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La genética del modelo: agrotóxicos y daño en el ADN

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Madres y padres de Dique Chico, Córdoba, impulsaron una investigación, la comuna los apoyó, y el equipo de la doctora Delia Aiassa confirmó los datos sobre daño genético y presencia de glifosato en orina. Edad de los investigados: entre  5 y 13 años. Los resultados confirman una situación ya detectada en otras localidades de las zonas rodeadas de fumigaciones. Qué dice Aiassa sobre los detalles de este último estudio. ¿Qué es el daño genético? ¿Se puede prevenir y revertir? El significado de  su trabajo junto a las comunidades, mientras determinados “expertos” y funcionarios niegan la realidad. Por Anabel Pomar.

La genética del modelo: agrotóxicos y daño en el ADN
La doctora Delia Aiassa, en Córdoba: “El informe es un alerta. Nos está diciedo que determinado individuo u organismo está siendo expuesto a una sustacia que le está causando un daño en su material genético, y que eso puede desencadenar en una serie de enfermedades”.

El paisaje geográfico muestra un pueblo rodeado de campos. 

El paisaje humano muestra una población, empezando por la infancia, que enferma de males incomprensibles, ante madres y padres sumergidos en la desesperación. Hasta que aparece la información que confirma las peores intuiciones de la comunidad. 

Un estudio científico realizado por la doctora en Ciencias Biológicas, genetista e investigadora Delia Aiassa junto a su equipo, verificó daños genéticos en las 20 muestras realizadas en niñas y niños de entre 5 y 13 años de Dique Chico, localidad ubicada a 50 kilómetros de la capital cordobesa. Las 20 muestras fueron recolectadas en febrero de 2020, en momentos de alta exposición de la comunidad a plaguicidas genotóxicos. 

El resultado muestra que el 100% de los casos presenta un daño genético con un valor promedio que triplica a aquellos índices considerados “de referencia” (o “aceptables” si es que hay algo que pueda ser llamado aceptable en torno al daño genético) en la bibliografía científica nacional e internacional. La investigación se realizó por impulso de la Asamblea de Vecinxs Autoconvocadxs de Dique Chico, conformada en buena medida por madres y padres que no han encontrado en la justicia cordobesa respuesta a semejante problema, en tiempos en que tanto circula el concepto de “cuidados”. 

El daño genético es efecto de un ataque a nivel cromosómico que potencia el riesgo de padecer cáncer a mediano y largo plazo, así como enfermedades cardiovasculares, malformaciones en la descendencia y abortos a repetición, entre otras consecuencias. La Asamblea lo define así en un informe reciente: “Altos niveles de rotura en el material hereditario de las células de nuestros hijos («daño genético») dan cuenta de la exposición a agentes genotóxicos ambientales (agrotóxicos) y sus efectos concretos en quienes habitamos este pueblo del sur de Córdoba”.

El estudio también detectó la presencia en orina de glifosato y AMPA (su metabolito, o sea una degradación del glifosato) en 7 de los 20 niñxs analizadxs: un 35%. La doctora Aiassa es docente e investigadora en la Universidad Nacional de Río Cuarto, pero realizó la investigación de modo privado, a solicitud del grupo asambleario vecinal, solventada con apoyo de la comuna encabezada por Nilo Pérez. 

El “agente causante”

Delia Aiassa lleva más de dos décadas estudiando los impactos de toda clase de pesticidas en el material genético humano. 

¿Cómo leer los resultados de lo que se encontró en Dique Chico? La investigadora explica que un daño a nivel cromosómico es un marcador de riesgo, por ejemplo, de padecer enfermedades como el cáncer. “Es una alerta temprana. Nos está diciendo que determinado individuo u organismo está siendo expuesto a una sustancia que le está causando un daño en su material genético”, explica.

El origen de la investigación: “En el caso de Dique Chico fue el jefe comunal en persona quien se contactó para analizar niñas y niños. La logística estuvo a cargo de la comunidad. Además de los estudios que hicimos desde mi área sobre genotoxicidad, se hicieron análisis bioquímicos para detectar agrotóxicos en orina, en el mismo laboratorio en el que trabajo de modo privado”. 

