CABA
Chau Monsanto: se levantó el acampe de Malvinas Argentinas
A tres años del bloqueo histórico los vecinos de Malvinas Argentinas anunciaron con alegría el levantamiento del acampe, una de las medidas que frenaron la instalación de la corporación transgénica más grande del mundo, ante la confirmación de que las 28 hectáreas del predio tendrán uso como un polo de pequeñas industrias. En la edición de octubre de #MU, el periodista Sergio Ciancaglini viajó a Malvinas Argentinas y reflejó en esta crónica qué significa este triunfo por la vida el pueblo que se convirtió en ícono y epicentro de la lucha mundial contra Monsanto y el extractivismo. Todo lo que hicieron, padecieron y construyeron. Todo lo que soportaron y lo que no. Cómo cambiaron, qué perdieron y qué ganaron estas personas de un cuento que tiene final feliz. Y epílogo: ahora se viene la lucha por la salud. La nota completa y las voces de un pueblo que hizo historia, acá. ▶ SERGIO CIANCAGLINI
Estamos en un lugar del universo cuyas coordenadas se ubican exactamente en medio del viento, la tierra y los yuyos. Aquí tendría que elevarse la planta procesadora de semillas transgénicas más grande de Latinoamérica.
Malvinas Argentinas, a 16 kilómetros de Córdoba Capital, 17.000 almas: por primera vez, y con MU como testigo, integrantes del bloqueo contra la instalación de Monsanto deciden franquear la entrada y recorrer el lugar que logró alzar a la comunidad.
“Sólo estar aquí, pisando este suelo, es un triunfo”, dice Lucas mirando los esqueletos metálicos blancos y verdes, y sale corriendo tras el gorro que le robó el viento.
Sofía, Sol y Eli se hacen selfies, suben a un conjunto de chapas, recorren esos laberintos que parecen una montaña rusa a medio armar. Hay vigas de hierro que se elevan y se entrecruzan, enormes embudos metálicos, tramos que parecen cárceles, pasillos que no van a ninguna parte.
Manto, la Negra, la Coca y el Orejudo, integrantes también del acampe, mueven la cola y huelen de qué se trata todo. Se escucha una especie de latido metálico, que de pronto cesa. El viento aturde, tan presente como si fuese un personaje de César Aira: sopla 300 días al año.
Eli Leiria explica: “Empecé a enfermarme, tenía vómitos, diarreas, cefaleas, me desmayaba, bajé de 52 a 39 kilos. No encontraban qué tenía, hasta que me investigaron y descubrieron agroquímicos en sangre. Diez veces más que lo tolerable. Hoy tendría que estar dopada para poder funcionar al 100%, pero decidí no empastillarme. No sabía qué era todo esto de Monsanto. Cuando supe, me vine. Y me quedé acá para estar segura de que no se queden ellos. Ese es mi remedio”.
Lucas Vaca informa: “Me había ido a España en 2003. Cuando volví en 2008 mi madre sabía decir: aquel vecino tiene cáncer, aquel otro se murió, aquel tiene tumor, todos tienen cáncer. No entendía nada y hasta me parecía bueno que venga Monsanto. Después entendí. Hoy mucha gente se va dando cuenta: los que nos pusimos contra Monsanto parecíamos locos, pero los locos teníamos razón”.
Sofía Gatica: “No soy de aquí, soy una de las Madres de Ituzaingó Anexo que queda a 10 kilómetros. Mi hija Nandy murió después de nacer por malformación de riñón. A mi cuñada, que tiene 30 años, le tuvieron que sacar la mitad de la cara por un tumor en la mandíbula y hoy anda envuelta como una musulmana. Hubo cientos de mujeres, enfermos, discapacitados y muertos en nuestro barrio, que estaba al lado de los que fumigaban”.
