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Pan para mañana: Gualeguaychú debate prohibir el trigo transgénico
Un municipio que apoya la agroecología, creó un plan de alimentación sana y prohibió el glifosato, ahora debate hacer lo mismo con el trigo y el pan transgénico celebrado por el agronegocio y el gobierno. De las históricas asambleas contra las pasteras, a sembrar las bases de otro modelo agrícola que destierra varios mitos: rentabilidad, comercialización, desarrollo, salud y ambiente sano, versus contaminación, cáncer y el campo para pocos. La política entendida como medicina a gran escala, y las voces de una propuesta: “La naturaleza nos está dando la razón a los que vemos las cosas desde un nuevo enfoque”. Por Sergio Ciancaglini.
En el Reino del Revés nada el pájaro y vuela el pez. Nadie baila con los pies. Cabe un oso en una nuez. Usan barba y bigotes los bebés. Los gatos no hacen miau y dicen yes. Dos y dos son tres. Un ladrón es vigilante y otro es juez (aunque esto último pudo no ser un juego poético de María Elena Walsh, sino una premonición).
No sé si Gualeguaychú es un reino del revés pero se trata de un lugar en el que se rompen varios lugares comunes sobre la política, la salud, la economía, el trabajo, la alimentación e incluso sobre la bosta, siguiendo el concepto del ingeniero agrónomo colombiano Jairo Restrepo que también ha aportado su juego poético-productivo: “Con agua y mierda no hay cosecha que se pierda”.
En Gualeguaychú se prohibió el glifosato en 2018, al revés de lo que promueven los gobiernos, sus opositores, las corporaciones y los medios transgénicos. Tal vez en estos temas la grieta es una construcción basada en el humo.
Cuando este año el actual gobierno nacional aprobó el trigo transgénico (Hb4) con beneplácito mediático, empresario y político, aquí ocurrió al revés: comenzaron a discutir una ordenanza para prohibirlo junto al glufosinato de amonio, pesticida clasificado con banda azul por el SENASA (15 veces más tóxico que el glifosato) y prohibido en la Unión Europea. La medida del oficialismo nacional chocó con la propuesta inversa del propio partido en el reino de lo local.
Además, en el país en el que las empresas industriales de comida hacen y deshacen lo que quieren con los estómagos y los bolsillos ajenos, en Gualeguaychú –al revés– está vigente un programa con nombre sonoro: PASSS (Plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana). En noviembre realizará un encuentro nacional y funciona como un dispositivo que busca cambiar muchas de las cosas que en estos tiempos la gente tiene que tragarse.
El humedal, el Adolfo y el Che
La ciudad de 100.000 almas fue cuna de una Asamblea que puso el tema ambiental en agenda de todo el país hace casi 20 años, lo cual incluyó el corte de ruta y de frontera más fuerte de la historia (duró tres años y medio, desde 2006). No logró evitar la instalación sobre el rio Uruguay de la fábrica finlandesa de pasta de celulosa Botnia (hoy a cargo de su coterránea UPM) pero la experiencia sumó contagio a las asambleas antimineras en Esquel, Famatina, Mendoza, Andalgalá, Loncopué, entre tantas, y a lo asambleario como herramienta frente a todo tipo de problemas sociales y ambientales que afectan a demasiadas geografías. En Gualeguaychú, aquel conflicto hizo que la comunidad dirigiese luego la mirada a algunas desventuras en terruño propio.
Por eso puede leerse “Municipalidad de Gualeguaychú–Si a la Vida–Asamblea Ciudadana Ambiental” en la entrada al edificio de gobierno. El cirujano, magister en Salud Pública y abogado Esteban Martín Piaggio (44 años, tres hijos, a quien todos llaman Martín) tiene en su despacho de intendente imágenes de Ramón Carrillo, Ernesto Guevara, Eva Perón y reconoce que en 2003 no votó a Néstor Kirchner sino a Adolfo Rodríguez Saá a quien relacionaba –tras su paso de una semana por la presidencia en 2001– con el anuncio de plantarse contra el FMI. “El día que me enamoré entre comillas del kirchnerismo fue cuando Néstor ya como presidente dijo que nos sacábamos al Fondo de encima pagando 9.000 millones de dólares. Para mí fue un quiebre”.
