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Jubilados/as Insurgentes: ¿viejos meados?
Organizadxs antes de la era Milei, todos los miércoles realizan acciones frente al Congreso. Fueron protagonistas de las marchas contra la Ley Ómnibus, y reprimidos por la Gendarmería y la PSA. No se achican, se agrandan: cada vez son más y hacen más ruido. Historias, presente y futuro de este grupo insurgente que contagia lucha y risas. Por Franco Ciancaglini.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pero en la Argentina donde el ministro de Economía que gestionó la mayor deuda pública de la historia mundial ahora aparece como un salvador, pocas imágenes y palabras pueden darse por sentadas.
Una de ellas es que los recortes de estos ministros siempre atacan los derechos de los jubilados, entre otros. Otra certeza tiene que ver que con que la única manera de impulsar esos ajustes es con la mansedumbre de las víctimas, o con represión. Ahí están, entonces, en una foto que vale más que mil palabras, las dos caras de esta moneda devaluada de la Argentina de hoy: frente a frente, lxs jubiladxs contra la Gendarmería Nacional alzando su roja bandera, plantados en la calle, enseñando que el miedo no existe y que lo imposible solo tarda unos días más.
Lo imposible era que aquel 1º de febrero de la imagen el ómnibus del gobierno tuviera un freno dentro del Congreso. Afuera, en la calle, la agrupación Jubilados/as Insurgentes, distintas asambleas y organizaciones y partidos de izquierda ya habían empezado a generar el caldo social para que ese freno fuera un poquito más posible.
Dos días más tarde lo imposible ocurrió. La ley se bajó y, un día después de aquella gesta, las/los Insurgentes vuelven a reunirse, como cada miércoles, para hacer un semaforazo frente al Congreso: cuando hay luz roja sobre Rivadavia se paran frente a los autos, reparten volantes, cantan. No cortan el tránsito. Cuando cambia la luz, se plantan frente a los autos que vienen por Callao. Reconocen que hay personas que los insultan y otras que los alientan (cada vez más del segundo grupo). Cada reunión de los miércoles significa además seguir llevando una agenda de resistencia y sobre todo, como el nombre del grupo lo indica, de “insurgencia”. Acaso otra de las claves para transitar esta época no solo recibiendo golpes sino activando. Esa es una palabra que, al lado de jubiladxs, puede parecer un oxímoron, pero en Argentina nada puede darse por sentado.
La imagen revela que, al revés de lo que se predica, estos jubilados no tienen júbilo ni tampoco son “pasivos”.
Marcando la cancha
Son insurgentes, divertidos, cascarrabias a veces, afectuosos siempre, cordiales, convencidos, ágiles de la cabeza, profundos, sorprendentes. Vienen de trabajar toda la vida. Nada de lo que tenga que ver con la cultura del trabajo les es ajeno, y no se resignan a que la edad los tenga que condenar al ocio, la obediencia y la resignación.
La historia corta de Jubilados/as Insurgentes comienza el último 20 de diciembre, fecha paradigmática. Fue el día de la primera marcha grande contra las medidas económicas que había implementado el flamante gobierno a través del ministro de Economía Luis Caputo. Ahí estaban lxs Insurgentes, como cada miércoles frente al Congreso. Cuenta Zulema Palavecino, ex empleada telefónica: “Estábamos en el Congreso y no sabíamos por dónde ir a Plaza de Mayo. Nos metimos a Callao, cuando entramos a Corrientes agarramos el carril de la derecha y la policía empezó a seguirnos. Estábamos estrenando el protocolo antipiquetes: fuimos los primeros en romperlo”.
Apuraron el paso hasta la pizzería Güerrín, donde se ganaron a la hinchada, cosechando aplausos de quienes comían en la vereda, a puro canto, mientras la policía los acechaba. Jubilados 1 – Bullrich 0. Rubén: “Fue una provocación porque éramos la vanguardia. ¿Qué cantábamos? Que nos escuchen. No cantamos consignas sectarias ni políticas. Cuando nosotros decimos ‘unidad’, lo decimos en serio. Y lo planteamos porque creemos que las organizaciones son nuestras: no de los dirigentes”.
Esa misma noche el presidente Javier Milei anunció el DNU de desregulación de la economía, rodeado por ministros y gente sin cargo como Federico Sturzzeneger, en una extraña escenificación transmitida por cadena nacional. Allí se produjo un gigantesco cacerolazo que terminó en marcha espontánea al Congreso. Ahí los jubilados entonaron otro hit que se pregunta: ¿Dónde está la CGT?