El objetivo de las fumigaciones es matar yuyos y malezas, sin mucha percepción de todo lo demás que puede enfermarse y morir en kilómetros a la redonda, incluyendo a los mamíferos humanos. La soja o el maíz transgénicos son organismos genéticamente modificados para resistir a las fumigaciones masivas. Sigue Sofía: “Por lo de Ituzaingó Anexo hubo un juicio histórico. Después apareció Monsanto acá y me vine, para que lo que nos pasó no vuelva a suceder en ningún otro lugar. Hicimos el bloqueo. Tuvieron que parar la obra. Y ahora estamos acá adentro porque ellos se van. No lo puedo creer. Sacame una foto con las chicas”.
Técnicamente, la fábrica de maíz transgénico que quería construir Monsanto no causó esos problemas de salud que contaminan la vida y cada relato, pero podía agravarlos. Y algo más inquietante aún: los simbolizó. La vida cotidiana de Malvinas Argentinas quedó genéticamente modificada para siempre, en un trayecto muchas veces increíble que llega hasta dos palabras del presente: Chau Monsanto.
Rebelión en la carnicería
Había una vez una carnicería en la que Gastón Basualdo vendía cortes maravillosos. Una de sus clientas era Raquel Cerrudo, modista y ama de casa, que no tenía amigos en Malvinas Argentinas, y por eso charlaba bastante con Gastón. Pero un día discutieron.
Cuenta hoy Raquel: “Viví 20 años en Sastre, Santa Fe, cerca de María Juana. Ahí la gente se moría y se muere de cáncer de forma impresionante. No sabía por qué. Me mudé a Córdoba capital, leí, trabajé con una bióloga y entendí: todo era por las fumigaciones. Nos vinimos con mi marido a vivir a Malvinas Argentinas para estar lejos de la ciudad, buscando tranquilidad. A los 3 meses anuncian que se va a instalar Monsanto a 2.000 metros de mi casa: parecía una broma”. Era junio de 2012. El anuncio fue efectuado por la entonces presidenta Cristina Kirchner, desde Nueva York:
“Aquí tengo, la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy orgullosa, el prospecto de Monsanto. Digo: cuando hacen un prospecto es porque ya está hecha la inversión. Si no, no te hacen un prospecto. Así que una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, provincia de Córdoba, en materia de maíz”.
Con un raro don de la oportunidad, el anuncio presidencial coincidió con las audiencias por el histórico juicio de Ituzaingó Anexo contra un productor y un aplicador de plaguicidas. Era la primera vez que se estaban juzgando algunas consecuencias del modelo transgénico. Las Madres del barrio habían hecho un mapeo con 280 fallecimientos, más de 80 casos de cáncer y el visible cúmulo de abortos espontáneos, tumores, malformaciones de bebés, por no hablar de problemas de piel y respiración de los que nadie escapaba. Mucha gente veía en el juicio lo mismo que veía a su alrededor.
Por eso no todos los que oyeron a Cristina entendieron sus humoradas, ni se sintieron orgullosos. Sostiene Raúl Montenegro (titular de la cátedra de Biología Evolutiva de la Universidad de Córdoba): “Ella fue parte de la destrucción de Monsanto. En otros casos algunos vecinos tienen que informar a la comunidad que hay una amenaza. Aquí lo hizo la Presidenta, celebrándolo”.
Gastón, el carnicero: “Para mí era buenísimo lo de la planta, un gran progreso para el pueblo, pero Raquel me discutía”. Ella reconoce: “Le llené la cabeza, le dije que no iban a traer trabajo sino enfermedades y muerte, pero además me habían dado copias de El mundo según Monsanto”.
Bajo la cortina de chorizos y morcillas, el DVD del documental de la francesa Marie Monique Robin llegó hasta las manos y los ojos de Gastón. “Hablaba de abortos espontáneos, que fue lo mismo que le pasó a mi cuñada. Era tremendo, te mostraba la situación en otros países. Me había comprado un terreno, toda la vida luchando para tener una casa para mis hijos y aparecía esto: me quería morir”.
Gastón habló con Víctor Hugo Mazzalay, docente y doctor en Ciencias Sociales: en los pueblos, los carniceros, los doctores y las modistas tienen un nivel de interacción inexistente en las grandes urbes.
