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Plantadas: Valeria Salech (Mamá Cultiva), Rosalía Pellegrini (UTT) y el cannabis medicinal

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Desde antes de la reciente media sanción de la ley que permitirá cultivar cannabis con fines medicinales, algo ya se estaba gestando. La asociación Mamá Cultiva –integrada por madres que descubrieron cómo cuidar y sanar a sus hijos con plantas y recetas propias, ante el vacío de la medicina tradicional– se reunió con la Unión de Trabajadores de la Tierra. Preparan una alianza que proyecta construir poder, salud, agroecología feminismo y justicia. Mujeres que hablan sobre cómo cambiar el futuro. Por Sergio Ciancaglini.

¿Viste que dicen que las mujeres hablamos mucho? ¡Obvio! Así es como nosotras construimos. ¿O ustedes qué se piensan que estuvimos haciendo todo este tiempo?” dice Valeria Salech y ríe con Rosalía Pellegrini. 

“Todo este tiempo” son los últimos meses más allá o más acá de la viralización pandémica.  

¿Qué mujeres han estado hablando? Las que integran Mamá Cultiva y la UTT (que oficialmente ya se llama Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra).   

¿De qué han estado hablando? De la gestación, intercambio y preparativos para crear un futuro: el cultivo, por fin legal y agroecológico, de cannabis medicinal. Valeria: “Aunque solo tengamos media sanción de la ley (desde el 15 de julio pasado), el triunfo es que estemos nosotras aquí, haciendo esto”. 

“Haciendo esto” significa el encuentro, la charla y las fotos como fruto de esta novedad que vienen horneando juntas para concretar apenas la ley tenga la media sanción que le falta en Diputados, y muchas vidas pasen definitivamente de ser “pacientes” a ser “hacientes”. De pasivas a activas. De ilegales a legales. De obedientes a un sistema médico muchas veces ineficaz, a desobedientes que buscan autonomía sanitaria y un alivio para miles de personas que sufren enfermedades trágicas: cáncer (todas las edades), trastornos del espectro autista, 15 tipos de epilepsia, depresión, síndromes de todo tipo, bipolaridad, ataques de pánico, de ansiedad, crisis psicóticas, neuropatías, tumores, y los ataques del tiempo en forma de dolores articulares, insomnios, neuralgia del trigémino, Parkinson, Alzheimer… Hasta que ocurre algo que Valeria define así: “Las personas recuperan la sonrisa”. Y luego, una mejor salud, una disposición distinta ante la vida. No por magia, sino por las características químicas de la planta en sus distintos preparados y los efectos medicinales en el cuerpo humano. Faltan las presentaciones:  

Valeria fundó en 2016 Mamá Cultiva junto a un grupo de madres de hijas e hijos con diversas formas de autismo, epilepsia (ambas en el caso de su hijo Emiliano, hoy de 14 años), parálisis cerebral, entre otras, a quienes la medicina institucional brindaba muchos diagnósticos y pocas opciones. Las madres tenían una marca en la mirada: la de ver el infierno de la enfermedad de sus hijos. Y tenían algo que no ranquea como enfermedad: la desesperación, pero la convirtieron no en tema individual sino grupal, colectivo. Hablando mucho. “Vi por primera vez a una mamá en Facebook mostrando a su hijo con convulsiones, que se cortaban con el cannabis medicinal, y me puse a investigar a fondo” cuenta Valeria, que terminó impulsando Mamá Cultiva como una organización “autogestiva, con perspectiva de género y diversidad”, en busca de un marco legal para el cultivo de cannabis y abrir espacios de formación, construcción ciudadana y comunitaria que difundan los beneficios de esta terapia para la calidad de vida. 

