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La magia renga

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La Renga. Esta vez la cita fue en La Plata. Y nuevamente, las dos noches en las que colmaron el Estadio Único no fueron noticia. La omisión no hace más que resaltar qué esconde este modelo que inspira a una generación de músicos que crece renga.

La magia renga“Si toca La Renga, yo estoy ahí, no importa si llueve o truene, yo estoy ahí.” El testimonio, que bien podría pertenecer a cualquiera de los 85 mil jóvenes que se movilizaron el 23 y el 24 de junio hasta el Estadio Único de La Plata, cobra fuerza propia en boca del sonidista Jorge Leggio. ¿Cómo es que un tipo de 42 años, ex taxista y padre de dos hijos, llega a ponerse la camiseta de los que, en cualquier otro contexto, serían solamente personas que requieren sus servicios de sonidista? Las palabras con las que el Chizzo cerró el recital del sábado en La Plata son una buena forma de comenzar a descifrar el interrogante.
Tres horas y treinta y tres temas después de rock para los dientes, el rubio cantante motoquero, siempre proclive a esquivar las peroratas en las que caen algunos de sus colegas, se planta delante de la multitud y recuerda:
-La Renga no somos sólo los que estamos arriba del escenario, hay una persona en cada rincón de este lugar para que todo salga bien.
Acto seguido, Tanque marca cuatro compases sentado en una batería lanzamisiles tierra-aire y arremete con Hablando de la libertad, algo así como una Biblia para encarar la existencia:
 
“Morir queriendo ser libre,
encontrar mi lado salvaje,
ponerle alas a mi destino,
romper los dientes de este engranaje”.
 
Esta metáfora estructuralista de la realidad también podría servir para desentrañar el funcionamiento de esta pyme que conforman unas decenas de amigotes.
La Renga respira horizontalidad, pero no en el estricto término de la palabra, ya que sería una necedad negar el mayor peso específico que tienen aquellos que componen y ejecutan las canciones que cautivan, respecto de aquel que se pasa toda una tarde poniendo el lomo para poder armar el escenario. Pero, claro está, así como una moto depende esencialmente de su motor, también necesita del caño de escape. Dicho así, parece una obviedad, pero La Renga siempre fue consciente de que se necesita tanto del músico como del plomo para materializar un espectáculo. Esta concepción que gira en torno al grupo de trabajo provoca que todos se sientan protagonistas de una misma película, en la que cada uno escribe la historia de La Renga, pero también la propia. Dice Leggio: “La Renga fue una universidad para todos nosotros, porque nos fuimos profesionalizando mientras crecíamos. Por eso les voy a agradecer de por vida lo que hicieron por mí. Estoy con ellos desde que no sabía nada y ellos siempre me dicen que tampoco sabían nada. Crecimos entre todos”.
 
Quizá Pipo, el iluminador, tampoco sabía nada cuando empezó. Tampoco Fito y Tachi debían haber armado muchas escenografías antes de La Renga. Y Gaby seguro que no hizo ninguno de estos nuevos ladricursos de management. Ni el Cabezón tiene una agencia de prensa. Pero con el resultado puesto, es difícil que alguien se anime a criticar este emprendimiento que arrancó sin nadie ciento por ciento profesional, aunque lejos del amateurismo y formó un equipo que pudo demostrar, partido a partido, que estaba para campeón. Y eso se logra cuando, cada uno en su función, se siente en la obligación de estar a la altura de las circunstancias. Por eso, las palabras de Leggio dejan la certeza de que va a volverse amargado a su casa si La Renga no suena bien esta noche.
Es probable que lo mismo sienta cualquiera de los chicos que trabajan en su gauchita, pero productiva al fin, empresa de sonido que les permite operar, al mismo tiempo, a Callejeros, Los Gardelitos, El Bordo y La Covacha, una segunda generación de esa aglutinación que la prensa -tan perezosa como especializada- denominó “rock barrial”. De aquí se desprende, también, que los usuarios de esta generalización todavía nos deban una mirada crítica sobre la particularidad de cada exponente de este universo poético y musical. El promedio de edad de estos peligrosos músicos, terroristas del buen gusto, ronda los 26. Y como La Renga debe andar por los 40, se estableció una relación, no paternalista, sino de hermandad. Los múltiples lazos estrechados generaron, también, que entre las mismas bandas compartan personas en determinadas funciones. El caso Leggio es el que está más a mano.
 