Midieron entonces el posible daño, y la presencia de genotóxicos que pueden causarlo. “Exacto. Estos estudios logran señalar el agente causante. Si bien hay que aclarar algo muy importante, en las niñas y niños en donde se encontró daño genético y no presencia en la orina de glifosato, no quiere decir que la sustancia no esté. Solo indica, cuando no fue encontrado, que no estaba presente en el momento de la muestra”. 

¿Por qué podría no encontrarse? “Puede ser porque ya fue metabolizado o estuvo por poco tiempo, o porque ese organismo no reacciona del mismo modo que otros. Algunos cuerpos metabolizan más rápido. Todas y todos somos diferentes ante los tóxicos, tenemos una susceptibilidad y diferencias genéticas. Que no se encuentre un tóxico en un estudio no quiere decir que no esté presente. Por eso en los resultados se indica justamente eso, ‘no detectable’. Se detecta, además, hasta un cierto valor que permite el equipo que se utiliza. Entonces tal vez está, pero en menores valores”.

Explica la científica que los agroquímicos no permanecen demasiado en sangre, por lo cual es más consistente el estudio genético. “Los marcadores genotóxicos te alertan con un margen mayor que está sucediendo algo. Por ejemplo, analizando micro núcleos en mucosa se puede inferir que, en caso de ser positivo, esa persona estuvo expuesta a un agente genotóxico en los últimos 30 días. Si se estudian aberraciones en sangre de micro núcleos se puede detectar si esa persona estuvo expuesta en un lapso aún mayor que va desde los últimos seis meses al último año”.

Los agrotóxicos más utilizados en el campo provocan comprobados daños genéticos. Otros agentes más conocidos son el humo del cigarrillo, el alcohol, algunas medicaciones, los rayos X. “Estudiar niños es un material muy interesante porque no fuman, no toman alcohol, por lo que se pueden descartar muchos agentes genotóxicos. Reduce la cantidad de factores de confusión a la hora de analizar resultados”.

¿Qué hacer? 

¿Qué significa en la salud de ese grupo muestreado encontrar daño en el ADN? “Si eso se prolonga en el tiempo y no se revierte esa situación, pueden presentarse situaciones adversas para la salud, problemas reproductivos que son los que más se están viendo, abortos a repetición, descendencias con enfermedades poco frecuentes que ahora se dan más, infertilidad, y en las células del cuerpo se le puede producir una neoplasia (masa anormal de tejido) o algún cáncer que derive de esta inestabilidad que tiene el genoma”. 

El resultado: “Cuando estuve en el Hospital Garrahan me explicaban que cuando atendían menores de pueblos pulverizados tenían muchos problemas de tumores en el sistema nervioso central y leucemias, que son documentadamente producto de la exposición”.

¿Y qué se puede hacer con esas víctimas de daño genético? “Si antes de que se cause la enfermedad, se quita el agente genotóxico que provoca esos daños en el material genético, la enfermedad se puede evitar. Se puede prevenir la situación de enfermedad. Nuestras células se reparan al eliminar el agente externo. Nuestro organismo regenera las células y elimina las dañadas”. 

¿Pero qué pasa si esas células se mantienen expuestas en el tiempo a ese agente genotóxico? “Los mecanismos de reparación empiezan a fallar, o se rebasan”. El final del proceso es el que le comentaron a Aiassa en el Garrahan. 

No le sorprenden, cuenta, estos resultados encontrados en Dique Chico. En su amplia carrera ha realizado muchos de los estudios que se conocen sobre el tema con similares resultados en distintas localidades rurales de Córdoba (Río Cuarto, Las Vertientes, Marcos Juárez, Saira, Rodeo Viejo y Gigena, entre otras reflejadas en la MU 77 Genes el peligro). 

