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Adiós a Hebe, adiós a una época

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Murió Hebe de Bonafini. Exactamente dentro de dos semanas hubiera cumplido 94 años. Presidió la Asociación Madres de Plaza de Mayo y fue figura siempre relevante en distintos momentos del país. 

Es posible que cada persona ya tenga una posición totalmente formada -a favor o en contra- sobre una mujer rebelde, polémica, irritante y contradictoria. O entrañable, valiente y sincera, según quien la mire. Una de sus frases favoritas fue: “El otro soy yo”. 

De las múltiples charlas y entrevistas de lavaca con Hebe, elegimos para homenajearla esta nota de abril de 2004, en la que explica su apoyo y su relación con Néstor Kirchner, a quien había tildado como fascista. Habla de la izquierda, los piqueteros, la política, los salvavidas de plomo. el ser ama de casa, la democracia. Los cartoneros y su miedo. El 19 y 20 de diciembre, su idea de la revolución, un accidente casero que la había dejado contusa. Un modo más de conocer de cerca una mente hiperactiva y frontal, y a una mujer que se supo ganar un lugar en la historia de la política y los derechos humanos. 

Hasta siempre, Hebe.

“La izquierda nunca entendió a las Madres”

Adiós a Hebe, adiós a una época

Dice que este es un momento lindo, distendido. Que siempre soñó que “uno de nuestros hijos iba a ser Presidente”, pero nunca pensó que iba a suceder tan rápido. Que Kirchner es inteligente y tierno. Que los partidos de izquierda no saben ver el nuevo mundo político. Que los museos de la memoria y los juicios por la verdad son mentiras. Que pagar la deuda externa es violar los derechos humanos. Y que si no hay igualdad, la democracia no existe. Hebe, a los 75 años, sigue rompiendo paradigmas. “Las Madres siempre hicimos lo que quisimos”. (Por Sergio Ciancaglini).

Hebe de Bonafini, rodeada de íconos del Che Guevara, Salvador Allende, retratos de desaparecidos y símbolos de diversas luchas antiimperialistas; después de haber homenajeado al presidente Néstor Kirchner con una alabanza que en su caso no tiene precedentes, sonríe con una placidez inédita cuando escucha la pregunta:

¿Alguna vez soñó que iba a ser oficialista?

-Me la pasé diciendo que Menem, Duhalde y Kirchner eran la misma mierda. Y después tuve que ir a decirle: “Señor presidente, me equivoqué, yo dije que usted es la misma mierda que los otros pero no: usted es totalmente distinto”. Y se lo reconocí así, sinceramente. Las Madres somos muy libres para decir lo que pensamos. En un discurso, hace años, dije que alguna vez un hijo nuestro iba a cruzar la plaza, y se iba a sentar en el sillón para ser presidente. Y ahora él me contó que el 24 de marzo de 1976 ya empezó a pensar que quería llegar a presidente. Lo que no soñé es que algo así iba a ser tan rápido.

-Frente a este cambio suyo, la izquierda.

-(Interrumpe) Ah no, la izquierda nunca entendió nada. Y menos a las Madres. La izquierda tardó siete años en venir a las marchas y ahora no sé cuánto va a tardar en entender. Siempre vinieron a criticar y a querer cambiarnos el pensamiento. Y nunca les dimos bola.

¿Pero en las rondas siguen escuchando La Internacional?

-Muchas veces.

¿Cómo podría describirse entonces la posición de Madres? ¿Pragmática, al apoyar a Kirchner, o ideológica?

-Es ideológica. Las madres nos sentimos de izquierda. Pero no de los partidos de izquierda. A la vez al presidente lo veo como a alguien muy seguro, con mucha ternura, muy inteligente. Hace cosas muy fuertes. Casi utópicas. Aunque claro, tiene muchos salvavidas de plomo.

Hebe de Bonafini -la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo- camina despacio y rengueando. La más inesperada expresión de kirchnerismo explícito asegura que se sigue sintiendo revolucionaria, de izquierda, y un ama de casa.

Las amas de casa son personas que asumen tareas inhóspitas y riesgosas, que harían recular a más de un revolucionario. Por ejemplo, limpiar heladeras o enjabonar pisos. “Estaba ayudando a mi hija a limpiar la heladera, el piso estaba jabonoso, se me fue la pierna y me fracturé. Por suerte fue la tibia y no la cadera”.

Ocurrió en septiembre del 2003.

Hebe -que el próximo diciembre cumplirá 76 años- comenzó a incorporar un extraño ritmo de vida a su extraño ritmo de vida.

