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Un año de soledad

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Mu en Pedro Luro, sin Facundo Castro. El joven desaparece un jueves (hoy se cumple un año) y permanece 107 días en el misterio. Hasta que, cual crónica de una muerte anunciada, el cadáver de Facundo aparece provocando más sospechas que certezas. Este sábado sus familiares y amigxs lo recordarán con actividades culturales, musicales y batucas en la estación del ferrocarril. ¿Qué se sabe del caso? Habla Cristina, su madre. Las actitudes políticas, judiciales y policiales. Los testigos desprotegidos. Las pruebas que se lograron, y las que faltan. Las paredes que hablan. Una historia que revela la necesidad de un Nunca Más del presente. Por Lucas Pedulla.

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Un año de soledad
La estación en la que Facundo se juntaba con el Semillero Cultural. Foto: Sebastián Smok

El Facundo que escribe. El Facundo que rapea. El Facundo que pinta murales. 

El que milita, el fan de Eminem. 

El bachero en una cervecería. 

El que saca medalla de bronce en los Juegos Bonaerenses. 

El de la batucada. 

El que gana el carnaval de Mayor Buratovich. 

El Facundo que cambió para siempre la vida de un pueblo, que sigue cobijando sus huellas, no solo en la memoria de sus familiares y amigos, sino también en sus nervios principales: un cartel pide justicia pegado con cinta en un poste de luz; un stencil en la estación clama “Aparición con vida de Kufa”; otro señala que “el Estado es responsable”; una vaquita de San Antonio embellece una casa; y la Unidad de Gestión Municipal de Pedro Luro, pintada en sus paredes y puertas: “Verdad y Justicia”. 

Esa misma exactitud es la que exige Cristina Castro, con esa voz firme y decidida, pero a la vez dulce, con la que buscó a su hijo durante 126 días, hasta el momento en que le confirmaron que el cuerpo encontrado en un cangrejal inhóspito era el de su Facu. Y sentada frente a una de las mesas del bar Turmalina, donde su hijo trabajaba “y era feliz”, avisa que para ella todo –absolutamente todo– no pasó hace un año.

–Siento que todo pasó ayer.

Y ese todo –abrumador, insoportable– se traduce en el cuerpo de esta madre que no para, y que con la misma claridad, a un año que parece como ayer, sigue pidiendo verdad y justicia ante la desaparición forzada seguida de muerte de su hijo de 22 años.

Justicia sospechosa

Hay dos preguntas que a Cristina le hacen cuando la ven en la calle: “¿Qué pasó con el caso?” y “¿por qué ya no se habla de Facu?”.

Las preguntas también reflejan un estado de situación que ocurre cuando las cámaras se apagan y en los territorios quedan las familias batallando contra un sistema que busca consagrar la impunidad. Por eso Cristina remarca que, a pesar de todo, están sucediendo cosas, pero las sintetiza en una frase: “Los tiempos de la justicia no son los nuestros”. Y explica: “El tiempo de espera es interminable. Te repito: siento que todo pasó ayer. Ha sido un año larguísimo, muchísimos días de terror. Teníamos muchos miedos”.

Uno de ellos era que la causa siguiera en las manos del fiscal federal Santiago Ulpiano Martínez, a quien la familia había recusado dos veces. Lograron apartarlo: Martínez –denunciado por organismos de derechos humanos por obstaculizar los procesos de Memoria, Verdad y Justicia en Bahía Blanca– se inhibió de seguir participando en la causa alegando “violencia moral” por parte de Cristina, que observa: “Es muy descabellado. Violencia moral sufrimos nosotros”. La familia ahora impulsará la denuncia contra Martínez ante la Procuración General de la Nación. La causa por la desaparición forzada seguida de muerte seguirá en manos de los fiscales Andrés Heim (Procuraduría contra la Violencia Institucional) y Horacio Azzolín (Unidad Especializada en Ciberdelincuencia), dos funcionarios designados por la Procuración, y a la espera del nombramiento de un fiscal natural para continuar con el proceso.

Otro de los temores era la continuidad de la jueza federal María Gabriela Marrón, sobre quien también pesa un pedido de recusación, pero ya no sólo de la familia: los propios fiscales designados por la Procuración la recusaron en febrero por considerar que había perdido “la imparcialidad que debe tener como jueza del caso”. También pidieron la nulidad de una serie de pruebas dictadas de oficio por considerar que se interponían con sus funciones y evaluaron que el objetivo de esa decisión era “forzar la realización” de un estudio que “implicaba cristalizar su postura sobre el caso, que había insinuado previamente, y que se traduce en que Facundo Astudillo Castro falleció ahogado accidentalmente en el estuario de Bahía Blanca el cual habría pretendido cruzar a pie”. La familia también denunciará a Marrón ante el Consejo de la Magistratura.

