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De encuentros y desencuentros: por dónde pasa la nueva agenda feminista
En otro año sin Encuentro Nacional de Mujeres, hablamos con quienes no abandonaron la calle, las puebladas, la denuncia por medidas concretas, el reclamo de emergencia por los femicidos, la lucha contra la impunidad. Los nuevos derechos y las nuevas revoluciones que vienen a sacudir el –supuesto– parate de la pandemia y la cooptación de los discursos y las prácticas. Por Anabella Arrascaeta.
El edificio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación está vallado. Y cerrado. En las escalinatas hay parados diez policías. Sobre las rejas, una al lado de otra, las fotos de Lucía Pérez forman una larga fila. Su mirada apunta a la calle Talcahuano donde sobre el cemento se están pintando los nombres de mujeres, travestis y trans asesinadas. En el centro, aúlla escrita otra palabra: “justicia”. A cinco años del femicidio de la joven marplatense, los carteles exigen nueva fecha de nuevo juicio y fecha del jury a los jueces que pretendieron consagrar la impunidad en primera instancia.
El cielo está gris, hace frio, y la calle está caliente: lo siente el cuerpo al sentarse sobre el asfalto. A las cuatro de la tarde se arma una ronda que deriva en una especie de asamblea de treinta personas se dispone a escucharse. Hay integrantes de la Asociación de Trabajadorxs del Estado (ATE), de la CTA Autónoma, de Metrodelegades, de los colectivos Nosotras Proponemos, Historias Desobedientes y Fin de Un Mundo; hay también periodistas, fotógrafes y personas autoconvocadas. Mientras tanto, en Mar del Plata se marcha y en La Plata hay otra asamblea.
La palabra circula una a una, sin pausa.
Es feriado, 8 de octubre, y este fin de semana largo debería haberse desarrollado el Encuentro Plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis, trans, intersex y no binaries en la provincia de San Luis.
No sucedió, pero acá estamos.
Pandemia de femicidios
“Acá, el año pasado no existió la pandemia porque fue el año que más movilizaciones tuvimos, sobretodo en el octubre de cinco femicidios en 40 días”, dice Miriam Morales desde Jujuy. “Había una convulsión social muy grande que movilizó a gente que jamás había marchado, sobre todo las jóvenes. Se organizaban en barrios. Había mucha movilización espontánea”.
Miriam Morales es una de las fundadoras de la Multisectorial de Mujeres de la provincia y define lo que pasó como “una pueblada” que no tuvo repercusión a nivel nacional. “Acá estaba todo explotado e incendiado y eso no llegó a Buenos Aires: debería haberse hecho una jornada nacional. Eso no sucedió y (el gobernador Gerardo) Morales se recompuso de esos golpes, porque nosotras señalamos claramente a los responsables: el Ministro de Salud con sus declaraciones culpabilizando a las víctimas, la presidenta del Consejo Provincial de la Mujer que hacía puro marketing, y el gobernador”.
Mientras marchaban y marchaban organizaron un encuentro de promotoras territoriales. Lo hicieron aún en plena pandemia: “A nosotras nos superaba la pandemia del femicidio”, dice Miriam y cuenta que participaron 15 organizaciones: “Fue muy amplio, pero no tan heterogéneo como son los Encuentros”. Relata que su mamá estuvo en el primer Encuentro en 1986, y ella participa desde hace más de veinticinco años; su hija fue por primera vez en 2019 a La Plata, el último presencial hasta ahora. “Nosotras aprendimos a organizarnos con la forma de los Encuentros: de manera horizontal y democrática. Si bien algunas estamos desde un principio, no hay una cuestión verticalista. Nos han enseñado, más que nada, a que circule la palabra, y a que se pueda expresar hasta la última compañera”.
Este año tampoco hubo Encuentro, pero no dejaron de estar en la calle. Miriam prefiere no llamar “encuentro feminista” porque dice que “no van solamente feministas, va quien quiera ir y volver distinta, y probablemente vuelve feminista”. Desde las calles entiende que la gran bandera que debe levantarse es la de poner freno a la violencia femicida. “El tema siguen siendo los femicidios y la violencia de género. Debería pensarse como agenda común de los feminismos pero el problema es político. No se está pudiendo por una cuestión política, porque para quien está junto a las mujeres, sobre todo las organizaciones en los barrios, está a la vista que es la gran necesidad que tenemos. Desde la Multisectorial de Mujeres empezamos en 2007 con el pedido de Declaración de Emergencia, las cifras siguen siendo una muerta por día en Argentina, y esta situación merece un shock de medidas mucho más fuertes de lo que se está haciendo”.
En Jujuy lograron que se sancione la Ley de Emergencia y que la misma lleve el nombre de Iara Rueda, la joven asesinada en Palpalá (ver MU 157: La máquina femicida), pero denuncian que no tiene presupuesto.
