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Viaje al corazón mapuche
MU en Bariloche con las mujeres detenidas. ¿Cómo están y qué piensan las mujeres presas tras el desalojo de la comunidad Lafken Winkul Mapu, de Villa Mascardi? ¿Cómo son las reuniones mapuche con representantes del gobierno? El testimonio de la violencia sufrida por Romina, la embarazada que parió a su bebé Lluko rodeada de policías. La machi, también presa, habla sobre el significado del territorio. La comunidad frente a un Estado que burla la Constitución. Viaje para conocer y comprender lo que plantea un pueblo que propone memoria, verdad y justicia. Por Francisco Pandolfi.
Desde hace más de un siglo se la mal llamó Campaña del Desierto. Hace un mes, Aníbal Fernández aseguró que en el allanamiento y desalojo a la comunidad Lafken Winkul Mapu no hubo “ninguna clase de represión, ni siquiera un rasguño”. Hay un hilo conductor entre el pasado y el presente, sostenido en el tiempo y confeccionado con una diversidad amplia de materiales: eufemismos, tergiversaciones, operaciones, hostigamientos, balas.
La represión al lof mapuche el 4 de octubre pasado motiva este viaje para ver con ojos propios. Y en un puñado de días, se ve de todo: denuncias de allanamientos irregulares; una ceremonia ancestral; una persecución policial sin ninguna razón de ser; una reunión cara a cara de referentes mapuche con el presidente del Parque Nacional Nahuel Huapi donde se ubica el territorio sagrado; cuatro mujeres con prisión domiciliaria en un domicilio que no es suyo; una causa judicial que se cae por su propio peso; un monumento a Julio Roca en el centro de la ciudad como síntesis de una Bariloche expulsiva hacia el pueblo mapuche; funcionarios a quienes se les pide una entrevista para que digan, y no quieren decir.
No hay grieta: o contestan con balas, o contestan con silencio.
¿Qué dice la constitución?
Para intentar entender un poco mejor lo que pasa en la Patagonia resulta necesario complejizar la historia. Mauro Millán es el lonko del lof Pillan Mahuiza, de Chubut, y una fuente de consulta permanente en varias comunidades mapuche. “El primer acto fundacional del Estado argentino fue quedarse con territorio indígena del norte, del sur, del este, del oeste. A partir de ahí se planteó una política negacionista hacia quienes quedamos sobrevivientes, que fue negarnos ese rango de pueblo. Nosotros no podemos hablar de 500 años, porque la Campaña del Desierto (1878-1895) la tenemos acá nomás, a la vuelta, la vivió mi abuela. Ella nació en 1895, por ende había recibido el impacto de lo que significó la Campaña del Desierto y lo que se llamó la pacificación de la Araucanía (proceso con similitudes en lo que hoy es territorio chileno, entre 1861 y 1883). Mis bisabuelos vivieron en carne propia los campos de concentración y los desplazamientos”.
Hace un parate en el relato, en el comedor de su casa, y continúa: “Fue una aplanadora el discurso de los Estados, porque logró que sus habitantes lo creyeran y así se omitió durante décadas el proceso que tuvieron los pueblos indígenas para sobrevivir”. Y se sigue omitiendo.
Más acá en el tiempo, un punto de inflexión fue la reforma constitucional de 1994. Recuerda Millán: “Generó mucha esperanza porque era la primera vez que la Constitución Nacional equiparaba ciertos derechos que estaban siendo vulnerados de las minorías originarias con respecto a un supremacismo de élite. Había un reconocimiento del Estado sobre nuestra preexistencia”. El artículo 75, inciso 17, establece entre otros derechos reconocer “la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural. Reconocer la personería jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano”.
Carlos Héctor Curuhinca es lonko de la comunidad Curuhinca de Neuquén. Lleva un makuñ (poncho) y una faja, su trarilonco, que viste su frente. Sentencia: “Lo que dice la Constitución queda muy en el fondo de cualquier tacho de basura. Nada más lejos que tierras aptas y suficientes para nuestro desarrollo humano”.