Días más tarde la CGT apareció, y los sindicatos llamaron a marchar a Tribunales. Ahí fueron también lxs Insurgentes. “Y les pedimos el paro general”.
Eso ocurrió el 24 de enero, antes de la votación de la Ley Ómnibus. “Nos sumamos. Y les pedimos plan de lucha”.
Ese reclamo sigue pendiente por ahora, pero en el medio se bajó la Ley Ómnibus, donde quedaron inmortalizados en la foto frente a la Gendarmería. Rubén “con acento” contextualiza la imagen: “Nosotros estamos acostumbrados a hacer semaforazos, nunca nos habían reprimido. Estábamos siendo cada vez más visibles, y ellos no podían aceptar que pasara eso. Ese día de la foto nosotros estábamos en la vereda, como señoritos, cuidando el protocolo (risas), cuando llega la Gendarmería. Entonces llegan también periodistas que empezaron a ocupar la calle. Ahí empezaron con los gases y nosotros los salimos a defender, y también la ligamos”.
La foto de los golpes a Jubiladxs, y la de sus integrantes plantados frente a las fuerzas federales, circuló como un símbolo de la ridiculez del operativo, de la cobardía de la agresión y de la valentía de “los viejos”.
Ruben sin acento, alias Tano, agrega: “Nadie se pensó que 30, 40, -y a veces somos 5 gatos locos- le demos una vuelta de tuerca a todo esto. No pueden entender por qué estos viejos se animaron a hacer estas cosas. ¿Sabés con qué se hace?”
Víctor: “Con huevos”.
Ruben: “Bueno, sí, algunas tienen ovarios”…
Todos ríen.
Ruben retoma: “Cuando uno pelea por cosas dignas no se deja humillar por el presidente o el Congreso de la Nación. Ninguno de ellos está representándome, la oposición tampoco. Después de que se cayó la Ley escuché a Agustín Rossi diciendo que este era un triunfo de Unión por la Patria… Yo me río. ¿Dónde carajo estaba?”.
Desde entonces Jubilados/as Insurgentes se encuentra en estado de asamblea permanente, reuniéndose todos los miércoles en un espacio en los alrededores del Congreso.
Esos días se los pueden oír discutiendo a los gritos sobre las formas de seguir marcando la cancha, con frases como estas:
“Nosotros no estamos en ningún partido político. Por lo tanto, podemos hacer lo que queramos”.
“Tenemos muchas diferencias pero estamos juntos. Ese es el mensaje que le tenemos que dar a la sociedad”.
“Perón dijo si querés no hacer nada, hacé una comisión”.
“Pero toma la frase de Napoleón que dijo si querés hacer algo, nombrá responsables”.
“Esto no es fascismo: fascismo es cuando rodeaban la fábrica y te chupaban”.
“La discusión política para nosotros es el pan de cada día”.
“No vinimos acá a discutir de política sino a ver qué hacemos juntos”.
“Hasta la victoria, siempre”.
Y se aplauden.
Y se vuelven a reír.
Mil palabras
Víctor Quiroga, de bigote: “Somos de la generación del Cordobazo. De la resistencia al gobierno de Isabel y López Rega. De la resistencia a la dictadura. Somos parte de la resistencia estos 40 años. Todos tenemos más o menos entre 60 y 70 años, y estoy bajando un poquito el promedio… (risas). Ese es el marco nuestro: somos compañeros que tenemos una experiencia acumulada en luchas muy jodidas. No porque seamos héroes, nada que ver: fue la que nos tocó. Eso no quiere decir que sea lo mejor, porque no logramos tomar el poder. Pero tenemos una experiencia que vale la pena”.
¿Cómo la sintetizarías?
Víctor: Una de las experiencias más importantes es la unidad, la organización democrática: nosotros funcionamos por asamblea, por consenso. Tenemos discusiones profundas y nos peleamos muchísimo, pero buscamos un punto en común para poder seguir peleando. Ser una organización independiente, no casarse con ningún gobierno, no casarse con los dirigentes sindicales: todas esas cosas son parte de la experiencia que queremos transmitir.
La mayoría de lxs Insurgentes fueron obreros desde los 70, despedidos en los 90 y tienen historias de tensión con las dirigencias de los sindicatos. Víctor Quiroga: “Salí del servicio militar y entré a trabajar a la fábrica Muresco, de papeles estampados. Me echaron. Hacíamos reuniones en la calle, e íbamos exigirle a la UOM un plan de lucha”.
