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Zygmunt Bauman nació en Polonia hace 82 años, vive en Londres y dedica su vida a enseñar y a pensar. Dos actividades que le valieron muchas batallas y varios exilios. Desde fines de los 90 está abocado a escribir sobre lo que considera un cambio clave para entender el mundo de hoy. Al ritmo de un libro por año, plantea, profundiza y da vueltas sobre el mismo tema. “Es como entrar a una habitación por diferentes puertas”, confesó. Su teoría tiene un título: Modernidad Líquida. Aquí las claves de ese pensamiento desplegado en seis de sus libros.

Modernidad Líquida
La pirámide de poder actual está construida sobre la base de la velocidad y su principal técnica es el escurrimiento, el rechazo a cualquier confinamiento territorial y de sus engorrosos corolarios de construcción y mantenimiento de un orden, de la responsabilidad por sus consecuencias y de la necesidad de afrontar sus costos. Para que este poder fluya, el mundo debe estar libre de trabas, barreras y controles. Los poderes globales se encargan del desmantelamiento de esas fronteras, y con sus escombros inmovilizan a quienes intentan detenerlos. La Modernidad Líquida corresponde al pasaje del capitalismo global de su fase de explotación a su fase de exclusión.
 
Globalización
El capital se ha vuelto extraterritorial, liviano, desahogado y desarraigado a niveles inauditos, y su capacidad de movilidad espacial alcanza, en la mayoria de los casos, para extorsionar a los agentes locales de la política y obligarlos a acceder a sus demandas. Como nunca antes, la política es un tira y afloje entre la velocidad con la que el capital se mueve y la cada vez más disminuida capacidad de acción de los poderes locales. Se trata de una batalla perdida, que significa acomodar las reglas del juego al servicio del desmantelamiento y el menoscabo de todas las leyes y regulaciones que puedan poner restricciones al capital. En la práctica, esto significa bajos impuestos, escasas o nulas regulaciones y, sobre todo, flexibilidad laboral. De manera más general, implica garantizar una población dócil e incapaz de oponer resistencia organizada a las decisiones que el capital pueda tomar. Para las multinacionales –es decir, las empresas globales con intereses y lealtades dispersos y cambiantes– el mundo ideal es uno sin Estados o, al menos, con Estados pequeños. Hay poco que los Estados soberanos de hoy puedan hacer, y menos aun que sus gobiernos se atrevan a llevar a cabo, para contener las presiones del capital. Dirían que las reglas del juego que están obligados a jugar han sido dipuestas por fuerzas sobre las que no tienen una influencia mínima, si es que tienen alguna. ¿Cuáles fuerzas? Unas tan anónimas como los nombres tras los cuales se esconden: mercados mundiales, inversiones extranjeras. Hoy día el capital ha logrado escapar del marco ético-legal que el Estado-nación le imponía para refugiarse en una tierra de nadie. Ese nuevo espacio extraterritorial es el que llamaron “globalización”.
 
Inseguridad
La vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constantes. Es una versión siniestra del juego de las sillas que se juega en serio. Y el premio real que hay en juego es el ser rescatados (temporalmente) de la exclusión. Como la competición es global, esta carrera tiene que –además– celebrarse en una pista de dimensiones planetarias. La vida líquida es una vida devoradora. Asigna al mundo y a todos sus fragmentos animados e inanimados el papel de objetos de consumo. Los objetos de consumo tienen una limitada esperanza de vida útil y cuando sobrepasan ese límite, dejan de ser aptos para el consumo: son inútiles. El mercado no sobreviviría si los consumidores se aferraran a las cosas y recibiría un golpe mortal si los individuos encontraran valores que les aportaran seguridad. El arte del marketing está dedicado a impedirlo. El poder del mercado radica en la inseguridad. El consumismo es, por ese motivo, una economía de engaño, exceso y desperdicio. Para mantener vivas las expectativas y para que las nuevas esperanzas ocupen enseguida el vacío dejado por las ya desacreditadas y descartadas, el trecho desde el comercio hasta el tacho de basura debe ser corto.
 
