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Los sonidos de la furia

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 La banda más emblemática del rap suburbano nació a fines de los 90 y creció hasta ser leyenda en territorios tan diferentes como la cárcel o Internet. Con sus canciones, pintan sin colores lo que ven. Las letras desbordan violencia y dolor, sin anestesia. A pesar del apoyo del vecino más emblemático, Carlos Tévez, ninguna discográfica se animaba a promocionarlos. Hasta ahora, cuando están a punto de lanzarse al mercado que los parió.

Los sonidos de la furia

En la villa la sensación es que va a venir un alud para llevarse todo, como si las cosas y los hombres estuviesen agarrados al suelo con alfileres. Quizás el mote ‘de emergencia’ colabore con esa imagen. La villa es lo que emerge, lo urgente y lo visible. Los monoblocks son todo lo contrario. Tan parecidos a las cárceles y los grandes hospitales, los monoblocks son la arquitectura definitiva, el lugar al que la gente llega para quedarse. El Complejo Habitacional Ejército de los Andes, en Ciudadela, cumple esa función. Entrar es quedar atrapado en una geografía de cemento con mil ojos. Una vez allí adentro, es difícil encontrar la salida. Se trata de un laberinto de 22 monoblocks, habitado por 60.000 personas. Fue inaugurado en 1973 para trasladar a los habitantes de la villa 31 de Retiro, pero su capacidad se desbordó durante los desalojos del intendente de facto Cacciatore, antes del Mundial 78. La mayoría de los que fueron se quedaron allí, para siempre. La leyenda –bien gorila– dice que sus habitantes usaban el parqué para hacer asado. En los 80’ el barrio alcanzó el cenit de la fama, cuando dejó de ser llamado ‘los bloques’ para convertirse en Fuerte Apache. Ese fue el nombre que se le ocurrió al periodista de Canal 9 y perseguidor de extraterrestres Jose de Zer. El bautismo fue durante un tiroteo entre la policía y una de las tantas bandas que se refugiaban en los edificios. Las estadísticas no hicieron más que reforzar esa identidad mediática: se dijo que en los 90 fue el barrio más inseguro del conurbano. El censo policial decía que entre sus vecinos había 400 narcos y ladrones.
Pero Fuerte Apache, de ahora en más, va a ser otra cosa: una banda de rap. Pronto la van a escuchar, si es que ya no lo hicieron. Se llama fa, por las iniciales del barrio, y es lo más pegadizo y crudo que dio la escena marginal en los últimos años. Tanto, que el inventor de la cumbia villera –Pablo Lescano, que para estas cosas es bien hábil– los quiso poner bajo su ala, pero ellos dijeron que no. “Nosotros –le respondieron– no somos segundos de nadie. Nosotros somos el fa”. El autor de la frase es Maximiliano Ocampo, el Gordo Massi, un pibe de 27 que junto a Esteban Rodríguez fundó en 1998 el grupo que se propuso representar su vida diaria sin filtros. De letras violentas, los fa se volvieron expertos en mostrar crónicas de su vida cotidiana. Su potencia reside en que no necesitan impostar voces o situaciones. Escucharlos es saber que hablan en serio. “Había otros –dice Massi– que querían hacer lo que hacemos, pero no podían. No les quedaba el personaje. Nosotros no necesitamos actuar. Venimos de haber estado presos, de haber robado, de haber zafado de tantos tiros. Ahora nos rescatamos, y queremos tirar abajo las barreras que nos impone la sociedad”.
Esteban y Massi se conocieron en la Media 7, la escuela secundaria del Fuerte. Al principio se dedicaban a los grafittis, pero en el 98 a Esteban se le ocurrió escribir una letra sobre su vida diaria. Esa primer canción rezaba:
Nadie sabe lo que en el Fuerte
la vida te cuesta
porque es difícil vivir
donde todo apesta.
“La hice en clase –recuerda Esteban– mientas el profesor hablaba. Todos los compañeros se pasaban la hoja, me preguntaban si la iba a cantar”. Al día siguiente, Massi apareció con otra letra, narrando una historia real: el asesinato de un policía bonaerense en el Fuerte Apache.
Se escucharon los disparos
se vieron tres fulanos
y la policía llora
por la muerte de su cabo.

