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“Topo, tenemos hambre”: ronda por las jubilaciones, efectos papales y el arte de gambetear a la policía

Nueva ronda de jubiladas y jubilados alrededor del Congreso en tensión con la policía que busca hacer cumplir el “protocolo” del ministerio de Seguridad. Tras las palabras del papa Francisco el viernes pasado (“en vez de pagar la justicia social, pagaron el gas pimienta”) la policía evitó esta vez pulverizar a personas jubiladas y niñas, como en ocasiones anteriores. Las pancartas caseras volvieron a concentrar la atención por el ingenio y los reclamos, en una tarde en la que los jubilados hicieron una presentación al PAMI por la falta de medicamentos que los afecta especialmente. Hubo sentadas en la calle, banderazos en los semáforos y embudos de tránsito, cantándole a las fuerzas de seguridad: “Qué feo debe ser/ pegarle a un jubilado para poder comer”. En la foto principal puede verse la manos de la gente frente a la embestida policial. Una percepción en la calle: “A la policía la tenemos desconcertada”.
Fotos Juan Valeiro/lavaca.org
En un momento de la ronda del movimiento de jubilados de este miércoles, tras recibir empujones policiales con los escudos para evitar que siguiesen caminando por Combate de los Pozos para doblar por Yrigoyen, las personas que manifestaban tomaron otra decisión: giraron caminando no por el asfalto sino por la vereda en la que se encuentra la entrada al Senado.
La policía entonces debía ir corriendo con sus trajes que le valen el apodo de “tortugas” para pararse en el cordón de la vereda a medida que la columna avanzaba, para que nadie bajara a la calle.

Un Abbey Road en la 9 de Julio: yendo del PAMI al Congreso. Fotos Juan Valeiro.
Esa coreografía fue poco a poco rodeando al Congreso. Uno de los jubilados se acercó a una de las policías tortugas: “Por qué nos hacen esto, estamos peleando también por el futuro de ustedes”. Un policía se acercó amenazante y el jubilado con serenidad le dijo: “Solamente le estoy hablando, no le voy a pegar. No soy una rata como vos y todos tus compañeros que le pegan a las jubiladas”.
https://twitter.com/Lavacatuitera/status/1839012959294476740
Dos canciones: “Ju-bi-lados carajo” y “Qué feo debe ser pegarle a un jubilado para poder comer” verso este último dedicado a las supuestas fuerzas del orden. La ronda continuó hasta que en Rivadavia y Entre Ríos se vio más gente todavía haciendo banderazos ante los automovilistas que venían por Rivadavia, y luego ante los que transitaban por Entre Ríos.
La única certeza que parecían tener los así llamados “efectivos” policiales era la de no utilizar, al menos por esta vez, el gas pimienta que la semana pasada logró que hasta la máxima referencia de la Iglesia Católica en el mundo se refiriese al modo de reprimir en Argentina: “En vez de pagar la justicia social, pagaron el gas pimienta” dijo el papa Francisco.

Intrépidos policías enfrentando a los jubilados en Hipólito Yrigoyen y una calle cuyo nombre podría ser una imagen del presente: Combate de los Pozos. Fotos Juan Valeiro
En una de las esquinas se había armado un embudo de manifestantes, que dejaba fluir el tránsito pero a otra velocidad. También hubo sentadas, cacerolazos y un señor llevaba el siguiente cartel: “Yuyito = Covelia, recoge la basura”. Raúl, uno de los manifestantes, declaró a lavaca: “Tenemos desconcertada a la policía”.
“No hay libertad”
Entre los carteles más llamativos estaba el de Elisa: “Topo, tenemos hambre”.
Ella cuenta: “El topo es Milei. Y digo que tenemos hambre porque sube la inflación, los costos y el hombre no hace nada. Al contrario, dijo que nos iba a arruinar. Si sigue la inflación vamos a caer en default y entonces va a haber menos obreros que trabajen. Puede venir lo peor, violencia, una guerra civil, cualquier cosa. Hay mucha delincuencia y al tener un presidente ruin que arruina, que estafa a los que creían en él y al resto, a favor de la venta de órganos y que está vendiendo la patria, entonces la inflación sube, el peso cae, y entonces se va a desatar lo peor entre gente de capitales y gente humilde. Eso están buscando”. ¿Por qué usted cree que lo hacen? “Para llegar a que se termine la democracia. Yo hoy no siento tener libertades. Me siento oprimida. Reprimida. Presa en un gobierno de delincuentes”.

Paula de Ramos Mejía tiene 57 años: “Vengo porque a los viejos no pueden hacerle esto. Vi el primer miércoles cómo estos de azul le pegaban a los abuelos y desde ese día no dejé de venir. Todavía no soy jubilada y a este ritmo me voy a jubilar a los 80. Lo que viene va a ser horrible. En nueve meses Milei hizo un desastre, imaginate si se queda tres años más, no deja nada. ¡Porque no le importa nada! Van por todo… Sturzenegger de nuevo. Caputo de nuevo. No tenemos memoria. Tengo una impotencia que no puedo más”.
La reunión y la canasta
Raúl relata la experiencia al llevar una carta al PAMI en la que plantean los reiterados pedidos de reunión que realizaron.
https://twitter.com/Lavacatuitera/status/1838981561590468906
“Pese a la apremiante situación en que nos encontramos no tuvimos respuesta alguna”, escriben, y plantean especialmente: “Han reducido el vademécum de medicamentos y el otorgamiento de medicamentos oncológicos, incluso las tareas de cuidado y el suministro de elementos para mejorar la calidad de vida, como sillas de ruedas, audífonos y hasta pañales”.