Lorena Cañuqueo integra el lof Mariano Epulef de Anecón Chico, en Río Negro, además de docente en la Universidad Nacional de su provincia. A la orilla del lago Nahuel Huapi, y unos minutos después de haber visitado a las cuatro lamien presas, contextualiza: “No se pueden buscar las condiciones de lo que está sucediendo con la comunidad solo en el presente. Hay que pensarlo en términos históricos y dentro de lógicas más globales. La violencia con la que se está aleccionando a la comunidad tiene que ver con que se está construyendo una amenaza para el resto de los mapuche, pero también para el resto de la sociedad argentina”. Sentada sobre centenas de piedritas, bajo un sol veraniego, agrega: “No es que ahora se inventa la idea de que el indio es extranjero y peligroso: eso tiene un arraigo histórico en el sentido común social. Desde la colonización nos moldearon de una manera y con lo que se ve ahora es que se profundizan las arbitrarias condiciones de identidad que quieren asignarnos. Ese indio flojo, vago y borracho, más cercano a la barbarie que a la civilización, ahora además es violento, terrorista y viene a horadar los cimientos de la Nación”.
Habla la Machi
En la lengua mapuzugun, “Mapu” significa tierra y “che” persona. En la cosmovisión de este pueblo, la vida es dada por y desde la tierra; y se busca una relación de simbiosis con todos los seres que habitan la Mapu. Una interacción de cuidado, respeto y veneración hacia las fuerzas naturales que coexisten alrededor.
Son las 6.30 de una mañana calurosa y el punto de encuentro es frente al barrio Pilar, sobre la ruta 40. Hasta ahí llegan mapuche de comunidades de Chubut, Neuquén y otras partes de Río Negro por dos motivos. Primero: celebrar una ceremonia ancestral de cara al lago Mascardi, a metros de donde hasta hace poco más de un mes vivía la comunidad Lafken Winkul Mapu. De allí fueron desterrados por el Comando Unificado que parió horas antes Aníbal Fernández y su Ministerio de Seguridad Nacional, tras la orden de allanamiento dictada por la jueza Silvina Domínguez. Segundo: presentar una nota ante las autoridades del Parque Nacional Nahuel Huapi.
Media hora después de la partida se llega a un territorio que ya no tiene el cartel que informaba “Comunidad recuperada”. Tampoco la bandera mapuche. En su lugar, cuelga una argentina. No pasa un minuto hasta que aparecen varios efectivos de la Policía Federal. Al ratito, arriban las otras tres fuerzas que integran el Comando Unificado: Gendarmería, Prefectura y la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Informan que tras la ceremonia todas las personas debemos darles nuestros datos, pese a estar en un espacio público, pese a no haber ocasionado ningún disturbio, pese a no estar bajo estado de sitio. El asedio es a la luz del día.
Como un árbol jamás podrá tapar al bosque, el acoso no impide que se lleve a cabo el ritual en apoyo a la Winkul. Primero en ronda, mirándose a los ojos; luego una al lado del otro, contemplando el lago Mascardi, a la cordillera de los Andes, con la espalda cubierta por un bosque repleto de árboles, aves y plantas; y por un cerro alto y tupido de verde, donde sentía la comunidad. El paisaje es un cuadro monumental, una pintura, un deleite a los ojos. “Para que se entienda lo que reclamamos hay que hacer hincapié en nuestra cultura, nuestra cosmovisión, nuestra forma de sentir. Debe ser escuchada y respetada. Pasan los años y aún no nos conocen, no saben de nuestra parte religiosa, filosófica, política y social, que nos determina. Y para vivir necesitamos de un espacio territorial, que no se reconoce”, explica Carlos Curuhinca, mientras el agua corre hacia el norte, mansamente. Maitén Cañicul Quilaleo es una comunicadora mapuche de Junín de los Andes que agrega un factor indispensable en el análisis: “A los poderes que nos hostigan no les jode que recuperemos nuestra cultura, nuestro idioma; no se meten en ese proceso. Ahora, cuando están en juego las tierras, muestran lo que verdaderamente son”.