Durante la intendencia de Juan Bahillo (actual secretario de Agricultura) Piaggio estuvo 8 años a cargo de la atención primaria de salud de la Municipalidad hasta 2015 junto a su primo Martín Roberto Piaggio, médico sanitarista. Esteban: “Nos sentimos hijos de la Asamblea, conocíamos además el tema de los pueblos fumigados a través del Grupo de Reflexión Rural”. Piaggio ganó la intendencia en 2015 aventajando a Javier Marchioli (de Cambiemos y presidente de la Sociedad Rural local) por apenas 209 votos. “Los medios lo daban como un empate, hasta que se contó la última urna”.
Mantuvo una pelea judicial contra el barrio náutico Amarras que destruyó un humedal frente a Gualeguaychú. “Hubo un fallo histórico de la Corte Suprema de la Nación que en 2019 ordenó detener la construcción y que la corte de Entre Ríos diera marcha atrás en fallos anteriores y obligase a la empresa (Altos Unzué) a deshacer las obras y recomponer el humedal en base a dos principios novedosos: in dubio pro aqua y pro natura”. Quiere decir que ante la duda sobre su impacto ambiental, cualquier conflicto debe ser resuelto protegiendo el agua y la naturaleza.
La realidad: pese a tal jurisprudencia no se detiene la destrucción de humedales en todo el país y, en este caso, la provincia y la empresa siguen sin obedecer la sentencia de la Corte lo cual constituye un delito penal (ver nota al fiscal Gustavo Gómez en la MU de septiembre: La cárcel como ecología). Da para pensar cuál es el verdadero reino del revés.
Stop Cáncer
Otra batalla de Gualeguaychú fue la prohibición del glifosato. La sociedad estaba movilizada por las denuncias sobre cáncer por encima del promedio nacional (de 260 casos anuales a 760 en la ciudad), las calles retumbaban de marchas de la coordinadora Basta es Basta contra el modelo contaminante, la campaña Stop Cáncer, Pelucas de Esperanza (por la caída de cabello provocada por las quimioterapias) y Paren de Fumigar las Escuelas, hasta que una historia colmó todas las paciencias.
Antonella González, 9 años, fue llevada en julio de 2017 desde Gualeguaychú al Garrahan de Buenos Aires. Diagnóstico: leucemia mieloide. Ella y su mamá, Natalia Bazán, subían videos a sus redes sociales, con Antonella sonriendo todavía, sin pelo, con un muñeco de E.T con el que jugaba a ser ventrílocua. Natalia me contó hace cuatro años que su hija vomitaba sangre y hasta tenía sangre en sus lágrimas. Murió 4 meses después, en noviembre, con el cuerpo maltrecho por la leucemia y por las intervenciones que trataban de salvarla. La ciudad quedó en shock.
“Los médicos relacionaron siempre lo que le pasó a Antonella con las fumigaciones y la cuestión ambiental” dice hoy Piaggio, que reconoce que el caso determinó la sanción de la ordenanza Glifosato Cero aprobada en abril de 2018 con nueve votos contra tres de Cambiemos.
Despelote total
¿Cuál era la contrapropuesta al Glifosato Cero? La ciudad postuló la salud pública como eje de su política. Apostó por la agroecología para demostrar de qué modo es posible cultivar sin insumos químicos (incorporándose además a la RENAMA, Red Nacional de Municipios que fomentan la Agroecología). Y lanzó el PASSS.
Que la alimentación sea sana, postulan, significa que se produzca sin agrotóxicos generando salud y menos enfermedad. ¿Que sea segura?: “Que todos y todas comamos”. Y soberanía alimentaria: “Producción local que genera trabajo local”.
Piaggio: “Empezó una reacción en contra y pensé: nos vamos a inmolar todos, van a venir con tractores. Querían patotear y destituir, pero al final se desinfló todo”. Las encuestas mostraban casi un 90% de apoyo a la prohibición. “Entendí que los intereses sectoriales tienen mucho poder pero también son pequeños, hacen ruido pero son cada vez menos que tienen más. No es que son el 60% de la población, ni mucho menos”. Creyó que la prohibición podía replicarse en otras municipalidades. Error: “Muchos intendentes me decían: ‘Muy bueno lo que hiciste, pero si yo planteo eso se me arma un despelote total’.