Policía o abrazo. Fotos Juan Valeiro.
Raúl: “Fuimos muchas veces a PAMI, presentamos muchas notas por el tema de los alimentos. No habíamos ido concretamente por el tema de los medicamentos, salvo cuando fuimos a reclamar por los medicamentos oncológicos de una compañera. Finalmente hizo un amparo, reclamamos tras el amparo, y se los dieron. Y hoy nos juntamos con todas las organizaciones que estamos aquí los miércoles. Lo que pedimos fue una entrevista con el interventor que se llama Esteban Leguízamo pero no nos dejó subir. Bajó uno que dijo ser el jefe de gabinete y nos recibió en el hall, no nos dejó entrar más que de allí. Recibió la nota, nos dieron un correo electrónico, y nada más. No dijeron ni blanco ni negro. Les dijimos que con 300 mil pesos, que es la jubilación mínima con el bono, no se pueden afrontar los medicamentos. La mayoría de los jubilados tiene varios medicamentos, y eso implica 60, 70, 80 mil pesos, es un porcentaje muy grande de la jubilación. Ahora los están poniendo como de venta libre a los medicamentos más comunes, como el paracetamol, para que ya no tenga más descuento. ¿Por qué hacen esto? Porque usan la guita para otra cosa”.

Fotos: Juan Valeiro.
Sergio: “Para robársela, eso es claro. No es que queda en el aire la plata cuando hay problemas. Por ejemplo, el tipo bajo los impuestos a los ricos. No se puede creer la estupidez de que quieren terinar con el déficit: si quisiera hacerlo tendría que cobrarles más impuestos sobre todo a los poderosos, a los monopolios, pero hace al revés: nos atraca a los jubilados”.
Raúl pertenece a Jubilados Insurgentes, uno de los grupos más activo en los últimos meses: “Nosotros hace como 8 años que venimos aquí a juntarnos con la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones de Jubilados y Pensionados, que se está movilizando hace más de 1.700 miércoles”.
Sergio cuenta que han armado un programa de acción común, que propone que inguna jubilación pueda estar por debajo de la Canasta del Adulto Mayor que hoy es de 912.584 pesos y se compone de gastos de alimentación (236.873), vivienda (198.000), medicamentos (145.000), y otros rubros como servicios, limpieza, recreación, transporte y vestimenta.

Fotos Juan Valeiro.
Raúl: “Nosotros necesitamos que los trabajadores estén en blanco, que tengan salarios dignos, porque de allí deberían salir las jubilaciones. Pero los gobiernos, este en especial, hacen todo al revés. Para mí quieren volver a las AFJP y por eso desfinancian el sistema jubilatorio, para eliminarlo”. Sergio: “El país necesita que le den bola a los trabajadores, porque los intereses de los trabajadores son el bien común de toda la sociedad argentina”.
¿Cómo ven la cuestión del supuesto apoyo social a Milei?
Sergio: “Yo creo que la gente está tomando conciencia, aunque les cueste reconocerlo, porque no es que sacrificándose va a mejorar la cosa. Será peor. También hay mucha gente que se conforma pensando en las elecciones, pero ya sabemos que eso puede ser una nueva traición, así que nosotros confiamos en la lucha nuestra.

Jubilados en la puerta del PAMI. Fotos Juan Valeiro.
–¿En qué los cambia o los transforma a ustedes el hecho de estar acá?
Raúl: Nos da el sentido de la vida, el que está en su casa mirando televisión lo único que puede hacer es rumiar su propia bronca. Nosotros estamos haciendo cosas positivas para cambiar esta cuestión, o por lo menos lo intentamos.
Sergio: nosotros nos sentiríamos muy mal si no estuviéramos haciendo algo, porque somos personas que estamos preocupadas por esto. Si nos quedáramos en el mazo nos sentiríamos unos cobardes o unos inútiles. Y no somos ninguna de las dos cosas.
Cuentan que se cruzaron con los trabajadores de Aerolíneas, que mañana habrá paro universitario preparando la gran marcha para el 2 de octubre, y que este jueves habrá paro de estatales y olla popular en Plaza de Mayo.
Así es también la agenda del presente.
Unos pasos más allá, un jubilado con un gorrito piluso eleva ante decenas de policías su pancarta manuscrita, que puede verse en esta imagen que sintetiza tanto de lo que está ocurriendo.

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Universidad, ciencia y comunidades: encuentro en Rosario y debate frente a la policrisis

VIII Congreso de Salud Socioambiental: el rol de la ciencia ante la crisis civilizatoria. Esa fue la convocatoria que permitió un encuentro inusual en la Universidad Nacional de Rosario y su Instituto de Salud Socioambiental. Se discutió sobre alimentación, inteligencia artificial y natural, energía, rol de la ciencia, negocios, riesgos ambientales y muchos otros asuntos, enhebrados con una lógica que parte de la necesidad de encuentro entre lo científico, lo universitario y lo social para encarar tiempos definidos como de policrisis. En plena era de la motosierra amputando a la universidad pública y a la ciencia, este es un primer acercamiento a un congreso que permitió debatir otros paradigmas y prácticas para pensar la vida del presente. El doctor Damián Verzeñassi, del Instituto de Salud Socioambiental, y el significado de la cooperación y la solidaridad para pensar en términos científicos.
Desde Rosario, por Francisco Pandolfi
Fotos: lavaca.org
No todo lo que pasa, pasa en la ciudad de Buenos Aires. Y mientras pasa la motosierra, pasa (y se queda y se profundiza) el ajuste, y todo lo que venimos contando en las últimas horas (la condenas y proscripción a partir de la causa Vialidad; otra marcha de jubiladas y jubilados; otra movilización de médicos del Garrahan), en Rosario sucede el “VIII Congreso de Salud Socioambiental: el rol de la ciencia ante la crisis civilizatoria”, un espacio de encuentro entre científicos y comunidades en el que durante tres días (entre el 10 y el 12 de junio) se desarrollaron paneles y presentaciones con distintas problemáticas del país. Todo eso en un momento en el que la ciencia y la universidad pública están siendo atacadas, pero que sin embargo muestran a grupos de profesionales y científicos saliendo a proponerle a la sociedad el debate de problemas centrales de la vida del presente.
Damián Verzeñassi es médico especialista en medicina integral y director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario, que organiza este Congreso que se realiza desde 2011 y cada dos años, de manera ininterrumpida. Damián se sienta en el piso del escenario donde se realizaron las mesas expositivas y habla con lavaca, en una primera aproximación de lo que iremos publicando sobre lo que sucedió en Rosario.

