CABA
Estás nominado
Zygmunt Bauman nació en Polonia hace 82 años, vive en Londres y dedica su vida a enseñar y a pensar. Dos actividades que le valieron muchas batallas y varios exilios. Desde fines de los 90 está abocado a escribir sobre lo que considera un cambio clave para entender el mundo de hoy. Al ritmo de un libro por año, plantea, profundiza y da vueltas sobre el mismo tema. “Es como entrar a una habitación por diferentes puertas”, confesó. Su teoría tiene un título: Modernidad Líquida. Aquí las claves de ese pensamiento desplegado en seis de sus libros.
Modernidad Líquida
La pirámide de poder actual está construida sobre la base de la velocidad y su principal técnica es el escurrimiento, el rechazo a cualquier confinamiento territorial y de sus engorrosos corolarios de construcción y mantenimiento de un orden, de la responsabilidad por sus consecuencias y de la necesidad de afrontar sus costos. Para que este poder fluya, el mundo debe estar libre de trabas, barreras y controles. Los poderes globales se encargan del desmantelamiento de esas fronteras, y con sus escombros inmovilizan a quienes intentan detenerlos. La Modernidad Líquida corresponde al pasaje del capitalismo global de su fase de explotación a su fase de exclusión.
Globalización
El capital se ha vuelto extraterritorial, liviano, desahogado y desarraigado a niveles inauditos, y su capacidad de movilidad espacial alcanza, en la mayoria de los casos, para extorsionar a los agentes locales de la política y obligarlos a acceder a sus demandas. Como nunca antes, la política es un tira y afloje entre la velocidad con la que el capital se mueve y la cada vez más disminuida capacidad de acción de los poderes locales. Se trata de una batalla perdida, que significa acomodar las reglas del juego al servicio del desmantelamiento y el menoscabo de todas las leyes y regulaciones que puedan poner restricciones al capital. En la práctica, esto significa bajos impuestos, escasas o nulas regulaciones y, sobre todo, flexibilidad laboral. De manera más general, implica garantizar una población dócil e incapaz de oponer resistencia organizada a las decisiones que el capital pueda tomar. Para las multinacionales –es decir, las empresas globales con intereses y lealtades dispersos y cambiantes– el mundo ideal es uno sin Estados o, al menos, con Estados pequeños. Hay poco que los Estados soberanos de hoy puedan hacer, y menos aun que sus gobiernos se atrevan a llevar a cabo, para contener las presiones del capital. Dirían que las reglas del juego que están obligados a jugar han sido dipuestas por fuerzas sobre las que no tienen una influencia mínima, si es que tienen alguna. ¿Cuáles fuerzas? Unas tan anónimas como los nombres tras los cuales se esconden: mercados mundiales, inversiones extranjeras. Hoy día el capital ha logrado escapar del marco ético-legal que el Estado-nación le imponía para refugiarse en una tierra de nadie. Ese nuevo espacio extraterritorial es el que llamaron “globalización”.
Inseguridad
La vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constantes. Es una versión siniestra del juego de las sillas que se juega en serio. Y el premio real que hay en juego es el ser rescatados (temporalmente) de la exclusión. Como la competición es global, esta carrera tiene que –además– celebrarse en una pista de dimensiones planetarias. La vida líquida es una vida devoradora. Asigna al mundo y a todos sus fragmentos animados e inanimados el papel de objetos de consumo. Los objetos de consumo tienen una limitada esperanza de vida útil y cuando sobrepasan ese límite, dejan de ser aptos para el consumo: son inútiles. El mercado no sobreviviría si los consumidores se aferraran a las cosas y recibiría un golpe mortal si los individuos encontraran valores que les aportaran seguridad. El arte del marketing está dedicado a impedirlo. El poder del mercado radica en la inseguridad. El consumismo es, por ese motivo, una economía de engaño, exceso y desperdicio. Para mantener vivas las expectativas y para que las nuevas esperanzas ocupen enseguida el vacío dejado por las ya desacreditadas y descartadas, el trecho desde el comercio hasta el tacho de basura debe ser corto.
