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El Morenazo: docentes, entre amenazas y luchas

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Además del secuestro a la docente Corina de Bonis, las y los docentes sufrieron al menos otras diez amenazas. Cómo fueron. De dónde se sospecha que vienen. Cuál fue la reacción del gobierno provincial. Y cómo sigue la organización, entre ollas populares y acompañamientos pedagógicos para que no se pierda el año. POR EZEQUIEL SCHER
Luján no sabía que el infierno puede existir los viernes a la tarde. Salió de una reunión a eso de las 18.30, llegaba a su casa y vio que del portón sobresalía un papel. El último mes había sido un sacudón imposible: luego de años de denuncias, una escuela finalmente había explotado por un escape de gas y habían muerto Sandra Calamano y Rubén Rodríguez. El relato de quien encontró el cuerpo de la vicedirectora en el patio de su casa, a más de treinta metros de la escuela 49, después de haber volado por el aire, le rompió la cabeza hasta al más apolítico. La comunidad iba a asambleas y a marchas y a lo que fuera. Desde el 2 de agosto del dolor, las escuelas estaban cerradas: con escapes de gas, con cielo rasos en riesgo, con paredes electrificadas o con pozos ciegos rebalsados, no se abrían. Luján, entonces, miró la entrada de su casa y supo que la perversidad no había terminado: “Seguí jodiendo en las Asambleas de papis. Sabemos dónde vivís”.
El sábado fue a la fiscalía de Moreno y le caratularon la denuncia como “amenaza agravada”. Tenía miedo. Pidió custodia y le pusieron un policía en la puerta de la casa.
Sentía que ahí no se terminaba y exigió que cuidaran su escuela. Al lunes siguiente, cuando salía de la Rosario Vera Peñaloza, la 38, su lugar de trabajo, vio a un señor sacándole fotos con un celular desde enfrente. Tuvo más miedo. Pero no le pasó a ella sola. Al menos otras diez denuncias más están radicadas en la fiscalía número 5 de Moreno.
Un docente del Profesorado José Hernández manejaba, llegó a la esquina y se le cruzó un transeúnte. Bajó la ventanilla para pedirle que prestara atención, el otro se acercó y le dijo su nombre, sus horarios y que se dejara de joder.
En el jardín 906, dejaron un cartel que decía: “Métanse la continuidad pedagógica en el culo y cuidencen. Veso” (SIC).
Por el jardín 925, una camioneta sin patente se detuvo y le sacó fotos a un encuentro docente.
La escuela secundaria Nº36 -construida por familias de la zona- se hizo llamas durante una madrugada. Se incendiaron la preceptoría, la biblioteca y un salón. No hubo heridos, pero se perdieron documentos, boletines y legajos.
Para apretar a un docente llamaron a la casa de su expareja y lo amenazaron.
Jóvenes militantes llegaban a una manifestación por Sandra y Rubén, la policía los frenó, pidió documentos, uno no tenía y lo hicieron ponerse contra la pared.
“Moreno no puede ser tierra liberada”, pidió Mariana Cattaneo, de SUTEBA, en un acto en la Plaza Fuentealba, bajo el Acceso Oeste.
Difícil.
El infierno tampoco es sólo de los viernes a la tarde y la realidad anda tan sin piedad que, el 26 de septiembre, entraron a robar a la escuela 47, la escuela donde trabaja Mabel, la compañera de Rubén.

¿Quién amenaza?

Del 2 al 12 de agosto, no bajaron comida. El Estado se paralizó después de las muertes de Sandra y de Rubén. María Eugenia Vidal y Gabriel Sánchez Zinny, gobernadora y director de Cultura y de Educación en la Provincia de Buenos Aires, pidieron respeto para las víctimas y deslizaron el discurso de que los docentes “hacen política” con estos eventos. El gasista que había revisado el día anterior a la explosión en las instalaciones de la escuela Nicolás Avellaneda estuvo detenido unos días y después quedó en libertad. Sebastián Nassif, interventor del Consejo Escolar de Moreno, renunció. Las escuelas se inhabilitaron. Pero no dejaron de cumplir sus funciones básicas: es que en el oeste del oeste si las escuelas no dan de comer, las niñas y niños no morfan.
Entonces, las ollas populares.
Las amenazas empezaron apenas empezaron a hacer las comidas comunitarias. Sobre las veredas se hacían pirámides de fideos. Como los comedores están dentro de las escuelas y éstas no están en condiciones, las familias se llevaban su parte en platos o bandejitas. Al día siguiente del secuestro de Corina -la maestra a la que subieron a un auto, le pusieron una bolsa en la cabeza y le escribieron con un punzón en la panza “Ollas no”-, ese fue el sector apuntado por las voces del gobierno provincial: los comedores y los punteros políticos.
Más osados, algunos instalaron versiones relacionadas con el narcotráfico. Un testigo de identidad reservada declaró en la causa que las empresas proveedoras de alimentos podían estar vinculadas a las amenazas. La fiscalía que conduce Emiliano Buscaglia le pidió al gobierno provincial que le entregara los nombres de esas entidades: Blue catering, O.A.C y Komaku Catering. Aunque esa es una sola de las hipótesis que circulan.
Luego de que apareciera una pintada contra las tomas, con el mismo trazo que se usa en la política de San Miguel, se sembró la sospecha contra algunas referencias partidarias de otras municipalidades. Un histórico dirigente apunta a San Miguel por su tradición fascista: desde la gestión de Aldo Rico al elogio público del intendente Joaquín de la Torre a Martínez de Hoz. A la gestión de Cambiemos se la responsabiliza por no (no) proteger las calles. Es decir: por la inseguridad. Lo mismo se le exige a Walter Festa, intendente peronista de Moreno. Las culpas van y vienen a un y otro lado de las fronteras partidarias: la voluntad política es la de no quedar pegados.
Por el incendio de la escuela 36, el 28 de septiembre se entregó un joven en La Plata, asumiendo haber sido quien prendió fuego el establecimiento. Su testimonio fue extraño: aseguró haber entrado a buscar golosinas y, como no encontró, volvió llamas un cartón.
El reclamo de las y los docentes es que la Justicia ponga a disposición toda su tecnología para encontrar a las y los responsables. Muchas calles tienen cámaras de seguridad y las llamadas telefónicas debieran ser rastreables. Lo más extraño de eso fue lo que declaró mediáticamente Julio Conte Grand, Procurador de la Provincia de Buenos Aires: “Algunos datos del testimonio de Corina no coinciden con las imágenes que tenemos”. Esa declaración, enmarcada en una entrevista donde se hablaba de otras causas, fue la más divulgada periodísticamente por los medios comerciales en una historia con, al menos, otras diez denuncias. Aunque eso no debiera ser algo fiable. Jocosamente, desde la Dirección de Educación la Provincia, aseguran que Jorge Lanata dice al aire lo que ellos quieren o los entrevistan con las preguntas que ellos desean.
“Lo más importante es que la Justicia investigue lo que pasó con Corina y con el resto de las amenazas”, pide Cecilia Pustlinik, secretaria de Derechos Humanos de SUTEBA Moreno. Llegó a su cargo para poder hacer memoria y trabajar contra el olvido de lo que fue la última dictadura. La realidad le cambió la perspectiva: ahora acompaña a cada víctima a hacer las denuncias a la policía. Ella, como otras quince personas entrevistadas por MU vinculadas con ésta causa -del gobierno, de la Justicia, del sindicato, de las familias- no logran entender de dónde vienen tantos agravios. Mucho menos logran entender cómo desde el 2 de agosto en adelante la vida se les volvió un infierno.
“Lo que tiene que quedar en claro es que esto lo hace un grupo de tareas. Hacen inteligencia. Han demostrado que tienen información sobre cómo son nuestros movimientos y así han actuado. Eso preocupa mucho porque pensamos que era un capítulo de la historia argentina que estaba terminado”, sintetiza Cattaneo.