En la ceremonia –el guellüpun, como se dice en mapuzugun–, suenan dos instrumentos: el Kultrún –de percusión– y el Kull Kull –un cuerno vacuno que originariamente se usaba para hacer llamadas–. Se crea la música, se la baila, se le regala el momento a la Mapu. Dice Carlos: “Por acá pasaron nuestros antepasados, es muy fuerte lo que nos pasa espiritualmente. No podemos olvidarnos que estamos cerca del Rewe de la Machi y como ella no puede estar en su lugar, nos transmite la fuerza para que salga nuestra palabra”. El Rewe es un altar, un sitio sagrado de conexión con otras energías del espacio en donde la Machi, guía espiritual y sanadora del pueblo mapuche, se levantó hace cinco años en la lof Lafken Winkul Mapu. La Machi se llama Betiana Colhuan Nahuel y desde su Rewe atendía a quien fuera a curarse. Tiene 21 años, dos hijos y es una de las cuatro detenidas. Es muy tímida, pero horas después aceptó contarle a MU: “Necesitamos volver al Rewe porque desde ahí buscamos un bienestar en la salud, pero no solo eso. Es un lugar para el autorreconocimiento, sanar el cuerpo y el espíritu. Cada enfermedad tiene una planta para tratarla”.
Las y los pichiche (niñas-niños) reparten una semillas en una bolsa. Las infancias tienen un rol fundamental en su cultura, que no es adultocentrista. “El sentido en las ceremonias es el de compartir, le convidás a la tierra lo que cosechás o preparás. La manera de mirar el mundo es integral, con todas y todos. Está el lago, el fuego, la montaña, hablando al mismo tiempo; se crea un momento individual, público y colectivo; cada persona entabla una conversación con las fuerzas. Parece raro, pero sucede. Esto mucha gente no lo entiende, pero es fundamental transmitirlo porque es nuestra espiritualidad”, socializa Maitén.
Se cierra la ceremonia. En la ruta esperan varios oficiales y una camioneta de la Policía Federal. Y otra de Gendarmería. Y otra de Prefectura. Y otra de la PSA. ¿Por qué tamaño despliegue? “Para mantener cualquier inconveniente”, dice el ayudante Flores sin ninguna identificación en su chaqueta. Luego se retracta: “Es para evitar cualquier inconveniente”. Subimos a los autos para regresar los 30 kilómetros que separan Villa Mascardi de la ciudad de San Carlos de Bariloche. Y la persecución sucede, literalmente: una camioneta de la Federal comienza a perseguirnos, más y más rápido, con la impunidad de quien no paga ningún costo. Cuando unos minutos después el patrullero frena en la banquina, una lamien (mujer) saca la voz desde las entrañas, con una firmeza envidiable: “Este hostigamiento es constante, pero salimos adelante porque somos uno”.
Cara a cara con el estado
El segundo destino es la intendencia del Parque Nacional Nahuel Huapi, de donde fue despojada la lof Lafken Winkul Mapu. Referentes mapuche de tres provincias se anuncian para presentar un documento que refleja la preocupación de que la Machi aún no volvió a su Rewe, así como la falta de una mesa de diálogo propuesta por el Estado, incluso luego de que la misma jueza que ordenó el desalojo exhortara al Parque Nahuel Huapi el resguardo del altar ancestral. Piden un encuentro con el intendente, Horacio Paradela, quien llega minutos después. Propone hacer la reunión afuera, para no ocupar el hall de entrada. Afuera es, literalmente, en la vereda, con el ruido permanente de una zona céntrica de San Carlos de Bariloche, bajo los rayos de un sol que empieza a sofocar mientras se acerca el mediodía.
Hay infancias, hay una anciana, hay personas. Al fin la reunión se hace adentro, donde un letrero se titula “Cosmovisión”, y en el texto que lo acompaña se lee: “Varias comunidades Mapuche tienen sus territorios comunitarios en el Parque Nacional. El gran desafío es el comanejo de esos territorios desde la conservación-cosmovisión. La Cosmovisión Mapuche es la interpretación del mundo en equilibrio con la tierra y todos los seres que la componen”.
A continuación, extractos de una conversación entre el Estado y representantes del pueblo ancestral que dan testimonio sobre este momento histórico.
Se arranca con una ronda de presentación. “Sería bueno que desde hoy nos empiecen a escuchar”, dice María Elena Tripailaf, de la Lof Painefilu. “Creemos en el diálogo, siempre lo propusimos y buscamos acercar las partes, pero el Estado reconoce a otras culturas menos a nosotros”, dice Carlos. “Necesitamos que comprendan la importancia del Rewe. Seguimos soportando maltratos del Estado argentino como cuando le quemaban las casas a nuestras abuelas; ahora acaba de pasar lo mismo”, dice Flavia. “Ya no buscamos que nos entiendan después de tanto tiempo, pero sí que haya una política pública que no nos siga despojando, porque hasta ahora las leyes que nos resguardan, no las cumplen”, dice Gabriel Nahuelquir, werken (vocero) de la comunidad Nahuelpan.
