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La primavera del campo
Los nuevos productores. En Bolívar, Amadeo Riva aplica un modelo agroecológico en casi todo su campo. En solo dos años redujo un tercio el uso de glifosato: espera eliminarlo y dejar de cultivar transgénicos. No usa fertilizantes, sino asociaciones de cultivos. Bajó costos, mejoró su ganancia, ganó tranquilidad y recuperó el entusiasmo. Historia de una transformación mental y productiva hacia las cosechas del futuro. Por Sergio Ciancaglini
Amadeo Riva tiene un hábito inquietante. Se hace preguntas extrañas como por ejemplo: ¿Las cosas son como parece que son, o podrían ser de otro modo?
Las preguntas son un ejercicio fuera de moda en estos tiempos, una molestia que es de buen tono evitar. Habiendo tutoriales, recetas, instrucciones de uso y opiniones seriales, ¿para qué hacerse preguntas?
Otro ejemplo de enigma de este productor e ingeniero agropecuario de 46 años, que ha dejado perplejo a más de un paisano: “¿Producir más significa ganar más dinero?”
A partir de tan sencilla complejidad, informa Amadeo Riva, “la cuestión me quedó almacenada en la nuca”.
Allí, germinando, la semilla de la pregunta se abrió paso y encadenó una serie de casualidades y causalidades por las que un campo bellísimo llamado La Primavera, en Bolívar, provincia de Buenos Aires, dio vuelta su historia y comenzó una transición que lo aleja de las fumigaciones, el glifosato y el monocultivo.
Una mutación no transgénica lo instala hoy en un sistema de producción llamado agroecología, que se pregunta si las cosas son como dicen que son, o si podrían ser de otro modo.
¿Dónde me metí?
El casco original de La Primavera tiene la fecha de construcción labrada en el frente: 1890. Amadeo Riva padre hizo una elegante ampliación de la casa con su fecha igualmente inscripta: 2006. La nueva construcción sigue exactamente la genética de la original, dejando así un caserón sin fronteras entre una y otra etapa, con ocho dormitorios, salas enormes, comedor, chimeneas, salamandras, muebles para que los anticuarios aúllen, y un estudio en el primer piso con ventanas hacia todo el parque.
Ese es el territorio que Amadeo Riva hijo usa un par de veces al mes. Administrar La Primavera parece tarea de una burocracia poética, pero en este caso se trata de 5100 hectáreas de las cuales esta historia abarca 1867: las estancias La Primavera y El Recodo. Casado, dos hijos, vive en San Isidro, tiene oficinas en Retiro, y viaja a los campos como parte de la rutina de su GPS. Mide casi 1,90, es flaco, elocuente, se lo nota entusiasmado con la historia que tiene para contar. “Hace como 20 años todavía no estaba a cargo del campo -dice-, pero íbamos con un veterinario a caballo a ver una vaca muerta”.
El veterinario empezó la charla.
-¿Cómo les fue con el trigo, Amadeo? ¿Cuánto produjeron?
-Unos 2.500 kilos por hectárea.
-Qué poco, yo saqué 3.000.
-A la flauta…
-¿No le pusiste fertilizante?
-No, nada.
-Ehhh, le tenés que poner 200 o 300 kilos y vas a ver cómo vas a producir más.
Hubo una pausa dramático-económica, que venía de la nuca de Amadeo:
-¿Pero cuánto te llevaste al bolsillo?
Amadeo no recuerda la cifra exacta, pero habían ganado lo mismo. Y planteó:
-¿No arriesgaste mucho para tener la misma ganancia?
-¡No! Lo importante es el rinde, vos estás equivocado, con todas estas mejoras se puede producir mucho más, y eso es lo que vale.
Reflexión: “Si produjo más, pero ganamos lo mismo, había algo que no me cerraba. Pero me decía todo lo que tenía que hacer, comprar y poner en el campo. Capaz que el equivocado era yo”.
Varias aventuras y desventuras más tarde, en 2014, Amadeo quedó solo a cargo del campo. “Veía que los costos de los insumos, los herbicidas, los fertilizantes eran cada vez mayores. Una vez le dije al encargado del campo, Marcos: acá metemos siempre más químicos pero producimos lo mismo, y ganamos cada vez menos. ¿Qué hacemos?”. Ante la duda, seguían con el modelo: fumigación, más soja transgénica (porque deja más ganancia), y cada vez menos trigo, maíz o girasol.