Cálculos combinados

Un niño se acerca con una hoja cuadriculada y unos cálculos combinados resueltos. Marcela Corvalán, maestra de sexto grado de la escuela 49, le pregunta si le salieron bien. Dice que casi todos, pero que con uno no pudo. Sobre la vereda de la Asociación Cristiana que usan mientras reconstruyen el edificio explotado, revisan juntos la resta que no funcionó. Eso se llama acompañamiento pedagógico. Cada semana, dejan las tareas en la fotocopiadora de la esquina. El plan busca que no olviden lo aprendido. Funciona desde el 2 de agosto, la última vez que hubo clases.
El espanto está tan empeñado que a una maestra de la escuela 36 -la que se incendió- la encerró una moto cuando estaba llegando al acompañamiento pedagógico. Le quisieron robar. Ella se resistió. Le tiraron con una pistola de balines y terminó hospitalizada. Aún así, el plan sigue.
Hay un sólo establecimiento educativo que funciona normalmente en Moreno. Es el jardín 960. Por ser el último construido, todas las partes aceptaron su habilitación. El 3 de agosto, en el cementerio donde enterraron a Sandra y a Rubén, Roberto Baradel, Secretario de SUTEBA, dijo que las escuelas no se abrían hasta que no estuvieran en condiciones. La comunidad educativa tomó el Consejo Escolar, hizo un acampe en el medio de la avenida Victorica y desde ahí resistió. Hasta que el 18 de septiembre la gobernadora aceptó que se conformara el Comité de Crisis.
“Hay que hacerle marca personal a los funcionarios”, dio como consigna Cattaneo. Familiares de Rubén, estudiantes de terciarios, miembros del sindicato, madres, padres, maestras y maestros y representantes del gobierno se reúnen para seguir de cerca las promesas: 240 obras, 140 que ejecuta la Provincia de Buenos Aires y 100 la intendencia de Moreno. La presión de parte del Estado por abrir las escuelas es muy alta. Vidal sigue las reuniones de ocho horas desde un teléfono. Forma parte de la negociación con voceros de por medio. No lo hace sin presionar. Sumado a la inflación y a que decretó la paritaria docente con un aumento apenas de 19%, en estos meses sin clase ha retenido más de dos mil pesos de cada salario como sanción por las medidas tomadas.
El riesgo de que se pierda el año es muy alto. Recién comenzaron a abrirse algunas escuelas de los distritos vecinos. La muerte de Sandra y de Rubén se abrió como un antes y un después. Las y los docentes y las familias decidieron plantarse para que, de una vez por todas, esas escuelas estén en condiciones. Aunque fue un sacudón, el gobierno no se modificó demasiado tras el contexto: Sánchez Zinny sobrevive en su cargo. Parece no sufrir el impacto de que 70 mil jóvenes no puedan educarse y de que una escuela cargue para siempre con dos muertes.
El Morenazo. Así le dice la jerga popular a este movimiento de maestras y maestros que dijo basta. Las madres y los padres también son la clave para que se sostenga. Dan legitimidad. Participan de las actividades constantemente: desde las maratones de lectura, hasta las charlas abiertas de filosofía, pasando por las marchas y hasta por las ollas populares. “Podrían haber llovido pibitos por todo Moreno. Imaginate, en serio, lo que hubiera sido si la explosión del 2 de agosto pasaba veinte minutos más tarde. Yo lo pienso y me da miedo. Cómo no vamos a reclamar. Yo no quiero que pierda el año, pero menos quiero perderlo”, cuenta un padre, soñando que, ojalá, de una vez por todas, lo peor haya pasado.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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