Mazzalay llamó al biólogo Montenegro. Gastón Basualdo mandó a copiar decenas de DVD para repartir, alquiló un salón de fiestas -250 pesos- y difundió desde la carnicería la convocatoria al pueblo, replicada boca a boca y por Facebook.
El salón no dio abasto: 500 personas escucharon lo que estos vecinos y Montenegro tenían para decirles sobre Monsanto bajo una enorme esfera espejada, mientras lo más asombroso aún estaba por ocurrir.
Nunca pasa nada
Aquella reunión y las que se siguieron realizando en otro salón de fiestas, el Santina, ubicaron al pueblo en una dimensión desconocida hasta entonces: “Acá nunca pasaba nada” supone Vanina Barboza, acompañante terapéutica de niños con discapacidades. “Algún reclamo porque sacaron el recorrido de un colectivo, y nada más. Pero de golpe estábamos todos sacudidos. Estábamos despertándonos”.
En el primer encuentro se discutieron algunas premisas:
Todos pueden participar.
Toda acción es política como forma de intervenir en lo público, pero no partidista.
El conflicto no debe quedar en Malvinas, sino salir hacia afuera, hacerse visible.
Montenegro: “También se dijo que era una lucha técnica para la que había que prepararse: estudios de impacto ambiental, discusiones judiciales, debates científicos. El proceso de formación comunitaria a través de Internet fue mágico. Hay que borrar la idea de que los movimientos de resistencia son emotivos. Ya pasó ese momento. Con las herramientas que hay, las comunidades tienen infinitamente más capacidad técnica e información que los gobiernos, y que las propias corporaciones”.
Velozmente las reuniones se transformaron en la Asamblea Malvinas Lucha por la Vida. Empezaron las marchas, cortes de la ruta 19, se reclamó una consulta popular (los sondeos fueron siempre muy desfavorables a la planta), se rechazó el informe de impacto ambiental (“fue tan malo que fue bueno”, dice Montenegro), se presentó un recurso de amparo para detener la obra firmado por el abogado Federico Macciocchi, se exigió prohibir las fumigaciones, el abogado Darío Avila presentó una denuncia penal ante el fiscal Anticorrupción contra el intendente y los concejales por haber autorizado de forma irregular el uso del terreno para Monsanto, pintaron murales, hicieron festivales y, entre muchas otras acciones, comenzaron los bloqueos sorpresivos en la entrada de Monsanto.
Vanesa Sartori, psicóloga, mamá de Alma y hoy concejala, relata: “Pese a los amparos, en 2013 seguían construyendo. Nosotros apelábamos, pero pasaban los camiones hormigoneros y se nos hacía un nudo en el estómago. Empezamos a hacer bloqueos sorpresa en la entrada. Nos íbamos de madrugada sin mandar mensajes de texto o WhatsApp porque ahí la policía se enteraba. Tenía que ser boca a boca, cadena humana. Ahí estuvo el germen del bloqueo permanente”.
Carrasco y los cordones
Sofía Gatica ya se había arrimado a Malvinas. En el Puesto Camioneros del acampe, sacudido por el viento, recuerda: “Yo quería entrar a la planta, ocuparla. Se lo conté al doctor Andrés Carrasco y me dijo: ‘Los van a sacar de los pelos, les van a pintar los dedos y no van a lograr nada. Piensen otra cosa’. Salió la idea del bloqueo permanente, y esa le gustó a Carrasco: ‘Si lo hacen, ese día los voy a acompañar. Pero ojo: siempre con los cordones bien atados’. No entendí. Entonces me explicó: ‘Los van a correr para meterlos presos, así que hay que tener los cordones bien atados’. Y qué razón que tenía”.
Con la excusa del festival Primavera sin Monsanto, el 18 de septiembre de 2013 se inició el bloqueo permanente en la puerta del predio. Carrasco –ex presidente del CONICET, científico que hizo pública su investigación sobre los efectos del glifosato en embriones anfibios- estuvo presente y doce días después se confirmó su teoría sobre atar los cordones. Cuenta Sofía: “Vino la policía y nos iban empujando para sacarnos de la puerta. Aparecieron como diez camiones. Me tiré debajo de las ruedas del primero y le gritaba: ‘Pasá nomás’. Vino más gente, todos se tiraban debajo de las ruedas. Nos tenían que pisar a todos. Había policía, infantería, los del ETER (grupo represivo vip). Me re-cagaron a palos, me descompuse, me llevaron al hospital. Quedé con traumatismo de cráneo, pero ahí me di cuenta de una cosa: si necesitaban todo eso contra nosotros, entonces teníamos poder”.
