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Iniesta, o la belleza de la contracultura

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Este artículo piensa qué significa el jugador de España y del Barcelona Andrés Iniesta, compañero de Messi y amigo de la pelota. Por qué seguir hablando de ellos (de Iniesta y del juego, o del juego a través de Iniesta) en esta serie de notas futboleras camino al Mundial de Ariel Scher para lavaca.org

Por Ariel Scher*
Entre los que mejor contaron a Iniesta, uno no lo vio jugar y otro sí.

El que no lo vio jugar fue Ernesto Sabato, que igual lo retrató exacto porque fue Sabato el que, vaya a saber por qué, un día dijo: “Lo admirable es que el hombre siga luchando y creando belleza en un mundo bárbaro y hostil” .
El que lo vio jugar fue un amigo nuestro, que tenía poca simpatía por Sabato y todas las simpatías por Iniesta, y reveló: “Ustedes vieron que Messi es lo máximo en una cancha de fútbol. ¿Se preguntaron alguna vez por qué Messi es lo máximo? Se los voy a explicar: Messi juega así de bien, juega como nadie, porque jugar así de bien, así como nadie, le asegura que lo pongan de titular en el Barcelona y, de esa manera, puede estar cerca de Iniesta”.
Martí Perarnau, ex atleta olímpico y lúcido analista del deporte, concluyó hace ocho años en que el Barcelona, en la versión que conducía Pep Guardiola, era “un equipo contracultural”. Eso significaba -y significa- que aquel Barcelona armaba sus espectáculos sobre el césped desafiando las corrientes dominantes, articulando una concepción en la que lo esencial consistía en el juego asociado y consecutivo a partir de la posesión permanente de la pelota y del control del espacio, en una serie de conocimientos técnicos y tácticos que servían para que esa concepción fluyera, en un afán profundo de victoria que jamás embadurnaba la concepción del juego y, en el fondo, aunque Perarnau no eligiera este ejemplo, en la certificación de una frase de Alfredo Di Stéfano, un ídolo no del Barcelona y sí del Real Madrid: “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”.

“Quienes me han visto jugar saben que hoy hago los mismos giros y jugadas que hacía a los cinco años en el pueblo, pero es un don desarrollado y muy disciplinado por miles y miles horas de trabajo”, resumió el propio Iniesta.

Iniesta era -es- la consumación de todo eso: un malabarista de los pies que puso y pone esos pies a disposición de la construcción colectiva y no a favor de su brillo individual; un artista con la capacidad de ganar partidos casi por sí mismo que transpiraba y transpira para ganar el partido entre muchos; un ajedrecista que parecía y parece traer escritas las soluciones a todos los problemas que germinan en el pasto y que, a la vez, inventaba e inventa cada cosa que en el fútbol aún no está escrita. Contracultural Iniesta, entonces: un generoso del fútbol en un universo que educa para la mezquindad, un concertista con el que se aprende que lo más hermoso del fútbol y de montones de cosas es integrar una orquesta, un experto en generar lo extraordinario que no hace marketing de lo extraordinario sino que, nada más, nada menos, juega. O sea: eso que no vio, pero manifestó Sabato; eso que sí vio y además soltó el amigo nuestro.

“Iniesta entiende el juego mejor que nadie”, sintetizó Juan Román Riquelme, justo un campeón en el entendimiento del juego.

Contracultural y más contracultural, Iniesta: en la hora de la épica personal, algo que en el fútbol es legítimo y conmocionante, se quitó del centro de la escena. Cuando, en el 2009, frente al Chelsea y en el tercer minuto de descuento, sacó el zapatazo de gol que transportó al Barcelona a la final de la Liga de Campeones de Europa, elogió la persistencia de su equipo para no rendirse y argumentó que hizo lo que hizo porque casi no habían pateado al arco. Cuando, en el 2010, metió el gol con el que España se coronó campeón mundial, mostró la leyenda que guardaba debajo de su camiseta de selección para dedicarle el gol a Dani Jarque, figura del Español y no del Barcelona, muerto joven y de golpe, siempre su amigo.
Sabato y el amigo nuestro aciertan con Iniesta porque ahí, en esa condición contracultural, está la clave de Iniesta: Iniesta, Andrés Iniesta, futbolista emblema del mejor Barcelona, de la mejor selección de España y del mejor fútbol de cualquier edad del fútbol, expresa en la cancha todo lo que en nuestros buenos días queremos que el mundo sea y todo lo que en nuestros días corrientes verificamos que el mundo no es.
¿Qué es lo que expresa Iniesta como jugador? La nobleza, la integridad, la coherencia, la fidelidad a una idea, la grandeza y, especialmente, la belleza. Iniesta, en palabras de Sabato, se empecinó en luchar y en crear belleza en medio de un fútbol con frecuencia “bárbaro y hostil”. Iniesta, en la lógica del amigo nuestro, tan cautivante en la belleza de su juego como para cautivar al propio Messi. 
Contracultural del fútbol, Iniesta reviste entonces una esperanza sublime que la humanidad ya visitó muchas veces a pesar de todas las sugerencias en contrario y a pesar de todas las innegables derrotas culturales: ser contracultura es un camino para llegar a ser cultura. O, más sencillo, en un escenario de fútbol -y de bastante más que fútbol-, saturado de discursos que subestiman la posibilidad de que lo que representa Iniesta sea realmente importante, millones de personas van detrás de esa representación si esa representación les queda a la vista. O todavía más fácil: a pesar de las sombras y de las brutalidades, de los ocultamientos deliberados y de los ocultamientos por contagio, de la estupidez pantallizada y de las pantallas estupidizantes defendidas desde la mentira de que “eso es lo que le interesa a la gente”, a pesar de toda esa porquería sistematizada, la nobleza, la integridad, la coherencia, la fidelidad a una idea, la grandeza y la belleza valen la pena, siguen valiendo la pena.   
Iniesta no suele hablar de estas cuestiones y, desde luego, los valores que viajan con su fútbol no resuelven los dramas enteros de la vida. Inclusive podría argumentarse con certeza que esos valores se transforman en visibles porque Iniesta es un actor notorio de un espectáculo planetario administrado por corporaciones millonarias. No Sabato pero sí el amigo nuestro, el que proclama que Messi se recibió de genio para afirmar su sitio al lado de Iniesta, contrapone una certeza idéntica: aun adentro de ese show de dineros obscenos, Iniesta podría haber jugado y podría jugar de cualquier otra manera, pero siempre decidió jugar como juega Iniesta. 
Y hay otra complicación: una tarde o una noche, cada vez más próxima, Iniesta no va a jugar más. No lo hará en el Barcelona, con cuyos colores engalanó al fútbol y emocionó a públicos de mil tierras en la reciente final por la Copa del Rey. Y, no tan lejos, tampoco jugará en ninguna parte. Lo que es mucho aunque no lo peor. Lo peor es que a aquello que Iniesta reivindica le tocará reivindicarse sin Iniesta frente a los ojos.
Se insiste: una complicación. Una complicación, una ausencia, un agujero, una pérdida, una nostalgia. Pero no un abismo.

“La belleza muere en la vida, pero es inmortal en el arte”, decía Leonardo Da Vinci, un hombre que algo manejaba sobre la perdurabilidad de la belleza.
Como Sabato y como el amigo nuestro, Leonardo también contó fenómeno a Iniesta.
 

*Ariel Scher acaba de publicar un libro de cuentos de fútbol alrededor de los distintos mundiales en la historia. Se llama Todo mientras Diego y estas son sus redes: 

Instagram: @todos_mientras_de
Twitter: @todomientrasdie
Facebool: Deporte y literatura

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