Nota
La insurrección de lo posible
La bailarina y coreógrafa uruguaya Federica Folco compartió este fin de semana su experiencia en el taller que bautizó Entrenamiento de lo sensible, dictado en la sala Planta Inclán. Se trata de una técnica surgida del trabajo grupal y la investigación colectiva para ampliar las posibilidades de estar juntxs en el espacio de otras formas de las determinadas. Propone, entonces, entrenar la imaginación con el cuerpo y más allá de las palabras. Una experiencia que, en el contexto argentino actual, se convierte en una herramienta para ampliar horizontes y crear otros posibles. Una vez más, desde la autogestión se practica el futuro.
¿Se puede abrazar con la mirada?
Se puede.
Federica Folco nos hace poder.
Y lo logra sin pronunciar una palabra, a pura sonrisa, y con ese brrrrrrrrrrrrruffffffffsssss que estira con los brazos hasta el infinito para hacernos comprender que las posibilidades de expresar sentidos son todas aquellas que necesitemos crear.
Ese es el punto de partida -y no el objetivo- de este proceso que creó la bailarina y coreógrafa uruguaya Federica Folco y que bautizó La Insurrección de lo sensible, un proyecto de investigación y una experiencia que parió grupalmente. Federica aprendió así que es una trampa explicarlo con palabras y por eso mismo usa las indispensables para crear un puente entre las expectativas de quienes la escuchamos y las necesidades que -percibiremos luego- nos interpelan.
Partimos, entonces, de la necesidad de resistir al proyecto dominante: no somos máquinas.
¿Cómo confrontar, entonces, a esa necesidad del poder corporativo de reducir lo humano hasta hacerlo equivalente a lo capturable por las pantallas desde celulares, computadoras, tevés, netflixs, etc y etcs?
¿Significa esa sentencia, entre otras muchísimas cosas, que se atrofia también nuestra capacidad de estar y de ser?
Federica Folco lo cuestiona así, sintético y sencillo porque -y no aunque- maduró estas preguntas en infinitas cenas de debate y meditación en las que conversaron con personalidades de distintas disciplinas -filósofos, científicos, lingüistas y etcs- y en largas jornadas de digestión de textos que masticaron grupalmente hasta romper moldes y bordes. Tal como explica la presentación del proyecto publicada en su web, esta ruta de lectura tuvo estaciones muy variadas: “Nos atravesaron el enactivismo del neurobiólogo Francisco Varela, las relaciones de Dewey, lo que puede el cuerpo de Spinoza, los haceres de la danza, los fenomenólogos Marleau Ponty y Heiddeger, las comidas juntas, las neuronas espejo, la tensegridad de Castaneda, el yoga, Clark y Chalmers con su mente extendida, la estética de Boal, la experiencia del budismo, la teoría de los sistemas complejos, las emociones de Antonio Damasio, las respiraciones del Chi Kung, la teoría de los sistemas de desarrollo que Susan Oyama nos presenta, el lenguaje encarnado de Lakoff y Jhonson, las meditaciones Zen y Alva Noé sacándonos de la cabeza”.
Salir de la cabeza, entonces, es la propuesta.
Y para hacerlo, hay que salir también de la palabra, nos explica Federica con sus brrrrrrrrrrrrruffffffffsssss y su técnica, que ha afinado como a todo instrumento delicado: con amoroso esmero y práctica grupal.
A las lecturas interdisciplinarias y los debates gastronómicos hay que sumarle entonces el sudor que han producido en acciones que bautizó Lamasa, así, todo junto porque todojunto es la clave de esta experiencia urbana, que practican en las calles de Montevideo y de la cual sacan lo necesario para seguir, así, sin exigirle a ese hacer juntxs ningún resultado concreto, aunque lo hay, por supuesto, y es valioso, aunque intransferible: se hace, se siente….. brrrrrrrrrrrrruffffffffsssss.
Lamasa, entonces, es un punto de encuentro de un grupo abierto a quien quiera participar, originado y motivado por realizar la experiencia de ocupar el espacio público desde otras posibilidades que las conocidas, aunque ninguna de estas palabras se ajusta a una descripción exacta de lo que implica hacer ahí lo que no se hizo nunca y hacerlo porque sí, para que exista y ya, a otra cosa.
Ampliar los posibles podría ayudar a dar una idea de esta propuesta, aunque quizá las palabras de Federica sean más precisas, cuando habla de “la imaginación” como terreno a disputar.
Concretamente, implica repensar el adentro y el afuera, el yo y el nosotros, el cuerpo y el entorno, es decir, cuestionar todos esos límites con prácticas hasta hacer de esas prácticas oportunidades de desconocerlos. O mejor dicho, hacer de esas prácticas formas de reconocer que son ilimitadas nuestras oportunidades de ser y estar juntxs porque formamos parte de algo grande, larguísimo y profundo que nos sostiene, nutre y orienta.
Y así, percibiéndonos enormes e infinitos, pensar otras cosas de nuevas maneras.
“Nos cuestionamos los modos de compartir, producir y crear heredados, que son parte de una realidad que no queremos encarnar”, enuncia la presentación del proyecto, y ese cuestionamiento es una práctica y esa práctica es técnica y esa técnica es entrenamiento y ese entrenamiento es… brrrrrrrrrrrrruffffffffsssss.
O sea nada que signifique una intención: un resultado, por ejemplo.
Y todo lo que representa un hacer colectivo: poder.
Entrenar lo sensible, entonces, representa poder hacer otras cosas que las determinadas y eso es exactamente lo que encarnó que este taller culmine a la hora exacta del anuncio del corralito a dólares y buitres, en la agonía de un modelo que logramos sobrevivir con sudor y abrazos y poniendo el cuerpo en la calle, entrenado en batallas que dieron otras, otros, desde siempre. De eso mismo se nutre esta experiencia, ahí en Planta Inclán – la bella sala de Juan Onofri y Elisa Carricajo- para que sucedan ahora otras cosas, entrenadas por Federica Folco para que también sean de otra forma.
Es interesante, entonces, reflexionar por qué estas prácticas hoy son solo posibles en el marco de la danza contemporánea y en espacios de la escena autogestiva, algo que nos dice muchísimo sobre política, cuerpos y palabras, así como sobre centros y bordes, y también sobre discursos y brrrrrrrrrrrrruffffffffsssss.
Más info en:
INSURRECCIÓN de lo SENSIBLE
Planta Inclán: Inclán 2661, CABA.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

Nota
Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
- Revista MuHace 2 días
Mu 204: Creer o reventar
- Derechos HumanosHace 3 semanas
Memoria, verdad, justicia y Norita
- MúsicasHace 2 semanas
Susy Shock y Liliana Herrero: un escudo contra la crueldad
- #NiUnaMásHace 3 semanas
Caso Lucía Pérez: matar al femicidio
- Mu202Hace 4 semanas
Comunicación, manipulación & poder: política del caos