-Atendía a la gente aquí, en la Casa de las Madres, boca arriba en una cama. A los actos iba en silla de ruedas y después, con bastones canadienses. Durante tres meses necesité asistencia permanente para todo: bañarme, mover el intestino, lavarme. De día me atendían acá las otras Madres. De noche, una enfermera. Los viernes me llevaban en ambulancia a La Plata y me quedaba con mi hija Alejandra hasta el lunes, y ahí volvía en ambulancia.

La Casa de las Madres queda en el edificio de la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo, frente a la Plaza de los Dos Congresos. Se entra por el café literario Osvaldo Bayer. Hay un timbre. No es una puerta abierta a cualquiera en un lugar donde las amenazas ya son parte de la música cotidiana. En los últimos días se trató de un “Comando 24 de marzo”. Cuenta Hebe: “Son los mismos de siempre. Lo hacen para jaquear al presidente. A él también lo han amenazado, y a los ex detenidos. De todos modos no quiero que me custodien, que cuiden mi casa, acá, ni nada. Porque yo puedo tener eso, ¿y los demás qué?”

Adiós a Hebe, adiós a una época
Hebe a los dos años de edad, con su padre. (Todas las imágenes fueron elegidas por la propia Hebe para la MU nº 21, del Archivo de la Asociación Madres de Plaza de Mayo).
Adiós a Hebe, adiós a una época
La primera comunión de la futura presidenta de Madres.

El escritorio de Hebe está invadido y revuelto por la instalación de aire acondicionado en ese sector del edificio que es muy seguro, pero muy cerrado (los diarios balbucearían que se trata de un “bunker”). La conversación fluye fuera de esa oficina, pero de pronto la señora de Bonafini salta alarmada: “Me van a reventar al Che” dice cuando ve que mueven un escritorio con un busto sonriente de Ernesto Guevara, rescatado a tiempo.

Hebe habla a toda velocidad, casi nunca duda, y propone que la charla sea “cariñosita”. Tiene una mirada de una inteligencia y un sentido del humor que no suelen emerger durante sus arengas públicas. Una curiosidad: jamás, en más de una hora de charla, mencionó a Kirchner por su nombre. Sólo habló de “él” o de “el presidente”.

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El casamiento con Humberto “Toto” Bonafini. Contaba Hebe: “Una vecina me prestó el traje de novia”.
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En San Clemente, con marido e hijos mayores. Jorge y Raúl, que años después serían desaparecidos.
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Hebe y el bautismo de la hija menor, Alejandra, junto a sus dos hijos.

-¿Quiénes son esos salvavidas de plomo del gobierno?

-Scioli, Lavagna, Duhalde, gobernadores como Solá o Romero. Nosotras creemos que es un tipo (Kirchner) que está muy bien, con gente que trabaja muy bien, pero estos otros son un desastre, el fascismo total, pero bueno, él tuvo que juntar aliados para llegar a donde llegó. Creemos que es muy inteligente y que está haciendo un muy buen trabajo.

¿Cómo analiza a la situación política?

-Tiene varias partes. En derechos humanos el presidente ha hecho cosas totalmente sorpresivas y nada demagógicas. Y por otro lado está el pago de la deuda, que para nosotras es una violación a los derechos humanos. Cada peso de deuda que se paga es un chico que no come, o alguien sin trabajo. Con Eduardo Barcesat tenemos hecho un trabajo que demuestra que la deuda ya fue pagada una vez y media. Vamos a llevárselo al presidente.

-A quien usted trataba como uno más de esos que llama fascistas.

-Sí, y por eso se lo reconocí personalmente. “Yo dije que usted es la misma mierda que los otros, pero por lo pronto aquí no vi a ningún policía”. En la época de De la Rúa, además, en la Casa Rosada me amenazaron de muerte.

¿Cómo ocurrió?

-Había ido a llevar un pedido de audiencia y un tipo de civil me dice en voz baja: “¿No sabés que te vamos a reventar, hija de puta?” y yo le grité “¡Decímelo en voz alta!” pero se dio vuelta y se mandó a mudar. Y ahora estaba en la Casa Rosada con un presidente que nos atendía, estaba de acuerdo con nosotras y que, además, era distinto. Hizo cosas muy rápido. El documento de identidad gratuito para todos los chicos me pareció una cosa extraordinaria. Y el descabezamiento de las cúpulas militares y policiales. Hacía reuniones con los organismos de derechos humanos a las que nosotras no queríamos ir. Pero después me llamaba a mi casa y me contaba lo que habían hablado. Me dio un lugar que yo no me había imaginado. Llamarme a mi casa.

-Todo un romance político.