La falta de cuerpo
“El Encuentro viene a marcar la agenda del resto del año y del año siguiente, y eso nos está faltando hace dos años”, dice a MU Natalia Tangona, de la Mesa Marcos Paz por el Derecho al Aborto que estuvo en el encuentro regional que se hizo en La Plata, una de las convocatorias que se replicaron en distintos puntos del país. Lo que vio: “Estamos medio segregadas, muchos espacios han perdido militantes, se ha perdido la contundencia de la convocatoria. Además nos faltan las marchas. Hay ausencia de encuentro feminista en las calles. Se ve también en el marcar agendas comunes. Estamos cada una metida en su territorio, lo cual por un lado es positivo, porque a veces perdemos el eje de lo cotidiano de cada territorio, pero nos falta la conexión, unir todas estas cuestiones, enlazarlas para avanzar en masa. Tenemos que volver a armarnos de estrategias de encuentro. Falta cuerpo porque además la virtualidad condiciona el debate y el diálogo: todo queda como una ponencia, cada una expone lo suyo. No es lo mismo”.
En 2019, en La Plata, donde se estimó que hubo medio millón de personas, el pedido de la urgente Ley de Aborto Legal, Seguro y
Gratuito fue un estruendo. Un año después fue ley. Pero en agosto de este año una mujer murió a causa de un aborto clandestino e inseguro. Fue justamente en Marcos Paz, a 60 kilómetros del Congreso de la Nación. La mujer vivía en una zona rural que no tiene nombre, a 30 cuadras aproximadamente del Hospital Municipal donde funciona un equipo de acceso a abortos legales. “Lo primero que pensamos cuando nos enteramos fue: en otro momento hubiéramos salido a prender fuego todo. Venimos de dos años de laburar muchísimo el territorio, y de construir un equipo interdisciplinario con perspectiva de género en el hospital”, cuenta Natalia.
“Lo que falló no fue el hecho de que no hubiera posibilidad de abortar en Marcos Paz sino el sistema sanitario en su construcción y en su concepción. Esta mujer no quería ir al hospital, no quería que quedara registro, tenía miedo de ir, de acceder a la salud pública. Tanto tiempo peleando una ley para que el aborto fuera gratuito y seguro en el hospital público y no nos pusimos a pensar que podía haber gente que no iba a querer ir al hospital. Fue muy doloroso. Tomás dimensión de lo que falta y de lo complejo que es, no alcanza un equipo interdisciplinario en el hospital, no alcanza con pegar carteles en el centro de la ciudad. Se necesita un cambio del modelo médico, de la visión de salud que se tiene en el municipio”.
Para Natalia ese cambio empieza con “voluntad política” la cual ve “muy difícil en estos territorios rurales, muchas veces conservadores. No conciben a la salud como derecho humano, tienen una mirada de un servicio que se da a quien te aporta un voto, y en tanto no se considere a la salud sexual reproductiva y no reproductiva como un derecho, tendremos que seguir remando en dulce de leche”.
Cuando tras la muerte se reunieron con el Municipio, la respuesta que recibieron fue evasiva: “Dijeron que los excedía porque fue la mujer la no quería ir al hospital. Pero no hay un cuestionamiento sobre el porqué de esta situación y sobre que el Estado tiene que ser garante de derechos”, reflexiona. Mientras tanto, reciben en promedio 1 o 2 consultas por día al whatsapp que impulsaron desde la Mesa Marcos Paz por el Derecho al Aborto por embarazos no deseados en pandemia.
Se reunieron también con el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires donde notan voluntad política pero también límites concretos de acción: entienden que “el cuello de botella para todas las políticas públicas son los municipios: son niveles distintos de interpretación y aplicación de las políticas”. Con el Ministerio hablaron además del femicidio de Vanesa Carreño, asesinada por su ex pareja Carlos Soruco Fernández delante de sus hijes de 5 y 3 años, en febrero de este año. “Ocurrió a pocos días del femicidio de Úrsula Bahillo en Rojas. Allá se instalaron un mes, pero acá no vino ninguna funcionaria del Ministerio”. Vanesa era boliviana, y su femicidio, dice Natalia, “dejó a la vista la falta de perspectiva intercultural que hay en la política de género. A las compañeras bolivianas no las entienden, no se animan ni a ir al hospital a hacer una constatación de lesiones. Se tienen que enfrentar al poder hegemónico médico y al poder hegemónico y discriminador que hay en la comisaria”. Les hijes de Vanesa están con su abuela, una mujer de más de 70 años que debió salir a trabajar a las quintas de la zona para poder darle leche a sus nietes.
Pañuelo y ¿transformación?
“Las mujeres que asistieron las 11 millones de personas que fueron a los comedores del país no pudieron parar o guardarse”, dice Vanina Biasi del Partido Obrero y del Plenario de Trabajadoras desde donde impulsaron encuentros regionales junto a otras organizaciones. ¿Qué lee del presente? “Hay un gran sector que se llena la boca de feminismo pero escuchar, indignarse, volverse sorora con la otra: eso no lo veo. Al contrario, hay un intento de callarlas, de silenciarlas. Por ejemplo a las mujeres del movimiento piquetero, el sector que más se movilizó, a quienes la situación las empujó a estar en la calle”.