Mover montañas
Los alrededores del Estadio Único parecen un hormiguero. A medida que las hormigas labradoras se dirigen al núcleo cargando algo para brindar, son interceptadas por las hormigas volanteras. Ahí están, por ejemplo, los chicos de El Bordo difundiendo su próxima fecha en la ciudad de Córdoba. En octubre de 2006 llenaron Obras de boca en boca sin acudir al bombardeo publicitario, otra costumbre heredada de La Renga, que se cansó de reventar estadios con sólo poner un mensaje en su página de Internet. Para este doblete platense, La Renga pegó afiches callejeros, alejados del circo mediático para atraer a la muchedumbre. ¿O acaso alguien se lo imagina al Chizzo en Mañanas informales cantando La balada del diablo y la muerte al lado del Payaso Malaonda? De lo que se trata es de que el público vaya en busca del artista y no al revés. Es decir, La Renga prefiere hacer dos River con los que quisieron enterarse, antes que cinco, potenciados a partir de una efectiva campaña publicitaria. En ese hipotético caso la gente va a estar, de eso no quedan dudas. Pero, ¿cuántos de los que irían sabrían por qué?
Mientras los guantes de lana entorpecen su tarea de hormiga volantera –aunque lo protejan de un frío polar– Ale Kurz, cantante y guitarrista de El Bordo, confiesa lo que todavía le impresiona de La Renga: “Cómo el mensaje que baja del escenario se transmite después entre el mismo público”. Y delimita territorios: “La comunión que se genera en La Renga es muy opuesta a la de los festivales sponsoreados”.
¿Por ejemplo?
En el Quilmes Rock no te aceptan los volantes, te miran raro o lo tiran al piso en tu cara. Acá, hasta lo que vos sabés que no te van a ir a ver nunca porque no les interesa, se paran y te dan unas palabras de aliento. Cuando el año pasado se largó a llover en Mar del Plata, podría haber habido incidentes. Pero al que va a ver a La Renga no se le ocurren esas cosas.
Kurz se refiere al estreno de Truenotierra, el último disco de La Renga, el 16 de diciembre pasado, en el Estadio Mundialista de Mar del Plata. Un fin de semana soñado de playa, sol y roncanrol se truncó cuando un alerta meteorológico mañanero se transformó, a la tardecita, en una tormenta eléctrica que, rayos y centellas mediante, arruinó cajas de sonido, empapó el escenario y amenazó con suspender la velada. La situación se complicó aun más cuando la falta de electricidad no permitía informar lo que estaba pasando. A priori, se podría haber aventurado que, después de semejante gasto en pasajes, entrada y estadía, una eventual frustración haría enojar a los pibes. Error. Sacaron el cobertor del campo de juego para construir entre todos un enorme techo provisorio. Y ahí nomás, cayeron uno tras otro los cánticos, terriblemente amenazantes para los que ven en esto una futbolización del asunto. Los hits de la previa fueron “olelé, olalá, la lona es de los pibes, la lona no se va” y “el que no grita la lona para qué carajo vino”. El barro hasta las rodillas, el frío y el hambre no existen cuando se trata de La Renga, que tuvo que salir a tocar en condiciones precarias, desde el punto de vista de un espectáculo diezmado: sin pantallas, con menos escenografía, pero con mucho, pero mucho aguante. Eso sí que fue rock barreal. Y ahí es cuando el rock más tiene que ver con el fútbol: al partido siguiente, hay revancha.
 