Dr. Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Rosario.
¿Qué significa encontrarse, en este contexto de país y de mundo tan revolucionado?
Este marco de construcción colectiva de saberes, donde articulamos desde lo más singular e íntimo con otras organizaciones, movimientos sociales, de derechos humanos, con compañeras y compañeros de toda América Latina, es un hecho revolucionario en estos tiempos. En segundo lugar, sirve para pensar a la universidad pública como un espacio de construcción de saberes a partir de diálogos abiertos, horizontales con otros actores que no necesariamente son los que, históricamente o hegemónicamente, se reconocen en quienes producen conocimiento. En esta crisis civilizatoria que vivimos hoy –con varias crisis en simultáneo (ambiental, climática, política, económica, sanitaria), y donde la civilización se organiza desde la idea de la cosificación de la naturaleza, la fragmentación, la negación de la otredad como algo necesario para la vida– que sea la universidad pública argentina la que convoque a este tipo de charlas es mucho más que un símbolo: es una declaración concreta, específica, fuerte y contundente de que aunque pretendan destruirla, desfinanciarla y ahogarla hasta su extinción, la universidad pública argentina sigue teniendo capacidad de re pensarse, de autoevaluarse permanentemente y de oponerse a los contextos más hostiles y más difíciles. Como hacen las bacterias. Ese es un camino para enfrentar el presente: aprender de la naturaleza y la biología cuáles son los mecanismos de resistencia mientras seguimos sembrando posibilidades de futuro.
La universidad pública argentina sigue teniendo capacidad de re pensarse, de autoevaluarse permanentemente y de oponerse a los contextos más hostiles y más difíciles.
¿Qué estás sintiendo de ese ahogo y asfixia a la ciencia y educación?
El actual gobierno está llevando adelante una política que ya se vio, aunque más acelerada y profundizada. Ya hubo ministros en el país que mandaron a los científicos a lavar los platos. Pero esos científicos y científicas no se fueron a la cocina sino que en muchos casos emigraron a donde les pagaran. Ese ejercicio de empujar a quienes construyen saberes, para ponerse al servicio de las necesidades corporativas es lo que hoy vemos con mucha más agresividad. Buscan destruir el sistema científico argentino, la estructura, la organización, el sistema de producción de conocimientos como lo conocemos ahora, para dejar lo que le sirva a las corporaciones.
¿Por ejemplo?
Todas las investigaciones sobre desarrollo tecnológico para identificar los problemas que generan los extractivismos en nuestros territorios, no encontrarán financiamiento por fuera de la universidad. Por eso, encontrarnos en este Congreso en el seno de la universidad es una herramienta para resistir estos embates y también para construir alternativas que siembren ideas y semillas. Cuando se den los tiempos apropiados van a germinar en una universidad al servicio de los pueblos y del cuidado de la vida, no desde lógicas hegemónicas.
De la alimentación a la IA
En el Congreso hubo 12 mesas expositivas donde se habló sobre el rol de la ciencia en esta época de crisis, y si su foco está en cuidar la vida o a las corporaciones; investigaciones sobre los plaguicidas y su riesgo ambiental; la alimentación y la salud; de las semillas y la propiedad intelectual; de la toxicidad en los cuerpos-territorios; de la inteligencia artificial y la inteligencia natural; de la energía y las (no) transiciones; del arte y las resistencias.
Después de exponer muchas problemáticas de salud socioambientales, en varios paneles se resaltó el hablar también de los logros que han existido, aunque a veces no se vean tanto como los daños. ¿En qué esperanzas se aferran?
Es muy difícil hablar de esperanza en tiempos tan hostiles; es muy difícil cuando por reclamar que no llegás a fin de mes en tu trabajo que salva vidas, sos tildado de ñoqui o de poner de rehén a los que te necesitan, que es lo que está ocurriendo en el Garrahan. Es muy difícil hablar de esperanza cuando nuestros abuelos son el descarte absoluto. Se naturalizó en nuestro país que aquel que reclama, aunque sea un adulto mayor, tiene que ser lastimado, reprimido, golpeado. Es difícil hablar de esperanza cuando por comunicar lo que está ocurriendo, te pueden disparar a la cara, a los ojos de todo el país y del mundo. Pero como decía Arturo Jauretche, no podemos perder la alegría de sabernos capaces de transformar la realidad. Y esto, hoy, es un planteo profundamente revolucionario que se dijo en el arranque de este congreso. Igual que reconocernos en el otro, en conocer lo que alguien está haciendo en otro lugar. Dicho así parece muy pequeñito, pero implican procesos de enorme conocimiento de lo que ocurre en los territorios. Esto significa conocer los mecanismos de organización de las resistencias, de las luchas y de las construcciones colectivas. El Congreso es un acto esperanzador. Una especie de faro que no digo que nos muestre exactamente en qué dirección ir, pero sí saber, en tiempos de tanta oscuridad, con quienes identificarnos, encontrarnos, reconocernos en la diversidad, abrazarnos y construir los futuros que necesitamos desde la transformación de estos presentes.
Hoy a nivel mundial se menciona todo esto como policrisis. La civilización de la que somos parte y nos ha formado es una civilización ordenada en función de un pensamiento de la modernidad, la fragmentación, la cosificación de la naturaleza, la negación del otro.
¿Qué análisis hacen desde el Instituto de Salud Socioambiental sobre la crisis civilizatoria a la que aluden en el nombre de este Congreso?
El pensamiento ambiental latinoamericano viene hablando de una crisis civilizatoria desde hace más de 25 años. Hoy a nivel mundial se menciona todo esto como policrisis. La civilización de la que somos parte y nos ha formado es una civilización ordenada en función de un pensamiento de la modernidad, la fragmentación, la cosificación de la naturaleza, la negación del otro. Nosotros creemos que en desnudar esos montajes ideológicos está una de las posibilidades de convocar a una movilización colectiva para la transformación de la realidad. Vivimos en una civilización que se autoconvenció de que se puede crecer ilimitadamente en un planeta limitado; que es necesario generar nuevas tecnologías que destruyen los territorios para después, con esas nuevas tecnologías, intentar recuperar los territorios destruidos. Estas lógicas originan que nuestros cuerpos expresen tantos problemas de salud. El sistema tecnocientífico construyó desde el norte global y para sostener la geopolítica de la enfermedad, un mecanismo donde en el sur geográfico tenemos que aceptar ser los descartables, para que ellos recuperen su habitabilidad. De la mano de eso viene el traspaso de industrias contaminantes a nuestros territorios; el endeudamiento de comunidades y países; el debilitamiento de economías regionales. Y además, el debilitamiento de nuestras democracias; y el fortalecimiento de ideas fascistas.
¿Qué de lo sucedido en este Congreso de salud socioambiental sirve para contrarrestar todo eso?
El conocimiento es vital para crear estrategias de resistencia y este encuentro es parte de la democratización de ese conocimiento, reconociendo que todos tenemos saberes para dialogar en códigos amorosos. El entrelazamiento de científicos nacionales e internacionales de primer nivel del cambio climático, de la biodiversidad, del tratamiento del plástico, con referentes campesinos, colectivos de defensa antinuclear, refleja que no hay posibilidad de salir de esta crisis civilizatoria si no logramos que los conocimientos generados en los territorios dialoguen con los pensados en los sistemas académicos tecnocientíficos. Ese diálogo no solo es necesario y posible, sino que se está dando y fue la base de este Congreso. La pandemia nos trajo la naturalización del aislamiento, del individualismo, de la meritocracia. Y en estos días nos propusimos recuperar la importancia del abrazo físico, que es mucho más que un encuentro de dos cuerpos: es un proceso de comunión, de religación con nosotros mismos, con nuestras vidas y con nuestros territorios que queremos reivindicar. Hubo más de 150 personas que asistieron, más de 53 invitados internacionales de primer nivel, sin ningún tipo de financiamiento de corporaciones, pero sí con el apoyo de instituciones y organizaciones sociales. Es una muestra más de lo que somos capaces de hacer cuando nos mueven las convicciones, la necesidad de no quedarnos quietos ante los golpes, los ataques, de no bajar los brazos e imaginar permanentemente estrategias creativas.
En ese sentido, ¿qué desafíos se plantearon para este encuentro en base a las problemáticas actuales?
Propusimos que todas las mesas se conformen con referentes de distintas procedencias y espacios, que además abordaran temas que a simple vista no tuvieran conexión. ¿Qué tiene que ver la inteligencia artificial con la energía y con la criminalización de la protesta social? ¿Qué tiene que ver el cambio climático con la crisis del crecimiento de los niños y niñas que recién nacen y con la violencia en las ciudades? En este Congreso logramos encontrar ese hilo común que va enhebrando todos estos temas y permite comprender que el desafío es recuperar la capacidad de ver la realidad desde la complejidad y la integración de los diálogos que hacen posible la vida y desmontar las lógicas de la fragmentación. Podemos sentarnos en una misma mesa quienes venimos de lugares muy distintos y que a simple vista no tenemos nada que decirnos, y encontrar que tenemos muchos más puntos en común de los que creíamos, de los cuales abrazarnos para poder andar.

