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La mejor de las malas: Camila Sosa Villada

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Ecritora y actriz de cine, teatro y tevé, se consagró con Las malas, una novela sobre una comunidad trava. Su historia y mirada sobre el feminismo, la intuición, los cuerpos y los deseos. ANABELLA ARRASCAETA

La mejor de las malas: Camila Sosa Villada

Foto: Martina Perosa


Tac. Trrac. Tac. Trrac. Camila Sosa Villada llega taconeando con la rodilla derecha que le duele después de haber salido a correr como parte de su “conducta saludable”. Hace cinco horas aterrizó en un hotel en la zona Congreso proveniente de Córdoba, donde se fue a vivir cuando cumplió los 18 años. Nació en 1982 en La Falda y vivió su adolescencia en Mina Clavero, un pueblo de cinco mil habitantes en un valle rodeado de montañas: “Te levantabas todos los días y veías una muralla de piedra gigante que separaba ese valle del mundo entero, de las ciudades, de Córdoba, de la universidad, de las cosas que una sabía que sucedían fuera”, recuerda.
Allí su papá le enseñó a leer y su mamá, a escribir. El primer libro que leyó, a los seis años, fue la biblia para niños; a los once años recuerda leer La casa de los espíritus, de la escritora chilena Isabel Allende. Después, empezó a escribir ella. “Mi primer acto oficial de travestismo fue escribir”, cuenta Juan Forn en el prólogo del último libro de Camila, que ella misma se lo dijo alguna vez. El segundo acto: salir a la calle vestida de mujer.
No hubo closet del que salir: “Era muy chica y me sentía así”. Camino al colegio se ponía rímel en las pestañas. A los quince años ya empezó a travestirse. “Un día van a venir a golpear esa puerta para avisarme que te encontraron muerta, tirada en una zanja”, cuenta en una charla TEDx que le dijo por entonces su papá. Con la mayoría de edad se fue del pueblo a estudiar Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba, y de ahí saltó a estudiar la licenciatura en teatro. Intentó buscar trabajo en call centers o bares como moza, pero el nombre de varón en su documento hacía que sus empleadores no la tomaran. Fue prostituta, vendedora ambulante y mucama por horas.
Hace diez años su mamá y papá le hicieron una promesa a la Difunta Correa para que Camila dejara de prostituirse, y tres meses después estrenó su primer espectáculo unipersonal Carnes tolendas. En ese momento, cuenta, dejó también de consumir cocaína.
Un año después protagonizó la película Mía por la que recibió el premio Premio Maguey, y en 2012 protagonizó la serie televisiva La viuda de Rafael. Más tarde haría teatro con El bello indiferente (2014), Despierta, corazón dormido/Frida (2015), Putx madre (2016) y El cabaret de la Difunta Correa (2017). Hace dos años sumó a su carrera otra serie: La chica que limpia.
En la época en que pasaba las noches en la zona roja del Parque Sarmiento escribía un blog llamado La novia de Sandro; así se llama su usuario de twitter al día de hoy y así se llamó también su primer libro de poemas editado en 2015. Tres años después publicó el ensayo autobiográfico El viaje inútil. Cuando empezó a ser reconocida como actriz Camila borró su blog, pero un fan lo había copiado y tiempo después se lo mandó por mail. De esos relatos salió este año su último libro, Las Malas (editorial Tusquets), donde relata esas noches en Parque Sarmiento a donde llegó para espiar a las travestis y terminó encontrando un lugar de pertenencia. “La complicidad de huérfanas”, define Camila con la alquimia personal que mezcla ficción, magia y biografía.
Las Malas la consagró como escritora y la fila que espera para escucharla en el ciclo Cotorras en MU Trinchera Boutique va de punta a punta de la calle Riobamba entre Perón y Mitre. Camila llegó para la última fecha del ciclo y de la producción la fueron a esperar al aeropuerto “dos maricas que se tomaron el colectivo”. Lo cuenta encantada en contraposición a eventos masivos donde, a pesar del presupuesto destinado a logística, se siente sola. “A mí me quedó un miedo, un residuo en realidad, de que andar sola era peligroso”.
¿Cómo te llevas con la soledad hoy?