Después, vinieron varias letras como esas. Violentas, directas, con un lenguaje no apto para gente asustadiza.
Las canciones fundacionales no tenían música propia, pero ya sonaban con fuerza. Para cantarlas, los f.a. usaban bases de los clásicos del Hip Hop: Wu Tang Clan, Cypress Hill o Tupac. Lo hacían rompiendo parlantes, casi como un juego adolescente, sin imaginar que varios años después esas mismas rimas le darían la consagración del boca en boca multiplicado por miles Internet.

El héroe del barr(i)o
El living de la casa de Massi está tapizado de fotos. Retratos de familia, chicos que ya crecieron, parientes y algún recuerdo de la infancia. Pero hay una que no duda en mostrar como un tesoro: es él, con un par de años menos, abrazado con la Mona Jimenez y Carlos Tevez, su viejo amigo. Patu, otro de los cuatro integrantes de fa, tiene un recuerdo similar, de valor invaluable: es una foto de él junto a Tevez, ambos en edad pre-escolar, sosteniendo un trofeo de fútbol que los supera en estatura. El mini Carlitos Tevez abraza a Patu con la mano sobre el hombro, y sonrie con la misma picardía sana que muestra ahora. No cambió casi nada con los años.
Nacido en la misma epoca que los integrantes de fa, Tevez es el paradigma del triunfo local, el orgullo del barrio. Pero su imagen triunfal recuerda a otro representante de su generación: Claudio David Nuñez. Claudio tiene 28 años y está en Devoto, preso desde hace once. Tiene el raro privilegio de haber sido uno de los 12 menores de edad condenados a cadena perpetua en el país. A los 12, Claudio mató a su padre, un policía tucumano que abusaba de su hermana menor y golpeaba a su madre. Lo internaron en un hogar, pero salió. En su adolescencia se volvió un ladrón respetado en el barrio. Cuando cumplió los 17 cayó preso, acusado de asesinar a cinco personas, en su mayoría policías como su padre.
Tévez, los cantantes de Fuerte Apache, los condenados a perpetua, pertenecen a la generación de los que entraron a la adolescencia en el menemismo, pero quedaron fuera del boom de la convertibilidad y los viajes a Miami. Ellos crecieron en territorio duhaldista: el de las manzaneras, los bolsones de comida y la desocupación galopante. Una época en la que la única forma de abrir las puertas cerradas era romperla a patadas. O a tiros, como sea. “Así es la onda acá –dice Massi– uno nace re de cero. Y de cero es andar con los dedos afuera de las zapatillas, no tener que comer”. Muchos de los que crecieron junto a Tévez, Massi o Claudio Nuñez fueron asesinados por la policia o terminaron entre rejas. En el 2002, el gordo Massi también corrió esa suerte. Cayó preso y el grupo de rap que prometía representar al barrio, se diluía en la lógica que los había visto nacer.

Entre corridas y tiros
Mientras estuvo adentro, Massi no escribió casi nada. Apenas un poema que quemó junto a todo recuerdo del encierro. Ni bien salió, se juntó con Esteban para retomar el proyecto de hacer rap. Se sumaron Patu y Picky, el hermano menor de Esteban. Picky venía de otro estilo, pero se había puesto a estudiar música con Esteban. Entre todos armaron un pequeño estudio y se pusieron a ensayar. “La onda –dice Massi– era hacer algo que quepa en algún lado. No dejar de contar lo que vivimos, pero hacerlo con gracia”.
En el barrio el panorama era distinto. El 14 de noviembre del 2003, sus habitantes amanecieron rodeados por camiones llenos de gendarmes con armas largas. Esa mañana Patu dormía en la casa de Esteban. Cuando despertó, miró por la ventana y se acordó de los allanamientos de antes, cuando él era chico y la policía reventaba todas las puertas del barrio, revisando casa por casa. Pensó que iba a pasar lo mismo, pero no. Esta vez los gendarmes se instalaron para quedarse: 120 efectivos divididos en 15 puestos en cada entrada y salida. En los primeros meses, el control incluía las bolsitas de los pibes que iban al jardín “por si sus padres sacaban armas entre las ropas”. Según los cálculos oficiales, cuando llegaron los gendarmes en el Fuerte operaban 30 bandas dedicadas al delito, la mayoría de ellas “violentas, pero sin organización clara”. ¿Cambió algo con el desembarco verde?. “Apenas. –dice Esteban– Ya no llueven balas a mitad de la tarde. Ahora está todo más oculto, pero nada más que eso”. La arquitectura inapelable, esa fama que llega a cualquier lugar antes que sus propios habitantes parece haberse impuesto al Estado de Sitio.
Para los cantantes de fa, lo que se mantuvo vivo es todo un estilo: el estilo monobloquero. Así se llama un tema que cuenta:
Viviendo a full la vida 100% diversión
en el Fuerte Apache la mejor inversión
vivir entre mujeres,
qué bendita perdición
morir entre disparos,
a veces no queda opción.