Mauro Millán toma la voz: “No estamos de acuerdo cuando se habla del conflicto mapuche, porque el que se conflictúa es el Estado, porque sus políticas van quedando obsoletas cuando los pueblos maduramos. Estamos de acuerdo con los códigos que impone el Estado, todo bien; ahora, si nos proyectamos como pueblo, se genera el conflicto porque las instituciones no están preparadas. Estamos en un país que luchó mucho para defender la democracia. Sin embargo, hoy se le dejó de dar de comer porque el Estado está al servicio del poder económico”. Agrega: “Nosotros consideramos al Rewe como algo que no se renuncia jamás, por más que hayan hecho caricaturas, relatos tan ofensivos… Fíjense que nosotros solo respondimos con acciones de autodefensa; los muertos son todos mapuche. Nos urge encontrar un camino de solución y el único que vemos es con mayor capacidad intelectual, intuitiva, con política y con diálogo”. Le sigue Martina Painefilu: “Tengo más de 80 años; he venido a este lugar varias veces reclamando por muchas causas. He vivido momentos muy difíciles en la historia de mi familia, de mi gente, en el campo. He visto a mis mayores llorar por falta de territorio, de comida… cuando siempre abundaba la comida en las casas, hasta que vino el winka (blanco invasor) a arrasar con todo. Nos quitaron el idioma, la espiritualidad, la plata, el oro; los barcos cargados se fueron, pero todavía hay muchas riquezas en nuestro país y sabemos que no nos van a dejar vivir tranquilos. Nosotros lo que sabemos es conversar, no somos terroristas, ni violentos, nunca lo fuimos. Hay que llegar a acuerdos, estamos dispuestos a recibir a todas las autoridades que sean. Desde hace más de 300 años que nuestra gente hacía tratados con reyes, ¿pero quién los respetó? El indio nomás. Pedimos a Parques Nacionales que ponga su peso frente a esta situación. ¿Qué van a hacer? Dígannos, ¿qué van a hacer?”.
El intendente del parque Horacio Paradela contesta: “En relación al espacio que la justicia le reasigna la posesión a Parques Nacionales, como a otros privados, advertimos formalmente a la justicia que para la preservación del Rewe era conveniente tener presencia de las Fuerzas de Seguridad; esto lo venimos hablando con el Ministerio de Seguridad. No se ha generado de parte de Parques ninguna otra definición. Les pedimos tranquilidad y cautela”.
Responde el Pueblo Mapuche. María Nahuel: “Parques Nacionales se vino a meter a nuestro territorio, nosotros ya estábamos ahí”. Maitén: “Sorprende cómo nos piden tranquilidad, cuando Parques Nacionales optó por el camino de la criminalización y la judicialización. Parques Nacionales hizo la denuncia contra el territorio desalojado en la gestión anterior, la sostuvo en esta, y siguen pidiendo a la policía, sabiendo que el Ministerio de Seguridad generó un Comando Unificado. Ustedes tienen la posibilidad de elegir cuál es la política con la que van a accionar y queremos saber si seguirá siendo la del hostigamiento”. Mauro: “Es una gran hipocresía y contradicción que estén resguardando un Rewe mapuche, de los propios mapuche. Necesitamos una solución porque la situación se puede descontrolar; no deje que se dilate. Un gesto importante sería que dejen ingresar a las autoridades del pueblo mapuche para saber en qué estado está el Rewe y eso lo pueden hacer en unas horas, mañana mismo. Sería un primer gesto y vamos a esperarlo, pero no dentro de un mes, sino lo antes posible. Nuestra urgencia está vinculada a la espiritualidad”.
Devuelve Paradela: “Apelo a mantener cierta calma, lo importante es construir el diálogo, cara a cara; han pasado años sin que esto sea posible. Con todo lo que pasó, no puedo autorizarlo y la situación todavía está demasiado candente; entiendo que la respuesta debe ser en estos días, lo tengo claro”.
