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Guerra sucia

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Desde que asumió este gobierno hasta hoy se fue imponiendo en la agenda política el tema militar. Anunció su participación en la guerra contra el narcotráfico y trató de diluir lo que significó el terrorismo de Estado. Quiénes son los promotores de esta grieta que pretende debilitar el mayor consenso logrado por la sociedad argentina: el Nunca Más. ▶ SERGIO CIANCAGLINI

¿Nunca más o siempre más? Día a día, ante nuestros ojos asombrados, diferentes operaciones políticas y mediáticas intentan abrir la mayor grieta de la historia. La más profunda y la más sucia.
No es la grieta exhibida por los medios. La de los choques televisivos de gente buscando rating. Ni la de quienes señalan valijas con dólares versus Panamá Papers.
No es el show de la grieta.
Lo que está ocurriendo es otra cosa. Es la búsqueda de un cambio de paradigma que permita diluir uno de los pocos temas en los que la sociedad argentina encontró consensos en los últimos 30 años: la mirada –y hasta las leyes- frente al terrorismo de Estado y el rol de los militares en el país. Ese consenso quedó reflejado ante el mundo, y sobre todo ante nosotros mismos, en dos palabras fuertes y sencillas: Nunca Más.
¿Por qué entonces en este frío 2016 aparecen noticias y debates sobre la aritmética del genocidio? ¿Por qué el resurgimiento de los pedidos mediáticos de falsas reconciliaciones, o la imagen de lo militar cada vez más asociada a la idea de seguridad interna o guerra al narcotráfico?
Las preguntas son difíciles, las respuestas también, pero hay hechos que pueden encadenarse cronológicamente para explicar la genética de estos tiempos:
En enero el gobierno habilitó el derribo de naves por parte de las Fuerzas Armadas al declarar la Emergencia en Seguridad Pública, “con el objeto de revertir la situación de peligro colectivo creada por el delito complejo y el crimen organizado”. O sea: el narcotráfico utilizado como apertura a la participación de los militares en seguridad interior, tema prohibido por ley.
Ese mismo enero el ministro de Cultura porteño Darío Lopérfido planteó que los desaparecidos no fueron 30.000 sino que ese número “se arregló en una mesa cerrada” para “conseguir subsidios”. Generó un masivo y sostenido rechazo público que provocó su renuncia en julio, aunque el gobierno lo mantiene al frente del Teatro Colón.
En mayo Macri propuso “dejar atrás enfrentamientos y divisiones” en el Día del Ejército, y anunció el comienzo de una recomposición salarial. Ese mismo día firmó un decreto que le quitó al poder civil control sobre los militares –por primera vez desde 1984- y les dio autonomía para decidir sobre designaciones de oficiales y suboficiales, ascensos, traslados, premios, selección de militares retirados para cargos docentes, y agentes civiles.
El desfile de 9 de Julio lució como una celebración pública de lo castrense, con el agregado del paso de integrantes del Operativo Independencia, emblema de las violaciones a los derechos humanos en Tucumán en los 70, y de ex jefes carapintada, como Aldo Rico.
El 20 de julio el Ministerio de Seguridad comandado por Patricia Bullrich difundió una reunión de las fuerzas de seguridad con militares del Estado Mayor Conjunto: “Trabajo coordinado para más seguridad” decía el tweet que borraron velozmente.
El 1º de agosto en la cena de camaradería de las FFAA Macri dijo: “En esta nueva etapa que hemos iniciado nos propusimos alcanzar la pobreza cero, derrotar al narcotráfico y unir a los argentinos. En estas tres premisas las Fuerzas Armadas jugarán un rol preponderante y participativo”.
El 7 de agosto el diario La Nación tituló: Macri busca apoyo externo y de las FFAA para combatir al narcotráfico, con la aclaración habitual de que los militares solo brindan apoyo logístico.
El 10 de agosto el Presidente fue consultado por una periodista mexicana sobre la cantidad de desaparecidos en Argentina. Contestó: “No tengo idea, no sé, es un debate en el cual yo no voy a entrar. Si fueron 9 mil o 30 mil; o los que están anotados en un muro, o son muchos más”. Agregó: “La guerra sucia fue una horrible tragedia”.
Lo sucio de esa oración está en el concepto de “guerra sucia” que acuñaron los militares durante la dictadura para justificar los crímenes que cometieron: secuestros y asesinatos masivos, fosas comunes, desapariciones, vuelos de la muerte, violaciones, torturas, robo de bebés.
Esto es: terrorismo de Estado.
A todo esto la Argentina le dijo Nunca Más.
Y esta es la grieta que parece querer abrir el doble juego del presente: diluir lo que significó el terrorismo de Estado y naturalizar la idea de que las Fuerzas Armadas vuelvan a ser un actor de poder.