El bloqueo no sólo continuó sino que se perfeccionó con carpas y ranchos hechos en cada una de las cinco entradas de Monsanto. Recibieron la carpa enviada por Famatina, el pueblo riojano que frenó a cuatro mega mineras. “Nos la rompieron toda en las otras represiones”.
Hubo ataques de patotas de la UOCRA, corridas policiales, detenciones. Finalmente, Monsanto mandó a verdaderos obreros de la construcción. “Nos decían, ¿quién le va a dar de comer a mis hijos? Pero otros nos decían que nos entendían y que los estaban mandando para ver si aflojábamos”. En ese tiempo Sofía fue amenazada, perseguida y emboscada a golpes en la puerta de su casa. Le pusieron por orden judicial una custodia femenina para acompañarla siempre, que también resultó golpeada en otra de las represiones durante el bloqueo.
Empezaba a percibirse una fuerte división entre los que resistían a Monsanto. Por un lado la Asamblea, por el otro el acampe, y dentro del acampe el sector de autoconvocados, jóvenes que llegaron desde lugares distantes para quedarse definitivamente viviendo en el bloqueo: los hippies. Más allá de que en algún momento parecen haberse creído los dueños de la verdad de la milanesa -e incluso del acampe- cumplieron el rol clave: estar siempre, cuando a otras vecinas y vecinos se les hacía imposible semejante nivel de dedicación. “No teníamos ni cuerpo ni cabeza para sostener el bloqueo, atender nuestras familias y trabajos, hacer todo lo demás”, reconoce Vanesa.
Entre los tres sectores crecieron la desconfianza, la enemistad, las acusaciones mutuas. Una palabra vacunaba todas las disputas: Monsanto. La Asamblea se volcó más al pueblo y los vecinos, el acampe se hizo fuerte en la ruta.
Por otros laberintos, el recurso de amparo rebotaba como una pelota en manos de jueces un tanto sinuosos. Se demandaba detener las obras hasta que se realizara un estudio de impacto ambiental serio, y una audiencia pública. Finalmente, en enero de 2014 la Cámara de Apelaciones ordenó paralizar las obras, no como medida cautelar sino definitiva, hasta tanto se llamase a una audiencia pública con garantía plena de participación ciudadana. También se declararon inconstitucionales las ordenanzas municipales que permitían la construcción de la planta y los permisos de la Secretaría de Medio Ambiente.
Monsanto captó el mensaje: desmanteló sus oficinas en el predio de 30 hectáreas, y el esqueleto blanco y verde quedó vacío.
439 votos
El bloqueo continuó y continúa. Un grupo de asambleístas decidió presentar una propuesta electoral, Malvinas Despierta, para las elecciones 2015. El radical Daniel Arzani no se postuló tras 16 años como intendente en los que obtenía siempre unos porcentajes lisérgicos de votos, casi sin oposición. Su sucesora Silvina González le ganó a Víctor Hugo Mazzalay, candidato de Malvinas Despierta, por apenas 439 votos. El delasotismo le ganó por poco a Patria Grande, el Frente para la Victoria se fue al descenso con 121 votos (1%) y todavía hoy nadie pudo entender si estaba a favor o en contra de Monsanto.
Si Malvinas Despierta y Patria Grande hubieran ido juntos, ganaban las elecciones, pero las broncas vecinales y lógicas partidarias son corrosivas. Será interesante ver, alguna vez, a un gobierno con genes asamblearios. Actualmente hay cuatro concejales radicales y tres de Malvinas Despierta que, como minoría no han podido hacer aprobar ni uno solo de sus proyectos.
