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El remedio es la ley
Mario Sebastiani, el médito que alza la voz para despenalizar el aborto. Su larga experiencia proclama: la legalización es el único camino para terminar con la indignidad y la muerte a las que expone el Estado a las mujeres. Argumentos que sintetizó en el Congreso y desarrolla didácticamente en esta nota. Por Anabella Arrascaeta.
El doctor Mario Sebastiani está sentado atrás del escritorio del último consultorio del pasillo que lo separa de la sala donde muchas embarazadas esperan. Caminó con entusiasmo la larga fila de puertas buscando ese lugar vacío. Más tarde recorrerá con los mismos pasos ágiles el hospital. Abrirá puertas con su credencial y mostrará rincones que atesora: un parque interno, las ventanas de un edificio histórico, una escalera enmarcada en enormes columnas que brillan y parecen haber detenido las agujas del reloj hace tiempo. El doctor Sebastiani se mueve ligero y con la sabiduría de quien conoce los ascensores, escaleras y atajos de un edificio que para el resto de los mortales es un gigante coqueto de piedra destinado a anular toda capacidad innata de GPS. Se mueve como en su casa en el sentido más literal y menos metafórico de la expresión: hijo de padre napolitano y madre húngara, aunque él nació en Buenos Aires ya de niño lo apodaron El Italiano. En la Scuola Cristoforo Colombo transitó toda su escolaridad; en la Universidad de Buenos Aires cursó Medicina y la residencia lo llevó a su origen: hoy es médico especialista en Obstetricia e integrante del Comité de Bioética del Hospital Italiano.
El doctor Sebastiani lleva más de nueve mil partos asistidos, escribió nueve libros, participó en la publicación de cerca de 50 trabajos en revistas y espacios científicos y presentó más de 80 en congresos, jornadas y simposios. Su tesis de doctorado: Sexualidad y embarazo. La teoría y la practica criaron en él una corriente filosófica que él llama “anti-natalista” que define así: “Traer hijos a este mundo tiene que ser un acto de responsabilidad”.
Los años y la experiencia lo radicalizaron hasta poner en palabras una incómoda realidad: “La maternidad es una condena para la mujer”.
Y explica por qué: “Es un proyecto para toda la vida: no tiene salida”.
Desde esa ética responsable y reflexiva del nacimiento, el doctor Sebastiani sostiene: “El aborto es una cosa buena”. Y explica por qué: “permite decidir cuáles son los hijos deseados y los no deseados. Los no deseados no son malos, lo que no es bueno es empezar la vida en el no deseo. Lo lógico sería venir a este mundo deseados”.
El doctor Sebastiani reconoce todo lo maravilloso que es traer un hijo al mundo, pero advierte: “La felicidad que cada uno la viva como quiera”. Como médico, recuerda que las redes de riesgo están tendidas sobre el cuerpo de la mujer. Enumera: “Aborto espontáneo, hipertensión, diabetes, desprendimiento de la placenta, parto, cesárea, infección, hemorragia”.
Y concluye: “La especie humana es una especie absolutamente dependiente. No logramos adquirir competencias sino en el larguísimo tiempo: el niño va a ser una entidad relativamente autónoma recién a los 2 años”.
Las consecuencias, al igual que los riesgos, tienen geografía femenina: “Esa dependencia hace que cuando vas a pedir trabajo, vas perdiendo porque tenés un hijo. Ganás menos o te quedás en tu casa. Y la economía es libertad. Cuando una mujer no trabaja, cuando le dicen: ‘vos quedate a cuidar los chicos y yo trabajo’, ejercen un poder sobre ella que no te podés imaginar. Y el hombre con poder es violento”.
