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El modelo: Rosario, la ciudad del aborto legal

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En la segunda ciudad del país el aborto es atendido como una cuestión de salud pública. Los resultados derriban todo mito. Cómo funciona el modelo rosarino y porqué además de la ley, la salida es política. Por Lucía Aíta.

El modelo: Rosario, la ciudad del aborto legal

Las actrices Muriel Santa Ana y Dolores Fonzi, en su visita a centros de salud rosarinos.
Foto: Martina Perosa

La vicepresidenta de la Nación declara que en el interior del país “nadie está a favor de legalizar el aborto” y que si una mujer es violada y queda embarazada no sabe qué hay que hacer pero, por las dudas, opina que no debería abortar. El Presidente Provisional del Senado presenta un proyecto denominado El Estado se hace cargo según el cual se podría adoptar un bebé desde el embarazo, quiera la mujer continuar con el mismo o no. Así, la distopía de El Cuento de la Criada se hace carne. Entre esa distopía y la -por ahora- utopía de un mundo feminista igualitario está la realidad: en Rosario el Estado efectivamente se hace cargo de acompañar con responsabilidad y conciencia la salud reproductiva de las mujeres.

La realidad dos: eso hizo que disminuya a cero desde el 2012 el número de muertes maternas por aborto.

La realidad tres: dos actrices (Dolores Fonzi y Muriel Santana), una diputada nacional (Victoria Donda) y una periodista (Claudia Acuña) caminaron juntas los centros médicos y de salud rosarinos para poder contestar con experiencias concretas a los improperios esgrimidos por quienes deberían legislar por nuestro bien común.

Aquí, algunos resultados.

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Daniel Teppaz, coordinador de Salud Sexual y Reproductiva del municipio.
Foto: Martina Perosa

Historia de una política

El indicador de sanidad materna de Rosario es contundente: cero muertes por abortos. Esto no es casualidad ni arte de magia. Leonardo Caruana, Secretario de Salud de Rosario, cuenta que para ello se tendió una red de 1.100 trabajadores de la salud con fuerte presencia en el territorio en el ámbito municipal, y 80 centros de salud equipados para implementar el protocolo relativo a la Interrupción Legal del Embarazo.

¿Qué dicen los protocolos y desde cuándo rigen? En 2005, a nivel nacional se lanzó la Guía para el mejoramiento de la atención en el post aborto, a la que Rosario adhiere desde entonces. En 2007, el Ministerio de Salud de la Nación emitió el Primer Protocolo sobre atención de abortos no punibles. Rosario, ese mismo año, sanciona el Protocolo de Atención Integral para las Personas con derecho a la Interrupción Legal del Embarazo, que dice: “Las prácticas médicas comprendidas en el presente protocolo deberán realizarse garantizando que la persona no sea discriminada y reciba una atención humanizada, rápida, efectiva y con asesoramiento en base a información veraz, adecuada y completa respetando la intimidad y autonomía; garantizando la provisión de insumos anticonceptivos; como así también los establecimientos de salud deberán poner a disposición asistencia psicológica antes y después de la intervención”. En 2012, año en el que tuvo lugar el fallo F.A.L (que determinó la impunibilidad de los abortos en casos de violación), se desprendieron en Rosario nuevas normativas para los equipos de salud y se actualizaron las ordenanzas en los años 2015 y 2017.

Dos medidas clave, que demuestran lo que puede hacer el Estado aun sin aborto legal:

En 2012 se decidió la compra de Misoprostol (medicamento utilizado para la interrupción del embarazo) desde la Secretaría de Salud Pública para las prácticas de Interrupción Legal del Embarazo. A pesar de tener diferentes usos en ginecología y obstetricia (aborto incompleto, feto muerto y retenido y prevención del sangrado posparto, entre otras) y estando su uso avalado por fuerte evidencia científica, el Misoprostol sigue sin ser aprobado a nivel nacional para estas indicaciones.

En 2016 se introdujo la técnica de Aspiración Manual Endouterina (AMEU) en hospitales públicos para complementar la utilización de Misoprostol.

Los directivos de salud de Rosario aseguran que es la primera y única ciudad argentina que está a punto de fabricar Misoprostol en un laboratorio provincial. Eso bajaría los costos de la salud pública por abortos un 40%.

