CABA
La mejor de las malas: Camila Sosa Villada
Ecritora y actriz de cine, teatro y tevé, se consagró con Las malas, una novela sobre una comunidad trava. Su historia y mirada sobre el feminismo, la intuición, los cuerpos y los deseos. ANABELLA ARRASCAETA

Foto: Martina Perosa
Tac. Trrac. Tac. Trrac. Camila Sosa Villada llega taconeando con la rodilla derecha que le duele después de haber salido a correr como parte de su “conducta saludable”. Hace cinco horas aterrizó en un hotel en la zona Congreso proveniente de Córdoba, donde se fue a vivir cuando cumplió los 18 años. Nació en 1982 en La Falda y vivió su adolescencia en Mina Clavero, un pueblo de cinco mil habitantes en un valle rodeado de montañas: “Te levantabas todos los días y veías una muralla de piedra gigante que separaba ese valle del mundo entero, de las ciudades, de Córdoba, de la universidad, de las cosas que una sabía que sucedían fuera”, recuerda.
Allí su papá le enseñó a leer y su mamá, a escribir. El primer libro que leyó, a los seis años, fue la biblia para niños; a los once años recuerda leer La casa de los espíritus, de la escritora chilena Isabel Allende. Después, empezó a escribir ella. “Mi primer acto oficial de travestismo fue escribir”, cuenta Juan Forn en el prólogo del último libro de Camila, que ella misma se lo dijo alguna vez. El segundo acto: salir a la calle vestida de mujer.
No hubo closet del que salir: “Era muy chica y me sentía así”. Camino al colegio se ponía rímel en las pestañas. A los quince años ya empezó a travestirse. “Un día van a venir a golpear esa puerta para avisarme que te encontraron muerta, tirada en una zanja”, cuenta en una charla TEDx que le dijo por entonces su papá. Con la mayoría de edad se fue del pueblo a estudiar Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba, y de ahí saltó a estudiar la licenciatura en teatro. Intentó buscar trabajo en call centers o bares como moza, pero el nombre de varón en su documento hacía que sus empleadores no la tomaran. Fue prostituta, vendedora ambulante y mucama por horas.
Hace diez años su mamá y papá le hicieron una promesa a la Difunta Correa para que Camila dejara de prostituirse, y tres meses después estrenó su primer espectáculo unipersonal Carnes tolendas. En ese momento, cuenta, dejó también de consumir cocaína.
Un año después protagonizó la película Mía por la que recibió el premio Premio Maguey, y en 2012 protagonizó la serie televisiva La viuda de Rafael. Más tarde haría teatro con El bello indiferente (2014), Despierta, corazón dormido/Frida (2015), Putx madre (2016) y El cabaret de la Difunta Correa (2017). Hace dos años sumó a su carrera otra serie: La chica que limpia.
En la época en que pasaba las noches en la zona roja del Parque Sarmiento escribía un blog llamado La novia de Sandro; así se llama su usuario de twitter al día de hoy y así se llamó también su primer libro de poemas editado en 2015. Tres años después publicó el ensayo autobiográfico El viaje inútil. Cuando empezó a ser reconocida como actriz Camila borró su blog, pero un fan lo había copiado y tiempo después se lo mandó por mail. De esos relatos salió este año su último libro, Las Malas (editorial Tusquets), donde relata esas noches en Parque Sarmiento a donde llegó para espiar a las travestis y terminó encontrando un lugar de pertenencia. “La complicidad de huérfanas”, define Camila con la alquimia personal que mezcla ficción, magia y biografía.
Las Malas la consagró como escritora y la fila que espera para escucharla en el ciclo Cotorras en MU Trinchera Boutique va de punta a punta de la calle Riobamba entre Perón y Mitre. Camila llegó para la última fecha del ciclo y de la producción la fueron a esperar al aeropuerto “dos maricas que se tomaron el colectivo”. Lo cuenta encantada en contraposición a eventos masivos donde, a pesar del presupuesto destinado a logística, se siente sola. “A mí me quedó un miedo, un residuo en realidad, de que andar sola era peligroso”.
¿Cómo te llevas con la soledad hoy?
