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La Colifata: radio libre

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La Colifata es un espacio de radio ignorado por el Estado (más allá de promesas esquizofrénicas), por las autoridades del hospital Borda (que no fueron internadas) y con apoyo del público, artistas y gente solidaria. Vida y obra de un proyecto que descubrió cómo de la política de represión y encierro, se ha pasado a la de expulsión para dejar a la gente en la calle. Mientras tanto, la radio les devuelve a los internos la posibilidad de voz, encuentro y reconocimiento, para combatir el sufrimiento y la impotencia. Alegres, pero no locos por el fútbol, ni por el Mundial, aunque lo tuvieron de invitado a Bilardo.
“Una mirada colifata y festiva de un evento que nos iguala en pasiones, donde todavía podemos coincidir en un espacio y momento para ser felices”.
Con esa alegría -que no tiene que ver con la «locura» que vociferan los medios- presentó La Colifata su espacio dedicado al Mundial de Alemania, esperando que Saviola, Riquelme y compañía hicieran lo suyo. El médico, técnico campeón del mundo y comentarista Carlos Bilardo y una gloria futbolera, el “loco” René Houseman, fueron los invitados a una derivación televisiva de la radio, el programa El living de Stellita. Stella Cross vive en la calle y conduce el programa desde una plaza de Belgrano, donde siempre hay un lugar para que se sienten los invitados. Bilardo participó desde «los estudios mayores» de radio La Colifata: el patio del neuropsiquiátrico José T. Borda.
Más que una FM, La Colifata es un gran espacio de comunicación para producir salud. O como lo define en charla con lavaca Laura Gobet, coordinadora del Proyecto, “un espacio de encuentro y empoderamiento que habilita la posibilidad de pensar los medios como canales de transformación”.
En 1986 desembarcó en el neuropsiquiátrico José T. Borda un grupo de personas dispuestas a trabajar para desdibujar las gruesas líneas que dividían el adentro del afuera. Se trataba del grupo Cooperanza, conocido en ese entonces como la Peña Carlos Gardel, donde trabajaba como voluntario Alfredo Olivera. Fue a él a quien se le ocurrió comenzar a grabar a los internos: “A partir de usar ese grabador –un Westinghouse enorme- se podía lograr que los internos del Hospital volvieran a tomar la palabra, que recuperaran la voz y que eso además quedase registrado”, explica Gobet.
Enterado de esa experiencia, una radio de San Andrés invitó a Olivera para hablar de la locura. Pero como no le cerraba del todo la idea, contraofertó: “¿Por qué no hacemos una columna en la cual hablen directamente los internos?”. Y se fundó así “La columna de los Internos del Borda”.
El nombre propio
Olivera pidió que le grabaran los mensajes de los oyentes que llamaban por teléfono. Ese casete permitía llevarle a los internos las opiniones de ‘los de afuera’. Pronto el nombre dejó de gustarles, tal vez porque sonaba demasiado solemne. Entonces, entre todos los que participaban de la experiencia, propusieron nombres alternativos: las opciones iban desde Westinghouse hasta Carlos Gardel. Pero finalmente votaron por la única propuesta -entre 40- que remitía a la locura: La Colifata. “Desde el inicio planteó una diferencia muy fuerte sobre lo que es el imaginario de la locura. Porque decir colifato es decir loco querible: qué loca que estás pero te quiero, esto obviamente sin negar el padecimiento”, opina Gobet.
En 1991 La Colifata empezó a convertirse en un proyecto autónomo, por fuera de Cooperanza, y a despertar el interés de una variada cantidad de personas, colectivos y personajes: un oyente obsequió la primera antena, el periodista Lalo Mir donó varios de los transmisores, hasta el Comando Sorpresa del ya extinguido programa de televisión Sorpresa y ½, irrumpió un día para renovar instalaciones.
Autoridades y autismo
Cualquier sábado del año, sin excepción, desde las 14.30 hasta las 19, se puede presenciar al aire libre la transmisión radial de La Colifata, que se realiza en el patio del Borda aunque haga frío o llueva. A la institución jamás le cayó muy simpático que se instalaran allí: “Somos como un granito de arena en el ojo”, subraya Gobet. Y agrega: “Por momentos ocurrió que La Colifata estaba tan legitimada afuera que entonces no podían funcionar de manera adversa a nuestro trabajo”.
Cuentan algunos enfermeros que a medida que el prestigio de la experiencia crecía, las autoridades comenzaban a intentar apropiarse de ella. Cuando venían periodistas para realizar notas por el entonces flamante proyecto, el director del hospital respondía como si fuese el coordinador de La Colifata. Además, en el cuarto piso del Borda, aún pueden verse las ruinas de lo que intentó ser una idea exclusiva, original de sus autoridades: un estudio de radio. “Ese intento de copiarnos no duró demasiado tiempo. Pero hay muchas más cosas absurdas… nos joden con los ingresos de las cámaras, con la posibilidad de trabajar libremente. Sin embargo, en ningún momento tomamos la política de enfrentarlos directamente, sino que tomamos la postura de hacer. Y el hacer fue tanto que terminó agotando cualquier posibilidad de jodernos”, relata Gobet.
