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¿Dónde están los desaparecidos?

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Nora Cortiñas presentó un hábeas corpus para que el Estado responda una pregunta antigua, sencilla y que todavía nadie ha amagado con responderle: “¿Qué pasó con mi hijo?”. Por qué lo hace ahora, la emoción en el juzgado y algunas ideas sobre los archivos nunca divulgados. Monopolios, gobierno y otras sorpresas.
¿Dónde están los desaparecidos?
“Quiero que me digan qué pasó con mi hijo Gustavo. Recurro al hábeas corpus como lo hice desde el mismo día en que se lo llevaron. Pero pasaron 35 años y hasta hoy no tuve respuesta. La diferencia es que hay un gobierno que sirve a los derechos humanos, con los juicios por ejemplo, y me parece un momento oportuno para presentarlo” dice Nora Morales de Cortiñas en el hall de Tribunales. A los 82 años sostiene que es “mínima, vital y móvil”. Va del brazo con Josefa “Pepa” Noia (92, también integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora), que ha firmado junto con ella el pedido que debería obligar a las autoridades a decir dónde está una persona detenida, aunque se sabe que lo que hizo el Estado fue secuestrar y desaparecer personas como parte de un plan sistemático.
Por eso una de las más antiguas consignas de las movilizaciones por derechos humanos fue: “Los desaparecidos, que digan donde están”. En el escrito el planteo es similar: “tengo el derecho absoluto e imprescriptible a conocer la verdad sobre la suerte y paradero de mi hijo Gustavo y, como consecuencia, tengo derecho a que las autoridades me proporcionen la información sobre su paradero”. La presentación coincidió con dos símbolos: lleva fecha del 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, en el que además Nora fue nombrada Doctora Honoris Causa de la Facultad de Ciencias Económicas.
 

“Nosotros no torturamos”

El hábeas corpus resulta una interpelación al Estado, que como tal hizo desaparecer a miles de personas en tiempos de la dictadura, sin que se sepa muchas veces qué ocurrió en cada caso. Los militares y policías siguen guardando secreto sobre los archivos que, se estima, reúnen esa información: “Claro, nosotros no torturamos a los militares para que hablen. Depende de ellos. Y no hablan porque es parte de su culpabilidad y la demostración del crimen que cometieron”.
Nora agrega: “Lo mío es una pregunta sencilla y de madre. No tiene ninguna otra intención que saber dónde está mi hijo”.
Otro dato: “En otros gobiernos no hubiera hecho esto porque no tenía confianza. Ahora tengo confianza en que vamos a dar un paso importante. No es contra nadie sino a favor de que se sepa qué pasó”.

¿Existen archivos?

Ana Careaga acompañó a Nora a Tribunales. Ana fue secuestrada de adolescente, lo que llevó a su madre, Esther Careaga, a sumarse al grupo fundador de Madres de Plaza de Mayo. Esther pudo recuperar a Ana, pero siguió en Madres “hasta que encontremos a todos nuestros hijos”. La propia Esther fue desaparecida en el operativo en la Iglesia de la Santa Cruz –diciembre de 1977-, junto a Mary Bianco y Azucena Villaflor de Devincenti. Ana militó siempre en el movimiento por los derechos humanos, y dirigió estos últimos años el Instituto Espacio para la Memoria.
Dice sobre el tema de los archivos: “La desaparición forzada de personas fue el corazón del plan represivo, que perseguía generar terror en la sociedad para desarticular todo lazo solidario y crear las condiciones para implementar un modelo económico neoliberal. Pero esas fuerzas de seguridad en las que, como ellos mismos dicen, todos pusieron el dedito (la huella digital), no dan información, es un pacto de silencio que se perpetúa y es proporcional a la magnitud que tuvo la desaparición de personas. En los juicios me impactó el alegato de los fiscales Alejandro Alagia y Gabreila Sosti en el caso del Batallón 601 de inteligencia porque se explicó que allí se centralizaba la información, se abría un expediente o ficha de cada persona y todo en algún momento se microfilmó. Algo parecido pasó en la ESMA. Por eso creo que se puede investigar. No es lo mismo que las Madres y los actores sociales sostengan esa posibilidad, a que lo hagan los poderes actuales del Estado”.

¿Dónde están los desaparecidos?

Adolfo Mango y Ana Careaga acompañan a Nora Cortiñas

Justicia y monopolios

Además de Pepa Noia firmaron el hábeas corpus Mirta Baravalle (Madre Línea Fundadora) y Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz). Sus abogados son Verónica Heredia y Eduardo Soares.
Dice Nora sobre el tema de los archivos militares. “Hubo pruebas de que existen, y algunos se pudieron conocer. El tema es que se necesita una decisión política de que se presenten y se abran”. Esa decisión es del Poder Ejecutivo, que comanda las Fuerzas Armadas a través de la Presidente de la Nación. “Creo que si este pedido llega a la Presidente podremos saber dónde está Gustavo. Los juicios están caminando, pero no se aclara la situación y lo que ocurrió con los desaparecidos”.
En el hall de Comodoro Py el único medio presente fue lavaca, hasta que se acercó un movilero de TN. ¿Qué declaró Nora a dicho canal? “Le dije que queremos una justicia equitativa, aunque parezca una obviedad, y ética, le dije también que queremos que la Ley de Medios se instale definitivamente para que haya libertad y que no queremos que haya monopolios de ningún orden, ni de Clarín ni de los otros”.