El paralelo entre el cuerpo humano y el territorio en el que vivimos.
Mirando al futuro, ¿qué propuesta le hace este Congreso a la sociedad?
No se puede estar sano, si no tenemos alimentos sanos; no podemos tener alimentos sanos si no tenemos modos de producción saludables que garanticen territorios saludables. Para eso hay que tener políticas pensadas desde una ética de los cuidados y recuperar la posibilidad de acceder a alimentos sanos, a agua sana, a aire sano. Debemos construir condiciones de habitabilidad y esto solo puede hacerse en comunión con otros, escuchando a los territorios de los que somos parte. El desafío que tenemos por delante es reconocernos en las diversidades, abrazarnos para construir juntos objetivos comunes, recuperar la posibilidad de vivir dignamente en nuestros lugares, sin supremacías ni violencias y sobre todo recuperando lo que hizo posible llegar hasta acá. No somos el resultado de una cadena evolutiva basada en la supervivencia del más fuerte, ni mucho menos el último eslabón de esa cadena. Somos, en todo caso, una expresión de un momento en el diálogo de las diversidades que se fueron encontrando desde el Big Bang hasta acá, para desde la lógica de la cooperación y la solidaridad garantizar condiciones territoriales que nos permitan vivir.

Verzeñassi con integrantes del Instituto de Salud Socioambiental.
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La realidad en movimiento

Concentraciones en Tribunales, en San José y Humberto 1°, en diversas esquinas espontáneamente pobladas, tomas en al menos 15 escuelas porteñas, cortes parciales y totales en Acceso Oeste, Panamericana y Autopista Buenos Aires-La Plata y la convocatoria a una concentración el próximo miércoles 18 de junio: esos fueron algunos de los síntomas y movidas en CABA de un jueves proyectándose hacia la semana próxima. El miércoles 18 tiene dos condimentos: los jubilados lo han transformado en el día de convocatoria de reclamos de cada semana frente al plan económico que sigue empobreciendo y marginando a grandes sectores de la población y que sigue sin resolver problema alguno mientras endeuda al país a cada minuto. Ese día, además, se debería resolver de qué modo se concretará la condena contra Cristina Fernández de Kirchner. Aquí lo ocurrido en Plaza Lavalle, frente a la Corte Suprema de Justicia, en un momento en el que es difícil proyectar el futuro de los próximos días, pero en el que crece la sensación de que, en muchos sentidos, esto recién empieza.
Por Lucas Pedulla
Fotos: Juan Valeiro
La cita era a las cinco de la tarde.
La convocatoria había circulado el día anterior y proponía una vigilia con acampe en la Plaza Lavalle, frente a la Corte Suprema donde los jueces Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti condenaron a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos en la causa Vialidad. Si bien muchos no sabían explicar las expectativas respecto de esta movilización, la idea que compartían varias organizaciones era sumar otros focos de lucha y reclamo además de la sede del PJ y la casa de Cristina, en el barrio porteño de Constitución, como forma de descentralizar los puntos neurálgicos de estos días agitados. El combo se completó con cortes de ruta en distintos accesos y autopistas del Área Metropolitana de Buenos Aires.