Las imágenes de Víctor Alegre, ferroviario durante 20 años: “Estuve ahí hasta la época de Menem del ‘ramal que para ramal que cierra’. El conflicto lo ganamos, pero la burguesía no tiene apuro, tiene plata para mantener sus aparatos. Pasó un año, nos hicieron la trampa y echaron a 55.000 ferroviarios. Seguí hasta 1994, pero el 1º de enero me dieron de baja. Me pude incorporar a la Línea 60 de colectivos: se trabajaba en negro las horas extra. Empezamos a luchar por eso. También me echaron”.
Así se presenta Rubén: “Soy del 53. En 1968 tenía 15 años. La explosión de la razón en ese momento que era adolescente me cambió la vida: 15 años en el 68 –repite asombrado–. Mi viejo era portuario. Nací en el Argerich, República de La Boca, una parte de mi orgullo. Pero más orgullo es haber nacido en un hogar obrero en un conventillo de La Boca. Después mi viejo pudo hacerse una casita gracias a sus compañeros que hacían reuniones los fines de semana: el que necesitaba hacía su asado e iban todos a levantarle las paredes. Eso es la solidaridad de la clase trabajadora, la que me inculcó mi viejo”.
Jorge: “Yo provengo de una familia de viejo obrero gráfico. Se jubiló de eso, con el antecedente de haber militado como dirigente gremial independiente; algunas veces no volvía a casa a la noche, porque estaba detenido. Yo tuve la suerte de llegar a la universidad, con mucho esfuerzo, y para poder mantenerme trabajaba de noche en una florería nocturna, y así pude más o menos bancar los estudios. Me convertí en un dirigente estudiantil en la facultad donde estudiaba: Farmacia y Bioquímica. Entré en el 69: el Cordobazo. Había para elegir dónde militar, y creo que por la experiencia de mi viejo me di cuenta de que había mucha gente que hablaba, y otra gente que hacía: yo elegí a la gente que hacía. Resultado de eso, estuve dos veces preso en la dictadura de Lanusse. Y después estuve, de una manera mucho más comprometida, cerca de 8 años preso. Estuve 2 años en los pabellones de la muerte, Unidad 9 de La Plata. Nunca aflojamos, nunca abandoné los principios. Las preguntas que nos hacíamos de adolescentes siguen teniendo falta de respuestas. Las preguntas fundamentales no están respondidas. Pudimos haber cometido errores políticos, no teníamos referentes como ahora puede haber…”.
Alguien acota: “¡¡¡No teníamos jubiladxs insurgentes!!!”.
Todos ríen.
Sigue Jorge: “Éramos muy pendejos. Luchábamos contra un sistema armado, con una estructura oligárquica de más de 200 años de existencia, que tenía experiencia, plata y asesores extranjeros que les enseñaban cómo nos tenían que reprimir. Y tenían, obviamente, poder. Éramos David contra Goliat. Y nos encontramos hoy con que esas preguntas que no se respondieron siguen cada vez más vigentes. ¿Qué hacemos con la explotación del hombre por el hombre? Nos tratan de convencer de que el sistema de vida que tenemos hoy es el sistema natural de vida, y eso no es cierto: la historia nos demuestra lo contrario. Los conflictos en muchos países nos enseñan que se están buscando otros caminos. Y nosotros tenemos todavía muchas cosas para aportar, para brindar, para hacer. Valorar nuestro ejemplo, nuestra historia, y saber que no nos vencieron.
Mario: “Yo me jubilé hace tres años, y desde entonces todo el tiempo es pasarla mal porque te sacan prácticamente la mitad de lo que ganás. Me acerqué a Jubilados Insurgentes en Plaza Congreso porque a diferencia de otras organizaciones de jubilados toma todas las problemáticas sociales: los derechos humanos, el ambiente, el trabajo”.
Raúl: “Yo me rebelé contra las patronales desde que empecé a trabajar. Pero no tuve militancia política, salvo un tiempo en el Partido Obrero. Después armamos Jubilados Clasistas, estuvimos en la puerta del Congreso durante muchos años, y en algún momento yo decidí cruzarme cada vez más para este lado porque enfrente encontré a los Jubilados Autogestionados. Empezamos a ir a las reuniones y allí surgió Jubilados Insurgentes. Desde entonces estamos empujando”.