El DNI y la lágrima

Por el sorteo judicial, hubo que ir desde Comodoro Py hasta el palacio de Tribunales en la calle Talcahuano. Por esas carambolas del destino, Nora presentó el hábeas corpus en el Juzgado de Instrucción n° 12 acompañada por el periodista de lavaca, ante el juez Ricardo Warley y la secretaria Miriam Halata.
El trato fue muy correcto, pero para Nora fue más que eso. “Nos trataron excelentemente. Estoy feliz” decía, en lo que quizás sea un reflejo de lo que era presentar hábeas corpus en tiempos de la dictadura. “Esos ni te dirigían la palabra, te hacían hacer cola, te maltrataban. Aquí nos podemos sentar y explicar” decía Nora, mientras la doctora Halata contestaba: “Es lo que corresponde”.
Le consultó por qué estaba presentando el hábeas corpus. “Es que sigo sin saber qué le pasó a mi hijo. Y yo quisiera que él, de algún modo…” La emoción hizo callar a Nora, que me miró con los ojos inundados haciendo un gesto con su mano, tipo “no puedo”. Hubo unos segundos de silencio. Nora se repuso: “Quisiera que él sepa que siempre lo buscamos”.
Luego Verónica Heredia daría esta explicación a tanta emoción: “Nunca vi llorar a Nora, pero creo que ella siempre puso delante lo colectivo, y ahora está con algo que es específico de Gustavo”. Cuando la secretaria Halata estaba sacando unas fotocopias Nora me dijo: “Nunca pensé que me iba a pasar esto en un juzgado. Yo ni siquiera sabía si nos iban a recibir. Mirá cómo son las cosas”. Hay cosas que no se piensan. Se sienten.
La doctora Halata quedó asombrada por el DNI de Nora: 0.019.538. Nora sonrió: “¿Viste? Fui de las primeras en la cola para sacarlo”.
¿Dónde están los desaparecidos?

Lo que contó Víctor Heredia

Acompañó también a Nora Adolfo Mango, del equipo de Derechos Humanos de la Iglesia de la Santa Cruz (donde desaparecieron tres Madres y dos monjas francesas tras un trabajo de infiltración realizado por Alfredo Astiz).
Adolfo: “Yo hubiera hecho lo mismo que Nora. No dejaría de buscar hasta el último momento de mi vida. La justicia se está abriendo a escuchar la inquietud del pueblo. Hubo gente que no estaba enterada, o no se animaba, y que con los años empieza a contar. El otro día vino a Santa Cruz Víctor Heredia y contó que después de tantos años apareció un testigo que vio dónde había estado secuestrada su hermana, y por eso también él iba a presentar un hábeas corpus”.

Lo que se traga la tierra

Ana Careaga: “La presentación que hizo Nora es algo que está madurando desde hace tiempo. Estuvo muy con movida y emocionada. Ella me decía que durante años se presentaron muchos hábeas corpus que caían como en un agujero negro, en medio de esa incertidumbre, como si se los hubiera tragado la tierra. Y lo quiso hacer ahora porque esta temática tiene otro lugar, otro espacio, y entonces apela a la sensibilidad oficial que hay sobre ese tema para volver a pedir una respuesta sobre el paradero de su hijo. Es un puente con su propia historia”.
En una de las esperas en los oscuros pasillos del palacio de Tribunales, Nora repasaba algunos no y algunos sí que luego plantearía al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA: “No a la Ley Antiterrorista. No a Clarín ni a ningúntipo de monopolio. No a la megaminería a cielo abierto. No al glifosato, no a Monsanto. No a la discriminación a los pueblos indígenas. No al pago de la deuda externa inmoral, impagable y odiosa. Sí a la Justicia. Sí a la verdad. sí a la memoria.Sí al apoyo a los juicios hasta que se condene al último genocida. Sí a la recuperación de la identidad para todos los jóvenes que fueron niños apropiadospor el terrorismo de Estado. Sí a la reivindicación de la lucha de nuestras hijas, hijos, y del pueblo”.
Gustavo Cortiñas estaba casado, tenía un hijo pequeño. Militó en Juventud Peronista en la Villa 31 junto al padre Carlos Mugica. Cuando el sacerdote fue asesinado por la Triple A (1974), Gustavo pasó a trabajar socialmente en villas de Morón. Tenía 24 años cuando desapareció, el 15 de abril de 1977 a las 8.45, en la estación Castelar del Ferrocarril Sarmiento. Iba a su empleo en el INDEC, al que nunca llegó.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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