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La última aventura de Corto Maltés

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Es una aventura, como siempre, pero con un tono más místico. Hugo Pratt eligió ese final para su personaje emblemático, un gusto que quiso darse para contar su versión de ese continente, Mú, que algunos señalan como el origen de todos los pueblos del Sur y que desapareció dejando pocos rastros de su utópica vida. Así, el mito se convirtió en historieta y Pratt se despidió del mundo.

La última aventura de Corto MaltésAlguna vez el historietista italiano Hugo Pratt confesó que tanto había escuchado hablar de un continente perdido que le apetecía aportar su propia versión sobre el mítico tema. Recién pudo darse el gusto en su último trabajo, donde plasmó el viaje final de su personaje más emblemático, el Corto Maltés.
El Corto, como todos los amantes de la historieta le dicen en confianza, parte en su última travesía en busca de Mú. Se sumerge en las profundidades de las aguas junto a Rasputín, su eterno antagonista, para descubrir –el verbo que tal vez más le gustaba a Maltés– el misterio de aquella antiquísima civilización y desentrañar los orígenes de la humanidad. Pratt imagina una entrada secreta al misterioso lugar entre la penísula del Yucatán y las islas Pinos, Caymán y Cisne.
Alguna vez Pratt dejó deslizar, a través de uno de sus personajes, que su intención era concluir la saga de este trotamares en medio de la Guerra Civil Española, alistando al Corto en las Brigadas Internacionales en defensa de La República, de donde jamás regresaría. Sin embargo, Maltés terminó con una historia muy distante del realismo bélico: después de una primera etapa dotada de cierta racionalidad, en Mú comienzan a entrecruzarse elementos fantásticos y oníricos, que transgreden toda norma apoyada en la lógica. Dicen los que conocieron a Pratt que fueron las únicas viñetas que el Tano no dibujó por dinero. Por algo Mú se constituyó en uno de los trabajos más personales de su trayectoria. Uno de los guiños, casi imposible de advertir para los lectores, aparece en la primera parte de la historia, cuando El Corto está escondido detrás de una escafandra. Pratt solía recordar que su primer dibujo fue, precisamente, un buzo. La aventura tras el continente perdido se publicó por primera vez en entregas, en la tradicional revista italiana de cómics Corto Maltese, desde 1988 hasta 1991.
 
El Corto Maltés es uno de los pocos personajes de tinta y papel que puede contar con una biografía tan exhaustiva y rica que sería envidiada por el más aventurero de los seres humanos. La cantidad de datos que su creador ofreció les permitió saber a sus lectores –convertidos casi siempre en fanáticos memoriosos- que el navegante nació un 10 de julio de 1887 en un lugar de Malta llamado La Valetta. Era hijo de una gitana sevillana conocida como La Niña de Gibraltar y de un maninero inglés que había nacido en Cornualles. De su padre, precisamente, heredó la ciudadanía británica. Durante su infancia se trasladó a la hispana Córdoba, donde se inició en el estudio de la Cabala y el Talmud. Pero ése no era un lugar para él. Fue así como marchó hacia Egipto, su primera travesía. A los 13 años, Corto pasó por Manchuria y realizó su primera hazaña bélica, destruyendo un cañón. Y cuatro años después apareció en medio de la guerra ruso-japonesa donde conoció a Jack London, por entonces apenas un joven escritor, quien le presenta a un desertor del Ejército Rojo: Rasputín, una especie de alter ego –homicida, neurótico, ambicioso– con quien compartirá muchas aventuras. Entre ellas, aquella que tenía como destino las minas del Rey Salomón. Pero un motín de la tripulación obligó a desviar la travesía hacia Argentina, donde conoció a los afamados bandidos Butch Cassidy y Sundance Kid. Así, en cada uno de sus viajes, El Corto fue dejando caer pistas que permiten reconstruir su derrotero vital.
Si Rasputín no tiene convicciones, roba, mata y traiciona sin problemas de conciencia, El Corto se presenta como un aventurero individualista, cínico aunque romántico, de fuertes principios morales y, por sobre todas las cosas, como un ser libre. Puede dedicarse al contrabando, pero está muy lejos de convertirse en un asesino. Se trata de un héroe escéptico más que revolucionario, que rompe el modelo tradicional: su personalidad es compleja y llena de claroscuros. En su última aventura en busca de Mú, ambos están secundados por una serie de personajes que ya habían desfilado durante las anteriores aventuras de Maltés, como Tristán Bantam, Boca Dorada, Steiner y Leví Columbia. Este último fue quien formuló en 1925 la invitación al Corto para ir juntos a explorar el continente perdido.
El Corto comenzó a publicarse en 1967 en la lujosa revista italiana Sgt. Kirk. Su primer viaje, el más recordado por sus lectores, es La balada del Mar Salado, una genialidad narrada por el mismísimo océano. El Corto –que se muestra como un personaje más, pero no como protagonista excluyente- aparece condenado a morir por inanición, flotando en una balsa. Y quien lo salva es nada menos que el inescrupuloso Rasputín. La aventura se desarrolla durante el comienzo de la Primera Guerra Mundial en la isla La Escondida y está plagada de entretelones, traiciones y mucho humor. Sin duda se trata de una de las cinco obras fundamentales del cómic mundial.
Está claro desde un principio que El Corto Maltés heredó de su autor la curiosidad por la diversidad cultural. Pratt nació en Rimini, Italia, el 15 de junio de 1927, pero siempre se consideró un veneciano. De muy pequeño viajó a Etiopía, donde su padre era funcionario de la colonia. A los 14 años, precisamente, lo enrolaron en la policial colonial y terminó prisionero en un campo de detención, antes de ser repatriado y trasladado en un buque de la Cruz Roja. En 1944 volvió a ser arrestado, esta vez por las ss alemanas que lo confundieron con un espía sudafricano. No por nada, el escritor Juan Sasturain, director de la revista Fierro, decía que el Tano “tenía más historias de las que podía o quería dibujar”.
Otro escritor fanático de las historietas, Pablo de Santis, definió a Pratt como un libertario, hijo de un fascista y nieto de un socialista. Cuando apareció Corto, Pratt ya tenía 40 años y recién se comenzaba a hablar de cómic de autor. Por entonces, había dejado atrás su paso por Argentina. Había llegado al país invitado por el editor Cesare Civita, fundador de editorial Abril, que había sido seducido por As de Pique, la primera publicación del dibujante italiano, realizada cuando apenas tenía 17 años.
 
