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La otra trinchera: los jóvenes de la Fiscalía, hoy

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MU reunió a parte del grupo sub-30 que en 1985 trabajó en la trastienda de la Fiscalía del Juicio a las Juntas. Por qué le decían “loco” a Strassera, el horario para las amenazas, las situaciones que más los impactaron. La película que se viene, como clave para recordar cómo se construyó en cinco meses una de las acusaciones más complejas de la historia. Por Sergio Ciancaglini.

Entre ellos, se referían a Julio Strassera quinieleramente como “22”, o directamente “el loco”. Lo cuentan y ríen. La risa evapora el tiempo y vuelven a parecer ese grupo veinteañero que hace 37 años tuvo un trabajo insólito y desmesurado: colaborar en la Fiscalía de la Cámara Federal en la estructuración de la acusación judicial más compleja que pudiera imaginarse porque involucraba homicidios (y femicidios, digamos hoy), desapariciones masivas, torturas, vuelos de la muerte: el terrorismo de Estado en dosis alucinadas que había controlado al gobierno y al país hasta un año y medio antes. 

“Yo era responsable de las fichas manuscritas para incluir cada caso en la acusación; las tenía en una caja de zapatos. Pero en esa precariedad había a la vez una potencia de trabajo que nunca más volví a ver”, cuenta Javier Scipioni (20 años en 1985). “Yo venía de otro ambiente social, y me sentí un boludo cuando por el juicio pude conocer todo lo que había pasado”, reconoce Lucas Palacios (veterano del grupo, 27 años en 1985). “Strassera y Moreno Ocampo eran los jefes, obvio, pero se sometía todo a discusión en el grupo”, recuerda Sergio Delgado, 23 años entonces. “La Cámara Federal tomó el juicio en octubre del 84, éramos muy pocos en la fiscalía, hubo que hacer todo principalmente en los últimos tres meses”, explica Carlos Maco Somigliana. Las audiencias comenzaron el 22 de abril. 

Ya no están: Judith König (21 años durante el juicio, luego contadora y experta del Ministerio Público Fiscal en causas de delitos financieros, fallecida este año), Nicolás Corradini (otro sub-30 que como abogado fue socio del estudio de Strassera), Mabel Colalongo (fiscal en Santa Fe en los juicios por delitos de lesa humanidad) y Carlos Somigliana (padre), empleado judicial y sobre todo Dramaturgo y Periodista: con mayúsculas. 

Judith y Maco intervinieron en cameos de Argentina, 1985, la película sobre el Juicio a las Juntas que se estrenará en septiembre y tiene alborotado e intrigado al grupo de ex chiquilines reunido en MU ya que ninguno la ha visto aun. Lucas trabajó en el estudio de Luis Moreno Ocampo hasta hace cinco años. Javier se recibió de abogado y psicólogo e integra la Defensoría General, dedicado a situaciones de vulnerabilidad de personas involucradas en causas penales. Sergio integra la Cámara de Apelaciones en lo Penal, Contravencional y de Faltas de la CABA. Maco (antropólogo) trabaja en la Procuración y forma parte del Equipo Argentino de Antropología Forense.

¿Por qué le decían loco a Strassera? Maco: “Porque era loco”. Lucas: “Una vez recibió a un periodista, sacó una pistola y le disparó. Era una pistola de juguete, de cebita. O agarraba el teléfono y llamaba a algún abogado conocido haciéndose pasar por militar, y cuando le preguntaban quién era, él respondía: ‘el capitán poronga’”, dice sobre la versión judicial de Tangalanga. Sergio: “Yo lo conocía familiarmente, y me daba miedo lo que pudiera llegar a decir en el juicio, pero nunca le escuché una puteada”. Maco: “Fue al revés: se manejó como pez en el agua, les saltaba a los defensores todas las veces que hacía falta y les daba mucha seguridad a las personas que testimoniaban. Hay que pensar que no existía la justicia oral: eso también se aprendió sobre la marcha”.  

Trabajaban desde las 8 de la mañana y a veces las audiencias terminaban durante la madrugada. Javier: “El testimonio que más me impactó fue el de Adriana Calvo. Su parto esposada, una cosa monstruosa. Era un parto y una violación. Y lo que contó Carlos Lordkipanidse, secuestrado en la ESMA. Mientras lo picaneaban le ponían a su bebé desnudo contra el pecho, y él no sabía si le llegaba la electricidad”. Recuerdan el testimonio de Mario Villani, doctor en física que transitó tres centros clandestinos del Ejército. Los militares le dieron para arreglar una picana, y él lo hizo pero bajándole el voltaje. Sergio: “De chico, en 1976, había leído horrorizado en La Nación el caso de 30 personas torturadas y muertas: la masacre de Fátima. Habían aparecido los cadáveres dinamitados. Harguindeguy (general y ministro del Interior) decía que iban a investigar hasta las últimas consecuencias. El juicio demostró los cuerpos venían de Coordinación Federal, que dependía de él”. 