Rosalía es una de las fundadoras de la UTT, el gremio campesino más grande del país que nació en 2011 de otra desesperación: la de familias productoras básicamente de frutas y verduras, marginalizadas social y económicamente, y sin acceso a la tierra. La búsqueda de mejores condiciones permitió en 2014 descubrir la agroecología como sistema de producción sano, justo, con más ingresos a partir de la distribución y comercialización de esos alimentos. De la única familia que hizo la experiencia agroecológica en 2014 pasaron a más de 500 actualmente (845 hectáreas), con muchas en transición. La mayor parte de sus integrantes sigue en el modelo convencional, con agrotóxicos, aunque muchos ya están en transición. Tienen 9 almacenes agroecológicos entre Capital y conurbano, se están expandiendo a zonas como Patagonia y Mendoza, 380 puntos de venta en todo el país y su mercado mayorista en Avellaneda mueve unas 625 toneladas mensuales de alimentos para abastecer la venta directa al público o de bolsones a través de nodos barriales, todo impulsado por la creciente demanda de quienes quieren comer sano, accesible y con otras lógicas de producción.  

La conversación entre estas dos mujeres, a la que tuve el privilegio de asistir, tal vez forma parte de un uso medicinal del periodismo. 

Andá a otro médico 

Valeria: La ley permitirá regular la producción de cannabis a nivel nacional. Ya se le había dado a la planta el lugar que le corresponde, entre las medicinales, con la Ley 27350 que la sacó de la estigmatización y demonización. Pero sabiendo que la planta es una herramienta terapéutica, hoy no tenés cómo obtenerla. Medio que el Estado te obliga a la clandestinidad, te dice que sirve para la salud pero que no se produce. Entonces hay que importarla, que implica un trámite tremendo y costoso. Faltaba este marco para poder producir legalmente no solo para el mercado interno, sino exportar a nivel regional e internacional, y mover la economía. Lo primero que nos interesa es que se legalice lo que hacemos, porque ya somos productoras clandestinas. Como Mamá Cultiva, muchas organizaciones producen cannabis para uso terapéutico con derivados de muy buena calidad, pero no lo podemos decir, porque hoy por hoy es una tarea de cuidado no legal y ninguneada. Entonces es cuestión de poner en valor lo que hacemos.    

Rosalía: Para nosotras, además, es recuperar un montón de saberes que no salían a la luz por miedo, por vergüenza. El sistema nos llevó a desconocer cómo sanarnos con este vínculo con la naturaleza por dos lados: la alimentación, y todo el universo de plantas medicinales que pueden mejorar la calidad de vida. Hubo una enajenación: el sistema agroalimentario fue tapando todo. Pero ahora empezamos a revincularnos, a comprender el valor de esos conocimientos, y a ver que ese conocimiento también permite generar fuentes de trabajo. 

V: Vivís creyendo que el saber está en otro lugar, en el ámbito académico, en las supuestas eminencias científicas. Pero al reconocer esos saberes de los que habla Rosalía y valorarlos, se produce una ruptura que te hace pensar desde otro lugar, juntarnos, hacer comunidad. 

¿Por qué decías que estar aquí es un triunfo? 

V: A mí me echaron del consultorio de un neurólogo por hablar de cannabis. “Andá a otro médico”, me dijo. De eso, paso hoy a estar sacándome fotos con Rosalía, pensando en una producción conjunta de cannabis para la salud. Fue duro, pero fue muy agradable transitar este tiempo, porque nos hermanó con lo que creíamos que eran nuestras debilidades, que pasaron a ser fortalezas: ser mujeres, producir clandestinamente, tener miedo, poner en riesgo nuestra libertad, nuestras familias. Todo eso terminó siendo algo que al país le va a hacer bien. En términos agroecológicos, además, todo nace aquí, y en las mujeres, en decir: lo vamos a hacer igual, aunque vos seas médico, cis, hegemónico, patriarcal, y me digas que no lo puedo hacer. Nos rebelamos frente a eso y ahora festejamos que podemos producir con otras mujeres. 

Sostiene Valeria que se trata de una historia de amor, con mucho de heroísmo. No exagera. No se trata de un heroísmo pomposo o mediático, sino de una forma de ser cotidiana: “También hubo que romper internamente. Salir de un sistema de cuidados que nos explota, como madres, como cuidadoras. Porque es algo que hacés por amor, pero convierte en invisible a la mujer, que deja su vida de lado para cuidar a otra persona, y no se le da ningún valor. En cambio al cultivar, al producir, hacés algo concreto, que sirve para ayudar pero te transforma a vos. Te empezás a sentir potente. La relación con las plantas es maravillosa. Cambia el rol sumiso, por ese poder de producción. Y ser productora genera una autoestima que rompe todo. Cuando saliste de esa caja, no hay vuelta atrás”. 