Mercado
La sociedad de consumo es una sociedad de mercado; todos hacemos compras y todos estamos en venta; todos somos de manera alternativa o simultánea, clientes y mercancías. Una sociedad de consumidores no es sólo la suma total de dichos consumidores. Se trata de una sociedad que interpela a sus miembros fundamentalmente (o quizás, incluso, exclusivamente) en cuanto consumidores y que los juzga y evalúa por sus capacidades y conductas con relación al consumo.
 
Desempleo
Desempleo es un nombre para una condición manifiestamente temporal y anormal; como una enfermedad pasajera y curable. La noción de desempleo hereda su carga semántica de la autoconciencia de una sociedad que acostumbraba otorgar a sus miembros el papel de productores y que creía asimismo en el pleno empleo, no sólo como una condición social deseable y alcanzable, sino también como un destino. Una sociedad que ve en el empleo una clave –la clave– para la resolución simultánea de una identidad personal socialmente aceptable, una posición social segura, la supervivencia individual y colectiva, el orden social y la reproducción sistémica. En la sociedad de consumo no hay desempleados sino personas superfluas. Los consumidores fallidos, incompletos o frustrados son superfluos. Que te declaren superfluo significa haber sido desechado, cual botella de plástico vacía y no retornable. La produción de cuerpos superfluos, ya no requeridos para el trabajo, es una consecuencia directa de la globalización. Son las víctimas humanas de la victoria del diseño del progreso económico a escala planetaria. La respuesta a la superfluidad es tan financiera como la definición del problema: limosnas provistas, legisladas, promovidas por el Estado, designadas con un abanico de eufemismos: subsidios de asistencia social, subvenciones.
 
Lo invisible
El residuo es el secreto oscuro y bochornoso de toda producción. Por ende, la generación de residuos hace del encubrimiento una ardua tarea. La supervivencia de la Modernidad Líquida depende de la diligencia y competencia en la eliminación y ocultación de la basura.
 
Los límites
Los basureros marcan la frontera entre lo aceptado y lo rechazado, lo incluido y lo excluido. Esa frontera se traza cotidianamente, con cada ronda de recogida y eliminación de basura. Su único modo de existencia es la incesante actividad de separación. Es demasiado lo que depende de esta tarea como para dejarla en manos de los basureros. Se precisan funcionarios de inmigración y controladores de calidad, un ejército de elite que establece los límites entre inclusión y exclusión.
Todos los residuos, incluidos los humanos, tienden a amontonarse en forma indiscriminada en el mismo basurero. Los residuos no precisan de finas distinciones ni sutiles matices, a menos que puedan reciclarse. Pero las posibilidades de reciclarse como miembros legítimos y reconocidos de una sociedad así diseñada son, por no decir otra cosa peor, vagas e infinitamente remotas.
Mientras el gueto en su forma clásica actuaba en parte como escudo protector contra la brutal exclusión racial, el actual diseño dispone que el basurero pierda su papel positivo de parachoques colectivo, convirtiéndose en un mortal mecanismo de pura relegación social.
 
Tolerancia cero
La inmediata proximidad de grandes y crecientes aglomeraciones de seres humanos residuales, que probablemente lleguen a ser duraderas y permanentes, exige políticas segregacionistas más estrictas y medidas de seguridad extraordinarias. El sistema penal provee tales contenedores. Para el ex presidiario que goza de libertad condicional, el retorno a la sociedad es casi imposible y el regreso a la cárcel, seguro. En resumidas cuentas, las cárceles, al igual que otras tantas instituciones sociales, han pasado de la tarea de reciclaje a la destrucción de residuos. El modo de ocuparse de los residuos pasa por acelerar su biodegradación y su descomposición, al tiempo que se los aísla. La construcción de más prisiones, la pena de cárcel para un mayor número de delitos, la política de tolerancia cero y las condenas más duras y más largas se comprenden mejor como otros de los tantos esfuerzos por reconstruir la débil y titubeante industria de destrucción de residuos, sobre una nueva base, más acorde con las nuevas condiciones del mundo globalizado.
 