-Más que romance, es mutuo respeto. Me invitó, por ejemplo, al Salón Blanco cuando la hermana presentó unos planes sociales. Yo estaba atrás, sin querer llamar la atención porque soy una persona muy discreta.

-Hebe

-En serio. Fijate que me estaba yendo, cuando me llamaron diciendo “no te vayas que el presidente quiere verte” y él dio toda la vuelta al Salón Blanco para saludarme. Una gran gentileza. Y digo: si hay una cosa diferente, una pequeña puerta abierta, tenemos que mantenerla así, con una relación con el presidente. Yo le dije: nunca le voy a mentir, le guste o no le guste, y espero que usted no me mienta. Si me miente vengo y lo denuncio. Y él dijo: no voy a mentir.

Yo le cuento todo lo que hago. Que tenemos relación con algunos grupos piqueteros como para que nadie le diga “mirá lo que hacen las Madres”. Le cuento también que la Universidad es ilegal.

¿Ilegal?

-Claro, no la tengo legalizada ni le pienso pedir un peso a nadie. Los títulos que damos no son oficiales. Son títulos de amor y de lucha, y por suerte a los que salen de aquí les dan trabajo. Ahora nos han ofrecido desde la Sorbona, de Paris, hacer algunas cosas con la Universidad, así que capaz que crece para otros lados. A veces pensamos legalizar una parte. Nos han ofrecido hacer una carrera de Derecho con Derecho Internacional Público, pero no podés recibirte de abogado sin un título válido. También nos ofrecieron una carrera paramédica. Pero es como cuando crías un hijo: no hay un libro que te explique todo. Esto es un hijo de cuatro años largos, tenés dudas, cosas que te andan mal, o bien, muchos que te dan consejos, o se quieren quedar con una parte, pero bueno: seguimos. Y el presidente sabe todo. Para mi es un momento muy lindo, distendido. Antes me agredían todo el tiempo y ahora, abren las vallas especialmente los jueves para que hagamos la ronda. Imaginate.

Adiós a Hebe, adiós a una época
Marchas de Madres en 1978. Se ve a Hebe, Juanita Pargament, Adelina Alaye y aparece alzando a un niño Nora Cortiñas, quien después integraría Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.

-Si antes opinaba que Kirchner era lo mismo que Duhalde, ¿era por un prejuicio suyo? ¿O tenía razón, y Kirchner cambió?

-Era un prejuicio mío. Yo decía: peronismo es fascismo puro. No conocía a peronistas de izquierda. Sé que había muchos, pero los mataron a todos. No había visto resurgir a ninguno con las ideas como las del presidente, que reivindicó a los ‘70, a nuestros hijos y su lucha. Todo eso me parece increíble.

¿Nunca otro presidente intentó acercarse?

-Con Alfonsín estuvimos dos veces.

¿Pasó algo?

-No, un tipo muy mentiroso, Alfonsín. Nos dijo que había desaparecidos con vida y le dijimos que los recuperara. Después nos recibió de nuevo y nos mostró unos papelitos que parecían de supermercado. Eran del Ejército contestando que no tenían ningún desaparecido. ¿Y qué le iban a contestar? Era ridículo. Después, nos citó a las madres de todo el país. Vinimos de todas partes y él se había ido. No nos recibió. Ahí tomamos la casa de gobierno durante 24 horas.

Con Menem no estuvimos nunca, y con De la Rúa tampoco. Le pedimos, pero nunca nos atendió y encima, cuando fui a la Casa Rosada me amenazaron. Le sacamos fotos al tipo, pero el gobierno no hizo nada. Así que nunca nos reunimos con otros presidentes.

-Pero sí con Rodríguez Sáa.

-Eso no fue un presidente, fue un aborto de la naturaleza.

¿Y cómo vive el cuestionamiento que le hace la izquierda?

-¡Tenés que ve los mails que me mandan! Una maravilla. Ni te hablo de los partidos trotskystas, dicen de todo de mí. Ya les tengo lástima, se la pasan discutiendo en los cafés, pero solamente pueden repetir lo que estudiaron en un libro porque no saben ver el nuevo mundo político.

Nos pasó siempre. Venían a decirnos lo que teníamos que hacer. Y siempre hicimos lo que quisimos. El PC (Partido Comunista) en una época decía: “Las madres no saben hacer política. Videla y Viola son democráticos”. Yo no me olvido de eso. Pero ojo, estoy hablando de la izquierda organizada en partidos. No la otra, la cantidad de gente que es de izquierda como me siento yo, pero no está en ningún partido. ¿Y sabés por qué? Porque los partidos mienten. No entienden nada de política. Me acuerdo cuando dijeron que el 19 y 20 de diciembre hubo una revolución, y organizaron una gira diciendo que estaban juntando comida para mandar compañeros a luchar al monte. ¿A qué monte? ¡A Palermo! Me venían a preguntar de afuera, y me daba vergüenza. Todo una gran mentira.

