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El mundo es Mundial

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Un recorrido por mensajes mundialistas que cruzan amigos, familias, fronteras, pasiones y pensadores futboleros. Una semblanza sobre lo que dejó Rusia para leer y pensar.

Por Ariel Scher

1) Pavel, que es ruso, de Moscú y futbolero, mira el Parque Gorki desde el otro lado de las aguas infinitas del río Moscova, escucha a una madre y a una hija hablar de Luka Modric, y le manda un mensaje a Miguel, que es español, de Madrid y futbolero, en el que resume: “El título de Francia lo explicó mejor que nadie Arthur Danto. Ya sé que Danto era estadounidense, filósofo de la estética y se murió hace casi cinco años, pero fue él quien escribió: ‘La belleza no es tan importante para el arte: lo importante es lo que significa la obra'”.
2) Miguel ataja el mensaje de Pavel, observa incómodo las reformas de este julio en la Gran Vía, abre el diario El País en la página de Deportes, pide su café de cada mañana y le envía un mensaje a José, que es portugués, de Lisboa y futbolero: “Aquí, delante de mis ojos, hay un enlace de párrafos muy buenos del periodista Ramón Besa. En dos, está analizado el campeón. Dice primero: ‘En un Mundial de muchas sorpresas, la única certeza ha sido Francia. Ha dado la sensación de no tener puntos débiles y de jugar con el marcador, con los rivales, con la gente y con la prensa’; dice después: ‘Así funcionan los equipos resultadistas; los bleus han dejado que la emoción y los elogios, se concentraran en algunas actuaciones como las de Bélgica o Croacia'”.
3) José medita sobre el mensaje de Miguel, enfoca a un mujer que le conversa a otra mujer sobre la llegada de Cristiano Ronaldo a la Juventus, se interroga sobre por qué Cristiano Ronaldo se mete en la rutina de dos mujeres de Lisboa, y le suelta un mensaje a Raymond, que es belga, de Bruselas y futbolero: “A veces me asustan los que no valoran a los campeones y más veces me asustan los que no valoran a los que no son campeones. Hazard y sus compañeros me llenaron los ojos. Hace bastante nos lo avisó Johan Cruyff, que era holandés y sobre todo universal: ‘Al fútbol siempre hay que jugar de manera atractiva, de manera ofensiva, debe ser un espectáculo”.
4) Raymond repasa el mensaje de José, parpadea feliz en los bordes de la estación central de trenes de Bruselas porque una pibita le notifica a un pibito que ella es Hazard y porque el pibito le replica a la pibita que Hazard es él, y le remite un mensaje a Laura, que es argentina, de Buenos Aires y futbolera: “En un tiempo, los historiadores necesitarán resumir este Mundial y, como es una época en la que no abunda la paciencia para leer resúmenes, publicarán una foto con los pies de Eden Hazard acompañada de esta frase de Andrés Iniesta: ‘No juego para ganar balones de oro, juego para ser feliz'”.
5) Laura se conmueve con el mensaje de Raymond, se suma a las broncas no deportivas de una Argentina de muchas broncas no deportivas, arregla con su pareja a qué hora se encontrará en la próxima movilización popular y le lanza un mensaje a Edmundo, que es brasileño, de Río de Janeiro y futbolero: “Qué cagada, en vez de pasarla bien con lo que tuvimos en el Mundial, la pasamos mal con lo que no tuvimos. Como tantas veces, nos equivocamos. Algo de eso lo aprendí durante un domingo leí a Carlos Rexach, ese gran formador catalán de jugadores: ‘Para jugar al fútbol no hay que sufrir. Lo que se hace sufriendo sale mal'”.
6) Edmundo entra y sale de los razonamientos que le propone el mensaje de Laura, distingue las siluetas hábiles de una muchacha y de un muchacho jugando al fútbol sobre la arenas de Copacabana en las que nunca hay invierno del todo, y le tipea un mensaje a Pierre, que es francés, de París y futbolero: “Pensar que el Mundial fue sólo lo que pasó en las canchas es no pensar. Hace mucho lo abrevió Nelson Rodrigues, gran escritor y periodista de mi patria: ‘En el fútbol, la peor ceguera es sólo ver la pelota'”.
