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Qué es lo normal

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Susy Shock, artista trans. Cantante, escritora y activista, acaba de editar su último disco-libro, Traviarca, junto a La Bandada de Colibríes. Por qué no está subido a ninguna plataforma digital, y el apoyo en la autogestión. Cómo recuperar espacios para crear tejido social. El tiempo para construir la belleza como resistencia. El gerundio como identidad. Y la política entendida como todo lo que da cuenta de nuestros actos cotidianos.

Qué es lo normal

Cuando le preguntan de qué género es, responde “Colibrí”, y deja revoloteando esa definición en el aire, para que nadie pueda meterla en una jaula. Escribió Crianzas, un libro para niños, niñas y niñes, y sintetizó sus principales datos. Apellido: Shock. Nombre: Susy. Género: Colibrí. Estudios cursados: la vida. Oficio: la creación. Actividad: la pelea por valores muchas veces olvidados, la identidad, los derechos, el talento, la libertad. Hace poco editó su disco Traviarca, junto a La Bandada de Colibríes, un disco-libro que no subió a YouTube, Spotify ni a ninguna plataforma digital.

Explica Shock: “Decidí aferrarme todavía más a la autogestión y a esta épica de que una está con el kiosquito encima. Necesitamos la retribución inmediata de quien compra el disco, porque eso va inmediatamente a nuestras propias vidas. No hay intermediario, no hay empresa, discografía, estamos pensándolo como pensamos los primeros libros. Y las plataformas sirven para Thalía, con 17 millones de visitas. Una es más humilde, anda más a trotamundos. Y cierta épica tiene: el primer disco lo vendimos así. Me preguntaban cuándo iba a Tucumán, decía espérenme, así generamos los espacios para que vayamos, que también implica traer los discos y libros encima”.

Como una juglaresca trava.

Sí, yo no tengo tiempo. Estoy recuperándome de un montón de cosas, voy a vivir hasta los 103 años, veo pasar cada vez más los cadáveres de los enemigos, y una se queda ahí, con los libritos y los discos, y con la propia agenda. Me parece que está bueno resistirnos un poquito más, en medio de la vorágine, del acceso a todo, porque aparte el libro te lo doy yo: nos reencontramos, nos reconocemos, y es ese ida y vuelta que está bueno y es el que yo conozco. No necesito otro apuro.

Hay, sin embargo, una ilusión de democratización donde podés encontrar todo en redes. ¿Es una trampa eso?

Es una enorme posibilidad en la que entramos un montón de intenciones. La intención de frivolizarlo todo, de lo inmediato, de lo mediato, la intención de profundizar y aprovechar eso para meter “lo otro”. Tantas intenciones hacen montón de uso de esas redes. Yo creo en lo más artesanal, sigo sosteniéndome desde ahí. A mí por lo menos: ya tengo 51 años, no sé si probaría otra cosa. Es lo que me funciona para vivir. No me dejo llevar mucho por la moda de lo rápido e inmediato. Hay muchas invitaciones a acortar camino, desvíos. Yo no tengo apuro. Y está bueno: es un hecho político decir “frenemos y construyamos nuestra propia agenda”. Nuestro propio ritmo. El apuro es la sobrevivencia, es la urgencia, pararnos frente a la violencia. Estos últimos años, que los venimos pagando muy fuerte en el cuerpo, nos enseñó también que es cuanto más hay que estar instalados en la propia agenda, en el propio ritmo, mientras seguimos en la calle, armando estrategias, cuidándonos, mejorando modos en el que todo esto nos acosa y protegemos.  

Bello & autogestivo

¿Cómo se imprime para vos el neoliberalismo en el cuerpo?