La soja requería dosis más altas de glifosato, para aniquilar una planta (o maleza, o pesadilla para Amadeo) que resultaba casi invencible: la rama negra.
En los ratos libres, Amadeo repasaba su vida no en términos de rendimiento sino en sesiones de terapia biográfica. “Ahí me entero de que existía algo llamado biodinámica. Daban unos cursos en Misiones, en Ruiz de Montoya. Le conté a Mariana, mi mujer, y ella me dice: ¿por qué no vamos a conocer? Me entusiasmó. Nos fuimos en auto, de paso conocí Cataratas: 1500 kilómetros”.
Más allá del costo del viaje, Amadeo pensó que sólo estaba arriesgando su tiempo. “El tiempo y la paciencia son de uno. Los que te lo cobran son los abogados y los psicólogos”. No se sabe si la broma incluye a Mariana, que es psicóloga.
El curso era dictado por la Asociación para la Agricultura Biológico-dinámica de Argentina (AABDA). “Cuando llegamos vimos que había que dejar los zapatos afuera de la casa. Imaginate, estudié Agronomía en la Universidad Católica –contra mi voluntad porque nunca me gustó- y fui formando un montón de preconceptos. Adentro de la casa todos cantaban antes de comer. Yo dije: Uy, ¿dónde me metí? Me hicieron pasar. Con los días se me fueron los preconceptos: no eran extraterrestres, era otra manera de ser”.
¿Y las charlas? “Todo muy interesante, hablaban de alimentación, salud, las huertas, pero yo pensaba: una cosa es tener una hectárea para huerta, y otra un campo de 1800 hectáreas. Todo esto es buenísimo, pero a mí no me sirve”.
Hasta que hubo un cambio en la conversación, y apareció alguien que a Amadeo Riva le hizo estallar el siguiente razonamiento: “Epa, yo no soy el único loco”.
Teoría del bolsillo
Tema de la charla: Agricultura Extensiva, a cargo del ingeniero agrónomo llamado Eduardo Cerdá.
Recuerdo: “Eduardo habló de lo que yo discutía con el veterinario. Decía que todos se fijan en el rinde, pero nadie te dice cuánto se lleva al bolsillo. Habló además de agroecología: la producción se podía hacer de otra manera, cosa que yo también buscaba. Pero claro, en el mundo actual eso de hacer de otra manera sin tirar herbicida se hace difícil porque todos te dicen: ‘No, viejo, te vas a ir al bombo, tenés que fumigar’. Este hombre decía lo contrario”.
Cerdá planteó que había una solución agroecológica para las malezas. “Por eso digo que entré en esto también gracias a la rama negra”. En Misiones sellaron el pacto para que Cerdá asesorase a Amadeo. Diagnosticaron así los problemas de La Primavera:
Aumento de malezas como rama negra, sorgo de alepo y roseta.
Aumento constante de los costos.
Poca estabilidad de los rendimientos de los cultivos.
Aumento del área de soja y pérdida de rotaciones.
Pocos cultivos que recompongan la fertilidad.
Anotaron los objetivos:
Reducir el problema de las malezas.
Reducir el uso de agroquímicos.
Bajar costos.
Estabilizar rendimientos.
Tranquilidad financiera.
¿En qué cosas cambió La Primavera? “En el caso de la soja, vos tirabas glifosato y se moría todo menos la propia soja transgénica y fundamentalmente la rama negra que es una maleza alta, llena de hojas verdes que se seca y queda negra. Se hizo resistente al herbicida, compite por el agua y los nutrientes. Cuando cosechás, se enreda en la máquina, y se te arma como un despelote. Fumigabas en septiembre, pero la rama negra empezó a salir antes y entonces tenías que fumigar desde marzo. Por eso Cerdá dice que tenemos campos drogadictos. Suena un poco fuerte, pero es la verdad”.
Efecto en el bolsillo: “Al usar glifosato en marzo, en abril o mayo tenía que empezar a pagarlo. Y a los aplicadores. Ahora conseguí bajar los costos. Eso es tranquilidad mental. Y no me cambió en cuanto a los rindes ni al desarrollo del campo”.
