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Ventanas

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Crónicas del más acá, por Carlos Melone.

La Comarca Serrana se denomina a una zona particularmente bella de la provincia de Buenos Aires como es Sierra de la Ventana. 

Allá fuimos en busca de unos días que nos separaran de la vida de lujos, excesos y desenfrenos que siempre ofrece el Conurbano.

Nos instalamos en una pequeña localidad llamada Villa Ventana, paqueta, bellísima, cuidada y con precios de Luxemburgo. Como corresponde a un forastero, fuimos a la oficina de turismo que corona la entrada a la Villa para ponernos en tema de posibilidades y oportunidades. 

Una señora elegante, correcta, con la simpatía distintiva de un cactus, dibujó unos trazos rápidos de horarios y lugares sobre un mapa que tenía serios problemas de escala. Mientras explicaba velozmente, intercalaba cada tres oraciones una invitación a ver la página en Facebook “donde estaba todo”.

La susodicha parecía boicotear su propio trabajo o tenía un día de esos en los que el Universo es un lugar detestable. Después sabríamos (además) que la conectividad en la Villa era frágil, por lo que Facebook las pelucas…

Dimos unas vueltas de rigor por la Villa y luego nos enfocamos en el senderismo.

Mi tránsito montañista fue corto. Mi rodilla recientemente reparada me informó que el único senderismo que puedo hacer es por una peatonal de la Pampa Húmeda. Estoico y silente me senté a tomar mate, mirar la sierra y leer mientras nuera e hijo pastoreaban por la naturaleza agreste.

La resignación deportiva es madre de la cultura: me leí un libro maravilloso, Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi.

Otro día nos dirigimos a Villa La Gruta, una villa turística cercana, en pleno desarrollo, que tiene una iglesia dedicada a la Virgen de Fátima en una elevación. Un mamotreto modernista con un enorme techo de chapas de zinc versión Premiun que rompe la mirada sobre la belleza serrana. La rompe mal ya que uno recorre con la vista el verde marrón de la serranía y de repente se le aparece un bodoque gris metalizado

Nada en contra de la Virgen y los creyentes. Habría que considerar algún suplicio al arquitecto.

Dando vueltas por allí descubrimos una señalización que indicaba “Circuito Chico” y “Circuito Grande”. Nuestra espinosa orientadora turística no los había nombrado ni en código morse y en el mapa figuraban confusamente: estaban trazados pero no estaban nombrados. Misterios cartográficos.

La ya mencionada escala fallida hacía que mi nuera, que era mi navegante, emitiera adjetivaciones e imprecaciones, todas de una tonalidad púrpura.

Tras una breve deliberación, nos metimos a realizarlos. 

Rutas de tierra muy amplias, en excelente estado y carteleras flamantes, austeras en cantidad, que informaban sobre vistas, animalitos y accidentes geográficos.

Ambos trayectos solos. 

Ni un paisano a caballo. 

Un paisaje delicado en colores, matices y formas. Es la nota de la región: ausencia de espectacularidad; presencia de detalles.

Las legendarias vacas de las redacciones escolares infantiles están  empujadas a espacios entre la alambrada y la banquina para pastorear o en potreros pequeños (un fenómeno que veríamos en otros lugares). 

La frontera agrícola crece sin desmayo.

Cruzamos estaciones ferroviarias abandonadas, un paisaje doloroso que se repite a lo largo de toda la Argentina. Algunas de ellas ocupadas por empresas agrícolas que usan parte de las instalaciones y otras por pobrerío que encontró un lugar donde vivir.

Llegando a una de ellas (Estomba) hay un cruce de caminos y allí, la sorpresa: una escuela abandonada. 

La edificación tipo chalet californiano, con techo a dos aguas y entradas con arcadas románicas, una edificación clásica de escuelas rurales.

Sin puertas ni ventanas, el techo, las paredes y los pisos se encontraban en un estado más que aceptable. 