A Ruben, sin acento, le dicen Tano, y lo que cuenta podría ser la trama de una película del neorrealismo: “Mi padre en 1935 se fue de Italia por el fascismo”. Hace una pausa, llora, el grupo lo contiene con su silencio y con su afecto. Retoma: “Hoy me encuentro otra vez luchando contra los fascistas. Nunca dejé el camino que me enseñaron. Pero cada vez veo que estamos peor. Yo soy técnico electromecánico. Estudié de noche y trabajaba. A los 17 años me incorporé a una fábrica de ascensores y estuve hasta 1972 ahí adentro. Luchamos con otros compañeros, yo era un pibe, tenía nociones del socialismo pero mi viejo no me quiso dejar militar porque sabía lo que estaba pasando en ese momento, en el 45, fascista como de los que el huyó de Italia. Me decía: “Tené cuidado con los fascistas porque están en muchas partes del mundo. Acá también”.
Tras la fábrica de ascensores, entró en una metalúrgica, donde trabajó varios años hasta que se enfrentó con el gremio: “En un momento nos debían 5 quincenas, vino la UOM y dijo: ‘bueno, muchachos, nosotros ya arreglamos, pueden empezar a trabajar’. Con otros compañeros y compañeras le dijimos: ‘¿cómo es esto? Nosotros no vamos a trabajar hasta que no pongan el dinero. Acá la que tiene que arreglar es la asamblea’. Bueno, conclusión, se votó, se siguió con el paro y a las 3 de la tarde antes de irnos, viene uno de los delegados: ‘Tano, andate por el otro lado, salí por la otra cuadra’. Nos estaban esperando”.
Sigue: “Después fui a otra fábrica y me tuve que ir, ya me tenían marcado los delegados que era opositor a la dirigencia de la UOM. Me puse a laburar por mi cuenta, hasta que en el 82 fui a parar a un partido político que, como todos los partidos, son burocráticos. Me echaron del Partido Socialista Democrático porque era muy zurdo, y formamos un centro cultural en Villa del Parque, Casa del Pueblo, y ahí estamos desde esa época haciendo actividades de arte, política y ciencia”.
El Tano integró una de las asambleas de 2001, la de Saavedra. “Me echaron también. ¡¡Me echaron de todos lados!! Hasta de la iglesia”.
Se ríen.
Con el pasar de los años el Tano comenzó a organizar jubilados: “Me vino a buscar una compañera para hacer algo, y le dije: si es un centro de jubilados para jugar a las bochas y al truco, ni me busquen”. En cambio trabajó para formar Jubilados Autogestionados, grupo que funcionó durante algunos meses con actividades frente al Congreso. “Se fueron sumando muchas personas más y dijimos: tenemos que formar otro grupo, más grande. ¿Cómo le ponemos? Insurgentes”.
Zulema: “El nombre nos encanta. Cada uno le da una interpretación, pero la que a mí me gusta es: la que nunca se rinde”.
Ruben: “Insurgente es el sinónimo de revolucionario”.
Rubén: “Sublevado”.
Víctor Alegre: “Una cosa es resistir, pero nosotros buscamos pasar a la ofensiva”.
Alguien: “¿Insurgentes no viene de los militares?”.
Ruben: “Bueno, che, ¡si quieren le cambiamos el nombre!”.
Y vuelven a reír.
Luz verde
Se calcula que desde que asumió Milei los ingresos de lxs jubiladxs cayeron más del 40%. El ajuste no fue sobre la casta, sino sobre ellxs: es el sector al que más se licuó para cubrir el déficit fiscal, con el 33% de participación (-$ 885.074 millones), seguido por los subsidios a la energía con menos de la mitad, el 14% (-$ 366.451 millones).
Jubilados/as Insurgentes no es la única agrupación: se encuentra en la calle junto a la Mesa Nacional de Jubilados y Pensionados y el Sindicato de Trabajadores Pasivos, entre otras, aunando los reclamos pero manteniendo cada grupo sus propias estrategias para lograrlos. “Los partidos grandes no vienen”, coinciden.
Mario plantea un matiz: “Nosotros defendemos todo, no nuestras jubilaciones solamente. Por eso en las consignas cantamos: ‘trabajador, te estamos avisando, que tu jubilación, te la están afanando’”.
Zulema: “Construimos este grupo asambleario porque queríamos darle una impronta un poco más movediza sobre todo porque en los otros grupos están viejitos e íbamos a todos lados y no podían venir. Además ellos tienen su ritmo, muchas veces dicen: ‘hay que esperar’. Y nosotros íbamos por otro lado. Nos parecía que lo que había que hacer era ir a los trabajadores. Y sobre todo ir a los territorios, a los movimientos sociales”.
Rubén. “Hay gente que ahora apoya a Milei, que es volver a lo anterior. Nosotros venimos luchando desde hace mucho porque lo veníamos viendo, porque por alguna razón apareció Milei”.