Una sorpresa: ”Otra cosa que noto es que está reviviendo el suelo, tiene más minerales, microorganismos, lombrices, vitalidad. Las plantas crecen mejor, más fuertes. ¿Cuánto vale eso en plata? No sé. El otro día fui a un campo convencional y me deprimí de verlo: el suelo seco, lleno de químicos. Yo recién estoy empezando. No es fácil. Pero está yendo bien, y quiero seguir hacia ese lado”.
Amadeo está registrando los datos de La Primavera en un trabajo que llama Bitácora de una transformación. “Quiero dejar un registro”, dice, aunque aclara velozmente: “Si esto fuera bueno pero no rindiera económicamente, no lo podría hacer como responsable de un campo”.
Es decir: Amadeo no entró a hacer esta transición por la cuestión de la salud, de las fumigaciones, de la ecología. Él prefiere describir las cosas con sinceridad: “Todo eso es un plus importantísimo. Si analizás y te informás sobre lo que han sido los efectos de las fumigaciones en los pueblos, en la gente, te das cuenta. Pero reconozco que, desde lo agroecológico, yo entré por las razones equivocadas. O sea, buscaba resultados no digo capitalistas, pero un beneficio: poder vivir”.
Algunos resultados
La Primavera es un campo que siempre produjo soja, girasol, maíz y trigo además de ganadería, en un suelo todavía adicto a los agrotóxicos: “A un adicto no podés desintoxicarlo en un día. Estoy en una transición”.
Pero en la mayor parte de La Primavera ya no hay aplicación alguna de herbicidas ni fertilizantes, y con respecto a la soja se ha logrado bajar las aplicaciones de glifosato de 9000 a 4800 litros en 2015 y a 3200 litros en 2016. “Mi idea es llegar a que el campo sea 100% agroecológico y, en el caso de la soja, usar la no transgénica”.
Cerdá ha sistematizado otros datos.
Pese a la baja de fumigaciones, la producción de soja subió de 2.500 a 3.400 kilos por hectárea.
Girasol: el rendimiento por hectárea se mantuvo estable, pero los costos bajaron de 370 a 160 dólares por hectárea.
Trigo: el rendimiento es creciente y los costos bajaron de 320 a 100 dólares por hectárea.
Maíz: el rendimiento se duplicó, y los costos bajaron de 515 a 269 dólares por hectárea.
Todo el nuevo enfoque agroecológico mejoró las condiciones para la ganadería, que pasó de 724 a 1131 novillos y vaquillonas de campo, no de feed lot.
Riva es cauteloso. “No te voy a decir que los resultados son una maravilla, que me voy a Europa mañana. Pero estoy contento, bien. No sé cuánto vale eso”.
Semillas de Karate Kid
¿Cómo se hace para producir agricultura sin depender del tráfico de agroquímicos con que se fumigan suelos, agua, aire, animales, alimentos y personas de medio país?
Amadeo, hincha de River cuyo nombre no proviene del histórico arquero, reconoce que no jugó muy ofensivamente: “Al empezar le di a Eduardo las peores 100 hectáreas que tenía. Porque dije: todo muy lindo, pero ¿si sale mal? ¿Si los números no me cierran?”.
La agroecología no es una receta, sino una mirada científica y práctica para repensar cómo actuar en cada situación. Por ejemplo, en las 100 peores hectáreas de La Primavera, después de la cosecha gruesa, se sembraron cultivos asociados: avena con vicia, trigo con trébol, sorgo con vicia. Amadeo: “La vicia es una leguminosa que fija el nitrógeno del aire, lo pasa al suelo y lo fertiliza. Junto con la avena van cubriendo el suelo. Entonces las malezas no aparecen, o aparecen mucho menos, porque la avena vicia no les da espacio ni luz”.
Riva evitó así el uso de herbicidas y de fertilizantes: dejó de sembrar petróleo y químicos en el campo: “Pero además, el suelo no sufre erosión al estar cubierto, con lo cual se va vitalizando cada vez más. Y encima es un alimento buenísimo para el ganado”.