En términos pragmáticos, sin embargo, después de estas medidas (incluyendo la creación de un ecoparque, paseos y plazas, y todo lo que implica la gestión municipal) Piaggio ganó nuevamente en 2019, esta vez con el 65% de los votos contra 25% del mismo Merchioli de Cambiemos/Sociedad Rural. “El tema es que el modelo tiene sus agropolíticos, que están de un lado y del otro. El poder tiene sus representantes puestos como un huevo en cada canasta”. El kirchnerismo en sus distintas etapas no fue proclive a lo socioambiental. “No, al contrario. Se lograron conquistas sociales grandes, pero no en estos temas. Reconocer eso es importante, el peronismo actual no fija un horizonte hacia el cual ir con un desarrollo verdaderamente sustentable”. Piaggio ha tenido encuentros con Máximo Kirchner y Andrés Larroque, con Wado de Pedro y Juan Grabois. El año que viene debe abandonar la intendencia y me dice que se iría con gusto a su casa y a retomar su carrera como médico, aunque ya hay stickers que lo postulan (“Martín 2023”) para la gobernación provincial donde pisa fuerte Rogelio Frigerio en el bando opuesto. Tampoco es claro aún quién lo sucederá en la intendencia. Si su destino es hogareño o electoral dependerá de los siempre inciertos horóscopos políticos, o de las escaramuzas del despelote total.
La cocacola nutritiva
Pocas palabras para otro proyecto de ordenanza: “Artículo 1º: Prohíbase en todo el Municipio de San José de Gualeguaychú el cultivo, transporte y almacenamiento del trigo modificado genéticamente Hb4 tolerante a la sequía y resistente al glufosinato de amonio o de cualquier otro trigo transgénico desarrollado a futuro”.
La propuesta fue presentada en junio de este año por las concejalas Selva Chesini y Susana Villamonte que plantean en los considerandos que el trigo transgénico aprobado por el gobierno nacional “significa una amenaza a la alimentación y para la agricultura local ya que implica el uso de un herbicida altamente tóxico que sin lugar a dudas contaminará suelos, aguas y los granos producidos”, como advirtiendo sobre nuevas Antonellas. Señala además que “el daño que se produciría al mercado de trigo argentino sería irreparable e irreversible”.
Cuenta Villamonte: “Una de las promesas del modelo en los 90 era dejar de usar agrotóxicos, pero el uso se incrementó en un 1.500%, ya son 525 millones de toneladas por año”. Argentina es, por eso, el reino más fumigado del planeta de acuerdo a su superficie y población: “Los cultivos transgénicos son adictos a los agrotóxicos, y precisan productos y dosis cada vez más potentes para que hagan efecto”.
Pero todo esto fue aprobado por el gobierno del que forman parte a nivel nacional. “Es una de las desgracias que tenemos” responde Villamonte. “El mayor riesgo de vida es la ignorancia. Lo malo es no querer saber, o ser negacionista”. Chesini: “No creo que el gobierno haya decidido por ignorancia, sino por intereses en particular. Nosotros apuntamos a que se sepa que tenemos autonomía y podemos tomar decisiones como pueblo. No importa si el presidente de la Nación lo aprobó, puede ser inconstitucional porque tenemos derechos constitucionales a la salud, al ambiente y la alimentación sana. Por más que estemos alineados en otras cosas con el gobierno nacional, no vamos a aceptar esas cuestiones”.
Susana: “Acá vino la bioquímica Raquel Chan a defender el trigo transgénico que creó en sociedad con Bioceres. Después supimos que ella tiene acciones en Bioceres. Ese trigo no es un producto argentino sino de las corporaciones, y no se hace por afán científico sino por evidentes intereses económicos. El foco nuestro está en la salud de la población, en la producción sana y en el cuidado del ambiente. Estas empresas dicen que están preocupadas por el hambre del mundo pero no he visto que donen ni un alimento para la gente realmente vulnerable”. (Sobre la defensa del trigo Hb4 por su supuesta “argentinidad” me dijo luego Rubén Kika Kneeteman, responsable del PASSS: “Es como pensar que si la cocacola mañana está en manos de alguien de Gualeguaychú, se convierte en nutritiva. O si el glifosato pasa a manos obreras es nacional y popular. El problema no es la propiedad, sino el modelo”).
Así como estuvo Chan, viajaron a Gualeguaychú otra clase de expositores, como la bióloga Alicia Massarini o el abogado Marcos Filardi. En términos prácticos sobre 13 votos del Concejo Deliberante tienen garantizados 6. Las dudas no son por JxC (que votará contra la ordenanza) sino por las internas en el frente propio (con el gualeguaychense secretario de Agricultura Bahillo en contra). Que temas tan cruciales se empantanen en internas es parte del juego partidista sin dejar de ser, como sugiere Susana, otra desgracia.
Pandemia y droga
Leticia Gebhardt es una morocha entrerriana nada germana pese al apellido, motor de la huerta comunitaria agroecológica comunitaria Codo a codo en un terreno de unos 25 metros x 15.