Cree que eso es político, no en el sentido partidista, sino en el de transformación de la realidad: “Cultivar es el hecho político más hermoso de mi vida”. 

Rosalía se queda pensando: “Una vez que hacés el clic, te cambia la vida”. Ese cambio, informan, las convirtió en sujetas políticas: no porque están sujetas, sino por todo lo contrario.   

Plantadas: Valeria Salech (Mamá Cultiva), Rosalía Pellegrini (UTT) y el cannabis medicinal
Valeris Salech y el cannabis: un enfoque distinto para enfermedades psiquiátricas, neurodegenerativas, cáncer y la posibilidad de la producción agroecológica. Foto: Martina Perosa.

Ojo con nosotras

El primer encuentro fue a fines del año pasado en Casa de Abrigo, el refugio para las víctimas de la violencia machista que las mujeres de la UTT construyeron en la zona bonaerense de Lisandro Olmos. Unas 20 mamás cultivadoras, mujeres de ciudad, muchas profesionales, reunidas con otras tantas agricultoras principalmente bolivianas y del norte argentino. Y hablaron mucho.  

R: Nos juntamos con Mamá Cultiva y fue explosión. 

V: A mí me marcó mucho escuchar a esas mujeres que hablaban el mismo idioma. 

R: El conocimiento está abajo, en nosotras. Por eso tenemos una potencialidad impresionante si pensás que querés comer sano, o hacer un tratamiento con una planta que sea sana. Se lo van a querer apropiar las corporaciones con lo de siempre: agrotóxicos, transgénicos o montones de cosas que no tienen nada que ver con lo que estamos planteando. Si no es cannabis agroecológico, realmente no tiene ningún sentido. (Aclaración: sería el absurdo de una planta medicinal contaminada de pesticidas). 

V: En ese encuentro estábamos compartiendo. “Mirá este cultivo”, “llevate esto otro”, “te dejo semillas”. Y, ¿qué estábamos dándonos mutuamente? Plantas. No bitcoins. Y era lo mejor que nos podíamos dar unas a otras. Me di cuenta de que podemos pensar en grande, que no tenemos techo. Es cierto que se van a querer apropiar de la planta, que va a haber megaproyectos y biotecnología. Pero nosotras también vamos a estar ahí. Nos corresponde, es nuestra lucha y nos la ganamos. 

R: La agroecología no es solo sacar un herbicida y poner un bioinsumo. Hay todo un tema político detrás: que haya trabajo digno, igualdad de género. Cuando nos juntamos con Mamá Cultiva dijimos: “Esto es lo que teníamos que hacer, esto es agroecología”. Ellas nos hablaban de algo nuestro, con sentido común y con sabiduría terrenal. Y todo alrededor de una planta muy noble. 

V: ¿Sabés lo que es haber hecho todo este recorrido, rompiendo prejuicios, miedos, recibiendo ataques, indiferencia, y de repente estar sentadas en el pasto con las compañeras de la UTT, charlando sobre las plantas y cómo producirlas? 

El sentido común entre un mundo urbano y un mundo campesino. 

V: Sí, jamás nos hubiésemos encontrado de otro modo. Pertenecemos a mundos diferentes y fue espectacular. Ojo con nosotras. 

R: Hay un lugar hacia el cual ir juntas. Desde el amor, el acceso a la tierra, la agroecología, la soberanía alimentaria que significa cómo alimentarnos, sumado a lo que ustedes plantean del cuidado de la familia, de la salud, del derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, hay toda una lucha que podemos convertir en un proyecto conjunto de producción. Las campesinas con las mujeres que vienen haciendo todos los preparados para construir medicina. Me parece que esto va a volar, que va a ser un éxito. 