Demarcando la cancha

Cuentan que el día de la cena de camaradería, los militares presentes estuvieron especialmente atentos a las promesas de recomposición salarial, mientras despachaban con entusiasmo el solomillo de cerdo laqueado a la miel y el postre: capuccino de maracuyá acaramelado con arándanos.
Pero el radical Julio Martínez, ministro de Defensa, escuchó con cuidado lo dicho por Macri sobre “el rol preponderante y participativo” de las FFAA, lo que lo llevó a aceptar una entrevista radial el día después, en la que aclaró que lo dicho por el Presidente no significaba intervención en seguridad interior. Que el más lacónico de los ministros haya tenido que salir a aclarar evidenció que algo estaba oscuro.
Existen tres leyes en el país que prohíben cualquier rol de las FFAA en seguridad interior, se trate de narcotráfico, delincuencia, o control de la protesta social, por ejemplo. Permiten, a lo sumo, apoyo logístico a las fuerzas de seguridad, pero no participación directa. A eso se le llama “principio de demarcación”, que divide por un lado la defensa (tarea de los militares) y por otro la seguridad (a cargo de Gendarmería, Prefectura, Policía). Esas tres leyes son:

  • Defensa: promulgada en 1988 por Raúl Alfonsín).
  • Seguridad interior: 1992, Carlos Saúl Menem.
  • Inteligencia Nacional: 2001, Fernando de la Rúa.

Las tres leyes de décadas y gobiernos diferentes, tuvieron un amplio consenso partidario que resistió los bombardeos mediáticos de quienes querían borrar o debilitar el principio de demarcación.
El decreto reglamentario de la Ley de Defensa se firmó recién en 2007, durante el kirchnerismo. Contradictoriamente, en 2011 el mismo gobierno empezó a debilitar el principio de demarcación con el operativo Escudo Norte, según lo denunció el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). El Ministerio de Defensa actual, en cambio, decidió replegar a las fuerzas del Escudo Norte. Les debían 9 meses de viáticos, pero además se argumentó que no quierían militares cumpliendo ese rol policial. Eso sería algo positivo. Sin embargo arrecian las versiones sobre intenciones macristas de cambiar la Ley de Defensa, menú que no suele servirse acaramelado con arándanos.

Juanjo Facebook

Las versiones nacen al recordar quién era el candidato original de Macri al Ministerio de Defensa: el mayor retirado Juan José Gómez Centurión. Condecorado en Malvinas, operó luego como carapintada en los levantamientos conducidos por Aldo Rico en 1987 y 1988. Retirado, fue gerente de Recursos Humanos en la cadena Jumbo, entre otros oficios. Integró el área de Defensa de la Fundación Pensar (“usina de ideas del PRO”) y fue titular de la Agencia Gubernamental de Control porteña, con Macri como Jefe de Gobierno. El cúmulo de denuncias en su contra por esa gestión es enciclopédico, incluyendo las que se generaron a partir del incendio en un taller clandestino, con saldo de dos niños incinerados, y el incendio intencional de los depósitos de Iron Mountain en 2014, donde se guardaban cajas de documentos sinuosos de empresas argentinas y extranjeras, incluso del grupo Macri.
Murieron 10 bomberos. El padre de uno de ellos, Rubén Monticelli, criticó a Gómez Centurión y recibió un mensaje privado vía Facebook: “Me voy a encargar de vos, te aconsejo que no te ganes un enemigo peligroso”. Fue escrito desde la cuenta “Juanjo Malvinas”. Es la cuenta de Gómez Centurión en la que sigue publicando, por ejemplo, fotos de ex funcionarios a los que califica como “mafia”. Recibe muchos “me gusta”.
La versión de que el ex militar iría al Ministerio de Defensa sublevó a políticos como Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer, quien detalló: “Proponer al carapintada Gómez Centurión como ministro de Defensa es un insulto a la democracia”. Así, quien llegó al cargo fue el ingeniero agrónomo Julio Martínez, Mashasa según su apodo riojano. Como diputado radical de la Comisión de Defensa había cuestionado al entonces jefe del Ejército, César Milani, por su posible complicidad en delitos de lesa humanidad durante la dictadura. Había además participado de las asambleas y movilizaciones riojanas contra la megaminería y hasta recibió un balazo de goma en la garganta durante la represión a un corte de ruta.
El premio consuelo para Gómez Centurión fue otro puesto, siempre denso: Director de Aduanas. Desde ese lugar, y on line con la ministro de Seguridad Patricia Bullrich, se estima que Gómez Centurión sigue operando en el Ministerio con otros dos ex militares de la Fundación Pensar (Hugo Pierri y Jorge García Montiel) en tensa amistad con el viceministro Ángel Tello, radical línea Enrique Coti Nosiglia.