Evidencias y persecución

Le preocupa a Aiassa que estos estudios no sirvan para lograr que se alejen los plaguicidas genotóxicos de las comunidades. “Es una sensación de impotencia. Tienen todas las evidencias y miran para otro lado. Nosotros llegamos hasta ahí. Hacemos el diagnóstico y brindamos los informes de la manera más clara. Pero no tenemos el poder de decisión de cambiar esa situación. Las decisiones las tienen que tomar los ministerios y secretarias de salud. ¿Por qué no lo hacen? No lo sé. Ante la evidencia no se hace nada y además tenemos escollos para seguir o profundizar nuestro trabajo. Cuando salió el primer relevamiento que mostraba estos daños en niños, tuvimos una auditoria del Ministerio de Salud de Córdoba en la Universidad. Dijeron que era una auditoría general, pero pidieron solo mi estudio”. 

¿Ese Ministerio debería realizar monitoreos socioambientales y controles epidemilógicos en los pueblos en los que se detectaron daños genotóxicos? “Entiendo que sí, que lo hace o lo hacía –explica Aiassa–. Pero la toxicóloga encargada de ese programa sostiene que el glifosato es inocuo. Que no provoca daños. Si arrancan desde ese lugar, ¿qué seguimiento pueden hacer? Nadie quiere encontrar enfermos. Pero si desde el vamos se dice que no pasa nada, no se va a encontrar nada”. 

El país jardín de infantes

El estudio del equipo de la doctora Aiassa en Dique Chico complementa y profundiza uno anterior, de 2018, que arrojó que 6 niñxs asistentes a la escuela Bernardo de Monteagudo y el Jardín de Infantes Mariano Moreno (ubicados en Bajo Chico) presentaban daño genético.

Tras esos primeros resultados, gracias a la organización vecinal y pese al continuo embate del lobby del agronegocio, se logró una medida cautelar que impide la aplicación o fumigación con agrotóxicos, pero solo en un radio de 500 metros alrededor de la escuela, y no para toda la comuna como pedían las y los vecinos.

La asamblea Vecinxs Autoconvocadxs denuncia que siguió siendo pulverizada en sus hogares. La consecuencia vuelve a evidenciarse en los daños en la salud que exhiben estos nuevos estudios.

Dique Chico tiene unos 300 habitantes. Esa escala permite que todos se conozcan y todo se sepa: las dos pobladoras que murieron de cáncer en este último tiempo o la vecina que tiene cáncer de útero, por ejemplo. La asamblea descarta otras hipótesis: “Acá no hay otra contaminación ambiental, ni industrias ni basurales. Pero sí mucho glifosato”. Esteban José es el papá de una de las niñas que integró el grupo estudiado. Dice a MU: “Sabemos lo que pasa porque lo vivimos. Estos estudios nos permiten visibilizar la situación y esperamos que sirvan para que todos esto no caiga en esa especie de pozo judicial, donde todo parece que se pierde para que nada cambie”.

Tuvo que mudarse a otra pequeña localidad a 10 kilómetros para evitar las constantes pulverizaciones a 200 metros de su casa. El punto límite para Esteban fue conocer los resultados de 2018. Al enterarse de que dos niños vecinos de su cuadra tenían daño en el ADN, entendió que los tiempos judiciales no garantizaban la vida y la salud a su hija, ahora de 8 años. Pese a ese alejamiento, según este nuevo estudio el ADN de la niña sigue dañado”. 

Emilio Saavedra se mudó en 2016 a la comuna con su señora y su hija, desde Córdoba capital: “Me vine a vivir a un lugar más natural y tranquilo”, bromea. “Es común despertarse por el olor a agrotóxicos. A 300 metros de mi casa hay cultivos transgénicos, rotan soja y maíz. Antes las aplicaciones se hacían en horarios diurnos, ahora se esconden para pulverizar durante la noche. Los mismos productores que usan esos venenos viven acá e inclusive fueron a ese colegio pulverizado. Muchos tienen familiares fallecidos por cáncer, pero dicen que lo que ellos hacen no tiene nada que ver”. Nuevamente, los estudios de la doctora Aiassa desmienten esa percepción.