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La intendenta Mónica Fein, presente en la recorrida.
Foto: Martina Perosa

Día a día

¿Cómo funciona el sistema que plantean esos protocolos en el día a día en Rosario? Según relataron los médicos involucrados durante la recorrida, el sistema es así: una mujer va a uno de los 80 centros de salud donde pueden acceder a la tecnología necesaria y segura (según la Organización Mundial de la Salud, la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia y la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología) para interrumpir su embarazo en los servicios de salud pública. Allí es acompañada por un profesional o consejeras (especializadas en psicología, trabajo social y ginecología) para decidir qué hacer con su embarazo. Desde ese momento es paciente del centro de salud ya sea que se decida una intervención de control ambulatorio o una internación. Los directivos de salud de Rosario aseguran que el 70 por ciento de las intervenciones son ambulatorias y que si requiere una internación los hospitales también están preparados: los profesionales están en constante diálogo con los centros de salud, que son quienes dictan la intervención. Así, el número de abortos es menor que en las épocas oscuras, sin protocolos ni tecnología, en las que contaban 650 internaciones por complicaciones derivadas del aborto por año.
“Este hospital atiende un promedio de 60 consultas el mes por prácticas abortivas y sólo 10 por mes son internaciones”, asegura Matías Vidal, director del Hospital Roque Sáenz Peña. “El resto es ambulatorio. Las consultorías que reciben a la mujer que quiere abortar realizan un diagnóstico integral y controlan desde cuándo se hizo la última mamografía, hasta qué método anticonceptivo falló”.
Si hablamos de presupuesto, el secretario de salud pública de Rosario Leonardo Caruana asegura que hay otra ventaja cuando se proporciona una atención de interrupción de embarazo desde la salud pública: al poder hacer un seguimiento ambulatorio las mujeres sólo son internadas por complicaciones, y esas internaciones se reducen drásticamente. Menos pacientes en internación, menor costo para los hospitales.
¿Cómo impactaría la legalización? Los profesionales rosarinos sostienen que una legalización igualaría no sólo el acceso para las mujeres más pobres, sino también para mujeres que están en el sistema de la medicina de obras sociales y hoy no tienen cobertura en estos casos. Según dijeron en la Municipalidad rosarina a MU, de las pacientes que concurrieron a realizarse un AMEU desde su incorporación en hospitales públicos, un 25% tenía obras sociales o prepagas.

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La folletería que cuenta los procedimientos de atención, prevención y acopañamiento.
Foto: Martina Perosa

Prevenir, evitar, acompañar

Frente a los mitos sobre la interrupción del embarazo, Matías Vidal vuelve a relatar a actrices, diputada y periodista en qué consiste la intervención desde que la mujer ingresa a su hospital. Lo hace con la serenidad de quien sabe de lo que habla: “Se da la medicación y se controla ambulatoriamente. Cuando no reúnen los requisitos porque es un caso más complejo y lo reciben las chicas de la consejería, se entrevista a la mujer para ver cómo se puede acompañar el caso. En el equipo están los médicos, alguien de salud mental y un trabajador social. Se arma la intervención. A veces no funcionó la medicación, por ejemplo, y después de dos intentos se vuelve a hacer y funciona. Y si es necesario un AMEU, que es la aspiración, se hace acá en un quirófano que tenemos para eso. La mujer llega, se interna, se hace el AMEU y a las dos horas se va a su casa. Todo eso está regulado, se firman los consentimientos”.

Con tan buen tino como cara de preocupación, Dolores Fonzi repregunta por la importancia de las consejerías. “Lo que puede pasar en una intervención es que hay mujeres que vienen que no quieren abortar, el que quiere es su pareja. Y eso te lo dice en la entrevista con el equipo psicológico cuando está sola”, responde Vidal. ¿Qué se hace en esos casos? “Se acompaña a la mujer para que pueda continuar con el embarazo si quiere hacerlo”, contesta una médica del hospital Roque Saenz Peña.

Así Rosario desarma otra clave que salva vidas y desactiva violencias sobre los cuerpos de las mujeres: un programa de salud sexual y reproductiva bien aplicado también impide abortos no deseados, impuestos por terceros. En esta misma línea, en Rosario también cuentan con un programa para embarazo adolescente que está acompañando a 300 jóvenes para que puedan continuar con su embarazo.