Dignidad versus impotencia
Según cuentan, La Colifata nace como un espacio para rescatar la dignidad dentro de las llamadas instituciones totales, en donde se generan situaciones de olvido. Más allá de la alegría que trae el trabajo autónomo, el contexto es abrumador: un edificio alejado y solitario, semidestruido, con internos que viven hacinados, familias que los han depositado allí, especialistas que medican sin ofrecer tratamientos psicológicos o que conceden altas a pacientes que quedan en la calle. Una de los dilemas de los que coordinan la radio tiene que ver con lidiar con la tristeza y la impotencia que todo eso genera: “Siempre me acuerdo de la frase de uno de los chicos. Una de las primeras veces que fuimos al Borda, nos dijo: ‘La pasaron bien con los loquitos. Ahora se van y no vuelven’. Eso para mí fue muy fuerte, solo pensaba que tenía que volver. Hay situaciones donde uno realmente siente que tiene que ser Superman para poder transformar algo, cuando no hay familia o cuando la institución ofrece maltrato o directamente destrato. Es terrible cuando la persona tiene algo para dar pero no es escuchada y a nadie le importa”, relata Gobet.
En La Colifata creen que todos tienen algo para aportar. La salud -dicen- tiene que ver con potenciar lo más saludable de cada uno. Por eso trabajan con técnicas de inclusión de la locura o de lo que a simple vista parece delirante. En la radio tiene espacio todo aquel tenga algo para decir: “A veces en medio de un debate, se te acerca alguien al pasar y te dice: “No, porque yo sabía domar caballos”. A partir de ese saber de alguien que suele no hablar ni participar, uno le propone contar eso al aire. Y por ahí eso hace que esa persona, al próximo sábado, tenga un programa para enseñar a domar caballos. A esto nosotros lo llamamos rescate de subjetividad”, revela Gobet para demostrar cómo se va formando la programación.
Contra el sufrimiento
Unas 25 personas integran el colectivo La Colifata, tres de ellas se encargan de retransmitir microprogramas: graban lo que ocurre los sábados, lo editan con criterios políticos, éticos y estéticos, y lo envían a todos los pacientes internos y externos que participan del proyecto. El mismo material se transmite también vía internet. “Trabajamos en dos campos: hacia la comunidad en una función antiestigma y hacia los colifatos como colectivo, para que puedan empoderarse y generar algo distinto en relación a su sufrimiento”, aclara Gobet.
Una persona del grupo se encarga de las relaciones con los periodistas y de generar contactos para conseguir financiación. Otras dos ofrecen apoyo a los colifatos el día de la transmisión de manera voluntaria y una estudiante de psicología se encarga de las estadísticas: recoge la información sobre quiénes participan del programa para luego establecer un seguimiento de cada participante. Por último, Olivera y Gobet coordinan varias cosas, pero sobre todo las cuestiones más terapéuticas: realizan interconsultas con los profesionales del Borda y abrieron un espacio, cada viernes, para conversar con todos los internos que lo necesiten.
Manu Chao colifato
Si bien La Colifata lleva más de 15 años de trabajo, todavía no le encontró la vuelta a su financiación. La mayoría del dinero que ingresó durante estos años vino de donaciones de oyentes, amigos, periodistas o colectivos autogestivos. Todo eso apenas sirvió para los insumos y el mantenimiento. El Estado le otorgó premios y muchas promesas. “Pero nunca un mango”, dice Gobet con resignación y describe una de las consecuencias: “El equipo de trabajo cambió mucho a lo largo de estos años. Eso a veces es un dolor y es una imposibilidad como colectivo para organizarse y armar estrategias”.
Corría 1996, cuando un documentalista llegó a La Colifata para realizar un video. Luego de un tiempo se fue a vivir, como muchos otros jóvenes en aquella época, a España. Terminó haciéndose amigo del célebre Manu Chao, con quien una tarde de aburrimiento compartió aquel documental. El músico nacido en París quedó gratamente sorprendido y decidió mezclar sus canciones con audios de los colifatos para realizar un nuevo disco, que después pusieron a la venta los músicos que vivían de manera ilegal en España. “Apenas nos enteramos, nos pusimos en contacto con Manu Chao y con FM La Tribu para editar el mismo disco acá”, cuenta Gobet. En la Argentina, los vendedores fueron los propios internos que salían del hospital. El disco se llama “Siempre fui loco”.
Además, la radio ha realizado una convocatoria a todas las bandas independientes, grupos o solistas, que quieran participar en un nuevo disco. Para hacerlo hay que enviar un demo con hasta tres canciones originales, a las que se agregarán canciones y máximas colifatas grabadas en el espacio de la radio. Hay tiempo hasta el 14 de julio y las bases están en https://lacolifata.openware.biz/index.cgi.
El Estado de la nada
En 2005, el cantante llegó a la Argentina con una nueva propuesta: realizar un recital a beneficio del proyecto. Así fue como en noviembre ese año, uno de los shows de Manu Chao contó con la participación en el escenario de algunos internos que compartieron micrófono con él.