La Plaza Lavalle, frente a Tribunales, como otro punto de protesta. Foto: Juan Valeiro.
Pero a las cinco de la tarde, en Plaza Lavalle, todavía no había mucha gente, y por eso sorprendió que, de pronto, un cordón de 30 efectivos de la Policía de la Ciudad rodearan un grupo de 12 personas: siete eran jubilados y uno estaba en situación de calle, a quien la policía le dirigió toda su cortesía. “Tenemos una orden de ver si en su valija hay elementos contundentes”, dijo el oficial.
La situación fue tan absurda que demoró a esas personas, que estaban en la vereda tomando mate, durante más de media hora.
El contenido de la valija: frutas, pines y algo de ropa.
Los policías, frustrados, se fueron.

Foto: Juan Valeiro.
Momento nuevo de la República
Por encima de cualquier valla sobresalía la altura de Horacio Pietragalla –nieto restituido, ex secretario de Derechos Humanos– que transitó estas calles movilizadas como un militante más. “La idea de esta manifestación es señalar a los tres responsables de una de las acciones más violatorias de todas las garantías constitucionales de los últimos tiempos –explicó–. Estamos en un momento nuevo de la República, distinto, que ya vivieron otros países como Brasil, con la detención de Lula, pero acá siempre se dudaba si se iban a animar. Bueno, se animaron, y hay que empezar a mostrar el malestar que generó”.
Ese malestar empieza su tercer día de vigilia, ¿qué percibe? “En el conurbano hay mucha gente enojada, pero que no tiene los recursos para llegar a Capital y protestar. Pero esto va a ir creciendo cada vez más a partir, también, del malestar que genera la política de Milei. Muchos argentinos ven en Cristina la posibilidad real de que cambie su realidad social, pero hoy le sacaron esa herramienta. Yo creo que esto recién empieza”.
Trae su memoria: “Las Abuelas y las Madres siempre nos indicaron que hay que llorar adentro de la casa y que en la calle hay que luchar. La historia es larga, y tenemos mucha historia atrás para darnos cuenta de lo que están haciendo hoy: es parte de lo que ya sufrimos”.

Foto: Juan Valeiro.
Cartón y arroz hervido
Daniela (37), Teresa (37) y Marina (34) son tres cartoneras del barrio El Roble, de Almirante Brown, sur del conurbano. Trabajan en una cooperativa de reciclado del MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos). “Vinimos a apoyar a Cristina porque, aunque vos no lo creas, vivíamos mejor, teníamos un sueldo digno –empezó Daniela–. Ahora está todo congelado, el municipio quiere privatizar el trabajo, el precio del cartón baja, el del plástico también, y no hay para aguantar”.
Esa necesidad la ve en el barrio no sólo con la ausencia de trabajo, sino con el incremento del consumo de drogas en los más jóvenes: “Mi sobrino está perdido en la droga. Tiene 21 añitos. Pero no es sólo el, son todos los pibes que antes, más o menos, se la rebuscaban, pero ahora no tienen ni con qué”.
Teresa apuntó que ya ni hablan de llegar a fin de mes, sino al final de la semana, con suerte: “Hoy en día está todo caro y no podés hacer ni un guiso. Sólo un arroz hervido”.
Marina dijo, sin vueltas, que hay enojo en los barrios, pero algunos no marchan por el miedo de ver las represiones en las calles. “Algunos se conforman con lo que tienen. Otros, que lo votaron, se enojan porque no llegan a fin de mes, y entonces le digo: organizate”.
Sin embargo, ellas vinieron, con todo lo que cuesta, para esta convocatoria. ¿Qué esperan de acá en adelante?: “Queremos que Milei se vaya. Yo digo que si nos organizamos todos, y salimos todos para un mismo lugar, podemos lograrlo. Pero si se quedan en sus casas, como muchos están haciendo, no creo que podamos hacer mucho. Hay que salir”.