¿Pero cree que el 19 y 20 fue un hecho revolucionario?

-Claro, fue un acto revolucionario, pero no una revolución. Y también era mentira lo de “piquete y cacerola, la lucha es una sola”.

¿También?

-Claro, porque no era una sola lucha. Estaba el mismo enemigo, pero no es lo mismo que tengas nueve hijos que se te mueren de hambre, que tener 10.000 dólares en el corralito.

¿Cómo vivieron esos días?

-Terminamos en el hospital. Nos pegaron a lo bestia. Fuimos a la Plaza, nos pusimos brazo con brazo y empezaron a atacarnos con palos y los caballos. A mi me cruzaron la barriga a palazos. (En Crónica de un saqueo, película de Pino Solanas, toda esta situación puede verse maravillosamente filmada). Nosotras gritábamos: “La plaza es de las madres y no de los cobardes”.

Adiós a Hebe, adiós a una época
Plaza de Mayo en 1983, inundada de Madres.
Adiós a Hebe, adiós a una época
Hebe en otra marcha, en los 80. La movilización permanente.

-Hablábamos de los piquetes, ¿qué opina de las agrupaciones piqueteras?-Hay algunos que son rescatables y respetables, que han aceptado la propuesta del presidente de hacer cooperativas, emprendimientos, huertas, todo eso. Y están los que piden de todo, pero no aceptan nada. Piden plata, aumento de los planes, bolsas de comida, pero después no aceptan nada de lo que el gobierno les propone. El problema es que los partidos políticos de izquierda armaron piqueteros. Me critican por haber dicho eso. No es que digo que el hambre la generaron los partidos políticos, sino que usaron a los piqueteros, agarraron esa idea como buena para conseguir votos. Encima les fue para el diablo. Nada de votos, y cada vez tienen menos.

-Pero Hebe, no todos los piqueteros son de ese tipo.

-Y por eso te decía que colaboramos con varios de ellos y con sus emprendimientos. Pero lo que digo es que los partidos políticos no pueden tener piqueteros. La CCC tiene unos, el PO tiene otros. Cada uno tiene uno, y así se desnaturaliza el piquete. Una cosa son los piqueteros reales que van a las marchas, y otra los dirigentes. No podés tener trabajo y casa, y dirigir un piquete.

Se distorsiona todo si hay dirigentes que se la pasan hablando por televisión y tienen casa, auto y trabajo. No está mal tener esas cosas, pero no sos un piquetero. Es lo mismo que si la dirigente de los desaparecidos fuese una madre sin hijos desaparecidos.

-Otro símbolo fuerte de la relación con Kirchner fue el hecho de haberlo visitado sin el pañuelo.

-Me han dicho de todo, que le entregué el pañuelo al presidente, que ya no era una Madre. Pero la verdad es que fue pura casualidad, totalmente inocente.

-Hebe

-Mirá, unas mujeres lo habían visto al presidente. Estaban muy acicaladas y cuando me vieron me empezaron a abrazar y a dar besos, y me llenaron de rouge el pañuelo. Me pareció una falta de respeto entrar con un pañuelo sucio, y me lo saqué por eso. Ahí se armó toda la bola. Se ocupan mucho de mí.

-Los gestos pueden interpretarse.

-Es como lo de los gobernadores. Todo el mundo cree que yo empecé el lío ese (por la concurrencia al acto en la ESMA, el 24 de marzo último). Yo dije lo que pensaba. Si ellos van, nosotras no. ¿Cómo vamos a ir con tipos que ahí se blanquean? ¿Los mismos que apoyaron a la dictadura ahora son luchadores de los derechos humanos?

-El mismo 24 ustedes marcharon con los demás organismos de derechos humanos, cosa que hace años no ocurría. ¿Hay algún acercamiento?

-No, lo que pasa es que los que llamaron a la marcha no fueron los organismos sino otras agrupaciones como detenidos (ex detenidos-desaparecidos) y la Liga por los Derechos del Hombre, con los que yo tengo más relación. En el documento propusimos dos correcciones, las aceptaron, y fuimos. Lo que no hice fue ir al frente. Nunca acepté participar con los otros organismos en el frente de la marcha, porque mi lugar está con las Madres. Y tampoco acepté el sorteo para ver en qué orden se organizaba la marcha. Están todos locos. Yo no hago esas cosas, y fuimos donde se nos antojó. El lugar en el que estás tiene que definirse por lo que hacés, y no porque te sortearon.