7) Pierre asiente frente al mensaje de Edmundo, oye un debate sobre los usos y los abusos de la consagración en el Mundial entre dos señores que caminan bajo la sombra de los árboles próximos al cementerio de Montparnasse, evalúa que alguna discusión parecida andará atravesando a dos amigos suyos en la Ciudad Universitaria y, con las pupilas apuntadas hacia una imagen del presidente Macron que festeja como si en el fútbol se le fuera su gestión política, le surge la necesidad de despacharle un mensaje a Lara, que es colombiana, de Bogotá y futbolera: “Felices por la victoria, estamos complicados con otras cosas. Acá, en Francia, Marcelo Bielsa dirigió al Lille. Quizás venga bien una de sus sugerencias. Esta: ‘Nosotros deberíamos aclararle a la mayoría que el éxito es una excepción. Los seres humanos habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan y ganan de vez en cuando. Muy de vez en cuando'”.
8) Lara se introduce en el mensaje de Pierre en una vereda en la que un hombre afirma que José Pekerman se quedará en la selección colombiana y una dama le devuelve que es al revés y que se irá pero ambos citan que una y otra aseveración fueron enunciadas por medios argentinos, y entonces la recubre la urgencia de dirigirle un mensaje a Dalia, que es peruana, de Lima y futbolera: “Estoy segura de que en estos días los medios despedazan las cabezas de la gente. En este Mundial, y no por lo que leía o escuchaba en mi país pero sí desde otros, me acordé mucho de un aviso del portugués José Saramago: ‘“Los fascistas del futuro no tendrán aquel estereotipo de Hitler o Mussolini No van tener un modo de un militar duro. Van ser hombres hablando todo aquello que la mayoría quiere oír sobre bondad, familia, buenas costumbres, religión y ética'”.
9) Dalia coincide con el mensaje de Lara, sueña con que al cielo de su ciudad querida se le diluyan los grises de mitad de año, transita entre personas que, más allá de que el Mundial se esfumó y de que Perú no superó la primera rueda, persisten en enfundarse con la camiseta de su selección en un martes cualquiera y empuja los dedos para trasladarle un mensaje a Robert, que es croata, de Zagreb y futbolero: “Ahora que el Mundial abandona Rusia, creo que hay un ruso que contó mejor que nadie lo que pasa con el fútbol y lo que le pasa a mi gente. Murió hace mucho y era un músico genial ese hombre, Dmitri Shostakovich, que se dio cuenta de todo y lo dijo en una oración que es una partitura: ‘El fútbol es el ballet de las masas'”.
10) Robert se iría volando hacia un estadio o hacia el Teatro Bolshoi luego de emocionarse con el mensaje de Dalia, pero se asume atado en estas horas a su Croacia, donde hay millones que se enorgullecen de ser segundos en las canchas rusas y lo gritan en cada esquina, en las mismas esquinas en las que en tantas ocasiones hubo gritos que ojalá no hubieran sido gritados, por lo que lo envuelve la necesidad de manifestar qué fue el Mundial y de compartir esa manifestación en un mensaje para Waldemar, que es uruguayo, de Montevideo y futbolero: “¿Por qué el fútbol provoca lo que provoca? No hay modo sencillo de saberlo, pero no hay que molestarse demasiado. Nos lo enseñó ese crack de escribir que fue Manuel Vázquez Montalbán: ‘El fútbol es la religión del siglo veinte más difundida en el planeta. Me interesa porque es una religión benévola que ha hecho muy poco daño'”.
11) Waldemar sonríe de cara al mensaje de Robert, trata de acordarse de la primera vez que pisó la Plaza Independencia mientras va por unos trámites hacia la Ciudad Vieja, supone que su amigo Pavel andará nostálgico por una Moscú que añorará al Mundial y, entonces, aceptando que la nostalgia también es suya, le escribe un mensaje a Pavel: “Sólo quiero decirte que tengo nostalgia de Mundial y qué sé que tenés nostalgia de Mundial. El Mundial siempre es eso: expectativa, partidos, nostalgia. Va de regalo la forma en qué narró eso alguien experto en expectativa, partidos y nostalgia, o sea Eduardo Galeano. Hermosa brevedad: ‘Y yo me quedo con esa melancolía irremediable que todos sentimos después del amor y al fin del partido”.
12) Pavel clava la vista en el mensaje de Waldemar, vuelve a escuchar a una madre y a una hija hablar de Luka Modric, mira de nuevo al Parque Gorki desde el otro lado del río Moscova y piensa, siente y comprueba que es cierto que, cada cuatro años, el mundo es Mundial.

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