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Buenas Nuevas: Cómo se tejió el triunfo de Télam
A través de ocupaciones pacíficas de dos edificios, marchas históricas, 116 días de paro y doce semanas de acampe, lograron la reincorporación de más de 240 trabajadores y trabajadoras. Cómo se construyó lo colectivo desde las historias personales. Una victoria frente al ajuste macrista en tiempos de crisis en los medios. Por Lucas Pedulla.
Pablo Figueredo se había tomado un domingo de fines de agosto para descansar y despejar la cabeza. Habían pasado ya dos meses del momento en que se había enterado de que su vida corría el mismo destino que la de 356 compañeros y compañeras. Fue exactamente a la una y media de la tarde del martes 26 de junio de 2018, con un llamado de su mamá, y cuando la escuchó llorar supo lo que seguía. “Te llegó el telegrama”, le dijo, y así, a sus 46 años, Figueredo supo que había sido despedido de la agencia estatal de noticias Télam después de tres décadas de trabajar en el sector de publicidad.
Ese domingo, quiso descansar.
Figueredo fue a Tecnópolis con su pareja a disfrutar de conciertos de música norteña en un festejo en homenaje a la Pachamama. Era el momento de relajarse un rato, de pasar un buen momento, de disfrutar de chacareras y de zambas en medio del caos. En eso estaban cuando escuchó que el locutor del evento dijo: “¡Celebramos la presencia del Secretario de Medios, Hernán Lombardi!”.
Su corazón se comprimió. “No puede ser”, pensó al instante, mirando a su compañera.
En su mochila tenía uno de los carteles que llevaba encima desde el 26 de junio (“No a los despidos de Télam”) para estas situaciones. Lo sacó. ¿Debía levantarlo bien alto? ¿Debía gritar? Lo tenía en la mano cuando vio que su compañera se había acercado al palco. Miró de nuevo: estaba hablando con Lombardi. Ella le hizo un gesto: “Vení”. Y le dijo: “Justo le estaba preguntando al ministro qué pasaba en Télam. Bueno, ministro: él es un despedido”.
Figueredo quedó cara a cara. Le mostró el cartel: le dijo que lo tenía en la mano, que podía haber hecho un escándalo, pero que lo iba a guardar y que nada más quería saber por qué habían tomado la decisión de dejar a 357 familias en la calle. Lombardi repitió su discurso: que la agencia había duplicado la plantilla, que había militantes partidarios, que había sindicalistas mafiosos, que había ñoquis. Figueredo respondió con la tranquilidad de la verdad: que él y sus compañeros eran laburantes, que ninguna de esas familias eran ñoquis y que la mafia la componían sus mentiras.
“No sabía dónde meterse”, recuerda Figueredo hoy. “Yo me quería morir, pero Lombardi no sabía qué decir, y cuando se empezó a quedar sin discurso, empezó a tartamudear. Entonces vinieron dos tipos de seguridad y lo sacaron. Nos quedamos con la de ceremonial del evento”.
¿Qué viste en ese momento?
Vi el cinismo. Pero también vi que eran débiles. Y que podíamos ganar.
El cuchillito de madera
La última noticia indica que la Cámara de Trabajo confirmó a fines de agosto 30 nuevas reincorporaciones y la suspensión del plan de despidos encabezado por Lombardi, y ese dato precisa que al cierre de esta edición solo quedaba un expediente en la Justicia a la espera de los últimos 16 casos de despido. La lucha que llevó 116 días de paro logró la reincorporación de 241 trabajadoras y trabajadores.
Pero también ubica una situación: en la que el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) lleva denunciados más de 4.500 despidos desde diciembre de 2015 a la fecha en todo el país. El periodista deportivo Julio Martínez lo resume así: “La lucha garpa. Nunca hablamos, en todo este tiempo, de salir a romper todo, sino de tener temple y carácter, inteligencia y paciencia. La clave fue la solidaridad que tejimos, porque de un lado había 50 tanques y del otro, un cuchillito de madera. Pero sabíamos que teníamos fuerza y podíamos darlo vuelta”.
Martínez describe el cuchillito de madera a partir de aquel martes negro. “Llegamos a trabajar en medio de una tristeza total. A un compañero de sección lo llamó la mujer y le dijo que le había llegado el telegrama. Era consolarlo y esperar que te llegara a vos”. A él le llegó el viernes, tres días después. Martínez -38 años, en la agencia desde 2011- estaba acreditado para ir al Mundial de Rusia, pero ya le habían cancelado el viaje. “Para un periodista de Deportes el Mundial es todo, pero ese martes fue un día tristísimo”. Ese día Argentina se jugaba ante Nigeria la clasificación a octavos de final. “Quedó totalmente en un segundo plano: el gol de Marcos Rojo no lo gritó nadie”.