¿Y cuál es la relación con los organismos de derechos humanos?

-La que tenemos con la Liga, con exdetenidos, pero ni con Abuelas, Familiares ni Madres Línea Fundadora. Más que nada porque han sacado solicitadas en contra mía. Yo nunca haría eso. No tenemos nada que ver. Que cada uno haga lo que quiera. Tampoco participo en ninguna comisión con el gobierno. No acepté nada de la memoria, de esto o de lo otro.

-¿Pero qué opina del museo en la ESMA?

-No estamos de acuerdo con el museo. Proponemos una escuela de arte popular, para hablar del pasado, el presente y el futuro, más que del horror. No tenemos nada que ver. Eso lo va a hacer el gobierno con los organismos. Pero yo no voy a llevar nada de mis hijos a exponer, porque te digo la verdad: no creo que vaya a ser un museo verdadero.

¿Por qué?

-Porque ya vi otros museos de los organismos, y ahí no van a estar los FAL (fusiles) que usaban nuestros hijos, ni las estrategias que usaban cuando ellos quisieron hacer la revolución. Siempre pensé en mis hijos como guerrilleros y revolucionarios, con un gran orgullo. Si en un museo no va a estar cómo fue la organización, las luchas que hubo, los hechos que realizaron, no sirve.

-Pero la mayoría de los desaparecidos eran militantes que no usaban FAL.

-No usarían FAL, pero trabajaban para la revolución, apoyaban la revolución armada. De mis dos hijos, uno alfabetizaba, y el otro estaba en la lucha armada. Pero los dos trabajaban para la revolución, y en el mismo partido.

¿Cuál era?

-Nunca lo dije ni lo voy a decir. Eran revolucionarios. El que alfabetizaba estaba abriéndole la cabeza a la gente para que piense, se comprometa, se haga revolucionaria. Y el que usó las armas es porque creía en la revolución. Un revolucionario nunca es terrorista. Es alguien que quiere el bien del pueblo para que otros vivan, coman y sean felices. El terrorista es el Estado que reprime, el otro es una respuesta prevista en la propia Constitución.

¿No cree que haya habido militantes y revolucionarios que no creían en la lucha armada?

-No, porque la revolución es siempre armada.

-Las Madres, entonces, no serían revolucionarias.

-Está bien, yo me siento revolucionaria sin haber usado nunca las armas, pero creo en la revolución armada. Hacemos actos revolucionarios. Abrir una universidad, por ejemplo.

-Buen ejemplo, y no hay armas.

-Pero eso tiene que ver con lo que uno piensa de la revolución. Con el paso a paso. Yo no sé si alguna vez habrá una revolución en este país, pero tenemos que tratar por todos los medios de ser lo más rebeldes posible. Y acá a la rebeldía se la quiere aplastar. Se habla de un chico rebelde como que es un mal pibe, y es al contrario.

Tenés a Chávez, en Venezuela, que hizo una revolución sin las armas, pero están armados por si los atacan. Fidel no anda tirando tiros. ¿Cómo se defienden sin armas?


-El argumento contrario es que la guerrilla se burocratiza y termina siendo un nuevo foco de poder concentrado y autoritario.

-Habría que probar. Lo que no se puede es copiar. Ni a Marcos, que también hizo lucha armada, ni a los cubanos, ni a Chávez, que convirtió a la policía en gente como la gente. Cada uno, cada país, hace algo diferente. Para mí hay que hacer lo más parecido a lo que querían nuestros hijos: amar el saber, decirle a la gente que se tiene que preparar para defenderse. (Hebe se adelanta mirando más de cerca, más fijamente, y en voz más baja) . Porque cuando sos ignorante, es terrible. A mi me pasó. Mi ignorancia me dejó dos soledades enormes. La de la falta de mis hijos, y la propia soledad de ser ignorante. No sabés cómo defenderte. Te avergonzás.

¿Cómo era esa ignorancia?

-Imaginate, las Madres me mandaron a un congreso en Ecuador en el 78. Yo no sabía qué era la palabra “evaluación”. No sabía lo que era una “síntesis”. Si escuchaba no escribía. Si escribía no escuchaba. Me habían regalado una agenda, y no sabía para qué carajo servía. Te lo juro, no te rías. Se la regalé a mi hija. En la perra vida había usado algo así. Y eso te da mucha soledad, te sentís indefenso.

-Me reía porque yo tampoco sé usar las agendas. En todo caso, usted era un ama de casa.