V: Tenemos que apuntar a hacer un producto con calidad, responsabilidad y amorosamente, y también a hacer ruido en cuanto al precio de lo que van a ofrecer las multinacionales. Hay que asegurar un piso y regular el mercado con nuestros productos. Que no sea una cuestión económica la que impida los tratamientos. 

R: Que no sea algo elitista. Nosotros producimos alimentos sanos a precios populares. En lo del cannabis, no puede ser que si no tenés plata tu hijo no pueda tener una calidad de vida totalmente diferente. Y de ahí vienen las ganas, porque nosotras somos muy del hacer. Y ellas nos agitaron. “Miren que se viene la producción” nos decían. En la Secretaría de Género de la UTT pensamos los emprendimientos de plantas medicinales como una fuente de trabajo y autonomía económica para mujeres en situación de violencia. Así que dijimos: “¿Por qué no cannabis?”.

V: Nosotras veníamos trabajando con las diputadas Carolina Gaillard y Mara Brawer en cómo ampliar el escenario que teníamos. Y lo que falta es la producción local por sobre la importación. Durante los cuatro años de macrismo solo tuvimos importación. Bueno, aguantamos esos años y acá estamos. 

Ustedes simbolizaron lo que el modelo transgénico llama “resistencias”.

R: (riendo) Cierto, no hay glifosato que nos aguante. También la UTT creció durante esos años, inauguramos almacenes, mayoristas agroecológicos, y sin ninguna ayuda, obvio. 

V: La resistencia parece un combustible que te pone las pilas. Pero no es solo resistir. Ahora estamos desesperadas por construir, ¿entendés?  

R: Claro, armar, hacer, porque creo que todas estamos hablando de lo mismo: el bien común y la vida digna. 

La intuición de lo que pasa

Valeria (vecina de Parque Patricios e hincha inoxidable de Huracán) se emociona al mencionar a su hija Ariadna (18): “Me vas a hacer llorar, ella es mi leitmotiv, mi sostén en todo este tiempo”. Recuerdo una foto de Ariadna con un cartel: “Cultivar para mi hermano no me vuelve delincuente”. Cuenta Valeria: “Emiliano está lo mejor que puede estar dentro de su diagnóstico. La terapia con cannabis tiene que ver con estar más conectado con la vida, no tan dopado. Le mejora la conducta, el humor. La cagada del autismo que los nenes quieren comunicarse y no pueden, y ante la frustración aparece la agresión, sobre todo en varones y en adolescentes. El cannabis es una herramienta súper necesaria para eso, y para mejorarles la calidad de vida”.  

¿Pensaste cuál puede ser el origen de males como el autismo y otras enfermedades que parecen haber crecido exponencialmente en los últimos años? 

V: Pasa también con el cáncer y con tantas otras. Me parece que es una respuesta natural a una sociedad enferma. Lo vemos cuando hablamos con gente de provincias donde hay tanto uso de pesticidas: aparece muchísimo la parálisis cerebral. Nos sorprende ver que cada vez que llega alguien de Entre Ríos suele ser por cáncer o parálisis. Habría que estudiarlo. Lo que te digo es una intuición, que te lleva a pensar que esto tiene mucho que ver con la alimentación y con los químicos que terminamos todos comiendo. Una de las preguntas que hacemos siempre es: “¿Qué comés?”. Porque el cannabis no es un milagro, necesita otros cuidados, y la alimentación es clave para estar mal, o para estar bien. 

R: Creo que esa cuestión está muy instalada. ¿Qué hay detrás de lo que consumimos? Si como un alimento sano, voy a estar saludable. Y esa es la demanda que está creciendo. 

V: A nosotras nos decían “ustedes no saben lo que les dan a sus hijos o a las personas que cuidan”. Es al revés. ¿Cómo no vamos a saber, si nosotras cultivamos la planta? La mayoría de las veces lo que no sabés es qué es lo que estás comiendo. 

¿Pensaron dónde y cómo se cultivará?

R: Tenemos que ver la parte técnica. En la reunión participaron las compañeras Delina y Maritsa del CoTePo (Consultorio Técnico Popular, formado por las mismas familias agricultoras para asesorase y trabajar mutuamente). Estamos en 18 provincias así que la posibilidad de cultivo es muy amplia. 