Finaliza el intendente del Parque Nahuel Huapi: “¿Con quién seguimos la comunicación?”. Se define que sea el lonko Mauro Millán. Dos semanas después de la reunión, nadie se había contactado con él. En el mismo sentido, hasta el cierre de esta edición, Paradela no había accedido a la entrevista pedida por MU, aduciendo un problema personal. Juan Cabandié, ministro de Ambiente de la Nación y de quien depende Parques Nacionales, tampoco respondió el pedido de entrevista.
Violencia antes de parir
El 4 de octubre se llevó a cabo el despojo de la tierra ancestral de la comunidad Lafken (lago) Winkul (montaña) Mapu (tierra). Más de 250 efectivos del Comando Unificado irrumpieron en el territorio. Tres infancias y dos adolescentes estuvieron corriendo por el cerro, escapando, escapando del comando, más de diez horas. Siete lamien fueron detenidas: cuatro permanecen en prisión domiciliaria, procesadas por el delito de usurpación por despojo (Celeste Ardaiz Guenumil, Romina Rosas, Luciana Jaramillo y Betiana Colhuan Nahuel) y tres fueron sobreseídas (Andrea Despó Cañuqueo, Débora Vera y Florencia Melo). Las mujeres presas se encuentran en el Centro Mapuche Bariloche, al lado de una escuela de formación policial. Allí están junto a sus nueve hijas e hijos. Allí nos reciben, porque hay mucho para decir: “Si para Aníbal Fernández no hubo represión hacia nuestro lof, entonces tendremos conceptos distintos de lo que es represión y violencia”, dice Luciana. Mientras gira el mate, gira la palabra, para ejemplificar la violencia física, psicológica y obstétrica que al ministro y funcionarios se les olvidó mencionar.
Celeste: “Me tiraron al suelo, a mí y a mi nena de 5 años. Nos apuntaron con el arma en la cabeza. Me preguntaron qué tenía en la cuna y la patearon. Mi nena se levantó, abrió el cierre y dijo ‘acá está mi hermanita’. En un momento mi hija Quimey, la más grande, estaba al lado mío y un policía vio que ella salió corriendo y le disparó en su dirección. Después, cuando nos sacaron de nuestro territorio hacia la ruta 40, le dijimos a la jueza Domínguez que nuestros chicos estaban escapando por el monte, entre las balas. Respondió: ‘Bueno, voy a ordenar que no disparen con plomo’. Fue una cacería”.
Luciana describe más de 100 horas de hostigamiento: “A las 7 de la mañana empezamos a escuchar tiros, bombas de estruendo, gases lacrimógenos. Estaba con mi nene más chiquito que tiene 4 años. Tenían unos armamentos terribles. Nos tiraron al piso y dijeron ‘las matamos’. Estaban re locos, no sé si estaban drogados o qué. Cuando nos sacaron de la comunidad, primero nos llevaron a la PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria), y desde ahí nos comenzaron a filmar todo el tiempo. Hasta cuando íbamos al baño lo hacíamos con la puerta abierta y nos grababan. Si nos ordenaban que nos saquemos la ropa para revisarnos también nos filmaban desnudas. Empezamos la huelga de hambre y de ahí a Florencia, Débora, Andrea y a mí nos subieron a un avión de Prefectura, institución asesina de Rafita (Rafael Nahuel, asesinado por la espalda durante una represión del Grupo Albatros de la Prefectura, en tierras de Villa Mascardi, el 25 de noviembre de 2017). Nos trasladaron a Buenos Aires y cuando bajamos del avión el despliegue era impresionante. De ahí nos llevaron a la Montada (Policía Federal) y luego a Unidad 28 (del Servicio Penitenciario Federal), donde también nos hicieron sacar la ropa, ya nos habían requisado como diez veces en total. Nos sacaron a un lugar público, donde pasaba gente y nos hicieron sacar otra vez la ropa para pasarnos un detector de metales”. Hay más: “De ahí nos trasladaron al penal de Ezeiza. Además de las esposas que ya teníamos, nos pusieron una cadena en los pies. En Ezeiza otra vez nos tuvimos que sacar la ropa”.
Débora: “Estuvimos dos días desaparecidas. Incomunicadas, sin que nuestras abogadas supieran dónde estábamos. Y que pudieran hacer esto, como si nada, sienta un precedente para aplicar en otras luchas que se están dando”.