Los militares, hoy

Radiografía de las FFAA hoy:

  • Las tres fuerzas armadas tienen 88.000 integrantes.
  • Ejército 50.000; Armada 18.000; Fuerza Aérea 20.000. El 10% son oficiales.
  • Sumados, son menos que la Policía Bonaerense (93.000).
  • Gendarmería, Prefectura y Policía Federal suman 90.000.
  • Este año se recompusieron los salarios, con porcentajes mayores (hasta el 37%) para los altos mandos que, dicen en el Ministerio, venían muy achatados.
  • Los generales llegarán ahora a los 60.000 pesos y los coroneles a 42.000. Los suboficiales, con aumentos más bajos, tuvieron 400 emigrados este año hacia los mejores sueldos de la Policía Metropolitana: de 19.000 pesos en Ejército a 28.000 en la PM.
  • Otro dato: el voto militar en 2015 fue: 63% Macri, 21,2% Massa, 9,6% Scioli.

El historiador, encuestador y conocedor del paño militar Rosendo Fraga (Nueva Mayoría) aporta: “Cambió la composición de los militares. De una clase media-media como promedio hace 30 años, se pasó a una clase media-baja. Antes el 30% de los militares era hijo de oficiales y 8% de suboficiales. Ahora es al revés. Antes el militar participaba del ambiente político y social: del poder. Ahora no. Pero al mismo tiempo, es gente más preparada: por falta de plata en los últimos años no hubo ejercicios ni adiestramientos. Entonces se dedicaron a estudiar, que es más barato. La mitad de los mandos altos hoy tiene posgrados. Es gente que no quiere muchas complicaciones, y no se percibe esa aspiración personal por el poder. Las excepciones en los últimos años fueron Martín Balza y César Milani”, personas que alcanzaron una notoriedad que no tienen el general Suñer, el vicealmirante Srur, y el brigadier Amrein.
¿Ese escenario aparentemente calmo sería permeable a los llamados a participar en seguridad interna? En el Ministerio de Defensa aseguran que no. Dicen que ni los militares plantean cosas como las que se escriben en las proclamas editoriales del diario La Nación. Fraga suma: “¿Sabés por qué los militares no quieren intervenir en cuestiones internas? Hacela fácil: porque les complicó la vida. Que la dictadura, que las discusiones… por eso no hay ningún planteo como en otras épocas sobre los militares presos. Les encantaría que los manden a la casa si tienen más de 70 años y están mal de salud, pero tampoco van a mover un dedo por eso”.

Los juicios, hoy

Radiografía de los juicios por delitos de lesa humanidad:

  • Hay 2.536 imputados, 689 condenados, 68 absueltos y 846 procesados.
  • De los imputados, 937 gozan de libertad.
  • De 1056 detenidos, hay 568 (54%) en la cárcel y 462 (44%) en prisión domiciliaria. El resto en dependencias de fuerzas de seguridad. Son 21 prisiones domiciliarias más que las que había en septiembre de 2015 (441).
  • Hasta ahora hubo sentencia en 163 juicios. 376 causas siguen sin sentencia. Hay 112 elevadas a juicio, pero sólo 9 tienen fecha de inicio del debate oral.
  • La Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad alertó sobre las demoras en los juicios. En 2012 y 2013 hubo 25 sentencias, el año pasado 20 y en lo que va de 2016 solo 9. El gobierno ha planteado el apoyo a la continuidad de los juicios pero, como tantas cosas en esta historia, está por verse.

