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Expresión de libertad: seis años de El Ciudadano, de Rosario
Vivieron 18 años con distintos dueños, soportaron múltiples cierres, padecieron despidos y vieron pasar a un empresario de medios, al presidente de Newell’s y a Cristóbal López. Hoy son más de 50 trabajadoras y trabajadores que sostienen el tercer medio más leído en Rosario detrás de dos monopolios. Desafíos, risas, conflictos y huevazos. Por Lucas Pedulla.
La imagen no es de Orson Welles, aunque la diagramadora Georgina Rantica la narra como si fuera un guion cinematográfico:
Escena uno: “Imaginate de estar muy cómodos en una redacción…”.
Escena dos: “… a llegar un día con las oficinas cerradas…”.
Escena tres: “… y tener que prender fuego gomas, cortar la calle…”.
Escena cuatro: “… hasta que en un momento me encontré tocando un bombo gigante en la peatonal…”.
Escena cinco: “… tirando huevos…”.
Escena seis: “… estando bajo la lluvia 12 horas con la batucada, con pancartas, y tomando la Secretaría de Trabajo de Rosario”.
En seis actos, esta trabajadora de 54 años borda un travelling que sirve como flashback para el inicio de esta historia que se empezó a contar a sí misma seis años atrás cuando en la página web del diario El Ciudadano apareció una entrada titulada: “Desde hoy caminamos solos”.
Y decía: “No nos rendimos. ¿Sería exagerado decir que El Ciudadano consiguió volverse un ave Fénix? Creemos que no, porque cuando todo se complota para impedir el oxígeno que respira el cuerpo vivo del diario, la acción crucial que nos mueve a comunicar e informar para que se efectivice el bien fundamental de toda sociedad democrática, el derecho a la libertad de expresión, hay un soplo nuevo que levanta los ánimos y el horizonte se tiñe de una sola certeza: tenemos que continuar, la nuestra es otra voz necesaria para que la pluralidad informativa no sea una manifestación de deseo sino una realidad necesaria”.
El texto es la poética con la que más de 50 trabajadores y trabajadoras informaron quizá una de las noticias más importantes de sus vidas, que los tiene como título, bajada y cuerpo: el 30 de octubre de 2016 salieron a la calle con su primera edición autogestiva.
Sin patrón.
¿Amarillo o popular?
El Ciudadano fue fundado el 7 de octubre de 1998 por el empresario Orlando Vignatti, que había sido parte del directorio del Banco Provincial de Santa Fe, dueño de Ámbito Financiero. Silvina Tamous tiene 54 años y entró a trabajar al flamante diario después de una experiencia en La Capital y Radio 2. “El diario surge en un lugar donde las publicaciones están terriblemente concentradas en monopolios, y como una alternativa a lo que había en ese momento que era La Capital. Apareció como un medio distinto, buscando tener agenda propia, una narrativa y una imagen diferentes. El proyecto fue tan exitoso que el dueño, a los dos años, lo vendió a La Capital y lo cerró”.
Salieron a las calles como lo describía Georgina cinematográficamente. Silvina recuerda que, para Rosario, fue una lucha histórica: “Eran acciones muy visibles que no eran común ver en periodistas. La proletarización de nuestro oficio no es algo muy consciente en general, pero la contundencia de la persiana baja hacía ver lo que iba a venir”.
Era el año 2000 y, pese a la crisis que se avizoraba, lograron la continuidad del trabajo, pero ya la planta se había reducido: de 170 trabajadorxs quedaban 100. Lograron que quienes no siguieran pudieran cobrar indemnización, y cuando no la cobraban, retomaban las acciones: “Siempre estábamos en la calle reclamando y eso también tiene que ver con nuestra identidad. Ninguno de los patrones que se sucedieron estuvieron en regla con nosotros”.
El siguiente patrón fue Eduardo López, presidente de Newell´s Old Boys desde 1994 a 2008. En esos 14 años, en los que Rosario vio a tres intendentes distintos y la provincia se dirimía entre Carlos Reutemann y Jorge Obeid hasta la llegada de Hermes Binner a la gobernación, López transcurrió su reinado en Newell´s sin llamar nunca a elecciones. Daniel Schreiner tiene 53 años, hoy es director del diario, y describe: “Fue una continuidad de precarización. El diario siempre fue una suerte de acuerdo tácito entre dueño de turno con gobierno de turno para una equis cantidad de pauta que permitía a ese dueño llevarse una buena tajada e incumplir con requerimientos laborales, no pagar aportes, en una crisis permanente que llevaba a una negociación encabezada por el sindicato para sostener los puestos laborales”.