Billetera mata inseguridad
El doctor Sebastiani siempre supo que iba a ser médico: de chico lo fascinaban los guardapolvos blancos y las muestras gratis. Supo también desde siempre que quería trabajar con mujeres. Su curriculum indica que en cuarto año de la carrera de Medicina llegó al Hospital de San Miguel Dr. Raul Larcade. Recuerda ahora esas guardia en las que todas las noches, a las 22 horas, hacía la recorrida como practicante: “Era el último perro, el último llegado”. Era 1973. En una cama vio a una chica que se estaba muriendo. Preguntó a quienes estaban con él -los dos jefes de guardia, los dos cirujanos, el pediatra mayor y el menor- por qué se iba a morir. “Porque se hizo un aborto”, contestaron. La chica tenía un síndrome de Mondor, un cuadro infeccioso que sigue a un aborto séptico. El doctor Sebastiani confiesa que en ese momento preguntó si el aborto era legal o no, porque en Italia, ya en ese entonces, se había despenalizado. “El aborto acá es ilegal y se debe haber puesto un tallo vegetal o algo así”, le respondieron sus colegas. Él lanzó una pregunta más: “¿Y si estuviéramos en Italia?”. La respuesta cambió su vida para siempre: “En Italia no se muere nadie porque el aborto es legal”.
En ese hospital se enamoró de la obstetricia y recibió una lección que nunca había recibido en la universidad: las mujeres abortan. Y explica por qué: “En la universidad te enseñan que uno de cada diez embarazos termina en aborto espontáneo. Entonces, tendríamos que haber hecho un raspado cada diez partos, pero no: hacíamos más raspados que partos. Lo cual estaba indicando que las mujeres se hacían abortos”.
Años más tarde ingresó a la residencia en el Hospital Italiano. La realidad cotidiana cambió: “Acá no hay aborto infectado: hay clase media”. Cuando un tiempo después empezó a viajar por el interior del país el escenario se tornó siniestro: “Vas por los hospitales públicos de las provincias y se vivencia lo que es el drama”.
El drama que nombra el doctor Sebastiani tiene una causa: la ilegalidad. Y una consecuencia: la desigualdad. En un debate televisivo, Sebastiani ilustró esta situación: “La mujer pobre está totalmente desamparada. La rica resuelve: tiene en Santa Fe y Callao su solución segura. ¿Qué es lo que hace la ley? Iguala a las personas. ¿Qué sucede en nuestro país? Las pobres se enferman, las pobres se mueren, las pobres tienen 12, 14 hijos. Cuando le pregunto si quiere a sus hijos me dice que sí, pero cuando le vuelvo a preguntar si le hubiera gustado tener menos hijos me vuelve a decir que sí”.
Lo indecible
Los pasillos del Hospital Italiano confirman que al doctor Sebastiani lo conocen todos. En cada esquina alguien lo saluda, a todos les contesta por su nombre y les hace algún comentario. Después sigue veloz a abrir otra puerta. Una dualidad convive armónicamente en él: parece que no queda espacio libre en su agenda y, al mismo tiempo, se muestra dispuesto a dedicarle a cada quien todo el tiempo del mundo. La última persona que se cruza antes de llegar al escritorio es un colega un poco más joven: le avisa que va a hacer una entrevista periodística y, entre risas, le contestan que no es nada raro. El doctor Sebastiani siempre está disputando la palabra. Así inició su militancia por el aborto legal, seguro y gratuito: tomando la palabra. Escribió hace más de 35 años una carta de lectores al diario La Nación y desde entonces no paró.
“En el ADN de la mujer está el aborto: una de cada dos mujeres va a tener un aborto en su vida. Sin embargo no se habla de este tema en las carreras o en la currícula de pregrado de Ginecología o de Obstetricia, salvo cuando se lo menciona en las infecciones obstétricas y ginecológicas”.
El contexto cambió.
Dibuja una línea de tiempo para explicar cómo: “Cuando empecé, el aborto era kriptonita. Hoy es un discurso prácticamente cotidiano. Cada uno no deja de manifestar su posición, pero existe una mayor conciencia de que es un derecho de las mujeres”. Lo importante, destaca, es poder nombrar lo que sucede.
