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Estudiando México

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Por qué los estudiantes son el blanco de la represión de estado. Al día siguiente de tomar El Zócalo por asalto, los estudiantes tuvieron que volver a movilizarse para liberar a 49 detenidos. El rol de las escuelas rurales en la resistencia al modelo neoliberal más salvaje de Latinoamérica. Por Eliana Gilet, desde México.

Estudiando México

A las cuatro de la tarde del 26 de setiembre de 2016 hay estudiantes de todos lados y por todos lados, que se organizan rápido en filas y columnas. No paran de cantar: “Lucha, lucha, lucha/ no dejes de luchar/ por una educación científica y popular”.

Conmemoran así el ataque a los normalistas de Ayotzinapa, una marca generacional para estos chavos, que deben ser de los jóvenes más pobres de México que logran acceder a una carrera de nivel terciario.

Lo que sucedió en Ayotzinapa se conoce aquí como La Masacre de Iguala -que toma el nombre de la ciudad en dónde fueron atacados los estudiantes, en el Estado de Guerrero-, el momento más, profundo y doloroso como ninguno, de una línea de agresión y represión estatal que viene de antes y ha continuado después. El último episodio de esta larga lista ocurrió al día siguiente de la marcha conmemorativa de Ayotzinapa.

Fue el 27, en uno de los estados del sur de México, Michoacán, tras una emboscada policial que se los llevó  cuando cortaban una ruta federal, 49 estudiantes estuvieron cuatro días presos. Mientras el Ministerio Público armaba la acusación en su contra para presentarla ante el juez de control (según el nuevo sistema acusatorio puesto en marcha en el sistema penal mexicano) la gente se movió para exigir la libertad de los estudiantes. Quemaron autos, se concentraron en la terminal de autobuses cuando los empresarios cortaron el transporte y más: retuvieron a cinco policías, con el apoyo de varias comunidades indígenas autónomas de la meseta Purépecha, hasta que todos los estudiantes fueron liberados.

Es la lección que aprendieron las poblaciones mexicanas: hay que reaccionar rápido y contundente, o los desaparecen o matan o procesan con causas armadas.

“Todo se realizó como medio de presión para la libertad de nuestros compañeros y creemos que fue efectivo con los últimos detenidos, pero seguimos teniendo ocho compañeros presos. Entendemos que, como siempre, su liberación fue producto de la movilización. Nuestros compañeros son presos políticos. Fueron detenidos mientras planteaban nuestras exigencias como normalistas del Estado, pero sólo hemos recibido represión y detenciones como respuesta del gobierno”, me explica una de las estudiantes de Michoacán, que se organizan en torno a la ONOEM (Organización de Normales Oficiales del Estado de Michoacán), una de las coordinadoras autónomas de estudiantes.

La joven se refiere a lo ocurrido el 15 de agosto de 2016, cuando 43 estudiantes de ese mismo Estado fueron detenidos en tres acciones policiales simultáneas. En la primera, detuvieron a 38 estudiantes en una carretera federal en donde hacían “actividades de boteo”. En criollo: mangueaban a los automovilistas. A esa misma hora, pero en Morelia, la capital del Estado, la policía detuvo a otros tres estudiantes de la Normal Superior, que prepara futuros profesores de secundaria. Los últimos dos estudiantes apresados ese día fueron detenidos cuando bajaban del autobús que los  llevaba de vuelta a la Escuela Rural de Tiripetío, en donde viven durante la semana. Era lunes, iban de regreso.

La justicia los acusó primero de haberse robado un patrullero de la policía estatal con ocho palos como armas. Como resultaba descabellada una turba de 43 estudiantes robándose tan poca cosa, la acusación se ciñó sobre los 8 estudiantes de Tiripetío.

Una semana antes, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial del Estado, Arcadio Méndez Hurtado, salió a la prensa a exigir represión contra los normalistas michoacanos, especialmente contra los de las escuelas normales rurales, “en donde se prepara a los estudiantes con tácticas de guerrilla”.

El rol de los medios

n mes antes, los estudiantes nucleados en la Organización de Normales del Estado de Michoacán (ONOEM) habían armado “una trinchera” en un municipio indígena de la sierra: allí depositaron cerca de cien camiones y otros vehículos de distribución de productos de empresas privadas y trasnacionales. ¿Por qué lo hicieron? “Para presionar a los empresarios, que son los que verdaderamente manejan al gobierno, a atender nuestros reclamos”, respondió la estudiante consultada.

“Quieren desmovilizarnos, pero ocasionan lo contrario. En estas semanas hemos comprobado el apoyo total de las comunidades indígenas y de distintos sectores de la sociedad, a pesar de las campañas mediáticas montadas en nuestra contra. Sabemos que cuando hacemos actividades culturales, como la de los dos años de Ayotzinapa o cuando levantamos el plantón en Morelia el 15 de setiembre, los medios no las muestran. La trinchera sigue en pie y, a pesar de las detenciones, no tuvieron suficientes pruebas para acusar a nuestros compañeros. Es la misma situación en que están los ocho del 15 de agosto: también son presos políticos y exigimos su inmediata liberación”, dice la normalista.