-Y sigo siendo. El otro día me tenían que hacer una nota por radio, querían llamarme al mediodía y yo dije: “pero si te atiendo a esa hora, se me puede quemar la comida”. El tipo no entendía nada. Debía creer que yo vivo sentada en un sillón con un negro que me abanica.

-Al reivindicar la lucha armada se puede pensar que la está proponiendo como un programa para los jóvenes actuales. ¿Es así?

-No, para nada. Los chicos de hoy están lejos de eso. Y además hubo errores en aquella época. Pero como no están los que hicieron la revolución, yo no soy quién para decir que hubo cosas que no estaban bien. Había mucha ingenuidad. Qué sé yo: mi nuera andaba de acá para allá con una raqueta de tenis con un embute.

Adiós a Hebe, adiós a una época
Hebe en su casa de La Plata, eligiendo fotos de su vida para la revista MU 21.

-Embute.

-Claro, volantes y papeles que llevaba escondidos en la raqueta. Y salía a cada rato. Yo le decía: “María Elena, ¿quién te va a creer que vas a jugar un partido de tenis cada dos horas? Si te están mirando, saben que estás haciendo algo. Esto que te cuento es una pavada, si querés, pero te muestra la ingenuidad.

-En las cosas cotidianas se entiende mejor la realidad que en los discursos.

-Mirá, en la casa de mi hijo estaba la imprenta para los volantes y publicaciones del partido. Hicieron un pozo para ponerla. Sacaron tierra hasta matarse. Todos los vecinos sabían que algo pasaba porque había un tolderío y un lío que ni te cuento. Después le pidieron a mi marido que sacara la tierra. Mi marido no tenía auto, y consiguió que le prestaran uno. Era anaranjado. Mi hijo decía: “Papá, ¿no conseguiste otro color?” todo el mundo veía cómo cargaban bolsones de tierra en un auto anaranjado y entraban paquetes y bolsas con los materiales para la imprenta. Bueno, esa también es la historia. Y capaz que me equivoco, pero no creo que esa historia esté en el museo. (Hebe recuerda lo del museo, y se le frunce la nariz) Además: ¿cuántas veces vas a un museo? Una, y gracias. En cambio a una escuela de arte popular vas todo el tiempo porque siempre puede haber cosas distintas, bailes, música, pintura, teatro. Para museo ya es suficiente con nosotras, que somos viejas.

-Ustedes se entusiasman con Kirchner, pero hasta hace poco planteaban que la democracia es poco menos que inservible. ¿Cambió esa noción?

-Es que no conocemos la democracia. Mirá, para mí la democracia es igualdad. Y mientras yo pase por una esquina y vea a los pibes comiendo las basuras que tiran de una casa o un restaurante, para mí la democracia no sirve para una mierda. (Hebe vuelve a adelantarse, como confesando algo) ¿Vos sabés que yo a los chicos de la calle, a los cartoneros, no les pregunto nada nunca? Pero no porque no me animo, sino porque le tengo miedo a la respuesta.

¿Qué imagina?

-Qué sé yo. A veces, a la noche, pasaba y los saludaba. La gente los esquiva, esconden la cartera. Pero los cartoneros son más buenos que nosotros. Entonces les decía: qué tal, buenas noches. Y uno un día me dijo: “buenas noches para usted que va a dormir en una cama, para mí no, porque me voy a cagar de frío”. Me quedé dura. Por eso nunca les pregunto nada. Le tengo miedo a la respuesta.

Para mí, eso es lo peor. Es mucho más preocupante que un pibe se prostituya, que si sueltan a Etchecolatz o lo condenan. Me importa un culo eso (Miguel Etchecolatz, ex comisario de la bonaerense y mano de obra barata del general Ramón Camps, recientemente condenado a siete años de prisión por violaciones a los derechos humanos).

�Qué opina de esa condena?

-Lo que dije: me importa un culo. Pasaron muchos años, no voy a andar atrás de esos juicios. Lo que quiero es formación, trabajo, educación, he entregado lugares y apoyado a los piqueteros de Roca Negra (fábrica abandonada, en Lanús, ocupada principalmente por el MTD de Solano).
Yo no tengo que ir a esos juicios. Los juicios de la verdad son una mentira. Se burlan. Todo el mundo quedó deprimido con la condena a Etchecolatz porque fueron nada más que siete años. Yo entonces ni voy, porque lo que querría es agarrar un palo y pegarle en la cabeza. Los tipos encima te miran con sorna.

¿Pero decir que son una mentira?