Lucas: “Lo más tremendo para mí era el relato de la peregrinación de los familiares buscando a sus hijos. Contaban la desesperación, cada búsqueda, cada reclamo, sin encontrar nunca respuesta. Era desgarrador”.

Sobre las absoluciones, condenas bajas, y el Punto 30 de la sentencia que ordenaba seguir investigando. Sergio: “Creo que a los jueces les dio culpa porque respondieron políticamente a la consigna de quitarle responsabilidad a la Fuerza Aérea y a la última Junta”. Maco: “Aborrecimos la sentencia en su momento, aunque yo creo que los jueces cambiaron mucho durante la audiencia porque estaban como en La Naranja Mecánica, obligados a ver y a escuchar todo lo que había pasado. Supongo que el Punto 30 fue querer estar a la altura de lo que habían escuchado, y por eso ordenaron seguir juzgando”. 

Cuentan que estuvieron contra las posteriores leyes de impunidad. “Strassera también las rechazaba, Moreno Ocampo decía que la Obediencia Debida era desagradable pero constitucional”, plantea Maco. Sobre lo que hicieron: “Había mística de trabajo. Pese a lo escuchábamos cada día estábamos felices por poder hacer algo como eso”. Recuerdan que las amenazas telefónicas eran cotidianas. Cuando las recibía Judith contestaba: “El horario para amenazas es de 8.30 a 9.30”. Supieron que la policía les dijo a los jueces que no se hicieran problema por la seguridad, “pero no se suban al auto con Strassera”. Explican que estaban “desaforadamente” en contra de la teoría de los dos demonios. “El juicio mostró que no se podían comparar los delitos cometidos desde el Estado con cualquier otro. Era una discusión zanjada jurídicamente”, relatan estos jóvenes que supieron mostrar cuánto se puede hacer contra la pulsión de muerte, contra la resignación, cuando se trata de intentar algo en favor de ideas bellas y amenazadas en distintos horarios de la historia, como la vida y la justicia. 

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Santiago Mitre: los ojos en el juicio

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Argentina, 1985 ganó el premio Globo de Oro como Mejor Película Extranjera, lo cual implica un logro histórico para el cine argentino. Fue la única latinoamericana que llegó a la instancia final de esta edición 80 de los premios entregados por la Asociación de la Prensa Extranjera, en Hollywood. El film dirigido por Santiago Mitre reconstruye el juicio a las Juntas Militares, con los fiscales Strassera y Moreno Ocampo interpretados por Ricardo Darín y Peter Lanzani. Había ganado también el premio del Público en el festival de San Sebastián y en Venecia el otorgado por la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica como la mejor película de la competencia oficial. Fue galardonada también en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba, y el director Santiago Mitre obtuvo el Premio Signis de la Asociación Católica Mundial de Comunicación “debido a su certera aproximación al pasado desde una mirada profunda”.

En esta entrevista a la revista MU Santiago habla del deseo como motor para filmar en medio de la pandemia. El desafío y el poder de la imaginación: mirar hacia atrás para narrar el presente. Claves, otras películas que supieron anticipar la época y un enigma: ¿qué hay que hacer cuando parece que no se puede hacer nada? Por Claudia Acuña.

Santiago Mitre: los ojos en el juicio
Santiago Mitre. Foto: Marieta Vázquez
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Punto inicial: el juicio a las Juntas en tiempo presente

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Testigo privilegiado de muchas de las audiencias, el periodista de MU repasa escenas, revelaciones y contexto del juicio por un crimen masivo cometido desde el Estado, tema reabierto a partir del estreno de la película Argentina, 1985. Los testigos, las sorpresas, la ubicación de la locura y de la cordura. La proyección de esa historia pensando en las violaciones de los derechos humanos del presente. Por Sergio Ciancaglini.

Punto inicial: el juicio a las Juntas en tiempo presente
Los militares en 1985, de pie ante los jueces. Fotos gentileza de Telam y Fondo Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Archivo Memoria Abierta.
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Agrotóxicos en Baradero: todo huele mal

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Aire tóxico, olores pestilentes, enfermedades emergentes, aguas contaminadas. La comunidad expuesta a más de 60 plaguicidas con valores comprobados hasta cinco mil veces por encima de los estándares. Los análisis que revelan agrotóxicos en los cuerpos, incluso de niñas de 6 años. El municipio y un clásico: la defensa del modelo fumigador cuestionando las evidencias. Y la movilización social frente a la censura local y el silencio nacional. Con aval científico, la comunidad intenta garantizar lo que parece una nueva utopía: la salud. Por Francisco Pandolfi.

Agrotóxicos en Baradero: todo huele mal
La escuela primaria rural 8, rodeada de campos transgénicos, en la que dos niñas de seis años presentaron glifosato en el cuerpo. Fotos: Sebastián Smok
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LA NUEVA MU. Tomar el futuro

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