Debo admitir que soy muy solitaria. Voy a decir todo lo que no está bien decir: me da la sensación de que no tengo ese espíritu de colectividad que pueden a llegar a tener otras compañeras. Siempre he hecho las cosas sola y, además, en Córdoba es muy diferente. Ahora estoy haciendo una obra en la que estoy dirigiendo a siete personas y es un bardo. Un poco osca, un poco ermitaña, a mí me gusta estar sola y creo que estoy en mejores condiciones que antes. Está un poco sobrevalorada la cosa masiva: yo prefiero un tipo de soledad ética. Recién a los 37 años me compré un lavarropas: no soy una mina que consuma, no tiro basura a la calle, soy consciente de lo que como, de cuánta agua gasto, y prefiero una soledad así que una gran colectiva, que sigue siendo igual que el mundo entero.
En el escribir hay también algo de soledad, ¿o se puede pensar la escritura de otra forma?
Es algo práctico: tenés que estar sola porque si no te distraés. Es necesaria la soledad para escribir, más allá de que después los libros sean grandes compañías. A Las Malas la parí atravesando una separación muy triste, sorpresiva, y el libro estuvo todo el año conmigo: esos personajes, esa historia. Fue una especie de compañía que me hice a mí misma.
Las Malas sin embargo cuenta la historia de una comunidad, de una trama colectiva.
Así como te hablo de la soledad, también te digo que he podido muchísimas cosas porque he tenido buenas amigas, he sabido juntarme con gente que me ha cuidado, que me ha dado de comer; cuando me hicieron daño han estado conmigo en el hospital, en mi casa, donde sea. Incluso mi familia, estando muy lejos, y con todas las diferencias que podíamos llegar a tener, supo acompañarme mucho. Es el amor, estamos solos en el amor. Por más que sea con gente, siempre estamos solos.
El cuerpo es algo que también está muy presente en el libro, ¿tu vínculo con la soledad te permitió otra relación con tu propio cuerpo?
Comenzar a ganar dinero me permitió desenvolverme de una manera distinta a que si yo tuviera todo el tiempo que estar interactuando con personas para sobrevivir, para hacer dinero, para trabajar. No es que gane fortuna: me alcanza para pagarme una entrada al cine, para vivir bien, sin lujos, sin excesos, pero bien.
¿Qué significa hoy vivir bien?
Creo que es no quedarse con el pan de nadie, no quedarse con un alimento que le corresponde a otra persona, ser generosa. Vivir bien es estar tranquila en mi casa. Como lo que me gusta, me levanto, escribo, escucho radio, salgo a trotar, salgo a andar en bicicleta: hago cosas que me dan muchísimo placer y son de bienestar. Yo entiendo que hacer deporte es vital y eso me estructura el día de una manera que a mí me hace muy bien. Respiro, me hidrato, esas cosas que a las travas todavía no se les permite del todo: pensar en el dinero y pensar en la salud, en tener una conducta saludable. Cuando hice Carnes tolendas en 2009 dejé de drogarme y fue una especie de señuelo, de saber que por ahí había algo, de que tenía que ir por ese lado. Y un montón de cosas se me organizaron sobre ese pensamiento sobre mi salud.
¿Sos metódica?
Mucho. Muy disciplinada.
¿Y para escribir?
No sé si exista la disciplina en ese sentido. Yo escribo todos los días, inmediatamente cuando tengo el deseo lo hago, sobre todo cuando me enamoro de lo que estoy escribiendo, como los amantes: tú tienes ganas de estar con ellos cuando te gustan.
Lo físico también está muy presente en tu libro
Cuando yo era pendeja tenían mil maneras de vivir un amor: se podía ir al cine, ir de fin de semana a las sierras, juntarse a comer al mediodía, salir al mundo. Con las travas los tipos tenían todos esos pruritos de que no nos podían ver, de que no podían admitir que le gustábamos, entonces todo se dilucidaba en un campo que era puramente sexual. Mis viejos hicieron una promesa para que yo dejara de prostituirme y a los tres meses estrené Carnes tolendas, y cuando fui a la Difunta Correa vi a toda esa gente que iba a pagar la promesa que habían hecho con su cuerpo: llegaban de rodillas, arrastrándose, arrastrándose de espaldas. Yo decía: ellos están pagando con lo único que tienen. Y es con lo único que nosotras podíamos pagar absolutamente todo hace diez, cinco años. No contábamos con otra manera de poder pagar el precio de vivir en una cultura como ésta. La única manera era con el cuerpo. Creo que me ha pasado todo por ahí.
¿Qué significa poner el cuerpo?
Me acuerdo como nos vestíamos nosotras en los ‘90, a principio de los 2000, y yo decía: esto es poner el cuerpo realmente. Ser travesti y salir así desnuda a la calle, tomarte un colectivo para irte a la zona roja, tomarte otro colectivo para volver luego de toda la noche: eso es poner el cuerpo. Lo que sucede es que también hay mucha pacatería desde el progresismo y desde el fascismo alrededor del cuerpo.