Un molino de aspas incompletas y dobladas en lo que alguna vez fue el patio, el pasto algo crecido pero no yuyal.

Había marcas de disparos en algunas paredes, posiblemente de cazadores practicando tiro al blanco. Que gente tan simpática, sensible y tierna son los cazadores, ¿no?

Los ambientes tenían tierra y cascotes pero no había basura de residuos humanos. 

Era evidente que hacía un tiempo que estaba abandonada y nadie se había permitido una estadía de ningún tipo.

Hacía frío y estaba nublado lo que reforzaba una ambientación fantasmagórica.

Un cerco pequeño de material rodea la entrada y un enorme árbol alguna vez protegió a chicas y chicos jugando. 

Increíblemente, en la cima del mástil aún flameaba un jirón de la bandera. Ni siquiera se habían llevado la bandera.

Parecía que hubiesen salido corriendo, huyendo de alguna monstruosidad.

O se hubiesen ido con indiferencia abúlica, desapegada de todo.

He visto escuelas en estado de abandono.Jamás había visto una escuela abandonada.

No se trata de imaginar criaturas con guardapolvos corriendo y escuchar ecos de sus voces como en un mal cuento de terror. O de irritarse “porque en este país…” y empezar la enumeración de una gramática tan estúpida como infame…

Era una sensación inefable. Posiblemente estupor.  Seguramente tristeza.

Después me informaría de poblaciones que migran, de empresas que se trasladan, de las vidas que flotan como pueden en mares salvajes…

Subimos al auto en silencio. Y transitamos unos bellos kilómetros muy lentamente, entre siluetas serranas que hace siglos están allí y seguirán estando, arroyos que se cruzan una y otra vez, sinuosos e incansables.

En silencio. 

No había nada que decir en el país donde termina el continente y terminan las palabras.

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Modo coima. El camino de Martín Negri, de Leandro Aparicio

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Un ingeniero inspector del organismo que debe controlar la contaminación de las empresas en suelo bonaerense se suicida y deja 500 horas de grabaciones en las que desnuda una trama de corrupción, desidia y caja negra en el Polo Petroquímico de Bahía Blanca. El abogado de los casos de Daniel Solano y Facundo Castro, que acompañó a Martín Negri en sus denuncias por contaminación, realizó un documental-ficción impactante, premiado en Panamá. Por Lucas Pedulla.

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¿Qué pasó con Arshak Karhanyan? 3 años sin respuestas

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Hoy se cumplen tres años de la desaparición de Arshak Karhanyan. Volvemos a compartir esta nota para insistir con una pregunta: dónde está.

El efectivo de la Policía de la Ciudad desapareció hace tres años y los presuntos sospechosos, para la querella, son los mismos que custodiaron las principales pruebas del caso desde el comienzo. Las sospechas de complicidad policial y judicial, en otra desaparición en democracia. Por Facundo Lo Duca.

¿Qué pasó con Arshak Karhanyan? 3 años sin respuestas
Fotos: Lina Etchesuri
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MU en Pergamino: la capital del veneno

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El INTA confirmó la contaminación de las aguas; hospitales como el Austral detectaron los agrotóxicos en los cuerpos de pacientes de Pergamino, y la comunidad logró fallos ejemplares de la justicia. Los detalles de casos que merecerían figurar en una serie de terror, pero forman parte de la realidad cotidiana. Desde el cáncer hasta la sojización de las cabezas, empresarios, medios y gobierno coinciden en un silencio sin grieta. La mirada hacia el futuro de vecinas y vecinos que se defienden organizándose, y la inauguración de nuevos modos de producción sanos. Por Francisco Pandolfi.

MU en Pergamino: la capital del veneno
Con el cartel, Sabrina Ortiz, contaminada de agrotóxicos, que se recibió de abogada porque no encontraba quien la defendiera. Fotos: Nacho Yuchark
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LA NUEVA MU. La vanguardia

La nueva Mu
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