El marketing de la culpa
El doctor Sebastiani señala una posible teoría sobre porqué se silencia el aborto: el marketing de la culpa. Quienes están a favor del aborto clandestino desarrollan un abanico de estrategias que condenan y estigmatizan la libre elección de las mujeres. Dicen: “El aborto es una marca para toda la vida”. El doctor Sebastiani responde con cifras: en el país se realizan entre 400 y 600 mil abortos por año. Pregunta: “¿Vos ves a 400 mil mujeres llorando?”. Y contesta: “No. Lo que veo es tranquilidad”.
Sigue: “Hay una política sistemática de culpabilizar a la mujer que aborta, mientras que no culpabilizan a nadie por tener un hijo que no fue programado”. En este escenario, una estrategia que propone para vivir maternidades deseadas y responsables es, nada menos, que planificarlas.
Dicen: “Estamos a favor de la vida”. El doctor Sebastiani contesta: “Aquel que está a favor de la vida, y se queda tranquilo diciéndolo, no puede no mirar que existe un número de abortos espectacular, que existe enfermedad y muerte como no hay en otros escenarios donde la ley es distinta y se le da cobertura a la mujer. Cuando alguien plantea esta situación de culpa y de la potestad de la vida del embrión -cosas totalmente respetables- tiene que hacerse cargo de cuál es la condición. Nosotros no estamos obligando a nadie a abortar, pero hay unos que obligan a no abortar y obligan así a la mujer al riesgo, la inseguridad, la enfermedad y la muerte”. El doctor Sebastiani resume: “Esta defensa irrestricta de la vida del embrión nos trae a como estamos. ¿Y cómo estamos? Impresentables. Sin solución”.
Frente a frente
El 30 de junio de 2016 se presentó por sexta vez el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Todavía no tuvo trámite parlamentario, más que una reunión informativa de la Comisión de Salud Pública que evidenció la necesidad urgente de un debate.
La sala estaba llena. El doctor Sebastiani -pelo blanco, ojos pícaros, camisa y saco, acodado en la mesa- esperaba su turno para tomar la palabra. Fue invitado para disertar desde la perspectiva médica a favor de la despenalización. Había también abogados, militantes, diputados, políticos y representantes de instituciones a favor del aborto clandestino. Cuando llegó su momento tuvo menos de diez minutos para exponer. No necesitó más: fue el único ovacionado de la jornada.
Días antes analizó el papel que deben ocupar los médicos en el debate sobre el aborto legal. Empezó aclarando: “Los médicos pertenecemos a un sistema que se llama salud pública. Si ese sistema le da la espalda a una mujer que decide interrumpir su embarazo pasa lo que sucede en la actualidad: tenemos enfermedad, muerte y ninguna prevención de la repitencia”. El doctor Sebastiani propone cambiar la lógica: “¿Qué pasa si la salud pública responde? Tendríamos menor cantidad de embarazos no deseados, mayor planificación familiar, acompañamiento de la mujer, no tendríamos enfermedad, no tendríamos muerte”.
Tras los cristales chiquitos y transparentes de sus anteojos dice ver cada día cómo el aborto “se ha transformado en un evento muy privado. Privado no es soledad. No tiene que ser en soledad: tiene que ser asesorado, tiene que haber un equipo médico que acompañe”.
¿Legalizar el aborto impactaría sobre la estructura del sistema de salud?
Hoy en el sistema público tenés una de cada dos camas ginecológicas ocupadas por complicaciones del aborto. Si vos legalizás el aborto tendrías el 50% de las camas libres. Es grosera la diferencia: hoy tenés 76.000 internaciones anuales por complicaciones por aborto. Eso no existiría.
¿El sistema de salud pasó a ser la puerta de entrada al sistema penal para las mujeres que abortan?
Hay distintos colores: quien acepta hacer el asesoramiento en la forma que corresponde a la condición médica; quien acepta hacerlo, pero debajo de la mesa sin que lo escuchen y, la peor variante, el que se escuda en una orden del jefe de servicio que determina sobre lo que se puede hacer y lo que no. Es un problema grave, porque eso se aplica incluso hasta en un evento legal como el aborto no punible. Bajar este tipo de criterios sobre profesionales jóvenes a través del miedo, incluso del grito, es un problema que se ve muy frecuentemente. Por eso la instancia de interrupción legal del embarazo está funcionando con muletas porque hay lugares que son permeables y otros que no.