El mismo día del pedido de recusación, la Cámara de Apelaciones de Bahía Blanca hizo lugar a un recurso de queja presentado por los dos fiscales, que permitió el allanamiento al destacamento policial de Teniente Origone, el mismo lugar donde el perro Yatel había encontrado el año pasado la vaquita de San Antonio que Cristina había reconocido como un regalo a Facundo por parte de su abuela. “Cuando salió el fallo nos juntamos a llorar, sentíamos que por fin alguien nos estaba escuchando”, dice Cristina. En el nuevo allanamiento los peritos encontraron un pequeño trozo de turmalina, piedra que Facundo llevaba como colgante. Habrá que confirmar si los restos coinciden con los pedazos de esa misma piedra encontrados en el patrullero Toyota Etios de Bahía Blanca, el mismo móvil que el 8 de mayo del año pasado estuvo detenido durante 35 minutos a 800 metros del lugar donde el pescador halló el cuerpo. También encontraron rastros de sangre en las paredes, que someterán a peritajes. 

Ese día del allanamiento significa también una medida de lo que el cuerpo de Cristina tuvo que resistir todo este año. Junto a sus abogados se levantó temprano para estar a las 7:30 en Origone. El camión laboratorio de Gendarmería llegó recién a las 10. Cristina regresó a las 2 de la madrugada del día siguiente, se bañó y se acostó, porque a las 7 comenzaba su turno en la Shell donde trabaja, ubicada sobre la ruta 3 en la entrada de Luro. Al otro día, a las 10, la llamó Luciano Peretto, uno de sus abogados, para contarle que el predio donde estaba el vehículo con las pruebas se había incendiado. El móvil se preservó, pero Cristina lo sintió de esta manera: “Casi me da un infarto”. 

Soportó situaciones como cuando apareció en la Shell la llamada “Testigo H”, mujer que declaró que llevó a “un joven” (no aclara que era Facundo) a las zonas de las vías donde se habría bajado para caminar hasta Bahía Blanca. La querella apunta que esa testigo, que reforzaba la hipótesis del accidente, fue aportada por los oficiales Sosa y Curuhuinca, quienes detuvieron a Facundo el 30 de abril. La declaración de H se conoció por los medios maniobra que para la familia evidencia que el fiscal Martínez filtraba información a la prensa para desviar la investigación. Cuenta Cristina: “Entró a la estación, pidió un capuccino, se levantó y dijo que era un asco y que le traigan a la persona que lo había hecho. Pensó que era yo. Mi jefa llamó a mi compañera de la cocina. ‘No, ella no es’, dijo. Mi jefa se dio cuenta. Le dije que lo que estaba haciendo era acoso, y la mujer se fue”.

Un año de soledad
El cangrejal de Villarino Viejo: allí un pescador encontró su cuerpo. Los últimos momentos de Facundo aún presentan más enigmas que certezas. Foto: Sebastián Smok

Las pruebas y la urgencia

Cristina aguarda el resultado de diversas medidas de prueba y la realización de nuevas pericias y testimoniales de importancia para el avance de la causa. Algunas de ellas tienen que ver con el estudio de la zona del cangrejal donde un pescador encontró el cuerpo esqueletizado el 15 de agosto del año pasado. Cabe recordar que la autopsia determinó que se trató de una “muerte por sumersión”, aclarando que fue “violenta, por no ser natural”, pero sin poder establecer con rigor científico si se trató de un accidente o un asesinato. La querella buscará probar que es imposible que alguien se pueda ahogar de forma accidental en ese sitio, mientras llama la atención de dos hechos puntuales: una zapatilla de Facundo, intacta, hallada al lado del esqueleto, y su mochila encontrada días después, a una distancia aproximada de 800 metros, con toda su ropa adentro.

El abogado Leandro Aparicio contextualiza a MU las pruebas objetivas del caso:

-Los oficiales bonaerenses Mario Gabriel Sosa y Jana Curuhuinca infraccionan a Facundo a las 10 del 30 de abril en la localidad de Mayor Buratovich. En los teléfonos de los policías figura un mensaje que recibió Sosa: “Si se hace el pajero, bajalo”. Por geolocalización, comprobaron que ese patrullero se dirigió a la subestación policial de Buratovich cuando, en un primer momento, los policías habían alegado que nunca se había movido del lugar.