Retrato del presente: “En la pandemia decían ‘quedate en casa’ pero acá mucha gente necesitaba comida o salir a trabajar. La Municipalidad nos daba un bolsón de mercadería que usábamos para ayudar. Pero dijimos: vamos a poner una huerta. Tengo tres hijas mías ya grandes, y vivo con tres hijas del corazón, adoptadas. La mamá es adicta, no podía tenerlas y decidieron quedarse conmigo. Ellas son las dueñas y pusieron este terrenito para la huerta, para sabernos ganar las cosas, no que el gobierno nos dé. Es feo eso. Acá con tu trabajo te llevás lo que hay. El municipio nos ayudó a aprender cómo hacer, pero no hay tarjeta Potenciar ni ninguna otra, ni te mandan a trabajar: viene el que quiere. Somos unas 20 familias. Hay amor a la huerta ¿me entiende? Tenemos lechuga, acelga, morrón, perejil, zapallito, zapallo, tomate, berenjenas, papas, de todo. No nos mandamos la parte, aprendimos en serio”. Cuenta que gana 43.000 pesos en una cooperativa de mantenimiento de los espacios verdes. “Es mejor que nada, no me quejo, pero ¿para qué me alcanza si somos cuatro? Por eso también la huerta”.
Codo a codo funciona además como merendero para 30 chicos. Leticia tuvo una idea: “Les enseñamos a cultivar y cosechar a los gurises, y se pasan acá todas las tardes. Son Los Huerteritos”. Mikea, Thiago, Noah, Serena, Milena, Ciro andan corriendo por allí. Más veterana, Berenice (11 años) dice: “Es relajante estar en la tierra, si me quedo en mi casa, ¿qué hago?”.
Leticia informa: “Cuando a la gente más le das, más quiere, y no hace nada, quedan dependientes del gobierno. Esa es la verdad. En mi barrio, San Cayetano, construimos nosotros mismos las 45 casas que hay. El problema es la droga. Mucha. Los chicos, sabe. Mi sueño es hacer una cooperativa. ¿Quieren consumir? Que se la ganen laburando, no que vayan a robar o matar por ahí. Hay que darles la oportunidad. Pero nadie les da laburo porque son drogadictos, entonces nunca se acaba. Yo digo que tal vez el chico va a trabajar todo el día, se cansa, conoce las plantas y la tierra, vuelve a casa, se pega un baño, se duerme, y se olvida de drogarse o empieza a pensar en otra cosa. Por lo menos lo intentaría. Lo digo conociendo el barrio”.
Cómo correr el horizonte
La reserva de Las Piedras fue recuperada por la Municipalidad en 2017. Estaba en manos de un instituto agrotécnico que ganaba lo suyo haciendo cultivos agroquímicos convenientemente fumigados. De 312 hectáreas habían dejado solo 30 para reserva natural. A partir de la creación del PASSS surgió otra idea: “Pasamos de 30 a 240 hectáreas y dejamos un sector para actividades productivas en armonía con la preservación del ambiente: 40 hectáreas de pastoreo racional o regenerativo con vecinos de la zona (un sistema ecológico de alimentación del ganado que a la vez enriquece los suelos) y por ahora dos hectáreas de producción agroecológica de verduras a cargo de la UTT (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra) con dos de sus integrantes y la idea de llegar a 10 familias que produzcan entre 10 y 15 hectáreas” cuenta Martín Roberto Piaggio, secretario de Salud, Ambiente, Desarrollo Social y Derechos Humanos .
Kika Kneeteman, responsable del PASSS, agrega: “Se puede conservar y producir, no son antagónicos, no hay que encerrar a la naturaleza en un parque, tomando a la producción como sacrificio. Acá también hay un bosquecito frutal, crianza de gallinas felices, abejas, la huerta, la fábrica de bioinsumos para recuperar los suelos dañados y un proyecto de tambo, siempre conservando las 240 hectáreas naturales”. Martín Roberto: “Queremos mostrar otro modelo de producción y que se puede correr el horizonte de lo dado, de lo posible, transformar el modo de alimentarnos y cambiar la condición de salud que tenemos en la ciudad, si más productores quieren replicar este tipo de experiencias”.