Romina estaba embarazada de 40 semanas, ya a punto de traer al mundo a su hijo Lluko (agua limpia, en mapuzugun). “No les importó. Me redujeron con la terrible panza, me arrastraron una cuadra hasta una camioneta, me torcieron las manos. Como no me podían entrar, me golpearon con la puerta. De ahí me llevaron al hospital, ya con contracciones. Luego a la PSA, junto al resto, y de nuevo me desnudaron. Lo querían hacer con la puerta abierta, ante la mirada de varones. Cuando iba al baño me obligaban a ir con los testigos. Era una locura. Ya en el hospital, sufrí mucha violencia obstétrica. Me filmaban las 24 horas, me decían que me iban a grabar el parto. Me despertaban y requisaban a la madrugada. No descansaba: todo el tiempo era maltrato”. Sigue: “Primero me tuvieron en la sala de maternidad y después me trasladaron a una habitación que compartía sala con enfermos de coronavirus y gente que tiene problemas mentales. Al principio no dejaban que entrara mi partera; además, hubo mucho racismo, se burlaban de la medicina ancestral. Me violentaron hasta el minuto antes que estaba por parir”.
La püñeñelchefe (partera) de Romina se llama Flavia Sepúlveda. Rememora esas horas: “Cuando me dejaron pasar, luego de constantes requisas, humillaciones por el solo hecho de ser mapuche y cuatro horas después de que me anuncié, la encontré en una situación horrible, maltratada, golpeada, violentada, alterada, fuera de sí. Sin comer bien, con las costillas chupadas. Nosotros veníamos trabajando esta gestación desde que se enteró del embarazo, porque la salud integral no es solamente lo físico, también lo espiritual. Todo lo que hagamos durante la gestación va a repercutir en la vida de esa persona, en su salud emocional, en su cuerpo. Ese bebé ya nació con una marca grave en su espíritu, enojado, triste, con rabia por todo el maltrato”.
La causa armada
En una de las paredes del Centro Mapuche Bariloche hay dos afiches colgados: uno, mantiene la memoria viva de Rafael Nahuel –de la comunidad Lafken Winkul Mapu– y de Elías Garay, dos jóvenes mapuche asesinados en 2017 y 2021, respectivamente; el otro cartel denuncia sin rodeo: “Basta de causas armadas”.
La jueza subrogante del Juzgado Federal de Bariloche, Silvina Domínguez, dictaminó el procesamiento y la prisión preventiva de las cuatro lamien por el delito de usurpación por despojo. Fue apelado por la Gremial de Abogados, que acompaña jurídicamente a la comunidad. Uno de los letrados es Gustavo Franquet, que afirma: “Lo judicial intenta lavarle la cara a las decisiones políticas”. Para entenderlo, hay que ir al origen de la creación del Comando Unificado. El 25 de septiembre personal de Gendarmería Nacional denunció que fue atacado “presumiblemente con piedras y disparos de armas de fuego” en el predio Los Radales, cercano a la lof Lafken Winkul Mapu y por un grupo de personas encapuchadas que quemaron la casilla de la fuerza armada. “El desalojo se desata a partir de ese incendio, de una supuesta usurpación de un terreno nuevo. Esto le sirve a la jueza Domínguez para unificar otras causas abiertas y ordenar la prisión preventiva, incluso cuando en algunas de esas causas ya se había dictado la falta de mérito. Las chicas quedan detenidas y a otras cuatro personas que no fueron arrestadas se les dispone el pedido de captura. En los siguientes 20 días hábiles, o sea, en el mes que la causa estuvo signada por el secreto de sumario, la jueza y la fiscal no encontraron ningún tipo de elemento para imputar nada a los miembros de la comunidad. Queda claro que es una causa armada”.
Según lo que establece el Código de Procedimiento Penal de la Nación, el cuerpo de abogados pidió una audiencia oral y pública, pero la Cámara Federal de Roca la denegó “por motivos de agenda” e instaron a presentar por escrito los argumentos de apelación. Al cierre de esta edición, la Cámara debía responder. Continúa Franquet: “Nosotros pedimos la anulación completa de todo, pero lo más urgente es la injustificada prisión preventiva de las cuatro lamien, porque solo puede dictarse por excepción y este no es el caso, no hay peligro de fuga, por ejemplo. Además, la Corte Interamericana de Derechos Humanos plantea que para los pueblos originarios la excepcionalidad debe ser mayor. Y otro factor es lo que expone el Defensor de Menores de la Nación, Eduardo Peralta, sobre la defensa de los derechos de la niñez”. Argumenta Peralta: “La resolución debe ser revocada y revertirse la prisión preventiva con el objeto de que las mujeres adultas acusadas puedan mantener el debido cuidado de sus hijos/as y resguardar su dignidad, integridad física, conservar sus costumbres culturales, continuar ejerciendo su derecho a la educación y proteger sus núcleos familiares a los fines de no afectar el normal desarrollo de las niñas y niños involucrados”.