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Médicas y médico en uno de los centros de salud públicos que atienden y acompañan mujeres.
Foto: Martina Perosa

Menos abortos, más salud

Daniel Teppaz es el Director del Área de Salud Sexual en Rosario. Dice a MU: “Cuando luchamos por el aborto legal también luchamos por una maternidad bien vivida y por un sistema de salud que reconozca derechos. Aceptar el aborto dentro del sistema de salud nos obligó a trabajar en territorio, en cercanía  con las mujeres. Rompió distancia entre sistema de salud y pacientes. Pasamos de un sistema de salud que no podía comprar anticonceptivos a este que rompe con las barreras de acceso a la salud. Nos llevó 30 años”. Teppaz agrega que los logros en materia de salud sexual y reproductiva de la ciudad no incluyen sólo cómo las mujeres pueden acceder a un aborto seguro, sino también la inauguración de maternidades, de consejerías de asistencia psicológica y de espacios de parto respetado.

Teppaz lleva 25 años trabajando en el Sistema de salud pública de Rosario y más de la mitad de su carrera estuvo volcada al sector público. Tuvo formación religiosa como católico y cuenta que en su juventud militó en contra de la legalización de la interrupción del embarazo, hasta que comenzó su especialización en ginecología. Desde entonces no paró hasta ser uno de los expositores que aportó argumentos a favor de la Ley en el debate parlamentario que tuvo lugar en la Cámara de Diputados de la Nación.

Teppaz dijo desde el estrado que durante su especialización fue testigo de torturas y malos tratos a mujeres que concurrían al hospital con la intención de realizarse un aborto. Y luego dio una primera conclusión sobre cómo cambió su mirada: “Pensar la salud en clave de derechos exige mucho más que tratar bien a las mujeres que deciden abortar. Se necesitan políticas públicas que acompañen”.

Entre esas políticas, desde 1996 funciona en Rosario el Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable con el objetivo de poner a disposición de la comunidad la información, orientación, métodos y prestaciones de servicios que garanticen el derecho humano de decidir libre y responsablemente sus pautas reproductivas. La página que presenta el programa hace la siguiente aclaración: “Información y orientación que posibiliten encarar la sexualidad de manera positiva, segura y autónoma para la adopción de decisiones libres de coerción y un acercamiento positivo y respetuoso hacia la sexualidad y las relaciones sexuales que posibiliten a todas y todos obtener placer y experiencias sexuales seguras, libres de coerción, discriminación y violencia”. Teppaz señala que es fundamental que esto también esté acompañado a partir de la formación de los médicos: desde 2017 está en funcionamiento en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario  la primera cátedra sobre el aborto en una universidad nacional, a aula llena y hasta con lista de espera.

Leonardo Caruama dice al respecto: “Estamos acostumbrados a un modelo médico que elige el método anticonceptivo según un modelo dominante de la propia cultura. Discutir qué método es adecuado en cada situación y con cada una de las parejas también es un encuentro importante a ofrecer”. “El médico también se deconstruye”, le responde rápida y atenta la actriz Muriel Santa Ana, con la sensibilidad de alguien que ya expuso públicamente que tuvo que practicarse un aborto clandestino.

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El gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz.
Foto: Martina Perosa

Con ciencia

En Rosario cuentan que, al interpretar el protocolo, la definición de las causales es una pesada carga que expone a los médicos a miedos de demandas o juzgamientos por haber elegido erróneamente los motivos que hacen que un aborto sea legal: “Esto lleva a que se quiera eludir la responsabilidad de tomar casos de interrupción legal del embarazo, escudándose detrás de falsas objeciones de conciencia, como lo ha demostrado nuestro trabajo en la realización de un registro público de objetores”, dice el director de Salud Sexual Teppaz.  Y agrega: “Habitualmente cuando se habla de aborto cae de maduro la palabra objeción de conciencia.  Y lo que nosotros tenemos con los profesionales y las profesionales en Rosario es que no dejan la conciencia como patrimonio de los objetores, sino que a conciencia no pueden abandonar a las mujeres que atienden y entonces las acompañan asumiendo todas las consecuencias”.