-A las 13.30 Cristina recibe el llamado de Facundo, quien le dice: “Mamá, no tenés idea de dónde estoy. No me vas a volver a ver más”. Si bien la oficial Xiomara Flores –media hermana de Curuhuinca– dijo que a las 12.30 levantó a Facundo en la ruta y lo dejó en Teniente Origone, la querella afirma que es imposible porque no hay señal de teléfono en ese sitio y porque la llamada a Cristina –una hora después– impactó en una antena en Buratovich.

-Tres testigos declararon que vieron cómo Facundo era subido a un patrullero entre las 15.30 y las 16. La familia había acusado a funcionarios municipales de Villarino de entregar un informe de tránsito falso,  que no consignaba el vehículo de los testigos. Aparicio refuta: “La geolocalización ubicó a los testigos ese día y en esa ruta. Podemos establecer que los testigos ese día pasaron”. Al cierre de esta edición, uno de esos testigos estuvo desaparecido durante 12 horas. Cristina cuenta a MU: “Fue un lunes. Él estaba siendo amenazado y hostigado desde el viernes anterior, por lo que tomó la decisión de irse. Le dejó dinero a la mujer y le pidió que por favor no se vaya de la casa, que se quede ahí, porque lo habían amenazado de muerte. Apareció en Buratovich, en un campo. Ahí la mayoría de los campos son de policías. Nos pareció todo muy extraño”. Los fiscales Heim y Azzolin solicitaron una guardia de Gendarmería Nacional para él, su esposa y su hijo. Cabe recordar que los nombres de los testigos habían sido divulgados por La Brújula y La Nueva Provincia, hecho denunciado por la familia. Y que no es la primera intimidación que sufren familiares y amigos: el cuñado de Facundo contó a la lavaca cómo policías lo detuvieron y lo quisieron obligar a declarar que Facundo estaba en Bahía Blanca. Sus amigos relatan que la policía los para y los sigue en la calle. La desaparición del testigo ocurrió el mismo día del peritaje en el que el perro Yatel marcó rastros de Facundo en dos patrulleros de la Bonaerense: el que manejaba González en Teniente Origone y el que conducía Sosa en Buratovich, el mismo de la foto donde Facundo está de espaldas. 

-Otros dos testigos afirman haber visto a Facundo “tirado” sobre la ruta 3.

-El policía Alberto González le tomó una foto al carnet de conducir de Facundo en Origone, a las 15:43.

-Un cabello coincidió con el ADN de Cristina encontrado en el móvil policial del mismo González.

-La vaquita de San Antonio, amuleto de Facundo, fue encontrada en Origone.

-La turmalina, piedra del colgante de Facundo, fue encontrada en el patrullero Etios y el otro fragmento de la misma piedra apareció en Origone.

Aparicio remarca: “Con estas pruebas, cualquier otro juez no duda un minuto en detener a todos”. Como contó MU en la cobertura del caso, el abogado Aparicio bien sabe de esta trama de impunidad por haber representado a la familia de Daniel Solano, el jornalero desparecido en 2011 en Choele Choel. Desde esa experiencia, observa: “Debería existir una especie de organismo de investigación independiente: un fiscal de Bahía Blanca no puede investigar estas situaciones que pasan en Bahía Blanca. Hace falta un fiscal que no conozca a nadie, que no tenga ningún tipo de vinculación, y que forme parte de una estructura distinta de la que está siendo investigada. Eso es lo que creo que se puede aportar. Porque entendemos que la sociedad está atemorizada, pero a veces pierde el miedo, se manifiesta, y las causas avanzan. En la causa de Solano vi a un juez, hijo de un ministro de la dictadura, salir corriendo de un juzgado. Eso nunca lo vi en mi vida. Lo que sí vi es corporativismo: en la justicia, en la policía y en la política. Por eso necesitamos un organismo que sea independiente del Estado”.

Un dato: el abogado de los cuatro policías sospechados –Sosa, Curuhuinca, González y Flores– es Sebastián Martínez, abogado del Municipio de Villarino y de su intendente Carlos Bevilaqua, quien en plena búsqueda de Facundo había propuesto investigar la “pista narco”. Cristina nunca recibió disculpas por esa acusación.