-Son mentiras. Por eso se llaman de la verdad. Porque si fueran juicios de verdad, tendrían castigo. ¿Eso qué es? ¿Que el tipo que torturó a mi hijo diga “sí, lo torturé” y después se vaya a su casa, yo a la mía y el juez a la suya? ¡Por favor! No se puede hacer eso. Capaz que soy muy rígida, muy dura, por eso no me quieren.

-Salvo en el gobierno.

-Es que hay que reconocer la valentía del presidente cuando dijo “proceda” a Bendini (jefe del Ejército) para que descuelgue los cuadros de Videla y Bignogne en el Colegio Militar.

-Otra vez los símbolos.

-Pero ese es u símbolo de grandeza. No me da vergüenza decirlo.

¿Cuáles era sus ideas políticas, de joven?

-Nada. Mi papá era radical. Mi hermano peronista. Imaginate los almuerzos en casa, una masacre. Papá decía: ¡Callate y no me discutas! Tenía un primo montonero (guerrilla que se declaraba peronista), que mató la Triple A (grupo parapolicial peronista, gestado por el ex ministro de Juan Perón, José López Rega).

Pobre papá, cuando fuimos a ver a Balbín (Ricardo Balbín, jefe de la Unión Cívica Radical) con Azucena Villaflor (fundadora de Madres de Plaza de Mayo, luego desaparecida) por el tema de nuestros hijos desaparecidos, Balbín nos dijo: “Yo no voy a permitir que unas mujeres de mierda me digan qué es lo que tengo que hacer. Cuando se lo conté a mi papá, decía: “No hija, es un buen hombre, vos seguramente lo trataste mal”. ¡Me lo defendía a Balbín! Mi marido no tenía partido y yo me casé muy jovencita, en una época donde las mujeres hablaban de cocina. Cuando había golpes de Estado, sabías que había que salir corriendo a comprar fideos y leche para los chicos. Los hombres hablaban de política, fútbol y básquet. Y las mujeres en otra mesa, hablando de otra cosa.

-Volvamos a la actualidad: ¿este es un gobierno fuerte, o débil?

-El presidente está todos los días diciendo “ayúdenme, ayúdenme”. Lo necesita. Creo que tendría que abrirse más todavía para que toda la gente que lo quiere apoyar pueda hacerlo.

-Los editoriales llaman a eso “transversalidad”.

-Ah, no sé qué es eso.

-Que Kirchner se alíe a no peronistas.

-Pero son palabrejas. Es como cuando hablaban de “transparencia”. Te choreaban, te afanaban, y todos hablaban de transparencia, empezando por el Frente Grande. No sé qué es transversal, esas palabras no me interesan.

¿Vota?

-Nunca. Voté de jovencita, y nunca más.

¿Ahora votaría?

-(Se queda mirando la imagen de Salvador Allende) Por ahora no. Porque no voto esas listas sábanas. Son como las redes de los pescadores. Las tirás al agua para pescar pejerreyes, truchas, pescados ricos, y después te salen sábalos, pirañas que te comen la red. Las listas sábanas son así, llenas de pirañas que te comen la red y te comen a vos. Les tengo terror.

-Usted dice que defiende la idea del socialismo.

-Sí, es una forma de vida extraordinaria.

-Pero en muchos países fracasó. ¿qué opina de ese fracaso?

-Cuando me dicen eso yo planteo bueno, se hizo mal, pero hagámoslo bien.

En ese momento se cierra la charla. Es mediodía. En la vereda de Madres se escucha un grito:

-¡María, María!

María Gutman, una de las Madres, se había desplomado sobre la vereda. Otra Madre, Elisa Landín gritaba llamando a sus compañeras. Levantaron a María, le acercaron una silla y una sombrilla para cubrirla del sol, aplastante aún a fines de marzo.

-Veníamos de hacer gimnasia acuática -cuenta Elisa.

La gimnasia sirve para reponerse de dolores y achaques diversos.

-Es hermosa la libertad que te da el agua -dice Elisa, mientras a María le traen jamón crudo para restituirle la presión. Otra Madre se acerca y dice:

-¡María, si vos estás así, qué nos queda a las de 89!

María comienza a reponerse. Hebe le arrima un trípode para apoyarse. Entra al edificio y camina muy lentamente y rodeada, hasta llegar a otra puerta tras la cual hay una cocina y una gran mesa. Ahí sientan a María.

Otras seis Madres ordenan vasos y cubiertos sobre el mantel. Hebe está preparando una ensalada. Elisa, más tranquila, cuenta:

-Acá almorzamos todos los días, nos desquitamos, hablamos, despotricamos. ¿Qué va a hacer? -dice con una sonrisa acuática-. Es nuestra vida.