“Desde el 2017 estamos intentando frenar las pulverizaciones” cuentan, explicando que se está poniendo en riesgo además un recurso vital. “Por aquí pasa el Canal Los Molinos-Córdoba (a unos 2 kilómetros al este de Dique), el agua que lleva ese canal es el agua potable de la ciudad de Córdoba. Como no es considerado vía fluvial no tiene ninguna restricción de metros y atraviesa zonas rurales hasta la planta de toma de agua en Bower, fumigada en todo el trayecto” ilustra Emilio que conoce la situación de la zona productiva y la exposición constante en cada poblado. “Yo era docente en Educación Tecnológica y fiscalizaba las ferias que se hacían en los pueblos. Me tocaba viajar mucho por todas las escuelas rurales. Un día se me ocurrió preguntar, en una escuela que estaba pegada a un campo fumigado, por qué no hacían trabajos en la feria sobre la aplicación de agrotóxicos, impactos en el agua, y demás. La respuesta fue: de ese tema no se habla porque de eso vivimos”. 

Por eso el planteo: “Estas investigaciones y nuestra causa judicial les golpea los intereses económicos a personas que valoran más los negocios que la vida”.  

Dique Chico continúa su movilización, con el respaldo que además le dan los relevamientos científicos. En su más reciente comunicado la asamblea describe la situación: 

“El agronegocio y el Poder Judicial deben explicar entonces: ¿Qué hace un agrotóxico –categorizado por la IARC-OMS como probable cancerígeno– en el cuerpo de nuestros niños? ¿Cómo explicar que hace más de 4 años la justicia de Córdoba tuvo entre sus manos la posibilidad de proteger sus derechos y los nuestros; y para no alterar el statu quo del poder, mantuvo el secreto a voces suspendiendo la única herramienta de protección que velaba por nuestra vida y nuestra integridad como seres humanos? 

Otros tres párrafos de ese documento que no es sobre Dique Chico solamente, sino sobre la actualidad: 

“Aquí estamos madres, padres, familias enteras para dar esta batalla, poniendo la vida en el centro por sobre los intereses económicos y la naturalización de un modelo que pone a la humanidad toda en riesgo”.

“Denunciamos al Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Provincia de Córdoba y a sus agentes fiscalizadores, por la complicidad y protección de los intereses del agronegocio en nuestro pueblo, en detrimento de la salud de toda la población, incluidos aquellos más vulnerables: nuestros hijos”.

Por ellos, por todos, les decimos: Jamás tendrán la comodidad de nuestro silencio”.

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Aguas que no has de beber: agrotóxicos y contaminación en Lobos. Informe especial.

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Luego que un estudio revelara la contaminación con agrotóxicos en Lobos, la Justicia ordenó al Municipio a entregar bidones de agua en escuelas, centros de salud, clubes y casas de vecinos y vecinas. El fallo también intima a garantizar el derecho al agua potable, su saneamiento y un abordaje a la problemática. Compartimos este informe especial, publicado en la edición 160 de MU, donde contamos cómo vecinas y vecinos de siete organizaciones se organizaron (incluso con un bingo) para pagar un estudio del INTA que reveló la presencia de 22 plaguicidas en altas concentraciones en las redes y pozos de agua domiciliaria, plazas, suelos, napas subterráneas y hasta en la lluvia. Lo que dicen los concejales que aún no firman una ordenanza para restringir fumigaciones y promover la agroecología. Hablan el presidente de la Sociedad Rural local, la directora de Medio Ambiente, la científica del INTA Virginia Aparicio. La historia de un ex aplicador, la asamblea ciudadana, y las familias afectadas que buscan que el paraíso no se convierta en una de terror. Por Francisco Pandolfi.

Esta nota forma parte de la edición 160 de MU que hicimos gracias a nuestrxs suscriptorxs. #HaceteCómplice acá.

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No binarismo: autogestión de la identidad

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