Mercado
La sociedad de consumo es una sociedad de mercado; todos hacemos compras y todos estamos en venta; todos somos de manera alternativa o simultánea, clientes y mercancías. Una sociedad de consumidores no es sólo la suma total de dichos consumidores. Se trata de una sociedad que interpela a sus miembros fundamentalmente (o quizás, incluso, exclusivamente) en cuanto consumidores y que los juzga y evalúa por sus capacidades y conductas con relación al consumo.
Desempleo
Desempleo es un nombre para una condición manifiestamente temporal y anormal; como una enfermedad pasajera y curable. La noción de desempleo hereda su carga semántica de la autoconciencia de una sociedad que acostumbraba otorgar a sus miembros el papel de productores y que creía asimismo en el pleno empleo, no sólo como una condición social deseable y alcanzable, sino también como un destino. Una sociedad que ve en el empleo una clave –la clave– para la resolución simultánea de una identidad personal socialmente aceptable, una posición social segura, la supervivencia individual y colectiva, el orden social y la reproducción sistémica. En la sociedad de consumo no hay desempleados sino personas superfluas. Los consumidores fallidos, incompletos o frustrados son superfluos. Que te declaren superfluo significa haber sido desechado, cual botella de plástico vacía y no retornable. La produción de cuerpos superfluos, ya no requeridos para el trabajo, es una consecuencia directa de la globalización. Son las víctimas humanas de la victoria del diseño del progreso económico a escala planetaria. La respuesta a la superfluidad es tan financiera como la definición del problema: limosnas provistas, legisladas, promovidas por el Estado, designadas con un abanico de eufemismos: subsidios de asistencia social, subvenciones.
Lo invisible
El residuo es el secreto oscuro y bochornoso de toda producción. Por ende, la generación de residuos hace del encubrimiento una ardua tarea. La supervivencia de la Modernidad Líquida depende de la diligencia y competencia en la eliminación y ocultación de la basura.
Los límites
Los basureros marcan la frontera entre lo aceptado y lo rechazado, lo incluido y lo excluido. Esa frontera se traza cotidianamente, con cada ronda de recogida y eliminación de basura. Su único modo de existencia es la incesante actividad de separación. Es demasiado lo que depende de esta tarea como para dejarla en manos de los basureros. Se precisan funcionarios de inmigración y controladores de calidad, un ejército de elite que establece los límites entre inclusión y exclusión.
Todos los residuos, incluidos los humanos, tienden a amontonarse en forma indiscriminada en el mismo basurero. Los residuos no precisan de finas distinciones ni sutiles matices, a menos que puedan reciclarse. Pero las posibilidades de reciclarse como miembros legítimos y reconocidos de una sociedad así diseñada son, por no decir otra cosa peor, vagas e infinitamente remotas.
Mientras el gueto en su forma clásica actuaba en parte como escudo protector contra la brutal exclusión racial, el actual diseño dispone que el basurero pierda su papel positivo de parachoques colectivo, convirtiéndose en un mortal mecanismo de pura relegación social.
Tolerancia cero
La inmediata proximidad de grandes y crecientes aglomeraciones de seres humanos residuales, que probablemente lleguen a ser duraderas y permanentes, exige políticas segregacionistas más estrictas y medidas de seguridad extraordinarias. El sistema penal provee tales contenedores. Para el ex presidiario que goza de libertad condicional, el retorno a la sociedad es casi imposible y el regreso a la cárcel, seguro. En resumidas cuentas, las cárceles, al igual que otras tantas instituciones sociales, han pasado de la tarea de reciclaje a la destrucción de residuos. El modo de ocuparse de los residuos pasa por acelerar su biodegradación y su descomposición, al tiempo que se los aísla. La construcción de más prisiones, la pena de cárcel para un mayor número de delitos, la política de tolerancia cero y las condenas más duras y más largas se comprenden mejor como otros de los tantos esfuerzos por reconstruir la débil y titubeante industria de destrucción de residuos, sobre una nueva base, más acorde con las nuevas condiciones del mundo globalizado.