El experimento funcionó lo suficientemente bien como para que Amadeo pasara de 100 a 800 hectáreas bajo manejo agroecológico, con el proyecto actual de llegar a la totalidad del campo. “Las semillas de avena y vicia las guardé y las volví a sembrar, y salieron mucho mejor, más rápido y con más fuerza”.
Estos son sólo algunos aspectos del trabajo agroecológico, que significa una mirada sobre cada procedimiento, cada rincón y cada posibilidad del campo, desde los corredores ecológicos que permiten que los insectos existan y jueguen a favor, hasta la planificación de la producción.
Sobre la relación con Cerdá: “Yo digo que es mi asesor psicológico. Es como si yo fuera Ralph Macchio en Karate Kid y él es míster Miyagi, el entrenador que me va orientando en cada movimiento”.
Lo agroecológico implica la presencia de animales (que fertilizan el campo, además de formar parte del circuito productivo) y la diversificación de cultivos. Por cuestiones económicas la soja transgénica ocupaba cada vez más espacio y relegaba a los otros tres cultivos. Ahora las proporciones se volvieron a equilibrar, y de cuatro cultivos pasó a ocho, con la avena, la vicia, el sorgo, el centeno.
Amadeo ha tenido también una revitalización del entusiasmo: “Es todo un manejo que, sin darte cuenta, también te va transformando a vos”.
De Blancanieves al gaucho
El WhatsApp de Riva tiene un dibujo de un gaucho que dice: “En este país la tierra está en manos de los que odian tenerla en las uñas”. Explica: “Este modelo requiere más trabajo mental. Eso a mí me gusta, pero hay gente a la que no, que trabaja más mecanizada, recetada: no mete las manos en la tierra. De todos modos, yo no quiero convencer a nadie. Hago lo que me parece bien y está resultando”.
Imágenes de su historia. Hizo la secundaria en el Belgrano Day School. “Me acuerdo de un profesor de Física, Machiavelli, que en 5° año nos dijo: muchachos, yo doy clases para ganarme la vida. Pero cuando puedo hacer un trabajo de Física es otra cosa, porque lo hago con pasión. Ustedes tienen que tomar una decisión sobre qué van a hacer. Decidan con el corazón, no con la billetera”.
El alumno Riva se quedó helado: “Todavía me emociona recordarlo. Pero yo estaba decidiendo con la billetera. Me metí nomás en Agronomía de la UCA, contra lo que yo quería. Era cumplir el deber familiar. Fue un calvario. Odié la carrera. Me gustaba el campo, pero no íbamos casi nunca al campo para entender el día a día. Me recibí y ya tenía mi salida laboral. Pero trabajar en el campo me saturó, sentía que tenía el horizonte cada vez más abajo”.
Decidió poner distancia con el deber y con el trabajo e intentar lo que siempre había querido hacer: escribir, y entrenarse para eso. A fines de los 90, mientras la Alianza se hacía cargo del desgobierno nacional, Amadeo partió a Nueva York a estudiar guión y actuación en The Lee Strasberg Theatre Institute. Vivía de hacer trabajos relacionados con el teatro, sonido, luz, dar clases a chicos. Escribió una obra con Blancanieves acusada de matar a uno de los 7 enanos, y Cenicienta perseguida por un príncipe medio perverso. Vivió la locura del derrumbe de las Torres Gemelas. No quiso trabajar de mozo: “Era volver a hacer lo que no quería”. Conoció a una argentina, Mariana: amor, fertilidad, embarazo. “Ahí decidimos volver, para que nuestro hijo fuera argentino y estar con la familia”. Tras cinco años en Nueva York, volvió en 2004.
Hizo intentos como actor: unos bolos en Amor mío (Telefé), haciendo de un abogado. También intervino en una publicidad de agua mineral Nestlé, empresa que promueve la privatización del agua en el planeta. La corporación se presentaba como “la pureza vital”. Amadeo: “Son los mensajes para que consumas. Mariana me hizo notar que Wendy’s, las hamburgueserías, tienen una imagen de una chica con un collar que si lo mirás bien dice Mom, mamá. Son las cosas que te quieren meter en la cabeza”.
