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El hechizo verde

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Por Sergio Ciancaglini

QUÉ LINDO que es el fútbol.
Alemania y México, sobre todo México, armaron un partidazo increíble mientras en Argentina se celebraba el Día del Padre.
En la previa uno se imaginaría a mexicanos defendiéndose y aguantando la paternidad alemana, pero no: salieron a lastimar a los alemanes, a presionarlos, a tocar, triangular y cuadrangular. Salieron como había propuesto su técnico Osorio, “con el amor por ganar y no con el temor a perder”.
Los mexicanos, con su camiseta verde y el ojo puesto en el impresionante arquero campeón mundial Neuer, fueron en el primer tiempo más inteligentes, avispados y veloces que la desconcertada máquina alemana. La amenazaron desde el primer minuto encontrando espacios por los costados. Perdón: no los encontraron, los fabricaron. Los espacios de libertad hay que crearlos.
Cuando los alemanes lograban dominarlos, los mexicanos estaban con el cuchillo entre los dientes del contraataque. En el minuto 34 Chicharito Hernández fue protagonista de un excelente contragolpe que habilitó a Chuky Lozano, que recibió por izquierda muy libre pero decidió continuar con el picnic que se venía dando con el marcador de punta alemán: lo esperó, enganchó hacia adentro, el alemán pasó de largo como en un tobogán rumbo a la tribuna y de derecha Chucky Lozano se la clavó con un tiro fuerte y bajo al primer palo de Neuer, que por una vez no resultó humano.
El vendaval mexicano se iba llevando al olvido las noticias sobre supuestas orgías de sus jugadores, que Chicharito había salido a desmentir o al menos a relativizar. La prensa se había escandalizado, más que por las prostitutas VIP, por la derrota mexicana frente a Dinamarca antes del viaje a Rusia.
El también cuestionado DT Juan Carlos Osorio se presentó pertrechado con una birome y un papelito. Todo bien con los 5G pero las cosas serias se hacen de otro modo. El técnico alemán Low, cada vez más parecido a Moe con su flequillo, tenía a su lado a un rubio que leía un cuaderno grande como libro de actas, en el que buscaba la fórmula para romper el hechizo verde.

Juega y no llores


Los alemanes siguieron atacando, lograron un tiro libre con el que casi destruyen el travesaño pero la hazaña fue del arquero de vincha, don Memo Ochoa, que logró desviar la pelota que se estaba metiendo en el arco, antes de que golpeara el travesaño.
México fue en ese primer tiempo una fiesta de fútbol a la que se prendió Alemania. México no tuvo nada que ver con Argentina: fue compacto, atrevido, gambeteador, veloz, decidido, pelota al pie, corazón y entusiasmo inteligente: una pasión organizada, que no consiste solo en cantar el himno con gesto patriótico, sea sincero o para las cámaras.
El segundo tiempo fue otra cosa. Alemania se lanzó con todos sus tanques, comandados intelectualmente por el tremendo Kroos. El sitio de Troya convertido en un poroto, pero los alemanes no encontraban el caballo con el cual introducirse por la ciudadela contraria.
La consigna: si no es con belleza futbolera, los aplastaremos por prepotencia germana. Kroos seguía pateando de media distancia pero Memo con su vincha desparramó su buzo anaranjado siempre transmitiendo seguridad. La defensa argentina (Caballero-Rojo, cual Titanes en el Ring) debería haber visto a estos muchachos.
México se paró a resistir con 5 defensores, 4 mediocampistas, y un delantero. Pero seguía agazapado esperando el contragolpe. Parecían cansados.
La dinámica fue similar a la histórica pelea de Muhammad Ali frente a George Foreman, en 1974, inolvidablemente narrada en mil formas por Norman Mailer y en el documental Cuando éramos reyes.
Alí soportaba a Foreman. Foreman se cansaba de tanto pegarle en lugares que su rival se había entrenado para absorber, y luego Ali salía a golpearlo al final de cada round. Si México se había cansado con su esfuerzo del primer tiempo, Alemania pareció un Foreman cansado de patear y patear al arco sin puntería suficiente, o con Memo demasiado seguro.
México entonces entendió que se defendería mejor en el campo contrario que en el propio. La mejor defensa es el ataque, dicen. Contragolpeó tres veces con un tremendo olor a gol, incluso con superioridad numérica ya que los chicharitos salían disparados cada vez que podían.
El final era de una tensión insoportable. Alemania encima de México, pero sin precisión, Moe sacudiendo desesperadamente el flequilllo, los mexicanos comiéndose los nervios y ya defendían con 6 o 7 jugadores.
En la última fue el propio Neuer a cabecear un corner en el área contraria. Pero el intento alemán quedó en manos de Memo.
Y ganó México, un partido que puede competirle el título del mejor partido del Mundial a España-Portugal.
Nadie sabe cómo seguirá la historia pero México parece haber confirmado que este es un Mundial Verde. Corrieron todo, jugaron todo y armaron una historia que será inolvidable. Osorio dijo: “El crédito es para los muchachos”. Explicó que se organizaron, se replegaron bien, y así contrarrestaron por los extremos el 4-2-3-1 alemán (hicieron lo que tendría que haber hecho Argentina con gente como Di María).
Dijo Osorio, con el papelito y la birome en el bolsillo: “Tuvimos buenas transiciones”. Sus palabras para definir el domingo: entrega, determinación, solidaridad, compromiso. Y repitió su idea: “Hoy no se jugó por el temor a perder, sino por el amor a ganar”. Que en el Mundial Verde se hable de organización y también de amor es todo un signo para repensar el fútbol, y tal vez para aprender a jugar la vida haciendo buenas transiciones.

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