Gracias a lo recaudado en aquella ocasión Gobet -que trabaja en el proyecto desde 1991- pudo empezar a cobrar por su trabajo.
“Basta de que nos ayude siempre la gente. El Estado tiene que hacerse cargo aunque sea una vez. Venimos con muchísimas promesas, papeles firmados, presupuestos aprobados para terminar el estudio, construirnos un lugar… Pero nada. Si hoy nos regalan 15 sillas no tenemos donde guardarlas, estamos guardando los equipos debajo de la cocina del Borda, donde hay una humedad terrible”, reclama Gobet.
La casita en donde guardaban inicialmente los equipos fue incendiada el año pasado en circunstancias más que dudosas. Hay varias versiones sobre los responsables pero de eso mucho no se habla. “Se quemó todo pero todo: parlantes, equipos, etc, etc. Ahora todo nos anda muy mal. Por eso terminamos 2005 en una situación de mucho trabajo, muchas ideas, muchas ganas de seguir adelante y a la vez desmoronados”, recuerda. Como si fuera poco, les robaron una notebook de adentro mismo del hospital. Pero como el prestigio de La Colifata es tan grande, siempre hay una ola solidaria que la reanima: “Cuando fue el robo de la computadora, estábamos muy mal. Alfredo Olivera escribió un comunicado preguntándole a la gente cómo seguíamos y empezaron a llegar una infinidad de mails de ayuda: desde alguien que donaba su compu hasta alguien que decía que tenía autos antiguos, y podía hacer una exposición a beneficio. El grupo de teatro de San Telmo ofreció la recaudación de sus funciones, Jorge Guinzburg donó una máquina como la que nos sacaron… A nosotros nos alienta muchísimo todo eso”.
El desconocido y los astros
En 2004 La Colifata aterrizó en Telefé, para concretar La Colifata TV, que consistía simplemente en seguir haciendo radio pero esta vez para salir por televisión. La propuesta se llevó adelante gracias a Pedro Saborido, que se acercó a la radio con la intención de encarar un proyecto en conjunto y guió al colectivo para concluir en ese ciclo por el cual recibieron cerca de 2.000 correos del público.
En 2006 se renovó la posibilidad de emitir por televisión. Esta vez en el canal del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Ciudad Abierta, donde comenzó a transmitirse El living de Stellita. La conductora es una mujer de unos sesenta y largos, madre de un ex interno del hospital, y también conductora del programa radial Visitas en La Colifata, con un estilo rebelde y contestatario. Stellita vive hace 15 años en la calle y desde la Plaza Belgrano, donde suele dormir, realiza su emisión televisiva, rodeada de un par de sillones, algunos invitados y otros colifatos que tienen sus propias columas. Allí se hizo la presentación del programa previo al Mundial, con René Houseman (el “loco” campeón del mundo en el triste 1978) y Carlos Bilardo (técnico de Argentina campeona en México, 1986), además de Fabián Ferraro, creador del club de fútbol callejero Defensores del Chaco, con el que busca convocar a los chicos de la calle e incorporarlos en un proyecto social y comunitario. La Colifata anuncia El living de Stellita con estos agregados: “El columnista (ex Hombre Desconocido) Alejandro “De la Sagrada Elión” Strassener nos brindará una visión global de la problemática y nuestra Astróloga Juliana Zuc de Batistuta nos aclarará cómo los astros zodiacales están siempre presentes”.
Entre la tierra y los astros, Gobet, como coordinadora y psicóloga, ocupa muchas veces el lugar abandonado por los profesionales y se ocupa de realizar interconsultas. “Llevamos al espacio de tratamiento lo que los internos traen al programa de radio. A veces, no hay tratamiento psicológico, sino farmacológico y lo mejor que puede pasar es que a partir de que uno se acerca, decidan ponerle psicólogo”.
Del encierro a la expulsión
La Colifata resulta así un espacio de identidad y pertenencia para los pacientes. Tal es así que varios de los que están en situación de transferencia –aquellos que se están reinsertando en la vida social- vuelven cada sábado para participar de los programas y continúan definiéndose como colifatos.
El eslogan de La Colifata, “rompiendo muros”, ha sido superado. Antes prevalecía la política del encierro, la represión y el aislamiento. Los neuropsiquiátricos eran un depósito de personas posiblemente enfermas, o diferentes, y de pobres.
Ahora todo cambió, y no precisamente para bien, según Gobet: “Está pasando algo en estas instituciones. Antes eran muy represivas, entonces había que trabajar para tomar la palabra y recobrar la identidad de la persona internada. Por eso la idea de romper muros. Pero hoy estos lugares son expulsivos y a muchos le proponen como único destino la calle. La Colifata dentro de esa lógica funciona como un espacio de intersección, que no está adentro del hospital pero tampoco afuera. Se volvió un medio muy fuerte para los internos pero a la vez un espacio de contención y encuentro para los que viven en la calle”.
El 100.1 de La Colifata pronto será 100.3 y seguirá escuchándose en un radio de 30 cuadras, pero mejor. También próximamente La Colifata se podrá escuchar por internet.
Para romper los muros, sin por eso quedar a la intemperie.
 