V: Lo principal es que el conocimiento lo tenemos. 

R: Ellas plantan, nosotras también. La planta nace, crece y da flores. Eso ya está sucediendo, y pudimos compartir lo que hacemos. 

V: No tiene por qué salir mal. Y es muy divertido. 

Me imagino una reunión casi culinaria.   

R: Claro, pasándonos recetas y consejos. 

V: Y al hacerlo, estás construyendo la cultura. Porque las mujeres bolivianas mientras se trenzan el pelo, se van pasando recetas de vida. Así que eso es lo que estamos hablando, y mucho. Después nos ven en la calle y dicen: “Epa, un millón de mujeres”. Sí, estamos haciendo política con los nenes a upa. ¿O cómo se piensan que construimos? Y eso es lo que te rompe la cabeza del feminismo. Lo peor para el patriarcado y lo mejor para nosotras es que encima nuestras hijas nos están acompañando. Veo esas fotos (en las paredes de MU Trinchera Boutique) y podrían ser nuestras hijas:  Mujeres fuertes, alegres, poderosas. Nosotras no existimos, somos parte de un gran colectivo.   

R: Sí, hay algo que llevarse las cosas por delante, de hacer igual. Ese es un poder que nos da una felicidad increíble. 

Valeria, ¿por qué decís que la planta es feminista?

V: Primero, porque existen muchas variedades de cannabis, cada una con propiedades que sirven para diferentes cosas. Entonces no es como otras plantas que tienen un único principio activo que se extrae y con eso hacen una pastillita o un medicamento. Aquí en cada planta hay muchos principios activos que interactúan y forman como si fuera un equipo de fútbol que ingresa a tu organismo y te cambia. No se puede aislar, necesitás a la planta entera. Entonces se sale de la lógica farmacológica de separar componentes, y no es posible estandarizarla. Eso es hermoso, porque entonces no puede haber monocultivo. Es una planta de la diversidad, y en la diversidad está su fortaleza. Por eso lo digo.   

¿Cuántas variedades hay? 

V: Conocemos tres o cuatro variedades de tomate, pero hay muchísimas más, decenas. O de uvas, o mandarinas. En cannabis hay más de mil variedades. Las necesitamos a todas, no sobra ninguna. Son individuos necesarios, como los humanos: no sobra nadie. Pasa en el mundo que aíslan alguno de los principios activos como el CBD (cannabidiol) para hacer cantidad de cosas (caramelos, champú, cerveza, jabón, plásticos) y eso es lo que van a querer hacer aquí, pero nosotras iremos por otro camino. No nos vamos a sesgar a un monocultivo. Vamos a hacer lo que sabemos. 

R: Nos gustó mucho lo accesible del conocimiento que trasmiten desde Mamá Cultiva. Nunca lo plantean como un tema de expertos. Nunca se guardaron algo, sino que multiplican lo que saben. Llevaron semillas y en eso hay un poder, porque quiere decir que el sistema no va a tener control sobre esto. Porque vos lo podés hacer en tu casa. No es una cuestión de élites ni de comercio, sino que circula horizontalmente. 

Guerra perdida, o ganada    

La ley surgió de la calle, de la comunidad, y llegó a lo legislativo. El proyecto dispone la creación de la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (ARICCAME) planteando que en el otorgamiento de las autorizaciones se “tendrá especial consideración hacia aquellas solicitudes orientadas a contribuir al desarrollo de las economías regionales y promover la actividad de cooperativas y de pequeñas y medianas empresas productoras agrícolas atendiendo, asimismo, la inclusión de la perspectiva de género y diversidad y proyección federal en su otorgamiento”. Agrega: “La reglamentación establecerá un programa especial de adecuación destinado a los emprendimientos de las organizaciones de la sociedad civil con fines de bien común que han desarrollado especiales saberes, conocimientos y experiencias acerca de los diversos usos medicinales, terapéuticos y paliativos de la planta de cannabis”. Falta saber la distancia inquietante que pueda existir entre lo escrito y los hechos. 