Adiós a Hebe, adiós a una época

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Las cosas que hay que hacer para trabajar – Capítulo 1

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La nueva serie documental de lavaca: el mundo de la autogestión en Argentina a través de ocho capítulos sobre experiencias recientes de diferentes cooperativas que lograron recuperar empresas vaciadas o quebradas por las patronales. Con dirección de Patricio Escobar, autor de La crisis causó 2 nuevas muertes.

Capítulo 1

Dos mil personas que integran empresas recuperadas de toda la Argentina se reúnen en un acto histórico en la Aceitera La Matanza. ¿Qué buscan? Impulsar el proyecto de Ley de Recuperación de Unidades Productivas que facilite que cooperativas de trabajo pongan en marcha empresas quebradas o vaciadas por las patronales. El movimiento lleva 20 años sin ley, pero ha recuperado no sólo trabajo sino también dignidad y vida, con 400 fábricas en el país que dan trabajo en total a más de 14 mil obreras y obreros. Su lema: Ocupar, resistir y producir

Capítulo 2

Aceitera La Matanza fue la primera fábrica recuperada visitada por un presidente argentino durante su mandato. Alberto Fernández reconoció que siempre vio a las cooperativas como parte de la “economía informal” sin comprender que involucra otros modos de producción: “Ahora soy yo uno de los que tiene que convencer al resto de la Argentina de que la economía popular existe, y que hay que darle las herramientas para que siga creciendo”, dijo ante 2.000 trabajadoras y trabajadores. Sin embargo, durante la pandemia, la asistencia del Estado no fue la misma que para las empresas privadas. ¿Qué dice sobre esto? ¿Y qué le responden quienes trabajan?

Las cosas que hay que hacer para trabajar Dirección: Patricio Escobar.
Producción integral de Cooperativa de Trabajo Lavaca: Claudia Acuña, Sergio Ciancaglini, Anabella Arrascaeta, Lina Etchesuri, Sebastian Smok, María del Carmen Varela, Franco Ciancagini, Lucas Pedulla.
Fotografía: Lina Etchesuri y Sebastian Smok. Cámara: Patricio Escobar, Guillermo Guevara, Sebastian Smok.
Música: Guido Donato y Tomás Lobov.
Edición: Damián Finvarb.

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La Ronda en la mirada de Alejandra López

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Octava entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Alejandra López.

Toda la producción de La Ronda será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Por Alejandra López

Cuando Claudia Acuña me propuso que fotografiáramos la Ronda de las Madres con un grupo de colegas, acepté sin dudar con gran alegría por varias razones. Por una lado, la urgencia del registro ahora que se nos van poniendo viejitas, y por otro, la necesidad de emprender un proyecto colectivo.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

He ido muchas veces a la Ronda. Una de mis primeras veces, yo fotógrafa debutante, lloré durante toda la cobertura y una de las Madres (no sé quién fue) me retó con ternura: “Sin llorar”, me dijo, y repitió: “Sin llorar”. 

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Siempre hay algo de esa primera vez: la emoción, la admiración sin límites, y,  sobre todo, el asombro ante esa capacidad increíble de sostener el ritual de lucha durante 47 años.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Hice mis fotos el jueves 21 de marzo, en la Ronda número 2397.

Hoy más que nunca #memoriaverdadyjusticia.

Mi humilde homenaje a estas mujeres que, junto con Abuelas, son nuestro faro.

La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López

Sobre Alejandra López

Retratista.

Empezó a trabajar profesionalmente en 1990 haciendo fotografía teatral y en la revista El Porteño.

Durante 14 años fue fotógrafa de staff de la revista Viva del diario Clarín, donde fotografió a innumerables personajes del espectáculo y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar, Le Figaro Magazine, Bacanal.

Actualmente se dedica a la fotografía para gráficas de teatro y cine, colabora con la revista L’Officiel y es reconocida además por sus retratos de escritor, algunos ya icónicos, para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.

Ha realizado numerosas muestras: Retratos (2001), La máscara (en el Festival Internacional de Teatro), Retratos de la Memoria, (imágenes de sobrevivientes del Holocausto) en el Museo Judío de Frankfurt, Calendario FOE 2009 y en junio del 2011, la exposición Algunos escritores, en la Fotogalería del Teatro San Martín. En 2021, realizó Ese día, una serie de retratos de víctimas sobrevivientes del atentado a la Amia. En 2023, Belleza Marrón, en el Centro Cultural Borges, (ensayo en colaboración con la agrupación Identidad Marrón).

Para ver más: en Instagram @alejandralopezfotografa

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La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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