El capítulo argentino
La pluma de Pratt fue una de las principales artífices de la edad de oro de la historieta argentina, que impuso una escuela de hacer cuadritos en todo el mundo. El Tano –como lo rebautizaron aquí– arribó en 1949, con 22 años, y se marchó recién en el 62, espantado por una de las cíclicas crisis económicas que padeció Argentina. En Buenos Aires realizó una vasta obra que incluyó dos de sus creaciones más importantes cuando les puso imágenes a los guiones de Sargento Kirk y Ernie Pike, dos creaciones de Héctor Germán Oesterheld, el más destacado y prolífero historietista de estos lares, que desapareció, al igual que sus cuatro hijas, durante la última dictadura militar. Con El Viejo, como le decían a Oesterheld, también hizo Ticonderoga y participó de esa experiencia editorial sin precedentes: Frontera. Juntos refundaron el relato de aventuras, donde los buenos no eran tan buenos ni los malos tan malos, donde el héroe era colectivo y donde la guerra no era protagonizada por ejército sino por seres humanos.
En Argentina Pratt también se recibió de narrador. Aquí comenzó a escribir, pero sin dejar de dibujar con su trazo rápido y muchas veces acompañado de la acuarela. Ann y Dan, Wheeling, y Capitán Cormorant fueron algunos de sus guiones. Pero todos sucumbieron ante las travesías de El Corto, creado cuando ya estaba de vuelta en Italia.
 
Como los grandes historietistas de su época, Pratt basaba sus creaciones en un minucioso trabajo de documentación. Cuando escribió Tango, por ejemplo, otra de las aventuras de Corto Maltés, emprendió previamente un viaje hacia el sur para embeberse de hechos reales que, como él decía, servían para estimular su imaginación. Algo parecido ocurrió con Mú, el continente perdido. En la edición publicada por la editorial española Norma se compila en el primer tramo del libro toda la documentación que el autor recopiló antes de lanzarse con su obra: un centenar de mapas, artículos académicos y otros escritos que por momentos se tornan imprescindibles para comprender la historia dibujada por Pratt.
Pratt falleció el 20 de agosto de 1995, pero antes recorrió junto a Corto buena parte del mundo. Eso se plasmaba en cada uno de sus relatos, en Venecia, Buenos Aires o algún rincón del África. Gracias a ese espíritu, el autor obtuvo el premio Phenix a la mejor historieta de aventuras y también el galardón Yellow Kid, el máximo reconocimiento para un historietista en todo el mundo.

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