Nuestra época
La nuestra es una época proclive a los chivos expiatorios, de cerraduras patentadas, alarmas antirrobo, cercas, grupos vecinales de vigilancia y personal de seguridad; asismismo, de prensa amarilla “de investigación”, a la pesca tanto de conspiraciones con las que poblar de fantasmas un espacio público ominosamente vacío como de nuevas causas capaces de generar un pánico moral lo suficientemente feroz como para dejar escapar un buen chorro de miedo y odio.
Confianza
Estos nuevos géneros de temor disuelven asimismo la confianza, el agente vinculante de toda convivencia humana. Sin confianza se desintegra el entramado de compromisos humanos, haciendo del mundo un lugar todavía más peligroso y temible. Despojada de confianza, saturada del recelo, el diseño de esta vida está plagado de antinomias y ambigüedades que no es capaz de resolver.
Nosotros
Los mercados de consumo están demasiado ansiosos para ayudarnos a salir del apuro. La publicidad asocia los automóviles con la pasión y el deseo y los teléfonos móviles con la inspiración y el apetito sexual. Pero por mucho que lo intenten, el ansia que prometen saciar no desaparecerá. Puede que los seres humanos se hayan reciclado en artículos de consumo, pero los bienes de consumo no pueden ser humanos. Hemos de admitir que los sustitutos consumibles tienen una ventaja. Prometen liberarnos de las tediosas tareas de negociación y compromiso; sus vendedores garantizan sustitución fácil y frecuente en el momento en que ya no sirvan, o que aparezcan ante nuestros ojos artículos nuevos, mejorados y más seductores. Y, lo que es más importante todavía, parecen otorgarnos el mando. Somos nosotros, los consumidores, quienes trazamos la línea entre lo útil y lo residual.
El juego
Consolados así, nos sentamos a ver –absortos, encantados, hechizados– la próxima entrega de Gran Hermano, que nos cuenta la misma historia: supervivencia es el nombre del juego de la convivencia humana y la apuesta máxima de la supervivencia consiste en sobrevivir a los demás.
Gran Hermano I
El primitivo Gran Hermano, aquél sobre el cual escribió George Orwell, presidía fábricas fordistas, cuarteles militares y una infinidad de panópticos grandes o pequeños. Su único deseo estribaba en no dejar salir y en devolver al rebaño a la oveja descarriada. El Gran Hermano de los reality shows televisivos se preocupa exclusivamente de dejar afuera –y una vez fuera, fuera para siempre– a los hombres y mujeres sobrantes. Al viejo Gran Hermano le preocupaba la inclusión, la integración, disciplinar a las personas y mantenerlas ahí. La preocupación del nuevo Gran Hermano es la exclusión: detectar a las personas que no encajan en el lugar en el que están, desterrarlas de ese lugar. Es el santo patrono de los gorilas, tanto al servicio de un club nocturno como de un Ministerio del Interior.
Casino
Cuerpos delgados y con capacidad de movimiento, ropas livianas y zapatillas, teléfonos celulares, pertenencias portátiles y desechables, son los símbolos principales de la Modernidad Líquida. Lo pesado y lo gordo (literal y metafóricamente) son los peligros que hay que combatir y, mejor aun, evitar. Es difícil concebir una cultura indiferente a la eternidad, que rechaza lo durable. Es igualmente difícil concebir una moralidad que rechaza responsabilidad por las consecuencias que sus acciones pueden ejercer sobre otros. El advenimiento de la Modernidad Líquida lleva a la cultura y a la ética a un territorio inexplotado, donde la mayoria de los hábitos aprendidos para enfrentar la vida han perdido toda utilidad y sentido. Como afirmó George Steiner, vivimos en una cultura de casino, y en un casino el siempre inminente grito de “no va más” establece el límite. En la cultura de casino la espera va en desmedro del deseo, pero la satisfacción del deseo también debe ser breve, debe durar sólo hasta que sea arrojada la próxima bola.