Estrellas vs. personas
Mientras la luna se asoma en La Plata, el frío insiste y se abre la temporada de gorritos de lana. Ale Kurz, su hermano Diego –también guitarrista de El Bordo– y el batero Migue y su rocker hermano menor que toca la viola, esperan impacientes la llegada del Gordo, bajista, el muchacho. El que sí aparece es Facu, parte del staff permanente, y con malas noticias: el Gordo se quedó varado en el kilómetro 15 con Nenke, uno de los encargados del puesto de remeras durante los shows. Allí resuelven quedarse a esperarlos porque amigos son los amigos. Y más amigos son si comparten, como en este caso, una banda de rock. Este tipo de situaciones (alguien que trajo a su hermano menor, uno que se quedó en la ruta) se repiten con pocas coordenadas de diferencia. Mientras tanto, Ale sigue con el juego de las diferencias. “Cuando fuimos al Quilmes Rock a ver a Los Piojos e Intoxicados, antes tocó Ojos de Brujo, una banda que nada tenía que ver con ellos. Pero lo impresionante es que toda esa gente, con mayor poder adquisitivo, los chiflaba y les tiraba cosas. En un recital de La Renga te puedo asegurar que nunca, pero nunca, se va a chiflar a una banda soporte. No importa el estilo que haga. A lo sumo querrán que toque La Renga, pero faltarle el respeto, nunca.”
Un par de horas más tarde, pocos minutos antes de que se apaguen todos los reflectores del estadio para dar comienzo al recital, Ale llega a la conclusión de que ese espíritu fraternal, que genera un respeto por el otro, responde a que sobre el escenario no hay ningún tipo de histeria porque “no hay estrellas, sino personas que hacen música”. El Chizzo nunca buscaría algún tipo de escándalo redituable, así como el Tete no es de los tipos que saltaría de un noveno piso a una pileta mientras ensaya uno de sus trompos marca registrada. La enumeración amenaza con tornarse interminable hasta que aparece Eli Suárez, cantante y guitarrista de Los Gardelitos, que hace poco menos de dos meses tocó ante 12 mil personas en la cancha auxiliar de Ferrocarril Oeste. Eli pasa, saluda, promete volver y su morocha porra se pierde entre la multitud. Hoy le toca, igual que a los chicos de El Bordo, ser público. Igual que aquel 4 de diciembre de 2004, cuando La Renga volvió a tocar en la cancha de Huracán con un condimento extra: esa vez se dispuso el escenario en el centro del campo, con miles de rengueros rodeándolos.
 
Acciones vs. palabras
El grado de igualdad con que se relaciona la banda con sus compañeros de trabajo está íntimamente ligado a la consecuencia directa que tiene la puesta en escena de El ojo del huracán: todos ven igual de bien, no importa la ubicación. El enorme fogón humano que se arma recuerda a esa Pedagogía del oprimido (1970), del teórico y educador brasileño Paulo Freire. Freire desarmó el sistema tradicional educativo y propuso, entre muchas otras cosas, dejar de sentarse en jerárquica fila, mirando hacia el frente, para formar una ronda. Así el lugar del maestro es el de un eslabón más en el proceso de aprendizaje. La epopeya pedagógica de La Renga quedó registrada en El ojo del huracán, el dvd más vendido de la historia del rock argentino: 30 mil copias en tres meses. La soberbia realización, con una edición que apabulla, corrió por cuenta del Cholo Stokelj y Martín López, dos chicos que entrevistaron a la banda en 1994 para un trabajo práctico de la escuela de periodismo tea. Con el tiempo, aquellos dos aprendices de periodistas se hicieron un lugar en el corazón de la familia renga.
Ahora el Ojo regresó a La Plata, y hacia cualquier lugar donde mire se ve gente que se pregunta cómo piensa hacer la banda para subir al escenario sin la pasarela que estaba en Huracán. Bueno: así como demostraron tomarse con mucha mesura y tranquilidad el traje de ídolos que les calzaron, no se andan con verduritas cuando hay que poner la carne al asador. Por eso, una intimidante estructura metálica parada sobre una de las plateas recibe dos explosiones lanzadas desde lo más alto del estadio para que, lentamente, esa torre comience a enderezarse hasta formar un puente por el que la banda ingresa al Ojo de un estadio en el que se gastaron 100 millones de dólares, cuando se habían presupuestado 20. Vaya paradoja: el colmo de la honestidad dentro del colmo de la corrupción.
El regreso a casa se retrasa más de la cuenta porque a las 2 de la mañana todavía hay largas filas de autos intentando empalmar el acceso a la Autopista 25 de Mayo para volver a la Capital. El panorama es más desolador cerca del estadio, donde tuvo lugar el epicentro del huracán, que confirmó su potencia cuando repite la ceremonia al día siguiente. En un domingo de ballotage porteño, La Renga vuelve a convocar multitudes sin despeinarse, lo que a esta altura es la envidia de cualquier político. Los dos candidatos finalistas deberían aprender bien la lección: la credibilidad se construye desde las acciones, no desde las palabras. Un ejemplo: la reacción de La Renga ante Cromañón. Mientras músicos, managers, productores y periodistas, entre otros expertos, se dedicaron a repartir culpas en un momento delicado, La Renga se pronunció sin palabras. El 9 y 10 de julio de 2005 invitaron a seis bandas por noche. La Renga no se queja de que “ahora no hay lugares para tocar”: comparte el suyo. Ese gesto de generosidad, también es un consejo mudo: siempre mantener el espíritu under, aun en la cima del huracán.
 