Foto: Juan Valeiro.
Apurando jueces por TV
Para Mila –21 años y militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP)-, la condena está poniendo en juego el sistema republicano de la democracia. “Más que un fallo judicial, es un fallo político. Se esclarece una falta de división de poderes por la presión que el Poder Judicial recibe tan fácilmente del sistema político, mediático y económico. Si se pueden dar el lujo de apurar a los jueces por TV, estamos ante un sistema totalmente cuajado”.
Sobre las medidas: “Es el momento de salir a militar. No sólo hay que poner el cuerpo, sino poder visibilizar, en todos lados, esta situación. Si este no es el momento, ¿cuál es? Sobre todo si te decís peronista, porque estás ante un hito histórico. Hay un valor muy interesante en lo que hizo Cristina que fue entender que su prisión, o sea su condena, es parte de la historia del peronismo. Y la está escribiendo ella. Es una dirigente que nos está marcando la cancha: asumió las consecuencias para poder volver a reunir al peronismo”.
Mila no duda de que tienen que ser horas de unidad: “Y la tenemos que sostener porque no vaya a ser cosa que esto se planche y empiecen las internas y las disputas, ahora más agraviadas al no estar Cristina en juego. Creo que, muy a su estilo, esta es una medida de ajedrecista para escribir un nuevo capítulo en la historia, una nueva página. Ahora, si el PJ la corre de la presidencia, eso va a ser una vergüenza. Espero que puedan sostenerlo. Porque algo que ella dijo es que tenemos que volver a ser militantes políticos, y esa es una tarea del peronismo: poder interpelar a la época, porque la gente se va a seguir cagando de hambre, los jubilados van a seguir cobrando mal, la economía se va a seguir estancando”.
No es sólo cuestión de urnas: “Hay que interpretar cómo ganar al armado cultural que este proyecto significa”.
Tres gordos
María Eugenia Cassani, 32 años, secretaria de Derechos Humanos del Sindicato de Trabajadores Judiciales de la República Argentina, gremio dentro de la CGT: “Desde el punto de vista jurídico la sentencia es una aberración: es para disciplinar y castigar a quien logró una redistribución de los ingresos con un 50 por ciento para los trabajadores. Pero no van a disciplinarnos por más que la metan presa a ella o a quien quieran. La historia marca que tarde o temprano el pueblo volvió y se volvió a pensar en otra forma justa de construir y repartir la riqueza”.
No sabe si esto alinea u ordena la situación, aunque arriesgó: “Por ahí esto ordena detrás de la persona por lo que está pasando, pero también atrás de lo que hay que defender y no permitir que pueda volver a pasar. Espero que esto traiga la posibilidad de darnos discusiones, no en plan internas: la diferencia es discutir por cargos por un lado, o tratar de conseguir una síntesis superadora que nos permita representar a un montón de gente”.
Pregunta compleja: ¿por qué no está la CGT? “La CGT está, como estás viendo, pero creo que hay una gran diferencia entre algunos dirigentes: la CGT son los y las trabajadoras, no son tres gordos. Además la CGT somos sindicatos como nosotros, pero también un laburante que su dirigente no dice nada pero está acá y trajo a sus compañeros de laburo”.
¿A quién le hablamos?
Las dos amigas se llaman Giuliana, las dos son arquitectas y las dos forman parte del Centro de Estudiantes de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA. “La democracia está en peligro –dijo la primera Giuliana, que tiene 28 años–. Venimos a bancar aunque esto es un día a día de ver para dónde va la cosa”.
La segunda Giuliana, de 34 años, sobre estas horas complejas donde es difícil separar la ficción de la realidad: “Lo cierto es encontrarnos en la calle, con los compañeros, con el peronismo unido, porque eso también te da fortaleza para poder seguir y profundizar el análisis. Lo que sí nos preocupa es pensar si le estamos llegando a la gente que no es parte de la militancia. Todo está muy polarizado, hay gente que salió a festejar, entonces a mí me queda la duda de si le estamos hablando, realmente, al que no es militancia”.
Su amiga coincide: “No tenemos que quedarnos ensimismados en nuestras propias conclusiones. Es un momento para salir a convocar y generar espacios de participación sobre lo que significan nuestros derechos y la democracia: a los jubilados les pegan todos los miércoles por ir a manifestarse, a Cristina la meten presa sin ninguna prueba. Son cuestiones muy graves que, de alguna forma, hay que poner en la boca de la sociedad”.
Trotskismo y Cristina
Esta plaza también tuvo sorpresas que algunos celebraron, como la presencia real y concreta de sectores de izquierda históricamente críticos con el peronismo: por allí recorrían militantes del Movimiento de Trabajadores Socialistas (MTS) repartiendo volantes que repudian la condena y también había jóvenes con buzos rojos del Partido Obrero.
Uno de ellos era Nacho, presidente del centro de estudiantes del Joaquín V. González, cuyo buzo tenía el rostro de Mariano Ferreyra (militante asesinado por una patota de la Unión Ferroviaria en 2010) y las siglas de la Unión de Jóvenes Socialistas (UJS), rama juvenil del PO dentro del Frente de Izquierda. “Vemos el fallo de la Corte como un avance sobre las libertades democráticas”, explicó, con jóvenes de La Cámpora a metros suyo, una postal que refleja estos días. “Sin reivindicar la figura política de Cristina, vemos una escalada contra el pueblo que empezó el 20 de diciembre de 2023”.
Nacho trazó una cronología represiva que comenzó ese día y nunca se detuvo, con los miércoles de palos y gases a jubilados como mejor ejemplo de esta política libertaria. Sumó el intento de frenar el derecho a huelga, la lucha del Garrahan y la pelea que están llevando a nivel docencia: “No sólo por los salarios, sino porque en la Ciudad están poniendo en marcha una reforma que quita materia específicas y borra mucho contenido de formación de pensamiento crítico, lo cual es una degradación. Más allá de las diferencias que podemos tener con el peronismo, tenemos que unir todas las luchas contra Milei a nivel nacional, contra Macri en la Ciudad, y contra el plan económico que ataca a los trabajadores”.
El miércoles se prevé una movilización masiva a Comodoro Py, ¿van a participar?
Nacho respondió: “Lo charlaremos en asamblea”.
De fondo, una voz confirmó lo que muchas organizaciones venían comentando por lo bajo respecto de las pocas condiciones dadas para sostener la medida: el acampe y la vigilia se levantaban. Pero surgió otra propuesta: “Vamos todos a la casa de Cristina en la calle San José”.
Algunos se retiraron, como con ganas de algo más.
Otros se quedaron y marcharon.
La voz anunciaba: “Nos estamos preparando para la batalla del miércoles”.
Así, una caravana de cientos de personas partió hacia San José y Humberto 1º. Pese a la noche fría, esa esquina siguió con gente y expectativas en la calle.
Los días, en Argentina, y sobre todo en esta semana, ya no cambian a las veinticuatro horas, sino minuto a minuto.
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Miércoles en las calles: Congreso, Plaza de Mayo, Constitución

La marcha de jubilados en Congreso y el protocolo inútil de Patricia Bullrich: los jubilados se fueron a Plaza de Mayo a acompañar a quienes reclamaban en el Garrahan. La policía los siguió y provocó enfrentamientos, golpes, heridos y una mujer fracturada. Más tarde, un segundo anochecer en San José y Humberto 1º, en apoyo a CFK y rechazo hacia una condena amañada.
Por Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro y lavaca.org
Son las 18.45 de su segundo día de condena cuando Cristina Fernández de Kirchner sale al balcón de la casa de su hija, en San José y Humberto 1°, en el barrio porteño de Constitución, a saludar a una calle que la ve y enloquece.
«Cristina, aguante todo», grita un hombre barbudo.
«Cristina, acá estamos», grita una estudiante.
«Cristina, cuando sea grande quiero ser como vos», grita un señor canoso que bordea la jubilación.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
La calle canta el Himno, la Marcha y Che Gorila como hits populares, entre perfume de chori ($7.000), remeras de Néstor y Cristina ($15.000, «a precio bien peronista», dice Aaron), pines de pañuelos de Madres y dedos en V (uno $1.000 y cuatro por $3.000), stickers de Perón (tres por $1000), y un negocio que entendió todo al vender latas de cerveza y pebetes con C5N de fondo: toda una economía que se puso en funcionamiento por miles de personas que hace dos días no abandonan –ni abandonarán– estas calles.
Al lado del negocio de la tele, desde la puerta de su casa, detrás de una reja, asoman los bracitos de Cintia, 11 años, que sostiene un cartel con un corazón que dice «Cristina, te amo», y ve todo lo que pasa en la vereda de su casa con ojos brillosos.
«Cristina fue nuestra mejor presidenta y a todos los niños nos dio Paka Paka, que nos enseñó mucho de la revolución, de Malvinas, de ciencias sociales, de ciencias naturales, matemáticas y lengua», dice y cuenta que le gusta Zamba, a quien ahora quieren reemplazar con dibujitos que reivindican a econochantas liberales. Pero Cintia habla con orgullo de que todo esto esté pasando ahora nomás en su barrio, en su cuadra, en su vereda. «Gracias Cristina. Por todo», se despide, y sigue mostrando su corazón.
De fondo, como si la calle estuviera escuchando lo que dice esta niña de 11 años, se canta: «No nos han vencido».
El piquete marca Bullrich
El segundo día de la condena a la expresidenta cayó miércoles y eso significa marcha de jubilados.


