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Democracia sangre: Políticos y periodistas asesinados en México
Cientos de políticos y familiares fueron asesinados en el camino a la presidencia de López Obrador. Las amenazas también recayeron sobre el periodismo. Desde esa trinchera Daniela Rea cuenta cómo es seguir trabajando y viviendo en medio de la violencia. Por Eliana Gilet.
Los ciclos y las dinámicas de la violencia en México tienen lógica propia, pero se multiplicaron con la campaña presidencial. En la carrera que tuvo como ganador a Andrés Manuel López Obrador, 48 candidatos fueron asesinados durante los diez meses que duró la campaña electoral mexicana.
La cuenta sigue: también fueron asesinados otros 84 políticos que no contendían pero formaban parte de algún nivel de gobierno o partido, así como 50 de sus familiares. Las cifras fueron brindadas por una consultora privada, Etellekt, que agregó que 105 de los asesinados, un 80 por ciento del total, eran alcaldes o personas vinculadas al nivel municipal de gobierno, el más bajo de los que existen en el país. Tres estados -Guerrero, Oaxaca y Puebla- concentraron 55 del total de casos.
La violencia desatada se revela como un eficaz mecanismo de aturdimiento: en ella no se puede pensar claramente. La sangre enturbia la visión. Si esta frase es especulativa, la violencia es, ante todo, expresiva. Más datos: sólo en el estado de Guerrero más de 500 candidatos locales renunciaron por presiones y amenazas.
En un panorama parecido viven los periodistas mexicanos. Los más atacados son los que trabajan a nivel local. Como sus muertes no se investigan, les sobrevuela la sospecha de que “algo habrán hecho”. Pero no es casualidad: siempre se trata de periodistas que exponen la impunidad del narcotráfico y sus vínculos con sectores políticos y fuerzas de seguridad.
Periodismo en emergencia
Una de las cultoras de este periodismo arriesgado es Daniela Rea. No cumple aún 40 años, nació en Guanajuato, un estado conservador del centro de la República, y de adolescente se fue a estudiar al puerto de Veracruz, fantaseando con los barcos y esperando ver viejos jugando al ajedrez a la orilla del mar. Hoy, 18 años después, cuando recibió el premio de periodismo creado a nombre de Javier Valdéz (periodista asesinado en Culiacán un año atrás, del que dimos cuenta en MU) Daniela Rea leyó, uno por uno, los nombres de los 115 periodistas asesinados en México desde el año 2000. Dice: “Yo misma no los conocía y el ejercicio de nombrar te detiene a pensar en esa persona. Porque no sabemos quiénes son ellos ni sus familias, que quedaron sobreviviendo la pérdida en este sin sentido de impunidad y criminalización que vivimos”
Rea comenzó a trabajar en un periódico local de Veracruz, El Sur de Veracruz, y en 2005 llegó a la Ciudad de México, al diario Reforma. Dos años más tarde, junto a la periodista Marcela Turati crearon una organización como estrategia de denuncia y sobrevivencia: Red de Periodistas de a Pie. “Todas cubríamos temas sociales y todas estábamos cansadas porque eran los temas que sobraban -dice a MU-. Si ya no había espacio, sacaban tu trabajo porque eran las últimas páginas. Marcela nos propuso capacitarnos para hacer mejor nuestro oficio y así ganar espacio en los medios de comunicación, porque este periodismo es importante, estos temas lo son. Así empezamos, hasta que llegó la militarización del país y no fue una elección: de repente, ya estábamos cubriendo a las víctimas de la violencia de Estado y del crimen organizado”
El primer trabajo conjunto que hicieron se hizo libro: Entre las cenizas, publicado en el año 2012: “Era tal la emergencia de contar algo contundente que no podía hacerlo sola. Fue reconocer que esa idea romántica del periodista solitario ya quedaba atrás, porque la emergencia nos exigía que trabajáramos en colectivo, que hubiera muchas cabezas pensando”.
La voz de la memoria
La materia prima de este periodismo es el testimonio de las personas que han sido víctimas, sobrevivientes o que luchan sin serlo de manera directa. Y es importante reivindicar el testimonio, dice Rea, al que se le ha quitado valor de verdad. “Tenemos que ser muy sensibles en mostrar que una persona desaparecida no es una más de las 34 mil desaparecidas, apelar a esa frase que dice: ‘Una muerte es el fin del mundo’. Si no, nos vamos a acostumbrar y a no ser capaces de dimensionar el despojo de vida que estamos teniendo en el país”. Para no acostumbrarse, Daniela cita a Graciela Pérez, madre que busca a su hija Milynali en el estado de Tamaulipas. “Tomar un pedazo de hueso es como cargar a un recién nacido, porque es alguien que no tiene nombre y que tú, poco a poco, vas a traerlo a la vida”.
Otro de sus trabajos realizados en colectivo, cadenademando.org recoge testimonios de ex militares mexicanos que reconocen haber cometido crímenes de lesa humanidad por órdenes de sus superiores. La experiencia de los procesos legales argentinos les sirvió de contexto para ese trabajo, dice la periodista mexicana. Pero lo que más le interesó, dijo, fue la recuperación de la memoria: “La discusión sobre la memoria tiene que ser una cosa muy viva, no podemos quedarnos con esta idea de la memoria monumental, estática, predeterminada y fija, con la cual no puedes dialogar, porque crea mitos que tampoco nos ayudan a entender qué paso y cómo llevar el futuro. Aquí el nivel de impunidad es tan grande que nos ha obligado como ciudadanos a santificar a nuestras víctimas. Desde el microbús que atropella a un niño que iba en bicicleta y lo primero que decimos es que era un muy buen hijo y que siempre sacaba diez en la escuela. Eso, ¿qué importa? O se dice, ‘es que mi hijo desaparecido era un gran esposo, nunca consumía drogas y tampoco le gustaba el alcohol’ ¿y qué importa? Este nivel de impunidad nos ha llevado a eso que me parece riesgoso, porque borramos nosotros también a las personas que estamos buscando”.
En 2015, Daniela editó el libro Nadie les pidió perdón que recoge diez historias de crímenes cometidos por el Estado mexicano. Y en 2017, en otro trabajo colectivo, presentó el documental No sucumbió la eternidad que narra dos historias de desaparición forzada, una de la “guerra sucia” de los años 70 y otra de la “guerra contra el narco” actual.
A fines de junio, a días de las elecciones, la Red de Periodistas presentó la alianza Tejiendo Redes como un “plan de fortalecimiento para medios independientes en regiones que ya están narrando de diversas formas, técnicas y con mucha adversidad financiera, las historias del México contemporáneo”. Está integrada por 9 medios locales de distintos estados. Su talón de Aquiles es, tal vez, que el grueso del financiamiento de sus proyectos proviene de fondos internacionales que regulan de esa forma las agendas. Habla Rea: “Hace años, estuvo de moda la financiación de proyectos indígenas por el levantamiento zapatista. Y luego estuvo de moda la financiación a proyectos de migración. Tenemos que responder a esas agendas de la manera más digna que podamos hacerlo”.
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