Debo admitir que soy muy solitaria. Voy a decir todo lo que no está bien decir: me da la sensación de que no tengo ese espíritu de colectividad que pueden a llegar a tener otras compañeras. Siempre he hecho las cosas sola y, además, en Córdoba es muy diferente. Ahora estoy haciendo una obra en la que estoy dirigiendo a siete personas y es un bardo. Un poco osca, un poco ermitaña, a mí me gusta estar sola y creo que estoy en mejores condiciones que antes. Está un poco sobrevalorada la cosa masiva: yo prefiero un tipo de soledad ética. Recién a los 37 años me compré un lavarropas: no soy una mina que consuma, no tiro basura a la calle, soy consciente de lo que como, de cuánta agua gasto, y prefiero una soledad así que una gran colectiva, que sigue siendo igual que el mundo entero.
En el escribir hay también algo de soledad, ¿o se puede pensar la escritura de otra forma?
Es algo práctico: tenés que estar sola porque si no te distraés. Es necesaria la soledad para escribir, más allá de que después los libros sean grandes compañías. A Las Malas la parí atravesando una separación muy triste, sorpresiva, y el libro estuvo todo el año conmigo: esos personajes, esa historia. Fue una especie de compañía que me hice a mí misma.
Las Malas sin embargo cuenta la historia de una comunidad, de una trama colectiva.
Así como te hablo de la soledad, también te digo que he podido muchísimas cosas porque he tenido buenas amigas, he sabido juntarme con gente que me ha cuidado, que me ha dado de comer; cuando me hicieron daño han estado conmigo en el hospital, en mi casa, donde sea. Incluso mi familia, estando muy lejos, y con todas las diferencias que podíamos llegar a tener, supo acompañarme mucho. Es el amor, estamos solos en el amor. Por más que sea con gente, siempre estamos solos.
El cuerpo es algo que también está muy presente en el libro, ¿tu vínculo con la soledad te permitió otra relación con tu propio cuerpo?
Comenzar a ganar dinero me permitió desenvolverme de una manera distinta a que si yo tuviera todo el tiempo que estar interactuando con personas para sobrevivir, para hacer dinero, para trabajar. No es que gane fortuna: me alcanza para pagarme una entrada al cine, para vivir bien, sin lujos, sin excesos, pero bien.
¿Qué significa hoy vivir bien?
Creo que es no quedarse con el pan de nadie, no quedarse con un alimento que le corresponde a otra persona, ser generosa. Vivir bien es estar tranquila en mi casa. Como lo que me gusta, me levanto, escribo, escucho radio, salgo a trotar, salgo a andar en bicicleta: hago cosas que me dan muchísimo placer y son de bienestar. Yo entiendo que hacer deporte es vital y eso me estructura el día de una manera que a mí me hace muy bien. Respiro, me hidrato, esas cosas que a las travas todavía no se les permite del todo: pensar en el dinero y pensar en la salud, en tener una conducta saludable. Cuando hice Carnes tolendas en 2009 dejé de drogarme y fue una especie de señuelo, de saber que por ahí había algo, de que tenía que ir por ese lado. Y un montón de cosas se me organizaron sobre ese pensamiento sobre mi salud.
¿Sos metódica?
Mucho. Muy disciplinada.
¿Y para escribir?
No sé si exista la disciplina en ese sentido. Yo escribo todos los días, inmediatamente cuando tengo el deseo lo hago, sobre todo cuando me enamoro de lo que estoy escribiendo, como los amantes: tú tienes ganas de estar con ellos cuando te gustan.
Lo físico también está muy presente en tu libro
Cuando yo era pendeja tenían mil maneras de vivir un amor: se podía ir al cine, ir de fin de semana a las sierras, juntarse a comer al mediodía, salir al mundo. Con las travas los tipos tenían todos esos pruritos de que no nos podían ver, de que no podían admitir que le gustábamos, entonces todo se dilucidaba en un campo que era puramente sexual. Mis viejos hicieron una promesa para que yo dejara de prostituirme y a los tres meses estrené Carnes tolendas, y cuando fui a la Difunta Correa vi a toda esa gente que iba a pagar la promesa que habían hecho con su cuerpo: llegaban de rodillas, arrastrándose, arrastrándose de espaldas. Yo decía: ellos están pagando con lo único que tienen. Y es con lo único que nosotras podíamos pagar absolutamente todo hace diez, cinco años. No contábamos con otra manera de poder pagar el precio de vivir en una cultura como ésta. La única manera era con el cuerpo. Creo que me ha pasado todo por ahí.
¿Qué significa poner el cuerpo?
Me acuerdo como nos vestíamos nosotras en los ‘90, a principio de los 2000, y yo decía: esto es poner el cuerpo realmente. Ser travesti y salir así desnuda a la calle, tomarte un colectivo para irte a la zona roja, tomarte otro colectivo para volver luego de toda la noche: eso es poner el cuerpo. Lo que sucede es que también hay mucha pacatería desde el progresismo y desde el fascismo alrededor del cuerpo.