El proyecto de instalar familias campesinas de la UTT levantó polémica entre vecinos que se oponen a que se construyan las viviendas para albergarlas (ya hay 3 casas instaladas). “No se quejaban cuando se fumigaba y había solo 30 hectáreas libres, y sí se quejan ahora que se recuperó el parque y además producimos agroecológicamente” dice Martín Roberto. Augusto Sánchez Ramos (53), de la UTT, nacido en Tarija, Bolivia, e instalado en el país hace 30 años: “Me gustaría que vengan, conversen y conozcan lo que estamos haciendo. Una señora que criticaba vino, recorrió, y me dijo que estaba totalmente equivocada”. El PASSS permite que esa verdura ya pueda venderse en el Mercado Municipal, en 9 ferias barriales y que el 20% de la producción se done a comedores escolares. Manuel Trujillo (32): “Notamos una demanda cada vez mayor, nos dicen que les gusta esta verdura, y que dura mucho más” (las fertilizadas químicamente incorporan más agua, lo cual diluye el gusto y las marchita rápido). Calcula Manuel que hoy pueden producir 8.000 kilos mensuales. Gualeguaychú consume 974.000 kilos mensuales de verdura, lo que muestra que Las Piedras es una experiencia piloto, además de un lugar bellísimo, que recién empieza a tantear los límites del horizonte.
Cambio de chip
Kika sostiene que el PASSS y la agroecología no son símbolo de una economía para pobres. “No es el beso entre Grabois y (Gustavo) Grobocopatel: los pobres con la huerta y que siga el modelo. Queremos cambiar la alimentación de la comunidad, que las familias entiendan que no se puede alimentar a los gurises con chatarra que enferma y genera disrupción hormonal. Pero además queremos es cambiar el modelo, con la osadía que significa decirlo desde un lugar tan chiquito. ¿Cómo hacemos para defender la tierra, no contaminar el agua y el aire y la vida? Eso se hace con producción”.
Juan Pablo Oppen es un caso. Es corredor inmobiliario y arquitecto pero hace 5 años dejó todo para volver al campo familiar, San Luis, de 2.250 hectáreas, que había sido arrendado a productores sojeros durante dos décadas. Vio el lugar destruido, contaminado, desertificado. Se conectó con Eduardo Cerdá (fundador de la RENAMA y actual Director Nacional de Agroecología) para intentar algo distinto, volcándose a lo ganadero. “La agroecología me cambió la cabeza, y me va mucho mejor económicamente que arrendando” reconoce. Se dedica al llamado pastoreo racional: “Con alambre eléctrico vas haciendo que los animales pasten en determinados sectores mientras en otros los pastos vuelven a crecer. Cagan, mean, fertilizan el suelo gratuitamente, ganan kilos, todo es beneficio. La mierda es buenísima, como dice Jairo Restrepo, y dejás de ser insumo-dependiente. En el esquema químico, la verdad, el campo se arruina y gastás cada vez más para tener cada vez menos”.
No comparte ideas y prácticas del oficialismo local, pero define como “un hecho histórico” la prohibición del glifosato: “Hay gente de mi entorno que se opone, pero saben que había deterioro del suelo, cada vez más malezas resistentes, y por eso cuando hicimos los primeros encuentros éramos un puñado y este año ya hubo más de 200 productores acercándose. Mucha juventud. Ven que lo que hacés es real, y les cambia el chip. El drama nacional es que muchos productores ya no están en el campo, y al que arrienda le importa muy poco cuidar el suelo por que lo suyo es la ganancia rápida”. Aprendizaje: “No funciona un lenguaje agresivo para difundir esto. Si digo agrotóxicos, ya sé que ni me van a oír. Digo agroquímicos y listo. Lo importante es ser un puente para que se acerquen y pasen. Hay productores muy tradicionales que ya están dejando de usar insumos químicos simplemente porque entienden que vamos hacia otro modelo. Y habrá momentos para ser contundente, como con lo del glifosato, porque lo que se juega ahí es la salud, y la medida tuvo apoyo de la mayoría”. Sobre el trigo transgénico: “No lo veo como ciencia ni avance, sino como intereses de empresas. Eso le quita credibilidad. La naturaleza nos está dando la razón a los que vemos las cosas desde un nuevo enfoque”.
