolfo Ibazeta, el intendente, propuso tres veces –en 2005, 2006 y en abril pasado– una consulta popular (el eje era la utilización y transporte de sustancias peligrosas en la región). Las tres veces el Tribunal Electoral (integrado por aliados del gobernador Gioja) vetó el llamado a votación.
Pueblo Barrick
La ruta nacional 150 lleva de Jáchal a Rodeo, son 40 kilómetros para llegar a la joya turística de la provincia, con un imponente lago azul producto del dique Cuesta del Viento. El camino serpentea entre montañas, es la precordillera y el viento helado vuelve inútil cualquier campera. 22 kilómetros más y está Tudcum, departamento de Iglesia, el último poblado antes de ingresar a territorio privado minero, 890 habitantes, 150 kilómetros de la frontera con Chile.
La ruta lleva hacia el pueblo, pero 200 metros antes se bifurca hacia la izquierda. Una barrera, como una suerte de peaje entre las montañas, y un enorme cartel advierten: “Barrick Veladero. Camino privado minero”. Ni bien el auto se acerca a la barrera, un hombre fornido, morocho, piel curtida y uniforme de Barrick se acerca. “No se puede pasar. Tienen que pedir permiso en las oficinas de San Juan”.
Tono serio, trato áspero, postura de guardián que se diluye al paso de la charla. Hace tres años que trabaja en el puesto de paso, siete días de trabajo, siete días de descanso en su casa de las afueras de la capital provincial. No confiesa cuánto, pero afirma que es “muy buen sueldo”, que “es la mejor paga” que tuvo. Sabe de las denuncias de contaminación, pero es directo: “Prefiero morir de contaminación y no de hambre”. No defiende a la empresa, pero remarca que es un trabajo bien pago. Cuenta que fue albañil, peón rural, remisero y decenas de actividades en las que nunca gozó de los beneficios de ser trabajador en relación de dependencia, nunca obra social, nunca aportes jubilatorios. Dos hijos adolescentes. Sonríe y reconoce que los convenció de que estudien escuela técnica con orientación en minería. “Si se reciben y hacen los cursos, tendrán chances en Veladero o Pascua Lama. Mucha gente quiere entrar acá, pero son pocos lo que lo logran”, explica esperanzado y grafica cómo el gobierno provincial y Barrick seducen a los sectores más empobrecidos.
Dos cuadras más al norte se llega al pueblo de Tudcum. Unas quince cuadras de largo por diez de ancho, rodeado de montañas. Veredas arboladas con plátanos y sauces, asfalto en la calle principal, tierra en el resto. Las calles de Tudcum están saturadas de enormes tachos de basura. Son de madera barnizada y tienen frases que pregonan el cuidado del ambiente. Al pie de la consigna firma uno de sus impulsores: Parques Nacionales. Del lado de atrás, figura su otro financiador: “Barrick. Minería Responsable”.
Casas humildes, muchas con estilo colonial, otras de reciente construcción. En el almacén, en el kiosco y en la calle reconocen que el pueblo vive días de vacas gordas: de las 200 familias que residen allí, 40 trabajan en el municipio y unas 80 en Veladero, algunos en producción, otros como transportistas, y muchos en limpieza y cocina. Quienes no tienen comercios u oficios están anotados en la lista de espera para ser empleados de Barrick, una suerte de reserva. Piensan que con Pascua Lama seguramente tendrán empleo.
Rodolfo Quilpatay es nacido y criado en Tudcum. Es el carpintero del pueblo y uno de los pocos que no quiere a Barrick. “Muchos de aquí dependen de la empresa y de la Municipalidad. Y al resto enseguida la Barrick lo convence, lo embadurna con algo.” Ese “algo” significa computadoras, materiales para las casas, remedios, bolsas de alimentos, traslados en ambulancia y todo el asistencialismo privado que en otro tiempo correspondía al Estado.
Quilpatay anda cerca de los 60. Es alto y flaco, morocho, mirada intimidante y hablar sin vueltas. “Esto no es Esquel. Acá hay mucha necesidad, mucha pobreza y la Barrick y el gobierno juegan con eso. Para la gran mayoría, la minería es la única esperanza de un presente sin hambre que puede mucho más que un futuro con contaminación.”
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