En el 2010, la provincia de Santa Fe creó el Registro Público de Objetores de Conciencia bajo la Resolución 843 en base a la Ley 11.888, que arrojó un dato contundente: de casi 400 profesionales, el 61  por ciento no pudo argumentar debidamente razones profundas que justifiquen objetar y no acompañar a las mujeres en la interrupción de su embarazo.

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Funcionarias, actrices y diputadas, juntas por el Aborto Legal.
Foto: Martina Perosa

Por qué la ley

¿Cuál es la solución propuesta a nivel provincial en los casos en los que esto no ocurre? Andrea Uboldi, Ministra de Salud de Santa Fe: “La provincia de Santa Fe tiene distintas tradiciones culturales que pueden hacer que una mujer vaya a un efector (médico y centro de salud que no efectúan el protocolo) y no encuentre la respuesta adecuada. Por eso, la posibilidad de la consejería y los sistemas de comunicación hacen que otro equipo pueda estar acompañando esto y que quizás si en ese efector hay objetores de conciencia y no se puede realizar el procedimiento, encontremos dónde se puede. El funcionamiento en red de todos los centros nos permite respetar a profesionales y pacientes”. Así, las decisiones personales no obstruyen la salud pública. Y por esto, los funcionarios santafesinos coinciden en que la real solución sería una Ley que no deje abierta la interrupción del embarazo a la interpretación de los médicos.

Lo que deja en evidencia Rosario no es sólo que es posible -y hasta más económico- contar con un sistema atención integral para las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo, sino que refleja el oscuro vacío del resto del país, sin los protocolos ni las tecnologías adecuadas para atender a las mujeres en estos casos.

La recorrida culminó de un modo conmovedor, con un teatro desbordado de mujeres frente a las actrices y diputadas. Pañuelos verdes, fuerza colectiva, y un grito:

-“Aborto Legal en el hospital”.

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Parar la olla: La crisis desde los barrios

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Más hambre y menos consumo. La droga, la policía y las organizaciones. El trabajo digno, la economía y la autogestión. La actualidad argentina y los futuros posibles, desde la cooperativa de recicladores Bella Flor de José León Suárez y la Unión Solidaria de Trabajadores de Avellaneda. Por Lucas Pedulla.

Son las once de la mañana de un martes helado y en el Centro Comunitario 8 de Mayo, en José León Suárez, la cocinera Clara Beatriz Vega -43 años, 18 en el Centro- revuelve con cuchara de madera un guiso burbujeante que cuida a fuego medio en una olla de metal de 50 litros. La rodean niños y niñas en remera. Ella, parada en puntas de pie sobre un banquito rojo, calcula que hace dos años el comedor funcionaba para 23 familias de lunes a sábado. “Hoy estamos en 47”, dice, sin dejar de revolver.

De fondo hay un taller de percusión, y en una de las paredes una cartulina naranja refleja algunas ideas escritas por esos niños. Parece un juego, pero es un programa político: en una columna se lee “lo que no” y en la otra, “lo que sí”.

Lo que no: Violencia, pegarse, escupirse, malaspalabras, agarase a las piñas, gritarse, enpugarse, matarse, entrar a la cocina sin permiso.

Lo que sí: amarnos, conpartir, escucharnos, ser amable, abrazarnos tiernamente, bañarnos.

Alguien podrá decir que hay faltas de ortografía, pero lo que revela la cartulina naranja pegada a una pared de un comedor de una cooperativa de reciclaje en el fondo del partido de San Martín, al norte del conurbano bonaerense, es otra cosa. Es hasta dónde hay que ir para aprender a leer, con lucidez, el caos.

Lo escribieron niñas y niños de 5 a 11 años del Centro Comunitario 8 de Mayo, apenas uno de los 56 asentamientos y villas de la zona, construido literalmente sobre la basura. El nombre es por su natalicio: este mayo sopló los 20 años de una experiencia territorial que aglutina comida, talleres, capacitaciones y cooperativas de reciclado que crearon un trabajo notable para el medio ambiente y los cirujas que vivían de lo que encontraban en la Quema, el relleno del CEAMSE que recibe casi 17.000 toneladas diarias de desperdicios de 34 municipios del conurbano y de la Ciudad de Buenos Aires.