Dentro de 30 años
Hoy Juan Pablo vende sus animales a frigoríficos. El proyecto: “Tener un lugar para faenar y vender aquí carne agroecológica”. El PASSS está programando esa posibilidad. Albert Pérez Gont (responsable de Economía Social de la municipalidad): “Estamos haciendo una ganadería regenerativa buenísima pero no alimenta a Gualeguaychú. La idea es hacer faena en principio de dos animales diarios y llegar poco a poco a 10, con lo que estaríamos en un 10% del consumo de la ciudad. Queremos ir de a poco, también con la faena de pollos agroecológicos. Se formó la Cooperativa La Soberana, de productores locales y donde también está el ingeniero Maximiliano Níssero que logró hacer harinas agroecológicas para pan. Entonces son todos encadenamientos, como lograr tener una planta procesadora de alimentos balanceados. Y tambos”. La idea es instalar la marca Gualeche con el eslogan “lácteos de verdad” frente a productos que se autoperciben muy serenamente como “la verdad láctea”.
“Lo que nos interesa es hacer cadenas cortas entre productores y comercialización, pero avanzar para ir generando una demanda local” dice Pérez Gont: “La fortaleza va a ser que todos estos procesos crezcan y continúen sin depender del Estado o de un gobierno”.
Esteban Martín reconoce que más allá de su rol como político, le interesan las construcciones sociales “que hacen cosas mucho más grandes que el sectarismo que a veces tienen los partidos”. Su idea hacia adelante: “No podemos seguir pensándonos como granero del mundo, como exportadores de commodities. Hay que discutir cómo autoabastecernos para que no haya más hambre. Que haya laburo volviendo a la ruralidad inteligentemente para que todo sea sostenible en el tiempo. Que haya acceso a la tierra para quienes producen, como estamos intentando hacerlo aquí. Pero hoy te corren con los dólares. Bueno, consigamos dólares, soy pragmático. La agroecología podría conseguir divisas. Pero hagamos las cosas de otra manera. Mi crítica no es a las personas del gobierno, sino a que nadie te muestra algo que te motive, un lugar hacia dónde ir, una idea de emancipación. Nosotros creemos que lo estamos haciendo, y que dentro de 30 o 50 años, cuando se vea este proceso, van a decir: estos vagos hicieron lo que había que hacer con el ambiente, la agroecología, la soberanía alimentaria. No había otro camino”.
Kika cree que un mundo mejor alimentado sería un mundo de mejores personas. “El PASSS busca proponer otras conductas de alimentación, pero ahí dependerá de que la gente lo asuma. Que se entienda que no son huertitas de hippies o de pobres sino que hablamos de un modelo que hace cosas concretas para evitar la crisis económica, energética, climática, de ciudades que revientan. Hemos perdido hasta la idea de autonomía. Pensá en la deuda. Uno la toma, otro la legitima, el país queda atado. Ya ni necesitan a la dictadura para que eso pase”.
No cree en la grieta: “La política del extractivismo es la misma, y los que se pelean es porque se ven en el espejo”. La imagen lleva a pensar en figuras y movimientos idénticos, que parecen opuestos. “Yo critico a los dos. Y creo en lo que somos capaces de hacer en las políticas locales. Por abajo. Lo otro me queda lejos: nos quieren tener de espectadores, mirándolos y opinando. Pero donde yo actúo es en lo local”.
Martín Roberto: “El esquema de producir para exportar y tener deuda externa se hace desde siempre y nunca dio resultados. La deuda real que existe es el derecho de acceso a los alimentos, a la salud, a la tierra. Pero seguimos en esa trampa cíclica de condicionamientos que nunca nos deja asomar la cabeza. Te prometían el derrame, y el derrame jamás llega”.
Hace suya una frase de su colega Rudolf Virchow, médico alemán del siglo 19 considerado el fundador de la medicina social: “La medicina es una ciencia social y la política no es más que una medicina a gran escala”. Tal vez eso explique algo de este gobierno con tanta impronta de médicos. Dice Martín Roberto como espantando una enfermedad: “A veces nos parece que nos anestesiaron la importancia de la participación de la comunidad. Pero nada de lo que nos proponemos es posible solo desde el Estado, sin esa participación, sin involucrarse. Acá estamos viendo eso: cada vez más participación en estas iniciativas de cambiar la producción y la comercialización. Hace 4 años no había nada. Hoy será un 5% de lo que consumimos en la ciudad. Pero ya muestra que hay otro camino”.
Cuenta que las cosas que surgen en Gualeguaychú –tan al revés de lo que ocurre en otros lugares– dependen de una cuestión que parece (pero no es) muy básica. “Es un ejercicio que nos repetimos cada día. Si no vamos a hacer lo que hay que hacer, si no vamos a construir y a transformar las cosas, la pregunta es: ¿Para qué estamos?”.
Producción realizada en colaboración con la Fundación Heinrich Böll – Cono Sur.
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