¿Por qué cree que los médicos denuncian a una paciente que abortó?
Me da la impresión de que los médicos no es que están con la Biblia en la mano o con el obispo atrás. Tienen miedo, alguien les impuso entonces ese miedo. Estas cosas que hay que corregirlas. Mientras yo le digo que está muy mal denunciar a un paciente que confió en el secreto médico, hay otro que le dice: ‘Si le pasa algo a la mujer vos vas preso’. Escuchan dos versiones, se enloquecen. Y nadie les habla del Derecho. Los médicos hoy contamos con tres fallos muy importantes: el Fallo FAL, el Manual del Ministerio sobre Aborto No Punible y el fallo de la Ciudad, que autoriza, mediante declaración jurada de la víctima de una violación, a que los médicos practiquen un aborto. Muchos pensaron que iba a ser una aberración, que las mujeres iban a llegar al hospital público inventando haber sido violadas para hacerse abortos. En cuatro años en Hospital Italiano: una. Mujeres que se hicieron abortos: un montón. La mujer no miente, pero la sociedad considera que su palabra no es confiable.
¿Qué implicancia tiene la criminalización médica del aborto?
¿Por qué muchas mujeres se han muerto? Por consultar tarde, porque sabían que si iban al hospital las denunciaban. Hoy la denuncia ha caído notablemente. Hoy se sabe que el médico que denuncia es pasible de tener una demanda. Después del caso Natividad Frias quedó una norma bien clara: si bien existen intereses contrapuestos sobre lo que es el aborto como evento penal, la privacidad de las personas cuenta. La otra cosa que cuenta es que no importa la denuncia, lo que hay que hacer es buena medicina. En vez de estar pensando en la denuncia tengo que pensar cómo resuelvo, tengo que tomar conductas inmediatas porque el tiempo es oro. Lo que está existiendo, según tomo conocimiento en el último Congreso de Ginecología y Obstetricia, es que está habiendo denuncias a los médicos que no cumplen con el protocolo de atención de la interrupción legal del embarazo. Ha cambiado la escena criminalizadora: antes los anti aborto eran los denunciantes, hoy están calladitos la boca.
En el actual escenario, ¿qué puede hacer un médico?
Hoy el aborto está prohibido, pero nada me impide que te asesore sobre el aborto. Así pasó en Uruguay: primero empezaron asesorando, y la mortalidad bajó. La consejería ayuda notablemente la situación. En el pasado era palabra prohibida, no se nos hubiera ocurrido asesorar, teníamos miedo de ir presos, de que nos echaran de nuestro trabajo. Era imposible. Sin embargo desde hace años los que estamos en este movimiento decimos: mi conocimiento le pertenece al paciente. ¿Cómo voy a negárselo? Además soy médico egresado de la universidad pública: te lo debo. Vos pagaste mis estudios. La realidad es que hoy, una mujer que quiere hacerse un aborto toma las pastillas sin tener la información necesaria o va a lo de un personaje que se lo hace. Y ese personaje no quiere saber ni el nombre de la paciente ni nada: ni la edad, ni el grupo sanguíneo, nada. Mucho menos le va a preguntar qué es lo que necesita para seguir ese embarazo, lo cual sería una buena pregunta. No le pregunta si ha habido un evento de violencia. No te pregunta nada. Pide la plata, hace el aborto y dice: ‘Tomatela de acá ya’. En una situación legal, un médico te preguntaría qué necesitás. Te preguntaría la edad, dato fundamental para saber en qué sectores hay que trabajar en prevención del embarazo no deseado. Te haría con una seguridad médica máxima la interrupción del embarazo y, además, te daría la planificación familiar necesaria para que no vuelvas al consultorio en una situación similar. Todo eso significa legalizar el aborto.
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