Parar la olla: La crisis desde los barrios

Las chicas de Bella Flor, entre el comedor y el basural.
Foto: Nacho Yuchark

Hambre que quema

Hoy hay paro docente y María Noemí Amarilla -45 años, 18 en el Centro, 7 hijos-, una de las coordinadoras de la mañana, lo apunta como un dato. “Los chicos desayunan acá, almuerzan acá y meriendan acá. Ellos se levantan y lo que hacen es manotear el primer recipiente que encuentran y se vienen, porque saben que acá va a haber alguien que les va a lavar la manito, la carita y les va a dar una fruta”.

¿Vienen solos? “En el barrio tenemos un gran problema que es la adicción a las drogas. La tenemos en la esquina. Y muchos de los papás de los nenes tienen problemas con la droga y el alcohol”. ¿La droga es paco? “La droga es todo, no sólo paco. Y eso hace que no sólo tengamos que entregar un desayuno y un almuerzo, sino también ponerle una media al que viene descalzo, bañarlo, cambiarlo. La situación no es sólo la pobreza: hay que visualizar este tema como una enfermedad. Los chicos tienen el kiosco a mano y se complica más. Por eso, este es un lugar de contención”.

Niños de seis años que vienen a buscar el guiso solos. “Los tupper que traen son más grandes que sus manitos”, describe Clara.

¿Y qué hacen ustedes?

Los acompañamos para que no se quemen.

Datos de la basura

Lorena Pastoriza -ex cartonera, actual recicladora de basura- es el motor del Centro Comunitario 8 de Mayo: fue su fundadora y hoy integra la Cooperativa de Reciclado Bella Flor, que da trabajo a unas 100 personas del barrio. Su pequeña oficina es un trailer con elementos encontrados en la Quema, al lado de una montaña de basura que se acumula para ser procesada luego en el galpón. “Vi en un noticiero un título que era como estar viendo la tele en el 2001: hablaba de recesión económica”.

¿Ven eso en el barrio?

No lo vemos: lo sentimos. El hambre impacta, además, visualmente. La basura es el indicador de cómo estamos socialmente consumiendo: podés medir la política y la economía a través de la basura. Por ejemplo, hace siete u ocho años, podíamos tener un camión lleno de botellas de vino y de Coca Cola cada 15 días. Hoy, con mucha suerte, estamos sacando uno cada 40. Y no es ni un chasis completo: antes eran 65 fardos, hoy sacamos 45, y tiene que pasar más de un mes. Eso te indica la caída del consumo. El vidrio también: de un tacho por semana pasamos a uno cada tres semanas.

¿Qué encuentran?

Yerba. Papel higiénico.

En Bella Flor saben que la yerba es, muchas veces, el reemplazo de un plato de comida. Jesús Amengual, del Centro, sigue dando números más certeros que el INDEC: “Tratamos 180 mil kilos de basura por día: recuperamos alrededor de 24 mil. Antes era un 35%, hoy estamos debajo del 15”.

Nora Rodríguez, 50 años, otra de las referentes del Centro, completa el panorama económico: “En estos últimos dos años se duplicó la complicación: cada vez tenemos menos material para reciclar. ¿Y sabés por qué? Porque volvió la gente a la calle: con carros, con pequeños changuitos, con cirujeo manual”.

La ecuación es menos fuentes de trabajo, menos materiales y más gente en la calle. Lorena: “En el barrio eso se traduce en la descomposición de la familia. La pobreza la arranca en pedazos, la destripa. Es una característica de la marginalidad. Y a eso sumá las drogas, las nuevas armas que usa el sistema para hacernos pelota”.

Desde la cocina del comedor, y con la misma precisión con la que separa zanahorias, corta cebollas, abre bolsas de arroz y mide la salsa para una olla de 50 litros, María dice: “La droga empezó a pegar muy fuerte hace dos años y medio”. Los vecinos cuentan que hace tres años se menudeaba marihuana, pero hoy el negocio es la cocaína. “Ni siquiera es cocaína: es crack”, precisa Lorena. Jesús suma a la complejidad: “Y el transa tampoco es el enemigo: es parte de una economía emergente de un barrio en una sociedad que se descompone. Atrás se esconde un negocio donde está la policía, el fiscal, el juez y el político, pero sólo cae el gil que es un vecino que hace eso para vivir”.