En ese mismo sentido, Lorena Cañuqueo desarma el relato oficial: “Se arman fuerzas de seguridad especiales y grupos de comandos para intervenir, inflar un conflicto e inventar una imagen. El lof Lafken Winkul Mapu está siendo utilizado para crear ese imaginario: el encapuchado, el peligroso, el terrorista, sin ningún elemento contundente. Lo que está sucediendo con la comunidad condensa el poder del negocio inmobiliario que hay detrás”.
El modelo de país
El centro de Bariloche habita un mundo paralelo al de esta nota. El principal ingreso económico es el turismo y las calles lo ratifican: se habla en inglés, en alemán, en portugués, en lenguas no mapuche. También disfrutan los últimos grupos de egresadas y egresados del año, que deben acatar lo que los coordinadores de las empresas les ordenan decir en las filmaciones que servirán para captar próximas camadas. Lo que casi no se ve en el centro es a la gente de la periferia, a las y los pibes del Alto Bariloche. Salvo a los obreros, que en general son de origen mapuche y/o chilenos. “Esta sociedad siempre fue muy racista. Tiene un modelo local imaginario muy arraigado en el de la civilización y la barbarie y también la selección bien fina de qué tipo de migrantes se buscan: replicando el modelo hegemónico nacional. Por eso, acá el chileno es la peor mierda que hay, el migrante menos deseado, porque el prototipo de inmigración deseable responde al ideal europeo civilizado”, encuadra Lorena, integrante del Grupo de Investigación de Alteridades, Territorialidades y Agencia Colectiva de Norpatagonia. Mediante ese equipo, desde 2017 viene pidiendo a Parques Nacionales los documentos con la delimitación de los loteos. “No los pasan. Y cuando se hacen mapeos independientes, una se da cuenta el rectángulo que reclama la comunidad, que son como mucho 30 hectáreas y ve los enormes cuadros que tienen otros tenedores privados… Cualquier persona que transite de Bariloche a El Bolsón ve la cantidad de emprendimientos inmobiliarios que hay, uno tras otro, donde la clase media argentina no puede acceder porque es económicamente imposible. Hay gente que viene a pasar algunas horas acá, una vez al año y después se vuelven a su país, y hay comunidades que fueron desplazadas de esos lugares. Sin embargo, los únicos cuestionados somos los indios”.
En cuanto a la connivencia del empresariado con los gobiernos, revela: “Hubo empresarios lindantes a la Lafken Winkul Mapu que compraron terrenos en 2018, cuando estaban judicializados desde 2017, tras el primer desalojo a la comunidad y el asesinato de Rafael (Nahuel). Si eso era propiedad del Estado Nacional, ¿quién fue el responsable por parte de la Administración Federal de vender tierras en pleno proceso de demandas territoriales del Pueblo Mapuche?”.
El reinante clima antimapuche fue fogoneado por la organización Consenso Bariloche, conformada por empresarios del poder más concentrado, con una fuerte vinculación a la centralidad del gobierno rionegrino, así como al PRO. Previo al desalojo, una serie de movilizaciones con banderas argentinas, orquestadas por la ex ministra de Seguridad Patricia Bullrich, actualmente en campaña presidencial, prepararon el terreno que abonarían la gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras, y el Gobierno nacional. Analiza Lorena: “La mayoría está vinculada a la especulación inmobiliaria. Empezaron en Bariloche y ahora se está armando Consenso Villa La Angostura”. No se ven en las calles, no hay carteles, no parecen mover el amperímetro, por lo menos a simple vista. “Por ahora no permea las fibras de la discusión interna de Bariloche, porque las condiciones raciales ya existían previamente a su nacimiento. De todos modos, lo digo con recaudo porque ya vimos lo que pasó con Macri a nivel nacional. Se trata de la derecha bien de derecha, que se alimenta de una maquinaria de propaganda muy importante que son los medios de comunicación hegemónicos como Clarín, La Nación e Infobae. Sin ellos, no funcionaría; son parte esencial en la construcción del sentido”.