Veníamos hablando mucho con unas amigas de cómo se nota en una generación, inclusive las exigencias de cierta visibilidad que no da respiro, que hace que el cuerpo termine agotado diciendo basta. La vorágine de todo. Yo aprendí a los 14 años la autogestión en el mundillo que es el teatro. Yo tuve ese enorme privilegio de estar ahí, y conocer adentro un mundo y una parte específica del teatro. Ese teatro independiente que construía y ensayaba la obra por un año para sentir que después iba a cambiar el mundo al estrenar, y yo me crié adolescente en ese mundo. Y también me dio una noción en mi propio tiempo. Creo que si hay algo que le escapa a todo eso y que me salva un poquito es ser dueña de mi propio tiempo, eso que ha implicado mucho trabajo, un montón de no, un montón de pérdidas. Cuando una decide eso hay un montón de cosas que una deja de tener, pero finalmente la base de todo es el propio tiempo. El neoliberalismo ataca ahí, con que no somos dueñas de casi nada, no tenemos tiempo para los afectos, tenemos la urgencia de hacer best sellers todo el tiempo. Enseguida se sistematiza todo en función de un mercado y yo quiero huir del mercado y quiero hacer bellos productos. El disco libro implicó en este momento terrible del país encerrarnos con la banda a proponer belleza a este mundo. Y para ver dónde vamos a tensar esta época y esta porquería. Quiero ir a un mundo más bello. Y bello es que los pibes también coman. No hablo sólo de algo estético: es esa calidad de tiempo, y pensar que la autogestión puede producir belleza hasta material. Saberse flor de loto e insistirse flor de loto es el desafío. 

Hablaste de la calle como un lugar de encuentro y resistencia, pero también como el lugar donde las travas tienen que salir de momentos no bellos. ¿Qué significa la calle para vos?

La urgencia en la que nos instalan en la calle a veces nos hace olvidar la belleza de lo que es construirse y hacerse en la calle, ser de la calle en muchos sentidos, porque en la calle está el resto: lo opuesto sería que esté encerrada en casa, desde ahí las redes también nos hacen la ilusión de que estamos participando. Yo tengo por semana 20 pedidos de videos para que participe apoyando tal campaña, y una hasta cree caer en la ilusión de que estamos participando de eso, y hay algo finalmente que nos termina engañando y dejando encerraditas. Yo soy de la generación del Nunca Más, creo que no sé otra cosa que estar en la calle desde la adolescencia, porque implicó todo. Después, en mi oficio del arte, también estuve enganchada, por ejemplo, en el movimiento de lo que después fue la Ley Nacional del Teatro, que implicó muchos teatreres en la calle, no sólo haciendo teatro sino pensando política que mejore la posibilidad de hacer teatro en la Ciudad de Buenos Aires, en el país. Yo estaba en Zona Oeste, me crié en Morón, entonces en 2001 actúo en la Asociación de Teatristas del Oeste, que fue muy potente. El 2001 lo viví en el Oeste: teníamos calle, plaza, angustia en el Oeste. Muertos. Había un montón de cosas que transitar ahí en la calle, y esa urgencia hace que una a veces no tenga tiempo de entender la belleza que hay en la calle. Yo he sido teatrera callejera, y hay un hecho de decir: “Llego, armo acá una escenografía y actúo para la gente que pasa”. Me ha pasado en el subte. Y la ligazón que tengo con la gente de teatros comunitarios, esa insistencia de sacar a vecinas y vecinos a la calle, romper la idea de un teatro formal para que la calle se transforme en el vehículo de intercambio de esa belleza. Estoy en momento en el que trato de ver desde la urgencia de estar ahí en la calle y sentir que no me saquen la posibilidad de ese estar. Peleo en la calle para seguir estando en la calle de otras formas.

La tía trava

Hablabas de un camino que tiene tiempo y no son los del best seller. Pero el libro Crianzas ha sido un éxito editorial. ¿Desde qué lugar se piensa la diversidad?

El libro nace en un proyecto con la gente de MU, para micros radiales. A mí me gusta pensarme desde una época. Y, de ahí, razonar. Siento que soy de una época muy gigante, que viene del regreso de la democracia, de discusión por los derechos humanos. Las travas venimos de ahí, no estamos desligadas de las Madres, de las Abuelas, de los juicios a los milicos. Por eso, muchas de las cosas que han pasado en este país todavía no han pasado en el continente, porque hay algo que se debe a nivel de derechos humanos. Lohana Berkins decía: “No vengo a dar testimonio, vengo a hablar de política”. Y eso no está desligado con haber sido trava acá, en el medio de todo esto. La diversidad también la fuimos entendiendo en el sentido gigante de otra palabra, que es identidad, y que es gigante en este continente, que es gigante en este país, y que es gigante cuando te pensás en derechos humanos. Porque, aparte, es algo que todavía no terminó, políticamente y socialmente. Yo no soy Susy Shock: voy siéndolo. Marlene Wayar, una hermana, habla de ser un gerundio: voy siendo. Entonces mi identidad va siendo. Sé lo que no soy: no soy Pato Bullrich, no soy Bergoglio, no soy Mirtha Legrand. Pero después, ¿qué soy? Voy siendo. Y está buenísimo. Y eso también lo aprendemos de una tensión que nos da el marco en el que nos hemos formado. La diversidad la entendemos también desde un concepto que  a mí me la dio el folklore, mi familia provinciana, de mirarnos en la naturaleza diversidad, que va mutando, y que habla de algo que no está fijo: la Pachamama, como concepto, es gigante. Después está la cultura que se hace de la Pacha y que muchos folkloristas la colocan en un sistema que es como la Virgen María, impoluta, la madre de todas, cuando la Pacha implica todo. Y en eso no es que está el mundo y está la diversidad: es el cosmos de todo eso. Lo primero que hay que abrir es el esquema de que somos absoluta diversidad. No es que hay una hegemonía que implica una verdad natural, que da permiso en esta época tan abierta a eso otro que está afuera, al margen de todo. Somos.