V: Hay una mirada amorosa en esas palabras. El tema será la reglamentación, eso da un poco de miedo porque sabemos que va a haber intereses de controlar esto. El patriarcado es la fantasía de controlarlo todo. Pero ya perdieron el control. La guerra contra las drogas se perdió, no en manos del consumo problemático, sino en manos de la violencia que genera la propia guerra, como me lo han dicho las Madres del Paco. Ese ambiente de guerra es el verdadero problema. Es medio tonto pensar que podés controlar una sustancia prohibiéndola.  

¿En los campos y quintas cuál es el consumo problemático?

R: El alcohol, de acá a la China. Además, revela otra cosa. Si yo me emborracho no le pego a nadie. Pero, ¿qué pasa que los varones se emborrachan y le pegan un tiro a su pareja? Claramente es el alcohol, no otra sustancia. Y viene del tema del patriarcado, donde pensás que sos el dueño del otro y entonces hacés lo que querés. Nosotros vivimos dramas tremendos. Gente que golpea o mata a su compañera y después se suicida. ¿Sabés qué hacen? En los campos donde siguen usándolos, se toman el veneno que usan en la quinta, el agrotóxico. Saben que con eso se van a morir. 

V: El mismo patriarcado matando varones.   

R: Sí, el mismo sistema productor agroalimentario dominante. La agroecología plantea otra cosa: cuidado, respeto, reciprocidad. La visión de la agricultura dominante es lo que tenemos que evitar que pase con el cannabis. Esa idea de dominación. Decir: vos no sabés nada, la naturaleza y la tierra no saben nada, somos nosotros que tenemos que dominarlas para sacar mercancía. Lo mismo con las mujeres: sos mía, te voy a dominar. Entonces necesitan la violencia. Es la misma perspectiva que con los territorios y los ecosistemas. La agroecología plantea: yo soy naturaleza, vos también, ese bicho también. ¿Cómo hacemos para convivir y dialogar?

V: Bueno, con el cannabis sabemos que pasará algo así, empresas que quieran ir por la autopista. Nosotros iremos por caminos alternativos, que tenemos seguridad de poder construir con las compañeras de la UTT y otras. Seguiremos compartiendo recetas, juntándonos, haciéndonos fuertes, produciendo. Estoy muy orgullosa de lo que hacemos porque todo esto es un movimiento de mujeres que estamos transformando el sentido común. Mi abuela decía: “Lo que te salva es el sentido común”. Y hablando de sentido común, los periodistas siempre me preguntan: “¿Hay en el mundo un modelo a seguir?”. Detesto esa pregunta. 

Mejor no te la hago.    

Es que no, lo que nosotras hacemos aquí es una construcción colectiva al revés, desde abajo hacia arriba, y eso nos garantiza legitimidad y consenso. Un cambio de lógica y de sentido común, que funciona además para muchas luchas. Cuando nos echaron de los consultorios médicos terminamos revolucionándonos contra las eminencias, y al mismo tiempo en la calle, acá en Riobamba, el grito era “mi cuerpo, mi decisión” de miles de mujeres por el tema del aborto. Y dijimos “este es nuestro colectivo”. Esas horas y horas de trabajo de abajo hacia arriba son las que te dan mucho dolor a veces, pero también mucha felicidad, gratificación, autoestima. Me dicen que Uruguay legalizó. Todo bien, lo adoramos a Pepe Mujica, pero fue la decisión de un tipo, una cosa vertical, de arriba hacia abajo. Aquí estamos construyendo nosotras algo digno de ser contado de otro modo. 

R: Y lo estamos haciendo más allá de lo que pretenda cada grupo de interés. Lo relaciono con otra cosa. La primera vez que pensamos los Verdurazos (acciones callejeras de la UTT para acercar alimentos a los barrios en los peores momentos de crisis) decíamos: ¿cómo ganarnos el corazón de la gente? Porque este sistema de dominación ganó los corazones de las mayorías. Entonces hay que ser muy creativos, ver cómo planteamos horizontes de vida para convencer a personas que todo el tiempo están mirando basura, que las bombardean de la tele, de los medios, de internet, de la mierda de consumo. 