La trilogía

La reinstalación de los militares en la agenda y las distorsiones alrededor del significado del terrorismo de Estado se alimentan por tres vías y a través de actores concretos:

  1. La vía ideológica

Un exponente de esta vía es el ex ministro Horacio Jaunarena, que junto a Alfonsín fue operador de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Nunca reglamentó la propia Ley de Defensa de ese gobierno que marcó la frontera entre defensa y seguridad, tampoco como ministro de De la Rúa y luego de Duhalde. Tiene buena relación con Gómez Centurión, olvidadas las sublevaciones de los 80. Fogonea la idea de otra ley que abra a los militares a un nuevo rol, frente a lo que llaman “nuevas amenazas” (terrorismo, narcotráfico, migraciones, ciberterrorismo, o cualquier cosa que sirva para justificar grados de militarización y control de la vida social).
“Ya se sabe lo que pienso” es lo únicop que respondió el doctor Jaunarena al pedido de entrevista de MU.
Pero el parámetro ideológico más fuerte de reivindicación de la centralidad militar sigue siendo el diario La Nación, que en noviembre de 2015 publicó el editorial “No más venganza”, lo suficientemente violento como para que la propia redacción del diario se fotografiara masivamente con carteles en los que se leía: “Yo repudio el editorial”. Desde entonces el diario sigue publicando metódicamente cuestionamientos a los juicios a militares por un lado, y promoviendo la reivindicación y participación castrense, por el otro.

  1. Vía negocios

Abarca al ala más pragmática del PRO, en etapa de ansiedad por las perspectivas de abrirse al mundo, generar deuda o como quiera llamárselo. Hay abiertas conversaciones con Israel, Rusia e Italia, pero el interlocutor clave para compra de equipamientos es Estados Unidos. Ya hay un primer acuerdo por 24 aviones T6-C Texan II para utilizar, justamente, en el combate al narcotráfico, que costarán 300 millones de dólares.
Fraga cuenta que otro negocio que puede estar en la cabeza del gobierno es el de la venta del Campo de Polo de Palermo. Esto genera internas entre militares, y escándalo entre los polistas. En el ambiente miran como operador de la idea al secretario del Ministerio, arquitecto Héctor Lostri, ex funcionario de Planeamiento Urbano durante la gestión porteña de Macri. Una empresa norteamericana aspira a comprar ese lugar frente al Hipódromo en el que el metro cuadrado cotiza a 4.000 dólares o más, para hacer cuatro torres.

  1. La vía rédito político

El mito del rédito político que otorga anunciar la intervención militar fue el que compró el ex candidato Sergio Massa. Lo hizo como respuesta a las encuestas, aunque obtuvo otra contestación luego, en las urnas.
Otra lectura sobre el rédito político se desprende de una idea del analista Jorge Castro –no milita en organismos de derechos humanos- quien aseguró a MU: “Argentina es un país con instituciones débiles y una sociedad intensamente movilizada y politizada que tiende a la acción directa y hace que un gobierno como el de Macri tenga que retroceder inexorablemente con temas como el tarifazo. El híperpresidencialismo es una forma de acumular poder con instituciones débiles frente a una sociedad que fue capaz de procesos de democratización históricos como la irrupción de la UCR, o de revoluciones sociales como el peronismo, y que hoy se mantiene en estado de insurrección de la civilidad”.
¿Y los militares?
“Como actor político tuvieron fecha de terminación el 14 de junio de 1982. Derrota de Malvinas. Son tiempo pasado”.
Castro no opina si eso es bueno o malo: “Los analistas somos irrelevantes. Lo que importa son los hechos”.
La duda: ante instituciones débiles y una sociedad movilizada y con memoria, ¿la estrategia es mostrar la fortaleza del gobierno posando al lado de uniformes, en lugar de alentar la participación ciudadana? Castro: “Max Weber dice que la política tiene olor a azufre. Lo que se siente en la política es que lo que está en juego es la vida y los recursos, por lo tanto el tema de la sangre y el tema de la violencia es intrínseco a la acción política”.
Mientras los analistas estudian los tableros, esos juegos demasiadas veces se pagan con empobrecimiento, violencia y muerte: azufre.
No sé si existe un sentido verdadero, no hipócrita, para las palabras defensa y seguridad. Si existe uno, es una idea fuerte y sencilla: Nunca Más.
La mayor y más violenta grieta de la historia es intentar desafiarlo, para debilitar la potencia social que ha logrado con dolor, alegría, en las calles y en los tribunales, que la vida y la justicia sean posibles.

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