Uno de los abogados que actuó ante las dos detenciones –en un mes, fueron casi 80 estudiantes– resume: “La mecánica judicial a la que los enfrentaron ya es conocida y el nivel probatorio contra ellos es siempre muy bajo. Tienen los testimonios de los propios policías y no mucho más”. Señala que lo que hizo la diferencia entre el caso de agosto (donde los estudiantes siguen presos) y la de setiembre (liberados bajo medidas cautelares, que incluyen no poder manifestarse) fue la fuerte movilización.

“Las Normales vienen de una tradición radical, porque si no, no  les hacen caso. Es la precariedad de recursos lo que los obliga a movilizarse, ya sea por presupuesto o por plazas (cupos de inscripción). La toma de camiones es una de las prácticas más extendidas en el tiempo”, explica el periodista Luis Hernández Navarro.

La ofensiva hacia las escuelas normales, que busca achicar su importancia como cantera de maestros y profesores, así como ahogarlas económicamente recortando presupuestos y retardando el pago de las becas con las que sobreviven los estudiantes, han sido las tácticas blandas del Estado, una vez que la represión quedó vibrando en el cuerpo de los pibes.

Ser maestro en México

La Reforma Educativa, -una de las estructurales de Enrique Peña Nieto, con la que se mantiene un conflicto abierto hace más de tres años – permite que cualquier persona con un título universitario, que pase un examen de admisión, pueda dar clases.

A los normalistas también los meten en esa bolsa, eliminando así el acceso directo a una plaza que tuvieron todas las generaciones anteriores. Una de sus reivindicaciones actuales más urgentes es garantizar el acceso pleno a todos los egresados a un puesto de trabajo público, ya que son ellos los que se han preparado específicamente para la tarea.

Hernández Navarro explica que el ataque a las escuelas rurales de maestros – que a su vez son bilingües porque deben manejar el español y una lengua originaria, para poder trabajar en comunidades indígenas– es mayor porque “para la tecno-burguesía, los campesinos sobran. Si fuera por ellos lo más fácil sería desaparecerlos, pero no pueden: hay resistencia”.

La otra marca de los normalistas es su capacidad de autogestión estudiantil. La Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, FECSM, es la organización de estudiantes más antigua del país: fue fundada en 1935.

“Los estudiantes tienen incluso responsabilidad en la vida institucional de la escuela, desde el momento en que participan de la selección de nuevos internos, un proceso que no es nada fácil de atravesar. Cada escuela normal del país tiene su propia vida interna, pero los estudiantes tienen un perfil común: todos vienen de un mundo de escasez”.

Las escuelas normales representan lugares que tienen la particularidad de ser un espacio en el que la transmisión generacional es muy fuerte.

Explica el periodista Hernández Navarro: “Hay una comunidad imaginaria que va más allá de los alumnos activos: incluye a los ex alumnos, que se mantienen muy vinculados a las dinámicas de las escuelas. Es un tejido invisible que va más allá del espacio físico de la escuela, que es inter-generacional e inter-comunitario, y que vive en estrecha relación con las luchas de las comunidades en donde están insertas.”

¿Cómo se explica la etapa actual de conflictos que están atravesando las escuelas rurales?

Está enmarcado en un ataque genérico a la educación pública, en la reforma laboral de la educación, que es una espada de Damocles que pende sobre los maestros. La Reforma pretende cambiar su relación con el Estado, hacerlos perder su seguridad en el empleo, someterlos a vigilancia y a evaluaciones permanentes. Es el mismo conflicto que pretende que los estudiantes que egresan de las normales rindan exámenes para conseguir plazas en las que trabajar. Como si el magisterio no fuera una profesión de Estado, como si fuera borrón y cuenta nueva.

El Zócalo por sorpresa

La gran particularidad de la marcha a los dos años de Ayotzinapa fue que logró llegar a El Zócalo, la principal plaza de la capital mexicana, algo que hace más de un año está vedado a las movilizaciones. Cuando la vanguardia marcada por los estudiantes que llegaron a la capital desde la Normal Rural de Ayotzinapa entendieron lo que significaba, aminoraron la marcha y se quedaron todos agazapados. A la voz de “ahora” emprendieron una corrida furibunda que siguieron los de Michoacán, Chiapas, Puebla, Aguas Calientes y, atrás, los estudiantes del Instituto Politécnico, de la Preparatoria 5, de distintas carreras universitarias. Así, corriendo, enérgicos, entraron en El Zócalo.

Desde el atrio, los padres de los 43 estudiante desaparecidos remarcaron que esos jóvenes, salidos del medio de la nada, han sido los principales aliados en su lucha. Y les agradecieron. “Nuestros hijos es lo único que tenemos nosotros, los pobres” dijo Mario González, padre de César Manuel, desaparecido.

Los normalistas aplauden porque saben que existir ya es una lucha ganada, que son el blanco a exterminar, el germen de maestros rebeldes y de trabajadores que llegan a todos los rincones de este México que duele.

Ahí está su peligro.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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