¿Y cómo salimos de esa pacatería?
Creo que haciendo lo que estamos haciendo: viviendo nuestros cuerpos como más nos gustan, la discreción para vestirnos, para nuestro peso, para nuestro color de pelo, para nuestro maquillaje. La única manera es es pensarse constantemente. Las personas que estamos interesadas en otra forma de amar, en otra forma de vivir, estamos pensándonos constantemente en forma relacional.
Sostenés que el movimiento trans – travesti le da hondura al feminismo, ¿por qué?
Primero porque pone en jaque lo que es ser mujer, pone una cuña que no permite cerrar una puerta como antes, entonces las personas tienen que empezar a preguntarse: qué es mujer, qué es varón, qué es heterosexual, qué es sexualidad, qué es identidad, incluso. Son cosas que no puede dejar de preguntarse el feminismo. Luego porque traemos una perspectiva que es la perspectiva del margen, la perspectiva de estar del otro lado de la vidriera mirando hacia adentro de un lugar en el que hay un cristal. Somos grandes observadoras: eso transforma al feminismo por el solo hecho de que es una mirada que viene a contaminar.
¿Qué preguntas creés que se está haciendo esta época?
La igualdad es una de las cosas que nos estamos preguntando desde diferentes lugares. Lo que pasa en Chile, en Barcelona, en Ecuador, lo que pasa en Argentina también tiene que ver con una especie de descontento, de decir: estas cosas no están bien. Esa me parece una de las cosas que nos preguntamos. Luego, el deseo. Estamos constantemente preguntando qué estamos deseando y qué no por más de que los deseos están conducidos, inventados; nos estamos preguntando contantemente sobre ellos. Nos estamos preguntando por la belleza. Estamos haciendo bien las cosas. Nos preguntamos sobre las infancias, sobre les niñes. Me parece que la pregunta más grande que tiene la humanidad ahora es sobre el medioambiente, sobre las maneras que se extrae la vida de la tierra para hacer dinero.
El extractivismo de la tierra y de los cuerpos.
Y de las personas. El neoliberalismo está haciendo que vos no te puedas encontrar con tus amigas porque estás agotada. El hecho de que vos no puedas irte un martes a la noche con tus amigas a tomar una cerveza porque estás agotadísima de trabajar quiere decir que hay algo que está sucediendo sobre los cuerpos. Porque además ellos saben que podemos mucho más, que podemos resistir y hacer y dar mucho más de lo que estamos dando. Está bueno que nos preguntemos nosotras porque ellos ya se han preguntado, y se han respondido. Nosotras estamos en el momento de la pregunta, que es el más lindo.
¿Cómo pensamos otro horizonte para niñes, para el futuro?
Los niños siempre se han preguntado lo mismo. Yo me recuerdo de niña en una familia muy violenta, mi padre era un tipo con problemas con el alcohol, con la violencia. Recuerdo la sabiduría de tener 10 años y decirle a mi madre: “vete, vámonos a vivir a Mendoza”. Nadie le podía decir eso a mí mama: se lo decía yo. Creo que los niños se hacen esas preguntas y están atentos al mundo, se vinculan a través del cuerpo con las cosas. El tema somos siempre nosotros, los grandes, los adultos. De todas maneras, me parece que ahora hay gente dispuesta a escucharlos.
Vos reivindicás mucho la intuición travesti.
La intuición travesti está ejercitada como un músculo. La intuición y el miedo, que son dos cosas que van de la mano. Cualquier persona cis heterosexual entiende que sentir miedo es algo que está mal. Yo creo que gracias a haber sentido miedo he zafado siempre de cosas muy horribles, de cosas que me podrían haber hecho mucho daño. Había juntado $400 para ponerme silicona, estaba esperando con una amiga, las dos sentadas en el departamento de la traba que era la que hacia las inyecciones, y vi salir a una chica muy adolorida del cuarto. Sentí terror. Dije: “yo de acá me voy” y me fui prácticamente corriendo con mis $400 enrolladitos en el corpiño, porque sentí miedo y porque le di bola a eso. Me ha pasado muchas veces, con muchas cosas. En mi caso creo que el miedo y la intuición están entrenados, que de ninguna manera me paralizan. He sentido miedo y he atacado. En ese sentido reivindico hacerse caso a una misma.
El otro método que describís es que cuando todos dicen algo, vos hacés lo contrario.