El semillero

A comienzos de 2020, Facundo había empezado a trabajar como bachero en Turmalina, el bello local de cervecería artesanal que su amigo Juano abrió en Pedro Luro, y donde también trabajan otros amigos. Juano tenía una banda con otro de los chicos del barrio y Facu iba a los ensayos. “Estaba en mi casa todos los días”, dice este joven de 30 años, que también puede dar cuenta de las amenazas y del acoso que sufrieron familiares y amigos por parte de la policía y del propio Estado: en noviembre le llegó una carta documento firmada por el secretario de Legal y Técnica de Villarino, Francisco Simonetti, intimándolo a pagar una multa de 221.976 pesos por pintadas en una marcha. La carta fue apelada y Juano entiende que forma parte de la intimidación, por eso quiere hablar: “El caso escaló a niveles impensados, y si de algo sirve nuestro testimonio es para que no vuelva a pasar lo mismo”.

Juano recuerda a su amigo con una voluntad única que lo llevaba a transitar un abanico de historias, como cuando se hizo cargo de la iluminación para el día de la inauguración: cuando las encendieron un cortociruito arruinó los planes. Lo recuerda entre risas, partidos de Playstation y música de Eminem, del que Facundo era fan. 

Franco Dominici, otro de sus amigos, lo conoció en la batucada, en la estación de Luro, punto neurálgico donde brotaban las actividades del Semillero Cultural, el colectivo de jóvenes al que pertenecían, y cuenta: “El lugar juntaba a muchos chicos que estaban separados del pueblo, de todas las clases sociales, de los dos lados de la vía. Esos cuatro años fueron muy lindos. Nos quedamos ahí hasta que después nos echaron”. 

La gestión de Bevilacqua desalojó las actividades del Semillero, y los hostigamientos policiales se acrecentaron. Los móviles se cruzaban en la cancha de fútbol que los propios jóvenes habían puesto a punto, y los insultaban. Cristina recuerda los días de ir con otras mamás a la comisaría a buscar a los amigos de Facu detenidos en esas razzias. “Era hostigamiento”, recuerda Franco. “No tratan de la misma manera a quien anda punta en blanco que alguien con visera, pantalones anchos y remeras de fútbol”.

La municipalidad también tapó dos murales que había realizado Facundo con el Semillero. Uno era por Santiago Maldonado. El otro quedó inmortalizado en una foto: Facundo está parado con un megáfono en la mano, un 24 de marzo, explicando lo que quería decir una frase que había escrito con sus manos: “Memoria, verdad y justicia”.

Por eso, sus amigos dicen que no dejarán de ir a las marchas: “Que se haga justicia”. 

Un año de soledad
Facundo salió a la ruta desde su casa en Pedro Luro camino a Bahía Blanca. Nunca llegó. Dijo que iba a ver a su novia. Su cuñado reveló a MU que recibió amenazas policiales para decir que lo había visto en Bahía: otro de los puntos que no cierran, y que no se investigan. Foto: Sebastián Smok

La enseñanza

Cristina cuenta que el 30 de abril conmemorarán el año de la desaparición de Facundo con una actividad cultural en la estación. Uno de los objetivos será poder recuperar ese mural, desde la alegría y la energía de su hijo, que Cristina encuentra en sus amigos. “Ellos siguen estando. En mi cumpleaños, el 6 de noviembre, ellos pasaron de a ratos. Siempre fue una fecha sagrada, porque estén dónde estén, mis hijos tienen que estar conmigo. Yo no me tomo vacaciones, por eso es la única fecha que se respeta. Pero el año pasado fue de terror: fue la primera vez que el Flaco no estuvo”.  

¿Qué ocurre cuando, en un caso con tanta cobertura, las cámaras se apagan?