Una secuencia del barrio que no sale en Netflix: “Los soldaditos de la esquina están vendiendo. Llega la Brigada de la Bonaerense. Los soldaditos gritan ‘elisa, elisa’, la señal de alerta. Escapan. La Brigada copa la esquina. Lo insólito: comienza a vender por la ventanilla del móvil. Llega la Gendarmería. La Brigada escapa. Los gendarmes rompen las casas y se llevan al vecino drogado que estaba tirado en la esquina”.

Lorena: “Antes no había los muertos que tenés hoy en el barrio: hoy tenés uno por semana. Eso no estaba, no había esa violencia. Y también están cambiando las formas de matar o morir: hoy se usa prender fuego, como cualquier serie narco. Cambió la forma. ¿Por qué? No tengo análisis: hay que pensarlo. Pero esto se está dando”.

Jugar en equipo

En la otra punta del conurbano, y también desde la basura, floreció hace 15 años una organización. La Unión Solidaria de Trabajadoras (UST), en Avellaneda, es una cooperativa que se hizo cargo de recuperar y forestar el relleno sanitario del CEAMSE luego del cierre de Techint, en 2003. Eran 35 compañeros y hoy son 77, sin contar quienes trabajan en el polideportivo, en el centro agroecológico, en el bachillerato popular, en el comedor, todo construido por ellos mismos: entonces son 150. No sólo recuperaron trabajo, sino que crearon vida. Un ejemplo literal: plantaron 38 mil árboles en 350 hectáreas.

“Nos pasamos reuniones tratando de ver cómo nos ordenamos, nos organizamos y, sobre todo, cómo salimos de esta situación”, resume el proceso actual Mario Barrios, referente de la UST. “No veo otra salida que un gran quilombo, y eso siempre lo paga la gente más pobre. ¿Vamos a empezar a discutir si aumentan el salario social complementario de los que se están cagando de hambre? ¿En una sociedad tan fragmentada, donde los mismos pobres hablan de los negros de mierda y de las pibas que se embarazan por la asignación? Ahí nos han llevado”.

¿Qué salidas se ven, entonces?

Es complejo. Venimos trabajando eso con muchas organizaciones a nivel país, donde la situación está igual o peor: todas prevén un estallido, que la cosa no aguanta. Ahora: ¿cuáles son las estrategias? ¿Cómo nos juntamos más? ¿Cómo nos cuidamos? No hemos trazado una hipótesis en caso de que la conflictividad avance, pero sí planteamos cómo potenciamos nuestras organizaciones para defendernos y cuidarnos. O se resuelve por las buenas o por las malas, y por las malas pierde el que menos puede. Las diferencias son brutales: no merecemos pasar por la situación que estamos pasando, y eso es producto de la decadencia de la dirigencia que tenemos.

El logro de organizaciones como la UST fue saltar sobre los dirigentes.

Soy un convencido de que la economía social es una salida al sistema capitalista: lo demostramos. Pudimos hacer cosas que ni nos hubiésemos imaginado. Hoy hay 120 pibas que juegan al hockey en nuestro polideportivo, los chicos en fútbol infantil, la escuela secundaria. Veníamos en velocidad pensando el recambio generacional, la universidad de los trabajadores, pero ahora estamos trayendo de nuevo a nuestros jubilados para ayudar a pasar la situación compleja que atraviesa a las cooperativas.

¿Cómo se hace, en estos contextos, para hacer cosas que nunca imaginaste?

Nadie creyó que las pudiéramos concretar sin que se haga lo que normalmente pasaba: no nos choreamos plata, no cagamos a nuestros compañeros. Ante la decadencia, eso parece mucho. El combustible es la confianza en el otro. Y la herramienta es la comunidad. El orgullo más grande es que nada es de uno, sino de todos”.

Parar la olla: La crisis desde los barrios

Mario Barrios, de la UST.
Foto: Nacho Yuchark

Claves para subsistir

La Bella Flor y la UST son dos raras avis en esta cancha embarrada: a pesar de todo, siguen produciendo. “Al menos no tan heridas”, resaltan en José León Suárez. “Laburamos muchísimo en la época en que muchos hicieron la plancha o, por ahí, jugaron más a hacer política. Nosotros seguimos sembrando. Nuestro gol fue pensar en que el proyecto productivo se sostenga. Pensamos en la autonomía y en la autogestión de toda la organización. Así metimos la planta de reciclado: eso sostiene la pata educativa. Lo que nos permitió subsistir fue no habernos prestado como objeto de ningún partido de ningún color, de los que ganaban 70 lucas y nos pelotudeaban cuando vos ganabas nada, pero que hoy son los que vienen a pedirte laburo. A nosotros no nos dieron nada. Y fue el momento más crítico del comedor: no teníamos para hacer un guiso porque el único programa nos lo sacaron para dárselo a la ´orga nacional´. Hay una falta de respeto enorme a las organizaciones de base: la dirigencia va por un lado y las realidades de los sujetos por otro”.