V: Es que lo que venden es muy seductor. Todo un aparato de marketing y publicidad que te meten en la cabeza.

R: Nosotras también podemos ser muy seductoras. Lo aprendimos y hay que seguir haciéndolo. La idea es que esto no lo reclamen Mamá Cultiva, la revista MU y la UTT, sino que la sociedad reclame que quiere cannabis agroecológico, comer alimento sano, vivir de otro modo. Eso es lo que estamos logrando con una agenda que se construyó siempre desde abajo. Como en el tema de violencia contra las mujeres, o la legalización del aborto. Así estamos construyendo una transformación que es un cambio de paradigma hacia una nueva sociedad.  Tal vez hay que repensar lo de las autopistas y caminos alternativos: un tomate agroecológico no es un tomate alternativo. 

V: (riéndose) Claro, es el verdadero tomate, pero para que lo veas así tenés que conocerlo, saber el trabajo que hay detrás, probarlo. Parece que el feminismo, la agroecología y hasta el cannabis están de moda. Usemos eso a favor, aunque sepamos que el poder lo tienen otros.

R: Y nosotras tenemos nuestro poder. Hay que llevarnos todo puesto. No nos van a dar permiso. Lo vamos a hacer igual. 

En unos tiempos drogados de machismo, psicopatía, racismo y extractivismo, de manipulaciones de todo tipo, de brecha social crujiente, de desprecio, de enfermedades invencibles, de discriminación, de destrucción sistemática de la naturaleza, de poderes tóxicos; en épocas narcotizadas de indiferencia y de exclusión, ebrias de impotencia y narcisismo, posiblemente convenga cultivar el sentido novedoso de muchas palabras aquí escuchadas:  vida digna, producción, rebeldía, desobediencia, autonomía, resistencia, construcción, diversidad, sentido común, alimentación, potencial, convivencia, diversión, tierra, creación, trabajo, amor, conocimiento. 

Cultivarlas como una cuestión práctica, de vida. Y, si se quiere, de salud pública.

Plantadas: Valeria Salech (Mamá Cultiva), Rosalía Pellegrini (UTT) y el cannabis medicinal

Propuesta asamblearia: el cáñamo versus la megaminería

El ingeniero ambiental Gustavo Alvarez y lo que propone la Asamblea El Retamo, de Nonogasta: el cáñamo (la planta de cannabis sin THC, de uso industrial) para recuperar el ambiente contaminado y desarrollar proyectos cooperativos y comunitarios.

El presidente Alberto Fernández llegó en enero de este año a Chilecito, La Rioja, y dijo: “Acá se fundó la primera sucursal del Banco Nación, porque el Famatina traía la plata que hacía rica a la Argentina, y esa riqueza está acá, en el norte argentino”.

Fernández comenzó su mandato celebrando las leyes en Mendoza y Chubut que derivaron en rechazos históricos en esas provincias, que frenaron proyectos y revirtieron leyes que favorecían la megaminería. En La Rioja durante los últimos 15 años hubo cuatro multinacionales mineras que abandonaron el intento, por la resistencia social a la actividad. Por eso la asamblea El Retamo, de Nonogasta, publicó una carta abierta dirigida a Fernández en la que “lamenta profundamente y repudia las declaraciones del Sr. Presidente de la Nación, donde se refiere a las riquezas guardadas del Famatina, que están como a la espera de su explotación”. 

El texto recuerda que la asamblea presentó al ministro de Agricultura Luis Basterra “un proyecto relacionado con el cultivo e industrialización del cáñamo, una planta con grandes posibilidades de comercialización a nivel nacional e internacional, generadora de fuentes de trabajo, e incentivo al comercio interno en sus variedades de productos derivados del cultivo e industrialización”. Propone: “Este emprendimiento, tranquilamente, podría reemplazar la nefasta explotación megaminera, de comprobada contaminación, además de grandes consumos de agua, y poca generación de puestos de trabajo, sin hablar del saqueo que se produce al no controlar el real tenor de los minerales que se extraen y su cantidad”. Agrega la asamblea que “jamás otorgará licencia social a la explotación de bienes comunes”.  