Días después, en una Ciudad de Buenos Aires que acababa de decidirse por Macri, Salva Tiranti, cantante de La Covacha, recuerda qué fue lo primero que le llamó la atención en los primeros shows de La Renga en el Galpón del Sur: “En ese momento no había una expresión rockera que no fueran los Ratones Paranoicos. Y La Renga tenía una estética que se vinculaba con lo que nosotros queríamos hacer”. Con las mismas intenciones de hoy, montaban todo desde cero cuando terminaban las obras de teatro programadas por el actor Lito Cruz. Y así como a Salva lo inspiraron esas funciones en las que la claridad de la mañana se colaba en el mítico reducto de Humberto I y Entre Ríos, ¿cuántos de los espectadores que calentaron las dos heladas noches de La Plata serán parte del recambio generacional rockero del mañana? La pregunta que surge, entonces, en este nuevo suelo porteño es inquietante: ¿qué condiciones piensa ofrecerles la Ciudad para que puedan expresarse, afirmarse, encontrar y encontrarse con su público?
“La Renga es un halo de esperanza”, tranquiliza Salva, bajando el grado de dramatismo. La Renga demostró que se puede, que un grupo de amigos puede cumplir las metas que se proponga y ser exitoso, siempre y cuando se entienda la palabra éxito como la posibilidad de poder vivir de lo que a uno le gusta sin pisar al de al lado. Que el compañerismo, la nobleza y la libertad son valores que todavía vale la pena construir con acciones.
Es curioso o no -según el grado de escepticismo de cada uno- que el grueso de los medios nacionales haya vuelto a ignorar un hito más en la carrera de la banda más popular del rock argentino. Sobre todo ahora que ese rock argentino pasa por el momento más institucionalizado de su historia. !Si hasta Telenoche tiene su espacio dedicado al rock nacional, junto al pronóstico meteorológico y a las noticias deportivas! ¿Qué pasa? ¿Acaso La Renga no es un modelo a difundir? ¿Qué puede pensar un chico que abre el diario y se encuentra con que su realidad no existe? Basta con desplegar el suplemento Espectáculos de Clarín del lunes 25 para volverse a preguntar: ¿qué es noticia? ¿85 mil personas que sacudieron a La Plata o las imágenes de la fiesta retro que organizó Araceli González para su cumpleaños número 40? Será cuestión de hacerle caso a lo que dice el Chizzo en A la carga mi rocanrol. Aunque muchos quieran “desterrar la canción de la vida”, van a “estar perdiendo el tiempo” porque el canto de La Renga “ya tiene otras bocas”.
Y eso, nadie lo puede callar.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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