¿Y en Avellaneda? Barrios: “Todo lo que hicimos fue con la inversión concreta de la plata de nuestros compañeros. Y hubo una buena gestión. Pero este Gobierno profundizó todo lo peor y no dejó una cagada por hacer. Nos peleamos mucho con el gobierno anterior: nosotros somos militantes barriales, la mayoría viene del peronismo, y le exigimos mucho más que a Macri. ¿Ahora qué podíamos esperar? Nada. Nosotros ya deberíamos tener la ley de expropiación en marcha, los créditos blandos que siempre pedimos y las políticas públicas para no quedar a merced de esta gente”.

Un cachito de cielo

¿Qué se puede hacer con tanta basura alrededor? En José León Suárez, Nora cuenta que empezó a cirujear a los 16 años: “Ser ciruja es ser libre. Trabajás con libertad, no tenés horarios ni que darle explicaciones a nadie. Es un trabajo que te dignifica porque no salís a chorear. Y te enseña a valorar mucho, porque si cirujeás una pava, la valorás. O un colchón, una plancha, una secadora de pelo. Todo lo que es mío, lo gané yo”.

Teresa Pérez, 34 años, es la coordinadora educativa del Centro: por los talleres pasan 100 niñas y niños del barrio de hasta 15 años. “Este relleno sanitario es el único que tiene aceptación de los vecinos porque hay muchos recicladores. El CEAMSE tiene 2.000 tipos, 2.500 camioneros, 500 policías, 5.000 cirujas, y el que se queda sin laburo sabe que tiene la Quema: es la opción para no morirse de hambre. Eso lo aprendí acá: con la Asignación Universal por Hijo como base de ingreso, el pobre se la rebusca. Eso no quita la responsabilidad del Estado: el profesor de matemática del Centro lo sostiene la cooperativa. ¿Cómo puede ser que lo mantenga una cooperativa de cirujas y el Estado diga que no hay recursos? ”.

Lorena piensa: “Macri hizo todos los deberes. Ya está. Terminó. ¿Qué sentido tiene discutirlo? Tenía un mandato del Banco Mundial, del FMI: lo cumplió. Ahora no tengo idea lo que se viene. Pero asusta. En el morfi, claramente, impacta. Entre hoy y el 2000 no hay diferencia: creció la demanda en comedores, las pibas empiezan a tener enfermedades broncorrespiratorias, los hospitales están inundados. El reciclado de la pobreza es terrible. La diferencia, me parece, es la militacia. No nos es igual pensar la resistencia hoy que en 2001. También porque cambian las formas. Son más perversas. Y la violencia de Estado se nos está haciendo común. La ejecutan y nosotros estamos haciendo agua, pensando en quiénes pueden ser los candidatos del 2019. Realmente estamos en otra dimensión. Mi frase es: la salida fue, es y será siempre colectiva. Llamala utopía, esperanza o como quieras. Es lo único que nos da un cachito de cielo. Siempre. Es una forma de vivir. Y tiene que ver con quiénes somos nosotros, de dónde venimos, por quién fuimos paridos. Hay una memoria”.

Jesús: “Una memoria de organización con una base de amor, de arte y de educación”.

Lorena suma: “Y que no es discursiva, sino de acción. Estamos llenos de discursos. Pero el tema ahora es cómo salimos de esta. Por ahí es donde tenemos que hilar fino. Mirarnos. Sentirnos. Es hasta una obligación que tenemos los que asumimos más responsabilidades, porque ahí va a estar la diferencia de cuántas vidas más o menos nos lleven estos procesos: nadie quiere más muertos en una plaza o en una esquina. No queremos más sangre nuestra. No queremos más mártires. Por eso, tenemos que ser muy criteriosos. Estamos obligados a repensarnos”.

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