Yo hago la contra siempre. Es hasta ontológico. Siempre ha sido así. Mi mamá y mi papá decían que no hacía caso en nada: a San Martín lo pintaba de amarillo, a los árboles y a las frutas de cualquier color… y los castigos físicos nunca me hicieron nada. Nunca obedecí a nada de lo que me dijeron.
¿La desobediencia también se entrena?
Totalmente. Entonces, debemos entrenar la desobediencia, entrenar nuestra relación con el miedo y entrenar nuestra intuición. No alcanza lo colectivo. Me da la sensación de que el trabajo que tenemos que hacer sigue siendo para nosotras. Hay que hacer un trabajo sobre nuestra intuición, sobre nuestra incomodidad, decir: “si esto me está molestando entonces no me tengo que quedar acá”. ¿Pero cómo haces para decirles a las personas? ¿Vas una por una diciéndoselo? Una por una. Es así, esa es la forma. Las consecuencias de esos encuentros no son cosas que se vean inmediatamente. Tenemos que crear otras formas de organizarnos, de encontrarnos, de organizar cultura.
En este camino de construirte, ¿qué tuviste que destruir de vos misma?
Soy hija de una generación que no tenía posibilidad de reflexionar sobre el cuerpo: las travas teníamos que ser unas bombas. Era la única manera que podías llegar a sobrevivir: suscitar deseo en el otro te mantenía a salvo. Y el mismo que te deseaba era el que te robaba el dinero que te había pagado o el dinero que te habían pagado el resto, o el que te golpeaba, o el mismo que te desconocía en la calle. Entonces yo durante muchos años me perseguí a mí misma con ojos de macho: así soy gustable, así me desean, así no me desean. Eso fue una construcción, y después de eso me tuve que olvidar. Luego las cosas que tuve que dejar en el camino: todos los rastros de masculinidad, de virilidad, los pelos, la barba, a los rasgos que yo consideraba que no debían ser visibles les volví a prestar atención. Destruí y volví a construir. O construí y luego destruí. Voy y vengo. Ahorita estoy disfrutando, esta es la verdad, de poder cagarme en todo. El año pasado cuando estaba escribiendo Las Malas me di cuenta que no tenían nada para darme, no necesito nada de ellos. Eso que estoy destruyendo ahorita lo vivo con mucho gusto, con mucha alegría. No me interesa nada, no me interesan sus miradas, he llegado a un punto que estoy bien conmigo misma. Y creo que la construcción más interesante ha sido la de la lectura: me cuesta mucho leer cosas que no sean de ficción. Entonces me empecé a construir a través de la lectura. Recuerdo ser muy pequeña tener once años y leer La casa de los espíritus de Isabel Allende y había un personaje que era una prostituta que le decía al patrón: ‘présteme $50’. Él preguntaba: ‘¿para qué los quieres?’. Y ella decía: ‘para hacerme la permanente, para comprarme una cartera e irme a la Capital que quiero ser rica y famosa’. A los diez años se la encuentra y ella ya tiene su local Y es la prostituta más importante del cabaret, se lo encuentra a los otros 10 años, y ya ha hecho otra cosa. Si yo pienso en lo que he hecho también ha sido más o menos lo mismo: dejar un pueblo, irme a la Capital, hacerme la permanente, embellecer de alguna manera una imagen que una tiene de una misma.
¿Cómo es la relación con tu familia hoy?
Nos llevamos muy bien. Yo creo que he hecho un buen trabajo pariéndolos, un buen trabajo educándolos, y ahora solo me dedico a quererlos. Hace poco mi padre y mi madre estaban en una reunión familiar comiendo un asado y un primo de mi mamá empezó a hacer chistes transfóbicos. Y mi mamá le dijo: ‘yo con vos no me siento más en una mesa nunca más en mi vida’. Y vio que a mi papá, que tuvo un infarto hace unos años, le temblaban las manos, entonces le dice ‘vamos’. Se levantan, salen, y mi viejo no se aguanta, vuelve y le dice: ‘donde te cruce, te voy a cagar a trompadas’. Mirá que fuerte. Ellos se empiezan a preguntar cosas, y eso es porque tienen una hija trava. Yo tengo otra teoría: que las travestis nacemos donde nos llaman. Que somos el resultado de un plan familiar. De un plan de las mujeres de las familias. Nos hacen. Ellas nos hacen por algo. Lo que sucede es que luego no se bancan vernos, tenernos cerca, pero creo que venimos porque nos pide una familia.
La mejor de las malas: Camila Sosa Villada

Foto: Martina Perosa

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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