En la historia del barrio sobran ejemplos de jóvenes que eligieron vivir y morir a esa velocidad. El último caso conocido en los medios de comunicación es el de Joselo, jefe de una banda conocida como los Back Street Boys. Joselo murió a los 23 años mientras intentaba robar un auto. Antes, había asaltado bancos, escapado de una cárcel en Tucumán y matado policías. Su gente lo despidió ametrallando la comisaría del barrio, y se generó algo inédito: los policías locales tuvieron que pedir custodia al grupo Halcón, la fuerza de elite de la bonaerense.
¿Los del f.a. alientan ser así? En una de sus letras, avisan que no:
No es mentira lo que dicen
mis canciones,
y aunque no sea lo correcto
no te voy a dar sermones
la música no influye en tus acciones
cada uno es responsable
de sus propias decisiones.
“Nosotros –dice Esteban– mostramos la realidad, pero no hacemos apología. Cuando se planteó grabar un disco pensamos en hacer temas nuevos, en cambiar un poco. Queremos ser más explícitos: no queremos que otros pasen todo lo que pasamos. Nosotros ya estamos, la calle nos formó y por eso no somos menos que nadie. Pero queremos evitárselo a nuestra familia. Yo a veces veo que mi hijo canta nuestros temas y digo: la puta madre, no sabe lo que está diciendo”.

El futuro
Fuerte Apache es un banda conocida. Ni siquiera salió su primer disco, pero sus temas circulan por Internet y son un ícono para miles de jóvenes. En los institutos de menores y en las cárceles donde los cd están prohibidos, se los graba en cintas de cassetes o se gasta tarjeta telefónica para pedir sus temas en la radio. En la red copan fotologs, myspace y algunos blogs, donde cientos de adolescentes los idolatran, los imitan y, los menos, les declaran la guerra. También hay frases en sus temas que se volvieron parte del lunfardo juvenil, por lo menos en el sector donde decir ‘berretín de balanza’ o ‘tengo liyo para fumarme tu caca’ tiene un significado bien claro.
Hay una leyenda que intenta demostrar los alcances del boca a boca. Cuentan que los ejecutivos de una discográfica, no muy convencidos de grabar con un banda de tamaña acidez, cambiaron de opinión cuando escucharon uno de los temas del fa en un peaje de la frontera de México con Estados Unidos. Mucho después de esa anécdota, los fa esperan que salga su primer disco. Firmaron con una compañía que por fin reconoció que el potencial de la banda era más importante que los riesgos de difundir sus temas. Para los integrantes de fa, este nuevo giro en su carrera se trata de algo simple: sobrevivir. “Por vocación –dice Massi– ya lo hicimos toda la vida. Ahora la idea es vivir de esto. Yo quiero tener otro trabajo, salvar a la familia. Tener para pagar un colegio afuera para mis hermanos, que los lleven y los traigan en un micro. Prefiero que sea boludos antes de que tengan que vivir todo lo que pasé yo. Esa es la mentalidad de un monobloquero, de un pibe de barrio”.
En estos días, los fa esperan ansiosos. Tienen en cartera un documental sobre el barrio, terminar la gráfica del disco y ultimar los detalles para el lanzamiento. Habrá que ver como los trata el mercado, ese mismo monstruo que los hambreó y asesinó en los 90 y que ahora, como sobrevivieron y siguen demostrando su talento, parecen tener un lugar para escuchar sus historias.

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Un winner

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Empresario modelo del modelo. Es presidente de una de las cinco empresas que lidera el ranking de exportaciones y legislador oficialista. Controla un pueblo, al sur de la provincia de Córdoba, en el que para vivir hay que someterse a una investigación policial. Compañero de Domingo Cavallo, financió su lanzamiento político. Camarada de Roberto Lavagna, obtuvo beneficios millonarios durante su gestión. Fue el candidato que impuso Kichner para saldar la interna cordobesa y el ejemplo que citó Cristina para evocar la figura del empresario nacional. Su empresa bate récords de ganancias, pero recibe subsidios, reintegros, compensaciones y desgravaciones del Estado. Un ejemplo de cómo lo viejo y lo nuevo crean ese fenómeno llamado “agronegocio” que sembró la crisis actual.
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