Gran Hermano II
El capitalismo pesado, el del viejo Gran Hermano, era el mundo de los legisladores, los creadores de rutinas y los supervisores, el mundo de los hombres y las mujeres dirigidos por otros, que perseguían fines establecidos por otros, de una manera establecida por otros. Por esa razón eran también un mundo de autoridades: líderes que sabían qué era mejor y maestros que enseñaban cómo. En el capitalismo liviano, de la Modernidad Líquida y del Nuevo Gran Hermano, no existe nada de eso. El liderazgo ha sido reemplazado por el espectáculo y la vigilancia, por la seducción. La infame frase de Margaret Thatcher “la sociedad no existe” fue simultáneamente una aguda reflexión sobre la cambiante naturaleza del capitalismo, una declaración de intenciones y una profecía cumplida. “No hay sociedad” significa proclamar que los males son individuales y también lo son las terapias; las preocupaciones son privadas y también lo son los medios para combatirlas.
Gran Hermano III
El viejo Gran Hermano sigue vivo y mejor equipado que nunca, si bien hoy se encuentra preferentemente en las regiones marginadas del espacio social. Allí perdura la vieja tarea de no dejar salir a la gente y de volver a hacerles formar cada vez que rompen filas. Sin embargo, su auténtica misión consiste en facilitar un poco la tarea del nuevo Gran Hermano. Los dos hermanos controlan la frontera entre el dentro y el fuera. Juntos, abarcan la totalidad del universo social. La crueldad inhumana del primero sostiene lo diabólico del segundo. La elección ofrecida por este diseño a nuestras vidas es entre no salirse de la fila o el rechazo; entre la custodia del primero o del segundo de los Grandes Hermanos, que presiden conjuntamente el juego de la inclusión obligatoria y la exclusión forzosa.
La pregunta
La pregunta, a la que a nosotros nos toca encontrar respuesta, es si el juego de inclusión/exclusión es la única manera posible de concebir nuestro mundo compartido. El proyecto social a gran escala se ha dividido en una multitud de baúles de viaje privados, hechos a la medida del consumidor, sorprendentemente similares unos a otros, pero en modo alguno complementarios. Pero, más allá de nuestras diversas creencias religiosas o políticas, a menudo tan distintas y a veces encarnizadamente enfrentadas, todos deseamos vivir con dignidad y sin miedo, que no nos humillen, y que se nos permita buscar la felicidad. Esto constituye un terreno común lo suficientemente firme y amplio sobre el cual comenzar a construir la solidaridad de acción y concepción.
La respuesta
¿Puede volver a construirse un espacio público para el diálogo, el debate, la confrontación y el acuerdo? Sí y no. Si lo que se entiende por espacio público es la esfera que rodea a las instituciones representativas del Estado-nación y a las que ésta presta servicio, habrá que responder que probablemente no. Esa escena pública ha sido ya despojada de la mayoría de los utensilios y elementos que le permitieron sostener los dramas representados en ella en el pasado. Pero incluso si la vieja parafernalia se hubiese mantenido intacta, difícilmente habría podido servir a las nuevas producciones, cada vez más grandiosas y complejas. Para ser creíble, la respuesta del “sí” precisa de un espacio público nuevo y global. Y además necesita de una responsabilidad verdaderamente planetaria: un reconocimiento del hecho de que todos los que compartimos el planeta dependemos mutuamente los unos de los otros para nuestro presente y nuestro futuro, de que nada de lo que hagamos o no hagamos puede resultar indiferente para la suerte de otras personas y que ninguno de nosotros puede ya buscar y encontrar un refugio privado en el que cobijarse de las tormentas que pueden originarse en cualquier lugar del globo. Sentimos, suponemos y sospechamos qué es lo que hay que hacer. Pero no podemos conocer la forma ni la configuración que finalmente adoptará. De lo que sí podemos estar bastante seguros es de que esa forma no nos resultará familiar. Será diferente a todo aquello a lo que nos hemos acostumbrado.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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