Nuestra época
La nuestra es una época proclive a los chivos expiatorios, de cerraduras patentadas, alarmas antirrobo, cercas, grupos vecinales de vigilancia y personal de seguridad; asismismo, de prensa amarilla “de investigación”, a la pesca tanto de conspiraciones con las que poblar de fantasmas un espacio público ominosamente vacío como de nuevas causas capaces de generar un pánico moral lo suficientemente feroz como para dejar escapar un buen chorro de miedo y odio.
 
Confianza
Estos nuevos géneros de temor disuelven asimismo la confianza, el agente vinculante de toda convivencia humana. Sin confianza se desintegra el entramado de compromisos humanos, haciendo del mundo un lugar todavía más peligroso y temible. Despojada de confianza, saturada del recelo, el diseño de esta vida está plagado de antinomias y ambigüedades que no es capaz de resolver.
 
Nosotros
Los mercados de consumo están demasiado ansiosos para ayudarnos a salir del apuro. La publicidad asocia los automóviles con la pasión y el deseo y los teléfonos móviles con la inspiración y el apetito sexual. Pero por mucho que lo intenten, el ansia que prometen saciar no desaparecerá. Puede que los seres humanos se hayan reciclado en artículos de consumo, pero los bienes de consumo no pueden ser humanos. Hemos de admitir que los sustitutos consumibles tienen una ventaja. Prometen liberarnos de las tediosas tareas de negociación y compromiso; sus vendedores garantizan sustitución fácil y frecuente en el momento en que ya no sirvan, o que aparezcan ante nuestros ojos artículos nuevos, mejorados y más seductores. Y, lo que es más importante todavía, parecen otorgarnos el mando. Somos nosotros, los consumidores, quienes trazamos la línea entre lo útil y lo residual.
 
El juego
Consolados así, nos sentamos a ver –absortos, encantados, hechizados– la próxima entrega de Gran Hermano, que nos cuenta la misma historia: supervivencia es el nombre del juego de la convivencia humana y la apuesta máxima de la supervivencia consiste en sobrevivir a los demás.
 
Gran Hermano I
El primitivo Gran Hermano, aquél sobre el cual escribió George Orwell, presidía fábricas fordistas, cuarteles militares y una infinidad de panópticos grandes o pequeños. Su único deseo estribaba en no dejar salir y en devolver al rebaño a la oveja descarriada. El Gran Hermano de los reality shows televisivos se preocupa exclusivamente de dejar afuera –y una vez fuera, fuera para siempre– a los hombres y mujeres sobrantes. Al viejo Gran Hermano le preocupaba la inclusión, la integración, disciplinar a las personas y mantenerlas ahí. La preocupación del nuevo Gran Hermano es la exclusión: detectar a las personas que no encajan en el lugar en el que están, desterrarlas de ese lugar. Es el santo patrono de los gorilas, tanto al servicio de un club nocturno como de un Ministerio del Interior.
 
Casino
Cuerpos delgados y con capacidad de movimiento, ropas livianas y zapatillas, teléfonos celulares, pertenencias portátiles y desechables, son los símbolos principales de la Modernidad Líquida. Lo pesado y lo gordo (literal y metafóricamente) son los peligros que hay que combatir y, mejor aun, evitar. Es difícil concebir una cultura indiferente a la eternidad, que rechaza lo durable. Es igualmente difícil concebir una moralidad que rechaza responsabilidad por las consecuencias que sus acciones pueden ejercer sobre otros. El advenimiento de la Modernidad Líquida lleva a la cultura y a la ética a un territorio inexplotado, donde la mayoria de los hábitos aprendidos para enfrentar la vida han perdido toda utilidad y sentido. Como afirmó George Steiner, vivimos en una cultura de casino, y en un casino el siempre inminente grito de “no va más” establece el límite. En la cultura de casino la espera va en desmedro del deseo, pero la satisfacción del deseo también debe ser breve, debe durar sólo hasta que sea arrojada la próxima bola.
 