Víctor Quiroga: “No supimos darles respuestas a los pibes, a los precarizados, al obrero. Hay un 40% de precarizados y trabajo en negro. ¿De dónde sale eso? ¿Cómo un gobierno supuestamente popular, que tenía todas las palancas del poder, no pudo aplicar la ley? Eso es fraude laboral”.
Zulema: “Ahora dice que no hay plata para los trabajadores… Ya desde Macri venían con esa idea que para nosotros no era novedosa: la genialidad que tenían para propiciar la ocupación era perdonarles a los patrones el aporte jubilatorio. ¡Pero qué generosidad! ¡Con la plata nuestra!”.
Se ríen, un poco menos.
¿Cómo se hace para poder generar cambios frente a este panorama? Mario: “Nosotros ya estamos jugados. ¿Qué vamos a perder? Tenemos que pensar en nuestros familiares, en los jóvenes. Ya no tenemos miedo”.
Beatriz, exiliada durante la dictadura, volvió en el 93 y lo ve de esta manera: “A esta edad ya no tenemos más filtros. Y entendemos que hay que discutir las cosas más importantes. Con los detalles, tardás 24 horas al día. Milei nos pone en la línea que tenemos que seguir: la de la lucha. Nos está empujando al abismo, y nosotros vamos a dar un paso adelante”.
Víctor Quiroga: “Creemos que va a haber un cambio en la relación de fuerzas. Éramos 5, ahora somos 30, 40. Hay un montón de gente que se está acercando, no solo jubilados. Las derrotas del gobierno levantan la moral de los trabajadores, que a veces no se animan a salir porque los dirigentes no impulsan, o por miedo. Nosotros estamos demostrando –junto con todos quienes estuvieron en la Plaza desde el 10 de diciembre para acá– que se pueden expresar desde sus lugares y uniéndonos todos. Estamos experimentando un crecimiento de todas las luchas”.
Zulema se queda pensando, y luego dice: “Hasta ahora estuvimos viendo que la resistencia se hacía por grupos, por agendas: los peronistas, antiperonistas, de izquierda. Nosotros queremos traspasar esas fronteras. Y es increíble la fuerza que sentimos entre nosotros cuando sabemos que el otro no piensa como yo pero somos un grupo compacto. Charlamos mucho, tratamos de entendernos y crecemos en eso. Hay gente que especula y se queda esperando, gente que dice qué podemos hacer… Luchar. Nosotros con nuestros años, también estamos expresando que hasta último momento hay que luchar”.
Rubén replica: “Todavía nos respetan como viejos: tenemos que aprovechar eso. No sé si ustedes vieron Apocalipsis Now: no hay que deshacerse del miedo. Hay que tomar al miedo como amigo, y que sea uno de los impulsos más fuertes para salir para adelante. Lo asumimos y vamos a hacer algo con el miedo”.
Jorge: “De un lado está el pueblo con sus necesidades y del otro el poder económico. Ese poder tiene puntos fuertes y también débiles. Los puntos fuertes: el poder financiero, los dirigentes sindicales, el Congreso. El poder. Y nosotros somos un punto débil para el sistema, porque no nos pueden comprar. Pueden comprar a los periodistas, a los dirigentes, a nosotros no. Otro punto débil son los movimientos sociales bien de abajo, de los barrios humildes. Porque no tienen una respuesta, la única respuesta es la represión que es contraproducente para ellos: tienen que pagar un costo político muy grande”.
Ramón está parado frente al Congreso y lleva una foto de Norma Plá, a quien conoció: “Una vieja con ovarios que se le plantaba a quien fuera. Le hizo la guerra a los milicos, a Cavallo… Creo que ella no tenía una ideología y una organización como tenemos acá. Lo que ella pedía en el año 94 (un salario mínimo para los jubilados de 400 pesos) hoy sigue vigente. El destino la llevó y no pudo lograrlo. Nosotros retomamos su lucha”.
Cuando parecía haber una conclusión, la charla se vuelve a abrir. Alguien podría decir que parecen adolescentes apasionados hablando unos encima de otros. Es el modo de compartir alborotadamente los sueños y las luchas de siempre. Cada tanto se ríen de ellos mismos, con los anecdotarios sobre los límites que les impone la edad.
Y así, en ese clima, contagian.
Recuerdan que a veces la mejor manera de ir hacia un cambio es recordar: mantener encendida la memoria para saber quiénes somos, y así poder activar el futuro.
En una charla, en un debate, y sobre todo en la calle, hasta cuando se prenden los semáforos rojos.
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