Memoria, verdad y justicia
“Municipio de Bariloche, tu municipio amigo”, es el eslogan que se lee por esta ciudad de 146 mil habitantes, donde gobierna Gustavo Gennuso, del partido provincial Juntos Somos Río Negro. Un par de días antes de la represión, le reprochó al Gobierno Nacional su tibieza ante el lof Lafken Winkul Mapu: “Una de las cosas que observo es que frente a esta situación no actúa de acuerdo al derecho, sino culposamente, y las fuerzas federales pasan el papelón de tener que retirarse de un lugar cuando los atacan a tiros”. Esa frase parece haber hecho mella. Tras el desalojo, el intendente se llamó a silencio. No fue el único. De hecho, ni la renuncia de Elizabeth Gómez Alcorta como ministra de Mujeres, Géneros y Disidencias alegando el maltrato a las siete mujeres alcanzó para quitarles el bozal a sus correligionarios: “No llamaron ni vinieron a vernos, nadie, de ninguno de los gobiernos: nacional, provincial ni municipal”, cuenta Luciana Jaramillo, una de las presas políticas.
Suma Lorena, sobre la amnesia general y perpetua: “¿Cómo se explica que la Argentina reconozca el genocidio armenio y todavía no pueda ejecutar una política reparatoria para los pueblos indígenas que también sufrieron un genocidio. La decisión es política y no solo deben buscar soluciones reales para reparar sino que además tiene que enmarcarse dentro de la retórica de Memoria, Verdad y Justicia. Reconocer que hubo un genocidio no solo sirve para que la historia no se repita, sino porque hay consecuencias y efectos bien concretos: ese genocidio generó una desigualdad estructural e incide hoy en la vida cotidiana de muchas personas en el país, porque nadie acá se puede comprar un lote de tierra si no tiene un ingreso exorbitante en dólares”. Desde MU se pidió una entrevista a Horacio Pietragalla, secretario de Derechos Humanos de la Nación, pero tampoco respondió la solicitud.
Para el 12 de diciembre está estipulado el inicio del juicio contra la comunidad, por la recuperación del territorio en 2017. ¿Por qué no es una usurpación? “Porque a nosotros se nos arrebató el territorio, no se lo tomamos a nadie. Nuestro pueblo es milenario. El Estado argentino se fundó hace muy poco, el pueblo mapuche es mucho más antiguo”, reflexiona Romina, mientras amamanta a su bebé, nacido el 16 de octubre tras doce días de calvario. Se queda callada unos segundos, mira a Lluko, piensa, y le habla al pueblo en general: “Es urgente que tome conciencia del sistema al que se pertenece, porque las ciudades son campos de concentración del futuro. Hay que organizarse y cortar con eso, no se puede vivir así, es autodestructivo”.
Lorena completa el rompecabezas (más bien, el abrecabezas): “A veces viene gente y nos dice cómo poder ser solidarios ‘con nosotros’, y yo le digo qué hacemos para ser solidarios ‘entre nosotros’; no con ánimo chicanero, ni de superada. Lo digo en serio, ¿cómo salimos de esta colectivamente? Porque es verdad que los muertos los ponemos los mapuches, pero en esta vida estamos metidos todos”.
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Voz originaria: Cristina Pérez, referenta de Lhaka Honhat
Con 32 años fue elegida asambleariamente como lideresa de una asociación de comunidades de Santa Victoria Este, Salta. MU viajó como parte de una investigación que ocupó sucesivos números: Viaje al país olvidado. En esta última entrega, Pérez repasa todos los temas que asedian a las comunidades originarias de la zona, pueblos wichí, chorote, toba, tapiete y chulupí: la propiedad comunitaria de la tierra, la falta de agua y servicios básicos, el hambre y la desnutrición, el machismo, los criollos. Por Francisco Pandolfi.
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Gualeguaychú reunió a referentes de la agroecología y la soberanía alimentaria en el Congreso del Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana, con el ojo puesto en compartir ideas y experiencias sobre cómo trabajar en armonía con la tierra, producir mejor, ser rentable, y ser feliz. Compartimos aquí algunas de las voces, experiencias y reflexiones sobre un paradigma que crece. Por Sergio Ciancaglini.
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