Gran Hermano II
El capitalismo pesado, el del viejo Gran Hermano, era el mundo de los legisladores, los creadores de rutinas y los supervisores, el mundo de los hombres y las mujeres dirigidos por otros, que perseguían fines establecidos por otros, de una manera establecida por otros. Por esa razón eran también un mundo de autoridades: líderes que sabían qué era mejor y maestros que enseñaban cómo. En el capitalismo liviano, de la Modernidad Líquida y del Nuevo Gran Hermano, no existe nada de eso. El liderazgo ha sido reemplazado por el espectáculo y la vigilancia, por la seducción. La infame frase de Margaret Thatcher “la sociedad no existe” fue simultáneamente una aguda reflexión sobre la cambiante naturaleza del capitalismo, una declaración de intenciones y una profecía cumplida. “No hay sociedad” significa proclamar que los males son individuales y también lo son las terapias; las preocupaciones son privadas y también lo son los medios para combatirlas.
 
Gran Hermano III
El viejo Gran Hermano sigue vivo y mejor equipado que nunca, si bien hoy se encuentra preferentemente en las regiones marginadas del espacio social. Allí perdura la vieja tarea de no dejar salir a la gente y de volver a hacerles formar cada vez que rompen filas. Sin embargo, su auténtica misión consiste en facilitar un poco la tarea del nuevo Gran Hermano. Los dos hermanos controlan la frontera entre el dentro y el fuera. Juntos, abarcan la totalidad del universo social. La crueldad inhumana del primero sostiene lo diabólico del segundo. La elección ofrecida por este diseño a nuestras vidas es entre no salirse de la fila o el rechazo; entre la custodia del primero o del segundo de los Grandes Hermanos, que presiden conjuntamente el juego de la inclusión obligatoria y la exclusión forzosa.
 
La pregunta
La pregunta, a la que a nosotros nos toca encontrar respuesta, es si el juego de inclusión/exclusión es la única manera posible de concebir nuestro mundo compartido. El proyecto social a gran escala se ha dividido en una multitud de baúles de viaje privados, hechos a la medida del consumidor, sorprendentemente similares unos a otros, pero en modo alguno complementarios. Pero, más allá de nuestras diversas creencias religiosas o políticas, a menudo tan distintas y a veces encarnizadamente enfrentadas, todos deseamos vivir con dignidad y sin miedo, que no nos humillen, y que se nos permita buscar la felicidad. Esto constituye un terreno común lo suficientemente firme y amplio sobre el cual comenzar a construir la solidaridad de acción y concepción.
 
La respuesta
¿Puede volver a construirse un espacio público para el diálogo, el debate, la confrontación y el acuerdo? Sí y no. Si lo que se entiende por espacio público es la esfera que rodea a las instituciones representativas del Estado-nación y a las que ésta presta servicio, habrá que responder que probablemente no. Esa escena pública ha sido ya despojada de la mayoría de los utensilios y elementos que le permitieron sostener los dramas representados en ella en el pasado. Pero incluso si la vieja parafernalia se hubiese mantenido intacta, difícilmente habría podido servir a las nuevas producciones, cada vez más grandiosas y complejas. Para ser creíble, la respuesta del “sí” precisa de un espacio público nuevo y global. Y además necesita de una responsabilidad verdaderamente planetaria: un reconocimiento del hecho de que todos los que compartimos el planeta dependemos mutuamente los unos de los otros para nuestro presente y nuestro futuro, de que nada de lo que hagamos o no hagamos puede resultar indiferente para la suerte de otras personas y que ninguno de nosotros puede ya buscar y encontrar un refugio privado en el que cobijarse de las tormentas que pueden originarse en cualquier lugar del globo. Sentimos, suponemos y sospechamos qué es lo que hay que hacer. Pero no podemos conocer la forma ni la configuración que finalmente adoptará. De lo que sí podemos estar bastante seguros es de que esa forma no nos resultará familiar. Será diferente a todo aquello a lo que nos hemos acostumbrado.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”
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