A nivel periodístico, el diario mutó a un proyecto “más amarillo”, de corte más popular, una búsqueda entre Crónica y Diario Popular. Silvina recuerda: “Es una época que todos putean pero nosotros reivindicamos porque si bien el diario hacía cosas lamentables como ‘la chica de tapa’, cubríamos absolutamente todo lo que refiere a luchas sociales que en los otros medios estaban silenciadas: marchas, despidos, laburantes en riesgo, mucho gatillo fácil. Querían hacer un diario amarillo, pero nosotros lo transformamos en popular”.
La caída de López en Newell´s (en medio de denuncias de corrupción y marchas históricas de hinchas en reclamo de elecciones) significó, también, una nueva caída del diario. “Quedamos en la calle”, resume Daniel. El Sindicato de Prensa de Rosario los apoyó y, en 2009, reapareció Vignatti: retomó a 65 trabajadorxs. Así transitaron los últimos años: “Hasta que nos dijo que el diario ya no tenía futuro. Vignatti vendió entonces en 2015 Ámbito Financiero a Cristóbal López y, en el medio de ese negocio, metió El Ciudadano”.
Llegaron promesas de bonanza, saldar las deudas atrasadas y un horizonte que nunca se cumplió. “Por primera vez en mucho tiempo vamos a poder respirar”, era el comentario de pasillo en la redacción, pero López fue procesado y la justicia le trabó un embargo por 8 mil millones de pesos. Así llegaron hasta octubre de 2016.
Y el ave Fénix voló.
Sobre gritos & risas
Después de cuatro pasamanos distintos, al menos la transición fue pacífica, si es que aplica el concepto para 65 familias cuya fuente de trabajo cerró: la empresa pagó indemnizaciones y les dejó las máquinas. A su vez, había una experiencia reciente que fue inspiradora para los procesos de recuperación en medios: en abril de 2016, Tiempo Argentino se había conformado como cooperativa. Silvina: “Creíamos que otro diario era posible, que podía ser un semillero de pibes que aprendieran. Era un desafío”. La experiencia gremial fue un motor importante: “Fue el gran apoyo. Si no fuera por el sindicato, la cooperativa no existiría”. Daniel coincide: “Esto era impensable sin una experiencia gremial previa. La conducción del diario es la misma conducción sindical de comisiones internas de sucesivos períodos. Hay un espíritu de comunidad. Y asumimos como propia la marca del diario: la sobrevida”.
La recuperación se dio en pleno macrismo: “Teníamos a favor que en Santa Fe estaba el socialismo y que le interesaba que hubiera otra voz dentro de la concentración”. Ese apoyo, además de las máquinas y una sede prestada que funcionó como redacción los primeros años, significó un empujón crucial para un mundo nuevo. Silvina piensa: “Tenemos la estructura de una empresa recuperada: somos los que quedamos. Por ejemplo, yo no sé si era la mejor jefa de redacción, por lo que nos basamos mucho en la capacitación: género y redes, sobre todo. Hoy somos el tercer medio en visitas después de dos multimedios: La Capital y Rosario 3”.
Con la recuperación, también regresaron compañeros y compañeras. Una fue Lucila Demarchi, 36 años: había entrado en 2006, se fue en 2014 con un retiro voluntario y sus compañerxs le ofrecieron volver en 2019. Estaba trabajando en La Capital. Por qué regresar: “Me entusiasmó el proyecto cooperativo, poder tener incidencia en la línea editorial y qué contar sobre los hechos que una elige narrar. Se pueden instalar otras voces y temáticas sin que esté atravesado por lo económico ni los grandes poderes”.
En su última etapa hacía policiales, para La Capital llegó a cubrir el juicio a Los Monos, y regresó al diario cooperativo con una condición: “No hacer policiales ni judiciales. Estaba quemada”. El periodismo sin patrón le dio la posibilidad de decidir qué hacer: hoy es la editora de La cazadora, un suplemento mensual de género, que fue reconocido con el premio Juana Manso de la Municipalidad de Rosario. “Es una linda vidriera de activismo y cuestiones culturales, y ya no el mundillo de abogados”. ¿Esa decisión es parte de otra lógica de trabajo? “Hoy tienen más peso las opiniones de socios y socias. Podemos discutir de otra manera. Incluso el conflicto es distinto. Y eso que discutimos mucho, pero está todo bien: si llegás y estamos gritando, es parte del proceso, pero si llegás y ves que nos reímos, también. Porque además de todo, nos queremos mucho. Lo afectivo atraviesa”.