Más allá de las andanzas partidarias, en agosto arreciaron las versiones según las cuales Monsanto está tratando de desprenderse del predio y del esqueleto blanco y verde. Y se acerca la Primavera sin Monsanto.
La mirada de Tobías
Pero además de Monsanto, Malvinas Argentinas tiene un problema curiosamente opacado: está rodeada de fumigaciones. Por eso cualquier conversación puede ser tremenda. Santina, la dueña de uno de los salones de fiestas, fue operada de tiroides hace 8 años, su padre falleció por cáncer de estómago, su compañera en el Centro de Salud tuvo varias operaciones de cáncer, su vecino Néstor Depetri falleció de cáncer de tiroides en agosto último. Pero lo que la enoja es otra cosa. “Presté el salón para la Asamblea y en la municipalidad me empezaron a hacer problemas con permisos, trámites y demás”.
Ernesto Barboza manejaba un camión cerealero en el que se contagió una bacteria (serratia) que lo mandó 22 días a terapia intensiva varios de los cuales estuvo en coma. Ahora tiene un kiosco. Varios de sus compañeros en el puerto de San Lorenzo, Santa Fe, fallecieron. La esposa de Ernesto, Silvia Vaca, fue una de las 10 personas a las que se hicieron análisis de sangre en Malvinas Argentinas, por iniciativa de la Asamblea, ante la negativa del municipio y la provincia. Siete de los investigados, incluida Silvia, presentaron agrotóxicos en sangre. Se habla mucho de la resistencia social. Tal vez estemos viviendo el ataque a la última resistencia: la de los cuerpos.
Otra de las envenenadas es Andrea Molina, estilista y peluquera, 32 años, mamá de Lourdes (9 años) y Tobías (2). “Me hice el análisis porque cuando quedé embarazada de Tobías se me detectó diabetes. Y el niño nació con cardiopatía congénita, un sistema anómalo de las venas pulmonares. Queríamos saber cómo venía mi sangre con este tema”. Andrea tenía dos plaguicidas, Aldrin y Dieldrin, en altas dosis. El estudio no se pudo hacer sobre glifosato, ya que recién en los últimos años se logró la tecnología para concretarlos: asombroso para un país fumigado desde 1996 con 250 a 300 millones de litros anuales del herbicida para transgénicos.
Tobías ríe al ver las cámaras de fotos. Sus primeros días de vida los pasó en el Garrahan de Buenos Aires, operado por la cardiopatía. “Eso era lo principal, después le tuvieron que sacar un riñoncito y tiene esta malformación acá”, dice Andrea, pasando la mano por la cabeza de Tobías, que parece tener el cráneo hundido del lado derecho. Lo mismo que describió Andrés Carrasco, fallecido hace dos años, cuando investigó los efectos del glifosato.
Andrea: “Pero los médicos me dijeron que lo que está, está. No se va a seguir deteriorando su salud”. Tobías está yendo a fonoaudiología para mejorar la pronunciación. La escolaridad mostrará si hay algún problema a nivel cognitivo.
Tobías ríe otra vez, y me mira, y el 29 de octubre cumplirá 3 años, y tiene un buzo rojo, y no: jamás voy a olvidar esa mirada.
¿Por qué Malvinas fue capaz de levantarse contra la presencia de Monsanto y no, antes, contra cientos de enfermedades absurdas, abortos espontáneos, vidas envenenadas, sobredosis de muertes?
No hay muchas respuestas, salvo cierta privatización resignada de la enfermedad, como problema personal, como fatalidad.
Malvinas echa a Monsanto, pero el municipio aún no aceptó hacer una ordenanza que prohíba las fumigaciones. Montenegro: “Esa es la deuda, y el desafío”.
Sofía Gatica dice que en estas peleas se pierden muchas cosas. “No pude estar con mis otros tres hijos. No los vi crecer. No les agarré un cuaderno. Estaba siempre en la lucha. Mi marido un día me dijo: Monsanto o yo. Y no iba a frenar esta lucha por un marido. No era por falta de amor. Si perdés un hijo tenés que saber qué pasó, ir más allá. Así que perdí mi matrimonio, pero gané años de vida para mis hijos y para muchos otros. Estamos prolongando vidas”.