¿Y cómo salimos de esa pacatería?
Creo que haciendo lo que estamos haciendo: viviendo nuestros cuerpos como más nos gustan, la discreción para vestirnos, para nuestro peso, para nuestro color de pelo, para nuestro maquillaje. La única manera es es pensarse constantemente. Las personas que estamos interesadas en otra forma de amar, en otra forma de vivir, estamos pensándonos constantemente en forma relacional.
Sostenés que el movimiento trans – travesti le da hondura al feminismo, ¿por qué?
Primero porque pone en jaque lo que es ser mujer, pone una cuña que no permite cerrar una puerta como antes, entonces las personas tienen que empezar a preguntarse: qué es mujer, qué es varón, qué es heterosexual, qué es sexualidad, qué es identidad, incluso. Son cosas que no puede dejar de preguntarse el feminismo. Luego porque traemos una perspectiva que es la perspectiva del margen, la perspectiva de estar del otro lado de la vidriera mirando hacia adentro de un lugar en el que hay un cristal. Somos grandes observadoras: eso transforma al feminismo por el solo hecho de que es una mirada que viene a contaminar.
¿Qué preguntas creés que se está haciendo esta época?
La igualdad es una de las cosas que nos estamos preguntando desde diferentes lugares. Lo que pasa en Chile, en Barcelona, en Ecuador, lo que pasa en Argentina también tiene que ver con una especie de descontento, de decir: estas cosas no están bien. Esa me parece una de las cosas que nos preguntamos. Luego, el deseo. Estamos constantemente preguntando qué estamos deseando y qué no por más de que los deseos están conducidos, inventados; nos estamos preguntando contantemente sobre ellos. Nos estamos preguntando por la belleza. Estamos haciendo bien las cosas. Nos preguntamos sobre las infancias, sobre les niñes. Me parece que la pregunta más grande que tiene la humanidad ahora es sobre el medioambiente, sobre las maneras que se extrae la vida de la tierra para hacer dinero.
El extractivismo de la tierra y de los cuerpos.
Y de las personas. El neoliberalismo está haciendo que vos no te puedas encontrar con tus amigas porque estás agotada. El hecho de que vos no puedas irte un martes a la noche con tus amigas a tomar una cerveza porque estás agotadísima de trabajar quiere decir que hay algo que está sucediendo sobre los cuerpos. Porque además ellos saben que podemos mucho más, que podemos resistir y hacer y dar mucho más de lo que estamos dando. Está bueno que nos preguntemos nosotras porque ellos ya se han preguntado, y se han respondido. Nosotras estamos en el momento de la pregunta, que es el más lindo.
¿Cómo pensamos otro horizonte para niñes, para el futuro?
Los niños siempre se han preguntado lo mismo. Yo me recuerdo de niña en una familia muy violenta, mi padre era un tipo con problemas con el alcohol, con la violencia. Recuerdo la sabiduría de tener 10 años y decirle a mi madre: “vete, vámonos a vivir a Mendoza”. Nadie le podía decir eso a mí mama: se lo decía yo. Creo que los niños se hacen esas preguntas y están atentos al mundo, se vinculan a través del cuerpo con las cosas. El tema somos siempre nosotros, los grandes, los adultos. De todas maneras, me parece que ahora hay gente dispuesta a escucharlos.
Vos reivindicás mucho la intuición travesti.
La intuición travesti está ejercitada como un músculo. La intuición y el miedo, que son dos cosas que van de la mano. Cualquier persona cis heterosexual entiende que sentir miedo es algo que está mal. Yo creo que gracias a haber sentido miedo he zafado siempre de cosas muy horribles, de cosas que me podrían haber hecho mucho daño. Había juntado $400 para ponerme silicona, estaba esperando con una amiga, las dos sentadas en el departamento de la traba que era la que hacia las inyecciones, y vi salir a una chica muy adolorida del cuarto. Sentí terror. Dije: “yo de acá me voy” y me fui prácticamente corriendo con mis $400 enrolladitos en el corpiño, porque sentí miedo y porque le di bola a eso. Me ha pasado muchas veces, con muchas cosas. En mi caso creo que el miedo y la intuición están entrenados, que de ninguna manera me paralizan. He sentido miedo y he atacado. En ese sentido reivindico hacerse caso a una misma.
El otro método que describís es que cuando todos dicen algo, vos hacés lo contrario.