No se había escuchado hablar de esta opción productiva frente a la megaminería. La planta de cáñamo (o hemp) es una variedad del cannabis sin el principio psicoactivo (THC). Se aplica a decenas de miles de usos que organizaciones como Proyecto Cáñamo Argentina han sintetizado: alimentación saludable (proteínas superiores a la de la carne, Omega 3 y 6, vitaminas, minerales), materias primas (textiles, plásticos, papel, materiales para la construcción). “Podríamos frenar la tala de bosques y tener papel  de fibras de cáñamo” dice Germán Pereira, pensando al cáñamo como bien social. También se puede producir toda clase de cosmética, y biocombustibles, reemplazando al petróleo con un cultivo que se está utilizando incluso en la remediación de suelos y agua contaminados al infinito, como en el caso de Chernobyl.

La historia del cáñamo es milenaria, universal y llega hasta las velas de las carabelas –Colón incluido–, el papel de la primera Biblia impresa por Gutenberg en 1452, el de la Constitución norteamericana de 1776 o los primeros autos fabricados por Henry Ford (los efectos a veces tóxicos de tales emprendimientos no deberían adjudicarse a la planta). Manuel Belgrano alabó al cáñamo como variante productiva criolla en 1797. Hasta el jean original fue hecho en 1873 con fibra de cáñamo por el señor Levy Strauss, retomado hoy por esa empresa en su página web “porque requiere menos agua” y “es una prenda más respetuosa con el medio ambiente”. Su prohibición desde el siglo pasado en Estados Unidos (exportada al mundo) tuvo que ver con la presión de industrias como la petrolera y la farmacéutica, combinada con las autopercibidas “guerras contra las drogas” que suelen implicar negocios tan turbios como los que dicen combatir, pero a gran escala.     

El cáñamo para uso industrial sustenta el proyecto de ley que incluye también al cannabis medicinal, y en muchos sectores se le huele un futuro tan rentable como para tentar a las corporaciones. La asamblea El Retamo, al contrario, explicó en su carta al Presidente: “Debemos cambiar el modo de producción y acumulación que vienen haciendo en el mundo los grandes capitales y multinacionales, solo para beneficiarse unos pocos mientras ponen en peligro al mundo”. Apoya el proyecto de cultivo para remediar los efectos contaminantes “apuntando a la agroecología, un plan donde coincidimos totalmente como un inicio de cambio de modelo de producción, cuidando el medioambiente”. 

El proyecto de Nonogasta nació por la contaminación provocada durante 30 años por la curtiembre Curtume (ex Yoma) empresa brasileña que cerró en pandemia dejando 800 desocupados. La asamblea propone cultivar 40 hectáreas de cáñamo para eliminar contaminantes del suelo como el cromo,  producir para diversas industrias, y que ese modelo erradique las fantasías mineras. La idea cañamera proviene del agrónomo e ingeniero ambiental Gustavo Álvarez, de la asamblea y de la organización H.I.J.O.S: “Memoria, Verdad y Justicia frente al genocidio, es algo que debe aplicarse también al ecocidio”, explicó a MU desde Arequipa, Perú, donde vive actualmente. “El proyecto crea 2.000 fuentes de trabajo con este cultivo que aporta a mitigar los pasivos socioeconómicos (pobreza y desempleo) y los ambientales”. Considera una paradoja el discurso oficial de “desarrollo verde” mientras “se fomenta el extractivismo y la destrucción de la biodiversidad”. La inversión para las 40 hectáreas sería de apenas 60.000 dólares, generando en principio 600 puestos de trabajo “a lo que se suma la posterior industrialización y además la erradicación del basural a cielo abierto y el reciclado de la basura con biodigestores que permitirían elaborar biogas y fertilizantes”. La propuesta global implica apoyo estatal (mínimo) para generar un trabajo que Gustavo considera que debe ser cooperativo y comunitario: “Una cooperativa no va a buscar el lucro sino una rentabilidad para generar fuentes de empleo. Y la asamblea, como siempre, es la que va a pelear para que no siga ocurriendo un ecocidio”. 

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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CABA

La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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