- Algunos números que grafican ese silencio:
- El total de los despidos alcanzaba al 40% de la planta.
- Eliminaba la totalidad del sector publicitario.
- De 91 corresponsales en todo el país, despedían a 48. Las oficinas que funcionaban en las ciudades de Formosa, Rawson, Posadas, Resistencia y Viedma fueron cerradas.
- Otras 13, desarticuladas y paralizadas
Se preveía una “reconversión” de condiciones laborales: de 6 a 8 horas diarias, periodistas con función multiplataforma, revisión de licencias y nuevo escalafón salarial.
Al día siguiente se convocó una asamblea en el edificio de Belgrano y cientos de periodistas marcharon a las oficinas del Sistema Federal de Medios en el Centro Cultural Kirchner (CCK). En la calle habían quedado matrimonios con más de 20 años de trayectoria, trabajadores con problemas oncológicos o cardíacos. El propio Figueredo perdió a los tres meses la obra social: es enfermo crónico de diabetes insulino dependiente, hace más de 25 años. “Necesitaba cuatro aplicaciones diarias. Me comí madrugadas yendo a los hospitales de provincia para nunca poder conseguir un turno. Una compañera me traía la insulina que no usaba con su hija. Fue todo muy duro”.
La situación era desesperante. La ola de telegramas y cartas documento caía por goteo con el correr de los días, y la incertidumbre aumentaba mientras otro grupo de periodistas y trabajadores recibían un perverso mail de bienvenida a la “nueva agencia Télam”. Otros se enteraron de su despido cuando directamente vieron la indemnización depositada en su cuenta. Pero sobre esa calle también surgió algo crucial: la unidad entre los despedidos y los que seguían. Así comenzó a circular el recuerdo del intento de cierre de la agencia en el año 2000, bajo el gobierno de la Alianza, y cómo se había ganado esa batalla, en la que casualmente –o no- el directorio de la agencia estaba presidido por Rodolfo Pousá, el mismo de ahora.
Así, en la calle y de forma colectiva, comenzó a tejerse algo más: una memoria.
De Maradona a Mirtha
Los periodistas y delegados Mariano Suárez y Ariel Bargach acaban de reeditar su libro Télam. El hecho maldito del periodismo argentino, en el que ubican el conflicto en términos históricos, desde la creación de la agencia en 1945 como una idea del entonces coronel Juan Domingo Perón para quebrar la hegemonía informativa de las agencias estadounidenses. Suárez explica: “Del 86 a la fecha no hay muchos conflictos de prensa que se hayan ganado. Podemos pensar en la pelea que dio la TV Pública en los 90 contra la privatización, o los nuestros durante el 2000 con 400 despidos e intento de cierre, o los 39 días de paro en 2005, pero no así, en un contexto de regresión en el gremio. Pero en el plano interno consolidó una identidad que tenemos como trabajadores, que ya existía, y nos puso a prueba otra vez. No es que reaccionamos espontáneamente: ya estábamos organizados”.
Bargach sintetiza esa discusión en tres escenas. La primera: Diego Maradona y su solidaridad con los despidos en Télam desde Moscú, en medio de la cobertura del Mundial, calificándolos como una “vergüenza”. La segunda: Mirtha Legrand y su pedido en vivo y en directo al gobierno para que encontrara una solución y que Lombardi prestara “atención” porque era un problema “muy serio”, frente a la ministra Carolina Stanley como invitada. La tercera: algunos trabajadores fueron a donar sangre para una compañera y la hematóloga les preguntó cómo iba el conflicto. Bargach: “Eso marcó que habíamos saltado el cerco. Desde el Episcopado, los movimientos sociales y vecinas trayéndonos budines para bancar la lucha, hoy recibimos delegaciones de la Federación Latinoamericana de Prensa que vienen especialmente a estudiar cómo hicimos”.
Suárez subraya que el hito más grande, sin embargo, no tuvo nada que ver con la visibilización. “Fue previo y de orden clásico: al día siguiente de los despidos había 450 millones de pesos depositados en indemnizaciones. Hemos visto cómo eso desinfla conflictos. No nos generó ni una asamblea difícil ni tampoco cambió el eje: siempre estuvo en claro que nuestra lucha era por la reincorporación”.