Yo hago la contra siempre. Es hasta ontológico. Siempre ha sido así. Mi mamá y mi papá decían que no hacía caso en nada: a San Martín lo pintaba de amarillo, a los árboles y a las frutas de cualquier color… y los castigos físicos nunca me hicieron nada. Nunca obedecí a nada de lo que me dijeron.
¿La desobediencia también se entrena?
Totalmente. Entonces, debemos entrenar la desobediencia, entrenar nuestra relación con el miedo y entrenar nuestra intuición. No alcanza lo colectivo. Me da la sensación de que el trabajo que tenemos que hacer sigue siendo para nosotras. Hay que hacer un trabajo sobre nuestra intuición, sobre nuestra incomodidad, decir: “si esto me está molestando entonces no me tengo que quedar acá”. ¿Pero cómo haces para decirles a las personas? ¿Vas una por una diciéndoselo? Una por una. Es así, esa es la forma. Las consecuencias de esos encuentros no son cosas que se vean inmediatamente. Tenemos que crear otras formas de organizarnos, de encontrarnos, de organizar cultura.
En este camino de construirte, ¿qué tuviste que destruir de vos misma?
Soy hija de una generación que no tenía posibilidad de reflexionar sobre el cuerpo: las travas teníamos que ser unas bombas. Era la única manera que podías llegar a sobrevivir: suscitar deseo en el otro te mantenía a salvo. Y el mismo que te deseaba era el que te robaba el dinero que te había pagado o el dinero que te habían pagado el resto, o el que te golpeaba, o el mismo que te desconocía en la calle. Entonces yo durante muchos años me perseguí a mí misma con ojos de macho: así soy gustable, así me desean, así no me desean. Eso fue una construcción, y después de eso me tuve que olvidar. Luego las cosas que tuve que dejar en el camino: todos los rastros de masculinidad, de virilidad, los pelos, la barba, a los rasgos que yo consideraba que no debían ser visibles les volví a prestar atención. Destruí y volví a construir. O construí y luego destruí. Voy y vengo. Ahorita estoy disfrutando, esta es la verdad, de poder cagarme en todo. El año pasado cuando estaba escribiendo Las Malas me di cuenta que no tenían nada para darme, no necesito nada de ellos. Eso que estoy destruyendo ahorita lo vivo con mucho gusto, con mucha alegría. No me interesa nada, no me interesan sus miradas, he llegado a un punto que estoy bien conmigo misma. Y creo que la construcción más interesante ha sido la de la lectura: me cuesta mucho leer cosas que no sean de ficción. Entonces me empecé a construir a través de la lectura. Recuerdo ser muy pequeña tener once años y leer La casa de los espíritus de Isabel Allende y había un personaje que era una prostituta que le decía al patrón: ‘présteme $50’. Él preguntaba: ‘¿para qué los quieres?’. Y ella decía: ‘para hacerme la permanente, para comprarme una cartera e irme a la Capital que quiero ser rica y famosa’. A los diez años se la encuentra y ella ya tiene su local Y es la prostituta más importante del cabaret, se lo encuentra a los otros 10 años, y ya ha hecho otra cosa. Si yo pienso en lo que he hecho también ha sido más o menos lo mismo: dejar un pueblo, irme a la Capital, hacerme la permanente, embellecer de alguna manera una imagen que una tiene de una misma.
¿Cómo es la relación con tu familia hoy?
Nos llevamos muy bien. Yo creo que he hecho un buen trabajo pariéndolos, un buen trabajo educándolos, y ahora solo me dedico a quererlos. Hace poco mi padre y mi madre estaban en una reunión familiar comiendo un asado y un primo de mi mamá empezó a hacer chistes transfóbicos. Y mi mamá le dijo: ‘yo con vos no me siento más en una mesa nunca más en mi vida’. Y vio que a mi papá, que tuvo un infarto hace unos años, le temblaban las manos, entonces le dice ‘vamos’. Se levantan, salen, y mi viejo no se aguanta, vuelve y le dice: ‘donde te cruce, te voy a cagar a trompadas’. Mirá que fuerte. Ellos se empiezan a preguntar cosas, y eso es porque tienen una hija trava. Yo tengo otra teoría: que las travestis nacemos donde nos llaman. Que somos el resultado de un plan familiar. De un plan de las mujeres de las familias. Nos hacen. Ellas nos hacen por algo. Lo que sucede es que luego no se bancan vernos, tenernos cerca, pero creo que venimos porque nos pide una familia.

Foto: Martina Perosa
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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