Hemos tenido periodistas que nos han acompañado desde el comienzo y no nos han dejado solos. Pasa que en Argentina todos los días un muerto tapa a otro. Es terrible. Seguimos apoyándonos con papás y mamás en lucha. Estoy como en cinco grupos de WhatsApp: de Bahía Blanca, a nivel regional, a nivel nacional. Otro grupo de violencia institucional con todos chicos muertos en comisarías. Hay de todo y todos han muerto de distintas cosas. Es increíble que todos los días hay un femicidio, un gatillo fácil. Es una locura. Fijate que ya no hablan de la chica que mató el policía (por el femicidio de Úrsula Bahillo, en Rojas), porque al otro día apareció otro. Y al otro día, otro. Y así. Duele saber que todos los días sumamos un papá más en Argentina. Cuando las cámaras se apagan, quedamos nosotras, las familias, los más cercanos, y el seguir peleando. Queda el día a día, las reuniones constantes. Un día llegué 1:30 de la mañana de trabajar y me puse a ver los PDF que habían mandado mis abogados, enojada, porque cada escrito confirma que no mentimos en ningún momento. Me embronco cuando, como en el caso Solano, los policías siguen trabajando. Quizá te vas de vacaciones a Río Negro y te los cruzás. Acá no queremos que pase lo mismo, porque a Facu no nos lo devuelve nada ni nadie. Y tampoco queremos que nos maten a otro chico.

Con Santiago Maldonado estuvieron Sergio y Andrea. Con Luciano Arruga, Vanesa y Mónica. Con Daniel Solano, Gualberto. Con Lucía Pérez, Marta y Guillermo. Acá, estás vos. En todos los casos cambian nombres y geografías, pero se repiten procedimientos y denuncias al poder judicial. Y las familias teniendo que denunciar no sólo a los policías, sino embarcarse en nuevos procesos para pedir que aparten al fiscal del caso, a la jueza, además de iniciar procedimientos de denuncia en sus propios fueros. ¿Qué te lleva a pensar todo ese recorrido?

Estamos luchando contra gigantes. Lo dije desde un principio. Convencidos que hacen y deshacen, le taparon los oídos y le vendaron los ojos a la Justicia. No se lo vamos a permitir. Sería egoísta de mi parte pelear sólo por Facu: no sería la mamá de Facundo Castro si estuviera haciendo eso. No honraría la memoria de mi hijo. No podernos darnos el lujo de permitirlo. Tenemos que apoyar cada caso, y pelear, para que no nos pase como Gualberto: a mí me daba terror morirme esperando el cuerpo de mi hijo, mientras los policías condenados siguen libres porque no hay sentencia firme. Me daba terror que me pasara como Viviana Alegre o Norita Cortiñas, que hasta el día de hoy no pueden encontrar los cuerpos de sus hijos. Tenía pánico, porque yo sabía que a mi hijo le habían hecho algo y que no estaba con vida. Y cuando te ponés a analizar y mirás para atrás, te encontrás con todo lo que siguió: el entramado de encubrimiento. ¿En qué país vivimos? ¿Qué es lo que estamos esperando que pase para que esto cambie? Porque también quedan los que te dicen que el pibe fue y se ahogó, pero él nadaba desde los cuatro años. Cruzaba el río a nado. No me vengan a decir que fue un accidente: la autopsia descartó lesiones en la cabeza. A Facu lo mataron y sé que lo tiraron ahí. Sólo el 20% de las diatomeas pertenecen al lugar donde encontramos a Facu. Cuando la prensa se va, también somos nosotros los que quedamos aprendiendo e investigando.

¿Pensás que es necesario un equipo independiente para estos casos?

Sí, completamente independiente de todas las fuerzas. Me lo planteó Sergio Maldonado en su momento. Y que sea avalado la justicia, porque si lo hace un fulanito no sirve. Si no, las cosas no van a cambiar en este tipo de casos. En ninguno, porque en los femicidios tampoco. Es necesario y es urgente. Es necesario apoyar a las víctimas, pero mi cabeza hace mucho que da vueltas algo: a todo te dicen que no pueden. Un presidente de la Nación te dice que no puede. Un gobernador te dice que no puede. Si ellos no pueden, entonces que el pueblo decida: votemos una ley que ampare esto. Sabemos que Argentina se divide en tres partes, pero si las tres no están al mismo tiempo, y trabajan de forma dispersa como pasa siempre, no nos sirve a ninguno de los argentinos. Y si decidimos que es urgente un grupo especializado por fuera de cualquier tipo de fuerza, es porque los necesitamos. 

Pudiste reunirte con el Presidente. ¿Qué te quedó de esa reunión?