La memoria del cuerpo
Hubo una noche en la que que Suyai Ramos se despertó sobresaltada en la casa de una amiga donde se había quedado a dormir. Lo primero que hizo fue tocar el suelo: pensó que estaba en la agencia. “El cuerpo tiene memoria. El daño fue mucho”, asegura. Con 22 años, fue la despedida más joven de la agencia. Había entrado en 2014 a los 19 en el archivo fotográfico y, luego, pasó al periodístico. “Desde ahí pude ver cómo les salió muy mal la jugada. Desde el primer momento quisieron dividirnos. Yo conocía muy poca gente de la agencia: mi sección está en una pecera, en planta baja, no hablás con nadie y tampoco compartís tareas con otra sección. Y el conflicto hizo todo lo contrario: nos conocimos”.
En julio de 2018 llegó el primer fruto judicial. Tras una medida cautelar presentada por SiPreBA, el juez laboral Ricardo Tatarsky ordenó la reincorporación inmediata de 5 despedidos. La importancia del fallo radicaba en que podía ser replicado a la totalidad porque su argumento era de orden general: la empresa no podía echar al 10% de una planta de entre 400 y 1.000 trabajadores sin sustanciarse en el Procedimiento Preventivo de Crisis. En octubre, la Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo lo ratificó.
Suárez contextualiza. “El gobierno especuló: pensaban que no teníamos la capacidad de resistir tanto tiempo. Con los primeros fallos, el 17 de octubre levantamos el paro: si bien el gobierno había apelado, esperábamos que la Cámara ratificara los expedientes. Pero el gobierno pidió el juicio político a los camaristas que habían avalado las cautelares. Buscaba un doble efecto: disciplinar a estos jueces e instalar un mensaje dentro del fuero para los magistrados a quienes les cayera una causa así. Qué hicieron: modificaron la forma en la que se sortean los 90 mil expedientes que se tramitan allí, al solo hecho de alterar la causa y desparramar los expedientes. Y lo aplicaron retroactivamente: una barbaridad jurídica. Lo revertimos, otra vez, con visibilización”.
Los trabajadores mantuvieron doce semanas de acampe frente los tribunales. “Hay que recalcar algo: esta segunda etapa del conflicto también fue de lucha gremial. Hay muy pocos antecedentes en la historia de la justicia del trabajo de un manoseo tan grosero. Por eso este logro es colectivo. Y nos cambió la vida a todos”.
Mamá se va a luchar
A Lucía Ríos (33) el telegrama le llegó a la casa de la que se había mudado. Se enteró por su amiga que la habían despedido después de trabajar desde 2011 como operadora y productora en Radio Télam, y como periodista en el portal web durante el último mes y medio. “Tengo un hijo, en ese momento tenía dos años y medio y todavía tomaba teta. Tenía que armar toda una red que pudiera cuidarlo, porque tenía la sensación de que todo lo que ocurriera era efecto de lo colectivo”.
Esta charla con Lucía, Suyai, Pablo y Diego tiene lugar en el octavo piso del edificio de Belgrano. Estamos sentados en el suelo del espacio donde solía funcionar el portal web. “Había ocho pisos destinados a la redacción: hoy quedan tres, por todo el desmantelamiento”. El Directorio montó una agencia paralela en el predio de Tecnópolis, a donde se llevaron jefes y editores de sección y prohibieron la actividad sindical.
Los propios trabajadores redactaron una carta para exigir el retorno a los edificios centrales, donde hay trabajadores sin actividades pese a las reincorporaciones, como Pablo y Lucía. Otras –como Suyai- cumplen tareas, pero no plenas. Sin embargo, piensan en perspectiva: ¿qué huellas dejó entonces esta lucha en el cuerpo?
Suyai: “Defender y compartir. En algún momento nos salió un chiste: al final deberíamos agradecerles. Nos dieron una segunda casa”. Julio: “Nos subestimaron. Y son los mismos que estuvieron con la Alianza: no aprendieron nada”. Pablo: “Nos quisieron poner de rodillas, pero no pudieron”. Lucía: “Todos los días a la mañana cuando me iba de casa lo único que me salía decirle a mi hijo era: ‘Mamá se va a la lucha’. El mejor concepto es ese. Algún día buscará en Internet, cuando sea más grande, y nos verá a todos nosotros y a su mamá ahí, y entonces entenderá que el camino es colectivo. Siempre”.
A esta altura de la charla ya no queda claro si estamos hablando de la lucha de Télam o de una metáfora del país. La duda hace surgir un recuerdo: en el edificio de Belgrano hay un cartel electrónico por el que circulan los títulos de los cables del día con su hora exacta. El día después de los despidos, circulaba como una pesadilla:9 AM | La agencia Télam tiene futuro». Era el título del mail de “bienvenida” a la nueva agencia.
Tenían razón.
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