Pueblo mutante
¿Monsanto podría instalarse en otra localidad menos hostil que Malvinas? Medardo Ávila Vázquez, neonatólogo y pediatra integrante de la Red Universitaria de Ambiente y Salud: “A la empresa le impidieron instalar un laboratorio en Río Cuarto por un decreto del intendente y la movilización en contra. Entonces Monsanto intentó en La Carlota. Hubo una asamblea en la plaza y rechazo de todos los gremios. La de Malvinas quisieron trasladarla a Oncativo, y enseguida hubo una movilización dentro de la propia intendencia”.
¿Toda esa reacción la despierta la marca Monsanto? Avila Vázquez: “No. Syngenta se iba a instalar en Villa María, pero no alcanzó a poner un ladrillo por la reacción de la gente. En Río Tercero hay toda una movida para sacar a Atanor. Se ha ganado en comprensión de lo que significa todo esto en términos de derechos humanos, no como algo que se agota en la dictadura, sino como algo del presente, lo ambiental, la salud. Eso es lo que hace que triunfe un reclamo: queremos la vida. No queremos dinero a cambio de contaminación”.
Esa percepción se logró pese a los medios de comunicación: “Monsanto llevó un avión de periodistas cordobeses a Estados Unidos a ver una de las plantas. De todos los canales, La Voz del Interior y hasta Radio Universidad”.
En 2013, la empresa publicó una solicitada durante 40 días -900.000 pesos cada una- y gastó indeterminados millones diarios en publicidad televisiva. Medardo: “De este lado no teníamos plata, pero se logró hacer entender el problema a los periodistas de buena voluntad”.
Sobre las divisiones, de las que él mismo es parte: “Creo que fueron secundarias. Siempre ganó el objetivo común”.
A fuerza de esta amenaza transgénica, los habitantes de Malvinas, tal vez, se han convertido en mutantes. Por ejemplo:
Vanesa dice que tienen 50 antenas, Lucas informa que tienen cuatro ojos, frenan camiones sin tocarlos, doblegan superpoderes con sólo proponérselo; hablan con muchas voces; aseguran que crecieron mucho; todos pueden ser al mismo tiempo biólogos, abogados, piqueteros, políticos, educadores, comunicadores, ecologistas e intelectuales, además de su antigua condición de vecinos.
Cambiaron la química de un pueblo, se han vuelto genéticamente resistentes al frío, privaciones, insultos, palazos y pedradas con que los homenajearon tantas veces.
Además son capaces de no dormir y todos aseguran que se les abrió la cabeza.
Habitan el universo real (o sea: la irrealidad de estos tiempos), pero simultáneamente existen en el cosmos de los sueños –en el que las cosas puede ser diferentes-, y en el otro: “Monsanto jamás pensó que íbamos a poder hacer lo que hicimos, ni en sus peores pesadillas”.
Las mil y cien noches
Esta primavera se están cumpliendo mil y cien noches desde que comenzó el bloqueo. O sea: una historia que cada noche debía encontrar un modo nuevo de continuar para que los malvinenses y sus deseos pudiesen seguir vivos al día siguiente. Hubo capítulos de batallas, de movilizaciones, de muertes, de amparos, de odios, de juicios, de magia, de locuras, de traiciones, de vida. Y como en un cuento de pequeños contra gigantes, los vecinos triunfaron.
¿Cómo lo hicieron?
Lucas plantea que algo que no tienen Monsanto ni los políticos, y que no pueden romper, es el amor.
El viento sacude el Puesto Camioneros. El amor, la fraternidad y el afecto tal vez existen en los que están en el acampe, en los que están en la asamblea, pero entre ambos no hay mucho amor que digamos. Es cierto que son heridas con las que han sabido convivir. ¿Se podrán curar, se agravarán con el tiempo?
Enigma abierto.
En cualquier caso, divididos, o quizás diversos, en Malvinas lograron enseñarnos algo a los que tenemos el honor de ser sus contemporáneos: nunca hay que subestimar las cosas que puede hacer la gente que no ama a las corporaciones.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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