Policía interrumpiendo el tránsito: el protocolo cada vez más absurdo y caro. Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Algo habrá percibido el Ministerio de Seguridad, al mando de Patricia Bullrich, que realizó el piquete más grande del mundo: valló el Congreso de punta a punta, desde Yrigoyen a Rivadavia, con las calles laterales también valladas, y desde Sáenz Peña hasta Ayacucho (cinco cuadras) interrumpiendo todo tránsito por Rivadavia, Entre Ríos y Callao, entre otras. Todo con el tremendo costo que implica semejante operativo inútil.
Margarita, de Formosa, llegó a la Plaza de los Dos Congresos con una bandera argentina atada al cuello. «Me parece que están presionando mucho para que el pueblo salga a la calle porque esto no se aguanta más», interpreta. «Cristina hizo un sacrificio porque era la única forma de que el Partido Justicialista se junte. Se jugó, como siempre se jugó por nosotros. Me dolió. Porque ella dio mucho. Tengo bronca, porque mientras ella va presa, ¿Macri, Milei y su hermana qué?».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Estela, 63 años, de Avellaneda, tiene un cartel que dice «Milei estafador» con una firma: «Jubilada en la trinchera». Cuenta que entró en la lucha porque ya no se bancaba más verlo por la tele: «Seguimos sobreviviendo, porque vivimos al día a día, ya no sabemos si comemos como comíamos antes. Es hoy. Es un ensañamiento con nosotros tremendo».
Sorpresa y violencia
En la asamblea de jubilados alguien propuso que el uso de micrófono fuera breve para poder marchar a Plaza de Mayo y unirse con la movilización de profesionales de salud del Hospital Garrahan, que habían convocado a las cuatro de la tarde. «Veremos si vamos por la vereda», dice. «El que no pueda caminar, en transporte».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Pero la marcha de jubilados tomó un rumbo inesperado. Frente al extraño protocolo que impedía el tránsito en todo Congreso, las organizaciones de jubilados y jubiladas decidieron marchar por Avenida de Mayo. De entrada había quedado claro que el operativo estaría a cargo de la Policía de la Ciudad: no se vieron los efectivos federales habituales de Gendarmería, Prefectura (PNA), Policía Federal y de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Un síntoma de no querer provocar una mecha que reaccione contra el protocolo oficial del Gobierno.
De todos modos, la policía antimotines trató de comprimir esa marcha para dejar una vía libre por Avenida de Mayo (cosa absurda, por la cantidad de periodistas que estaban del otro lado que también interrumpían el posible tránsito).

Los manifestantes fueron superando los escollos policiales, que seguían empujando y perturbando una marcha totalmente pacífica. Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Al 1400 de Avenida de Mayo una de las manifestantes, Cintia Castellanos, fue golpeada por esa violencia policial y sacada por la gente con su pie casi colgando de su pierna por una brutal luxación o posible fractura. Fue velozmente atendida por una médica y por un grupo de voluntarios de chaleco naranja del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA).