Lucila se queda pensando: “Eso también es es algo por lo que volví”.
Macri, plata y pasiones
El camino de seis años sin patrón es complejo, sobre todo en un medio de comunicación. “Aprendimos a ser cooperativistas como antes aprendimos a ser sindicalistas”, dice Daniel.
En el medio, la pandemia: “Si me preguntás por Macri, la verdad es que no fue un problema porque era un blanco con el que podíamos construir identidad y hacer tapas fabulosas: no nos dio un peso ni tampoco fuimos a buscarlo. Pero los dos años de pandemia, con Perotti (Omar, gobernador de Santa Fe) y Alberto, fueron peores. No hubo una sola política para nosotros. Nos hambrearon a un punto de saña”. Lo que dice Daniel quedó reflejado en el manejo de la política social durante el confinamiento: mientras el Estado se hizo cargo de hasta dos Salarios Mínimo, Vital y Móvil con el programa de Asistencia a la Producción y el Trabajo (ATP), la ayuda a las cooperativas quedó supeditada a planillas que cada unidad debía presentar para acceder a programas como la Línea 1 ($6.500, aunque luego hubo un aumento por dos meses a $16.500), Potenciar Trabajo ($8.500), o IFE ($10.000). Las empresas cooperativas quedaron fuera del ATP porque este estaba diseñado solo para empresas privadas con empleados en relación de dependencia. Se pagaba entre uno y dos salarios mínimos (mucho más que los otros planes). Además, tampoco podían acceder en plenitud a los otros programas ya que fueron planteados según grados de vulnerabilidad: los programas no se complementan y se dan de baja si algunx de lxs socixs percibe otro ingreso “en blanco”. Esto significó que los multimedios La Capital y Rosario 3 cobraran ATP.
¿Y El Ciudadano? Silvina responde: “Nosotros nada. Si te tiraban algo, te sacaban el salario familiar, con lo cual la pasamos muy mal, porque eso generó mucho conflicto. Fue terrible. Y fue muy malo el trato del Estado a las cooperativas. Estuve en reuniones con el Ministerio de Desarrollo Social, y vos veías tipos que estaban en frontera alfabetizando y no tenían guita ni para alcohol en gel. Hoy, con la crisis que hay a nivel mundial, las cooperativas son el futuro, pero si no fabricás tuercas no entienden qué es lo que hacés, porque los formularios que te dan para aplicar a algún financiamiento están hechos para que pidas una máquina de tuercas”.
Desde esa mirada gremial, que requiere sí o sí una vuelta de tuerca, Daniel subraya también un cambio de lógica: “Hay una crisis del periodismo gráfico, pero también de la prensa y los medios en general, donde el laburo en relación de dependencia está desapareciendo. Los sindicatos tienen cada vez menos afiliados, y eso se va a seguir profundizando”.
En ese marco de crisis del empleo, donde los desafíos del periodismo sin patrón lo cruzan entre la consolidación del sector y la búsqueda de una producción competitiva, El Ciudadano también apuesta a nuevas fuentes de trabajo. Una de ellas es Candela Ramírez, 31 años, que conoció a Silvina mientras realizaba otro medio autogestivo llamado Sin cerco. También sabe lo que implica la crisis en el oficio: su papá es periodista. “Yo tenía muy mal internalizado que los periodistas cambiaban de trabajo todo el tiempo. No lo veía como desempleo, sino que llegaba diciembre y se ‘terminaba el programa’”.
¿Qué significa entonces este puesto de trabajo? “En términos periodísticos estoy en el lugar ideal. Podés sentirte libre. Autogestionar tu trabajo te da otra satisfacción. En otro lugar es otra persona la que se ocupa de que esté tu sueldo, acá vamos juntos, y eso es una forma de protegerte”. Otra posibilidad es ser parte de las discusiones colectivas: “No formo parte de la comisión porque recién ingreso, pero me gustaría. Estoy esperando que llegue el momento. ¿Por qué? Para participar de las decisiones, pensar el camino, la dirección”.
El periodismo siempre es caos y conflicto, y lo cooperativo le suma la complejidad de su organización. Por ende, seis años de periodismo cooperativo -donde ese caos, ese conflicto y esa organización adquieren una dinámica propia, nueva y única- es un recorrido que la diagramadora Georgina piensa nuevamente en otro lenguaje. “Todos estamos atravesados por el amor, el dolor y la pasión que hace que sigamos con esta locura: hace que sigamos amando lo que hacemos. Y disfrutándolo, a pesar de que decimos que estamos todos re locos”.
Y concluye: “El amor es lo que hace que hoy esté El Ciudadano”.
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