Cuando pensaste Crianzas, ¿qué fantaseabas como aporte a las infancias nuevas que están creciendo?

Nunca pensé algo para niñes. Me ubiqué en mí, en una tía trava de un sobrino en una barriada que, en todo caso, necesitaba dar cuenta de un mundo, no tanto de una infancia. Acá el problema es el mundo, y dar cuenta de ese mundo en micros radiales que llegaban a todo el país implicó pensar en un oyente u oyenta en la que de repente aparecía la voz de una trava que le explicaba qué significa ser travesti, hasta un montón de situaciones en las que este mundo cree que no estamos de día, yendo a comprar medio kilo de pan, zapatillas para el sobrino que crece, y no en ese único imaginario que esta hegemonía nos impone que tiene que ver con la noche, la prostitución, zona roja, y con la parte policial de toda esta secuencia. Por eso también fue un lenguaje que era casi pedagógico. Y terminó muy aferrado a las infancias que lo leen y, por supuesto, a las docencias les sirven en este vacío de ESI que implica la posibilidad de una profe copada que entiende que ahí hay una herramienta para seguir haciendo preguntas. 

De monstruos y normales

Como buena poetisa, sos creadora de frases como “no queremos ser más esta humanidad”. Pero me quedo con otra, que es: “Reivindico mi derecho a ser un monstruo”. 

Esa frase no es mía, es de Marlene Wayar. Pero nace juntas. Estábamos en un evento que eran los primeros Destravarte. Estábamos en el baño, y había una presentadora amiga, que queremos, que se presenta y abre diciendo: “Yo estoy en un cuerpo equivocado”. Y la Wayar, atacada en el inodoro al lado, empieza a los gritos: “¡No! ¡Reivindico mi derecho a ser un monstruo!”. Y yo venía escribiendo y arranqué y lo terminé con esa frase pilar, que la gente se tatúa, y muchas veces nos escribe pensando cómo sirvió la reivindicación de la monstruosidad, y que no la pensemos en los grandes centros, sino pensarla en Tilcara, donde fui la otra vez y llorando la maestra me decía que hay un índice de suicidio en adolescencia increíble, donde de repente ese espejo de hacer la reivindicación de algo, donde ni siquiera es mostrable a tu familia, que es lo más cercano que tenés, te sirve. Como poner lo oculto, pero también esa frase que me encanta: “Si me querés, quereme trans”. Para dar cuenta que más allá de lo horroroso que implica este mundo que nos disciplina, que nos mata, contarle que estamos increíblemente empoderadas en ser lo que somos. Si tuviéramos esa tranquilidad de dejar de subsistir, estaríamos diciendo, como insistimos en decirle a las pibas y pibes, que es maravilloso ser distinto. Que es maravillosa transitar la monstruosidad propia, porque hay un montón de redes amorosas que surgen a partir de eso que sos, que es otra cosa. Si somos diversidad, debemos ser todo, no lo políticamente correcto, lo divino aceptado. Al contrario, eso es lo que hoy generaciones más jóvenes vienen a discutir porque es una mentira que cargan en el cuerpo, que duele, que ha disciplinado esos cuerpos. 

¿Qué es la política?

Cuando era chiquitita había escuchado una definición,que decía que es todo lo que hacemos y no se nombra. Me impactó porque fui muy corporal, empecé bailando folklore, entré al teatro y tuve una responsabilidad corporal. Pero también me di cuenta que no es solo eso: para mi que sostengo y necesito la palabra, sea escrita o cantada, lo político es va desde cómo abrazamos o desabrazamos, cómo comemos, cómo conseguimos lo que comemos. La política es lo que vamos dando cuenta con todos nuestros actos cotidianos.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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