Foto: lavaca.
Lavaca pudo conversar con Cintia: “Uno de los policías cayó al piso y vinieron sus compañeros como a sacarlo. Ahí me tiran a mí al piso sobre el mismo policía, y se me cae otro policía encima. Cuando me quise levantar, me volví a caer por lo que me habían hecho en la pierna. La policía me quiso agarrar pero por suerte uno de los chicos que estaba ahí me cargó a upa porque me querían hacer parar y yo no podía”.
Con la pierna rota, los voluntarios del CEPA la llevaron hasta Rivadavia y Sáenz Peña a esperar una ambulancia del SAME que dos horas después aún no había llegado.
Contó Cintia que llegó a la marcha con compañeros suyos de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), donde estudia la Tecnicatura de Minoridad y Familia: “Me faltan tres materias”. Agregó: “Vine autoconvocada porque esta situación que hay con las jubilaciones, con la salud, con la discapacidad, es insostenible. No se puede más con este gobierno”. Cintia trabaja en un hogar de adultos con discapacidad intelectual.
Pasó las horas en el piso esperando la ambulancia junto a los afiches con los rostros de los miembros de la Corte Suprema de Horacio Rosatti, Ricardo Lorenzetti y Carlos Rozenkrantz allí definidos con un solo concepto: “Corruptos”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Diagnóstico del Garrahan
La columna llegó a Plaza de Mayo y un jubilado se reía. “Al final los que marcharon por la vereda fueron ellos”, dijo señalando a los efectivos de la Ciudad. En la Plaza, había otras banderas de las habituales que se ven todos los miércoles: a las de la UTEP y ATE, se sumaban CTA, La Cámpora, Movimiento Evita, El Hormiguero. El arco político iba, además, desde la participación de Myriam Bregman a Victoria Donda. Esa movilización recibió la de profesionales y familias del Hospital Garrahan, ahogado por el ajuste presupuestario con sus trabajadoras y trabajadores con salarios indescriptibles. Un cartel trató de poner palabras a la situación: “Senador: $9.500.000. Tramo técnico hospital: $700.000”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
La marcha llegó con un camión que ofició de escenario. Desde allí, el actor Osky Guzmán arengaba: “Viva los trabajadores del Garrahan. ¡No tenemos miedo!”, agitaba.
Debajo, frente al Cabildo, escuchaban Guadalupe –48 años, jefa clínica de Epidemiología– y Miriam –57 años, médica hematoncóloga–. “El conflicto salarial repercute en nuestro día a día de múltiples formas –explica Miriam–. Estamos sobrecargados y con salarios de miseria: un médico con seis años, con una especialidad de pediatría de cuatros años más, y con una especialidad como la nuestra que son otros cuatro años, se lleva $1.800.000. Trabajamos de más, porque nunca es tu horario real, y esas horas de más la contraprestás con tu sueldo. Pero la hora de guardia, en un hospital de la Ciudad, la cobran el doble que en el Garrahan. Entonces tenés muchísimos compañeros que se están yendo”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Guadalupe suma: “Se va y la cuestión no es que cae el hospital, sino la salud pediátrica del país. Si el Garrahan no está, no hay otro que lo reemplace: acá derivan muestras para el Laboratorio de todo el país, derivan pacientes. Sentimos que el hospital se está desarmando y no hay nadie que dé una respuesta para sostenerlo. Por eso nos llama la atención el silencio de gobernadores y ministros provinciales, porque recibimos consultas de todos lados. Con el hospital, en realidad, lo que se cae es una red pediátrica armada”.
Cuentan que a los residentes los “apretaron” amenazándolos con que tenían sus telegramas de despido si seguían con las medidas de fuerza. “Somos médicos, nadie quiere este conflicto, queremos poder vivir y trabajar de los que nos gusta –describe Guadalupe el clima “triste” que se vive dentro del hospital–. ¿Qué mensaje le das a un pibe que se está por recibir mostrando que apretás a un residente por querer defender sus derechos?”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Sobre estos días agitados, Miriam mira la plaza y dice que le “dolió” lo de Cristina: “Creo que tiene que haber más gente en las calles. Tanto que cantamos que si la tocaban a Cristina qué quilombo se iba a armar, bueno: le quisieron pegar un tiro en la cabeza, ahora la condenaron. Esto debería estar explotado”, dice y se afirma: “Tenemos que ser más”.
Tomas de facultades
Horas después de la condena de la Corte, muchas universidades y facultades votaron la toma de las instituciones en señal de repudio, con apoyos que van desde el Frente de Izquierda hasta Patria Grande. Una de ellas es la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, que está a la vuelta de la casa de Cristina, sobre Santiago del Estero al 1000.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Son las 20.30 del miércoles y están en asamblea. Juana, 24 años, estudiante de Sociología, militante de Patria Grande, acepta hablar desde la puerta. “Como conducción del centro de estudiantes tomamos la facultad por una cuestión de seguridad –argumenta–. Estamos a una cuadra y media de la casa de Cristina y sabíamos que íbamos a ser un centro de refugio: abrimos las puertas para que toda la población que quiera movilizarse y tenga frío, hambre o quiera ir al baño, pueda pasar. Es devolver algo de lo que la gente nos da”.
Explica que harán asambleas para discutir los próximos días. Mientras tanto, ¿cómo se sigue? Juana es sincera: “Estoy preocupada por mis sentimientos. Por qué: me enojé mucho más con la Ley Bases que con lo de ayer, pero sé que lo de ayer fue más grave. Desde que asumió, este Gobierno nos está interpelando a naturalizar lo que pasa. Vengo acá, milito, pero lo que a uno lo emociona, se pierde, y si se pierde en alguien que es militante, upa: ¿y al que no milita? Tengo mis convicciones: voy a laburar, vuelvo, milito acá y en el barrio. Pero interpela: el accionar es racional, pero también emocional”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
¿La condena puede encender una mecha? Juana piensa: “Enciende, pero me pregunto a dónde se dirige y cómo podemos dirigirla, racionalmente, a algo mejor. No sé si esta será la situación que promueva una rebelión popular, ojalá que sí, pero sí hay que plantear esta emocionalidad que la derecha impone para evitar naturalizar el terror”.
Construir algo nuevo
De vuelta frente a la casa de Cristina, dos chicas que toman mate también vienen de la marcha de jubilados y el Garrahan. Marina, 32 años, de Parque Chacabuco, desempleada desde diciembre “Este gobierno no se aguanta más. Por eso fui a Plaza de Mayo y vengo acá: Cristina representa un modelo de país”. Su amiga, Paula, 27 años, cajera, de Liniers, cuenta que el alquiler le subió $120.000 y que tuvo que volverse a vivir con su familia: “Ojalá de esta calle salga la unión. Se meten con Cristina porque es una figura femenina y lo más fuerte que tenemos. Todos los derechos que tenemos no son porque salió el sol y a alguien se le ocurrió. Hubo lucha. Corrió sangre. No dejemos que nos lo quiten”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
El flujo de personas no cesa. Las calles de San José y Humberto 1º son dos ríos que confluyen mutuamente, porque la gente que se va es reemplazada por otra que llega. Guadalupe –46 años, de Villa Luro –, Romina –47, de Parque Chacabuco– y Vanesa –47, de Boedo–, son tres amigas que van a quedarse, al menos, unas horas más. “Para bancar –dice Vanesa, bien clarito–. Es el momento en que tenemos que estar nosotros presentes para bancar este proceso tan injusto. Es el momento de que vean que no somos dos gatos, sino muchísimas personas”.
Romina coindice: “Es el momento de mostrar nuestro disgusto con este gobierno. Llevarse a Cristina por delante es llevase todos los derechos ganados. Es lo que faltaba para destruirnos. Todos los días tenemos un drama social. Están tocando todas las fibras. Si la sociedad no se levanta y sólo disfruta de las conquistas ganadas por este movimiento, tenemos un problema. Espero que esto conmueva, que la gente entienda que es grave”.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Son horas complejas para encontrar las palabras que expresen qué se siente o qué hay que hacer, ¿qué se animan a arriesgar en esta calle que no para de colmarse?
Vanesa: “Queda la organización del pueblo. Bancamos a la compañera, pero también nos bancamos a nosotros. Es el momento de construir algo nuevo. Hay hacerlo como pudimos hacerlo con Néstor, después con Cristina, y ahora con quien toque. Pero hay que organizarse desde las bases”.
Romina: “Ojalá esto no sea un foco sino algo que se vaya replicando. Hoy escuché una frase que me gustó: que en estos momentos el peronismo se siente como pez en el agua. Confío en eso. Como un deseo”.
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