Nada. Yo no fui a hacer amigos, fui a buscar respuestas. Y no me las dieron. Al contrario, al volver de CABA veía que idolatraban a Berni y empoderaban a la policía, y me sentí frustrada de saber que eran las mismas personas que me recibieron. Así también recibieron a los papás de Úrsula: Berni fue a verla, la abrazó, y mientras la abrazaba su policía estaba reprimiendo a su familia y amigos. Conmigo hicieron lo mismo. No es ir y que te abracen para la foto. De mi parte, cuando me dijeron de la foto, les dije que no. No me interesa la foto con un presidente y un gobernador, me interesa que se haga justicia y se investigue. Son personajes de paso. Porque nosotros vamos a seguir luchando, no le vamos a dar el gusto a los asesinos de quedar impunes. Como sea, entre todos, de a poquito. Lo decimos hace mucho: la verdad surge por sí sola y la mentira necesita de muchos cómplices. Y acá los encontró, en todos los niveles.

No es común que el Presidente recibe a una familia.

Me lo dicen las mamás. “Cris, vos conseguiste que te vea, y de un día para el otro, diciendo el día que ibas a estar”. Yo lo llamé, me atendió y me pasó con su secretaria. Es doloroso que digan eso, saber que hay otras mamás a las que no le dan bola, sabiendo que asesinaron a sus hijos e hijas. Un presidente debería agendar un día solo para recibir familiares, porque es necesario. Y no alcanzaría. Es su gente. Hay tantas cosas para hacer para que no vuelva a pasar. En Luro, un pueblito chico, movimos mucho, pero no fui yo, fuimos todos, que nos unimos y dijimos “esto no es así”. Nos costó: o me quedaba tirada llorando o salía a pelear. Acá siempre dijeron que estaba haciendo política con Facu, que estaba lucrando, pero cuando Pietragalla (Horacio, secretario de Derechos Humanos) dijo que iban a poner una recompensa le dije que no: no quiero información, quiero que me digan qué pasó. Quiero que me digan cómo llegué hasta acá a presenciar una autopsia.

¿Recordás algo puntual de esa charla?

Lo más tatuado que me quedó fue el “no puedo”. No puedo esto, no puedo aquello. Esa sensación de amargura. Yo sé que sí puede. En tu trabajo, si ves que hay sectores que fallan, llamás la atención o los echás. Me dijo que no podía echar a Berni, que no podía conseguirme una cita con el procurador. Me lo terminaron consiguiendo por otro lado. ¿Viste que sí se podía? Cuando no podés es porque no querés. Lo único que no se puede es volver a una persona de la muerta. El resto se puede. Y hay que trabajar para eso.

¿Qué sentís que dejó Facundo a nivel social?

La lucha. Era el pibe que peleaba por los derechos humanos. Él era el que hacía política: el resto fuimos aprendiendo y siguiendo sus pasos. Te hablaba de desaparecidos, de las Madres, de la Abuelas, de las charlas. Como familia nos enseñó cómo se debía pelear. Con la ley de aborto, por ejemplo, me decía: “No se trata de que van a salir masivamente a abortar, mamá: es un derecho de la mujer”. Y así vamos recordando pasajes de Jóvenes y Memoria, de su paso por el Semillero. Yo no lo busco en el cementerio, yo sé que ahí están los restos de él, pero no su esencia: para buscarlo yo paso por la estación, cuando toco algún instrumento en la plaza. La gente me mira como si estuviera loca, pero su esencia está ahí. En este lugar, con sus amigos, que representaba la felicidad para él. Voy recordando también todo lo que charlaba en casa cuando le decía que no hable de política. “No es política, mamá, es historia”, me decía. Desde chiquito hablaba de la identidad. Él, desde los 16, se quería sacar el apellido Astudillo porque no se sentía identificado. “Facu, vos tuviste un papá”, le decía. Pero cumplió 18 e hizo el trámite para sacárselo. Me daba orgullo que dijera que quería ser Castro nada más. En mi familia después de que pasó todo esto empezamos a ver la vida de otra forma. Siento que no es que él nos estaba enseñando: nos estaba preparando. Como si el destino nos estuviera mostrando lo que tendríamos que luchar después.

¿Cómo te enseñó a luchar?

En masa. De forma colectiva. Levantando la voz y los puños. Nos enseñó a gritar, a pedir justicia desde la tranquilidad y desde nuestro lugar. A no quedarnos callados, porque si no te pasan por encima. Él peleaba por el Nunca Más. Fue uno de sus tantos murales, y así terminaba la frase diciendo para que la Argentina sea posible un Nunca Más. Pero sigue pasando, a pesar que nuestros jóvenes siguieron peleando. Esa veta de la dictadura no se ha cortado y sigue llevándose la sangre de los nuestro. Por eso seguimos, para que sea un Nunca Más en serio.

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