publicada 21/06/2006
La Colifata: radio libre
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CABA

Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

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Más allá de tu vereda.

Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse. 

No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.

El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.

El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto. 

En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.

Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.

Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”. 

Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.

Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”. 

Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.

Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.

Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.

Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.

Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.

«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».

Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración. 

Hay orgullo.

Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera. 

Jorgelina: “Hagamos más radios”.

Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.

Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:

“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.

Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental: 

“Más allá de tu vereda,

hay otra realidad,

atrás de tu puerta”.

Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva: 

“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle, 

allí seguiremos estando”.

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La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

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Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.

Por Franco Ciancaglini

Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:

  • su salud era cada vez más delicada;
  • los medicamentos oncológicos no llegaban;
  • y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.

Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.

Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Mary junto a Nora Cortiñas.

Contaminada

María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.

Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.

La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.

Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.

Contaminada

La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.

Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.

Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
En Plaza de Mayo, con una bandera contra la megaminería contaminente en Chubut.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:

  • “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
  • “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
    También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».

Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”

Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.

En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Lidia y Mary, durante el acampe del Malón de la Paz en Buenos Aires, hace dos años.

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”

Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:

  • “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
  • Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.

Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.

Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.

Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”

El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Carlos Ponce, Mary y Lidia Campos: una amistad atravesada por la lucha ambiental del sur del país.

Abandonada

Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.

Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.

Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».

Sino miren este video.

María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”

El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.

Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.

Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.

Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”

Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”

La respuesta era obvia: mal.

Insurgente

Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.

Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.

El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».

Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.

Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Un cartelito que le hicieron tras su muerte, Clarisa y Agus, que lo dice todo: «Se lo hicimos porque ella era doña cartelitos, y lo dejamos con ella».

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.

Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.

Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.

Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.

La muerte es el abandono.

La muerte es el olvido.

Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.

odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.

Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.

Mary: gracias.

Hasta mañana.

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Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

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El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.

Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año. 

El camino de la in-justicia

En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia. 

La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.

Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero. 

Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10. 

Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo. 

Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.

 La pericia tendrá como objetivos precisar:

-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;

-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil; 

-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.

-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.

El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena. 

Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.

Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.

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