Nunca dejó de escribir poesías (algunas de amor) y cuentos fantásticos. “Pero al ver que lo del trabajo como actor no funcionaba mucho, con una familia, volví al campo. Era mejor eso que andar golpeando puertas que no me iban a abrir”.
Trató de amigarse con el trabajo agrícola y quedó a cargo formalmente de La Primavera. “Ya estaba súper instalado el glifosato, y era el modo único de trabajar. A mí me volvía a parecer que el horizonte se me cerraba. Hay que hacer A, B y C. Siempre lo mismo, te vas desalentando y los costos seguían subiendo”.
En este momento es que su historia se enlaza con lo agroecológico: “Esto me levantó como una expectativa. Ya no dependés de recetas. Desintoxicás el suelo, y también la cabeza”.
Facebook y Panorámix
No usa Facebook porque observa que es un modo de contaminarse la atención. “Me parece que es mejor tener una vida propia. Ahí aparecen todos sonriendo y no me lo creo”. Para informarse lee los dos lados de góndola periodística, La Nación-Clarín y Página 12. “Después armo mi opinión. Uno niega lo que dice el otro y al revés”.
¿A quién vota en las elecciones? “Siempre impugné el voto. Meto boletas rotas en el sobre o pongo dos o tres boletas diferentes. Cumplo mi deber, pero no les creo. Me han dicho que soy un cobarde. Puede ser. Pero yo no quiero decidir porque esa misma decisión no me representa”.
Hay una actitud que fluye en todo lo que describe Amadeo, una resistencia a la repetición, a la robotización de la vida, a la obediencia a lo dado, que canalizó en lo artístico y ahora –acaso sorpresivamente- en su trabajo agropecuario: “Entiendo a la persona que hace las cosas recetadas. Yo tampoco puedo jugar con el rédito que tiene que dejar el campo. Pero ahora veo que dejé de atacar al suelo, que aprendí a pensar distinto. ¿Qué manejo puedo aplicar con tal maleza? Se te abre un mundo de creatividad”.
Aprendió también a entender el tiempo: “No soy Panorámix, el druida de Asterix, que tiraba una semillita para que crezca todo de golpe”.
Datos sobre lo ganadero: “Nuestro animal, criado a campo, que camina y come pastos, es diferente al criado en feed lot, que vive parado sólo a base de granos y remedios y se infla, como un obeso. Un año de crecimiento natural lo transforman en seis meses para producir y ganar más. Dejé de comprar carne en el supermercado, y a los carniceros les pregunto, porque ellos saben de dónde les llevan la carne”.
Otra novedad: Amadeo está aplicando fertilizantes biodinámicos en su campo. “Son preparados biológicos que vienen en cuernos de vacas para enterrar a 60 centímetros. Lo que he visto es que el resultado en el suelo es una maravilla, así que estoy probando”.
¿En qué se diferencian la agroecología y la agricultura biodinámica? Amadeo: “Me dijeron que la biodinamia es la agroecología más el componente espiritual. Pero si decís eso en una sala, se te va la mitad de los productores. La biodinámica la empezó un alemán, Rudolf Steiner, hace 100 años. Plantea que la Luna, los planetas, lo energético, tienen relación directa con los cultivos. Hasta que no haya un científico que lo avale, no le dan bolilla, pero me parece que hay que abrir un poco la cabeza. Igual, mientras tanto, yo hablo de agroecología”.
¿Cómo se empieza? Filosofía práctica: “Se empieza empezando. Decidiéndote. Ni siquiera lo tenés que hacer con todo el campo pero podés elegir unos lotes, a ver qué pasa”.
Hace un tiempo Amadeo le envió a Eduardo Cerdá un WhatsApp con una foto que tomó con su teléfono, sorprendido cuando llegaba al campo de madrugada. “Mirá esto”, le escribía en el mensaje. Era un amanecer. Cerdá pensó: “¿Qué le asombrará a este gaucho del amanecer?”
Amadeo responde: “Parece una tontería pero para mí es importante. Antes no me daba cuenta. Es como que tengo más tiempo para mi tiempo. O que veo otras cosas. Abrí los ojos”.
En los balances de La Primavera no aparece el precio de lo que Amadeo llama alegría. “Estoy contento, con otra energía. El horizonte se me volvió a abrir. Y siento que gané una esperanza”.
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