Para Vanina la experiencia de la construcción común que fue la ley por el aborto no tiene “muchas posibilidades hoy de reconstruirse”. Alerta: “Quizás ayuda a separar la paja del trigo. No le quiero dar una carga solamente negativa a esta situación. Hay una parte de ellas que hoy gobiernan con mucho pañuelo verde y pocas políticas que transformen. Tenemos otras agendas que parece que no reúnen tantos consensos como el aborto legal que igual nos costó 35 años de lucha y 2 millones de personas en la calle”.
La agenda que debería impulsarse, según Vanina, es diversa. Enumera: el ingreso salarial de las mujeres, el hambre y la pobreza, los salarios de las trabajadoras de casas particulares, la implementación efectiva de la ley de Educación Sexual Integral, la separación de la Iglesia del Estado y el abuso sexual en las iglesias. “Ojala construyéramos la agenda común más amplia que se pueda detrás del programa que defiende a las mujeres de este país y no agendas minoritarias que solo representan a pocas con las que intenta distraernos el gobierno nacional”, sueña. “Tenemos el enorme desafío de lograr instalar una agenda que represente a una mayoría de las mujeres, y para eso tiene que ser una agenda de clase”.
Discutir desde adentro
“Es difícil la construcción de lo común cuando no están todas las voces”, dice desde Salta Carla Morales Ríos, artista y activista trans. “Acá a la gente le cuesta hablar, hay que juntarse, animarse, acompañarse un montón. Por ejemplo la ley de cupo laboral trans: no entró nadie a trabajar. ¿Qué hacemos con las leyes que siguen saliendo y no se implementan? Hay que exigirle al Estado, y para poder hacerlo tenemos que juntarnos nosotras: la construcción es con las compañeras”.
Carla denunció junto a Juan Carlos García al ex sacerdote Emilio Raimundo Lamas por violaciones en la parroquia de Rosario de Lerma, Salta, cuando eran niñxs. Recientemente la Corte de Justicia de Salta falló a favor de la prescripción de estos delitos garantizando la impunidad. Carla sintió un gran silencio alrededor del tema, pero no la detiene. “Decidí llegar hasta el final. Quiero llegar a un juicio para que Lamas y los jueces estén escuchándo mi verdad”.
“Acá el feminismo del oficialismo está bastante callado”, dice. “Hay un miedo a hablar en contra de Fernández. Cuando estaba Macri yo decía: ‘tiene que venir Fernández’, pero no por eso me voy a quedar callada. Hay que interpelar a las compañeras del Ministerio de Mujeres y Género donde hay un presupuesto que no se está usando y en Salta, por ejemplo, las condiciones de les compañeres trans es pésima. La desigualdad, la precariedad, el catolicismo es mucho más grande acá. Y el oficialismo se calla”.
Carla no se veía representada en los políticos y políticas y tomó la decisión, en la previa a las PASO, de ser candidata. “No hay representatividad y eso significa que de acá a 4 años no voy a tener quien me represente y eso para mí es un problema enorme: es gente que no me ofrece ni da nada”. Se presentó entonces ella misma como candidata a diputada nacional por la provincia de Salta por el Nuevo MÁS y aunque no llegó a la cifra necesaria para participar de las generales, obtuvo 4.000 votos que la motivan a seguir. “Pensar una transformación desde adentro es empezar a buscar otras formas. Discutirlo todo, también la política, y también desde adentro”.
La clase del género
Cuando Silvia León, secretaria de Género de la CTAA Nacional y parte de ATE habla con MU lo hace desde el Encuentro de Mujeres y Diversidades de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE). “El feminismo nos nutre a nosotras como dirigentes de las organizaciones sindicales, en la lucha de clase. Nos nutrimos con la lucha que construimos con las compañeras en los feminismos”.
Para Silvia es importante poder construir una agenda desde las trabajadoras transversalmente con todas las centrales sindicales. Desde esa perspectiva considera central “la posibilidad de tener trabajo, empleo y jubilación con salarios dignos” para poder construir vida digna y autonomía. Silvia define lo importante como “terminar con todo tipo de violencia que genera este modelo patriarcal y capitalista” por eso enumera entre los temas que las atraviesan: los femicidios, los cuidados, las violencias laborales, la violencia institucional y la violencia política, también dentro de las propias organizaciones, y un cambio del modelo productivo que incluya la defensa de la vida, la defensa del territorio, del medio ambiente y los cuerpos.
“Se requieren políticas públicas más profundas de las que se están llevando adelante, con presupuesto y que incluyan una reforma de la justicia”, dice Silvia que participó en la previa del Día de la Lealtad de un encuentro de mujeres sindicalistas. “Ahí vimos que el trabajo y el hambre son agendas comunes. Desde el feminismo tenemos que volver a ver como aglutinamos y reconstruimos”.
Silvia forma parte de un espacio afín al gobierno por eso no esquiva el “atravesamiento político” sobre el que dice que hay que “saber cómo surfear, poniendo en agenda, priorizando nuestros intereses de clase y de género por sobre las tensiones políticas. Una parte de los feminismos están ligados a la gestión pero son conscientes de los límites de la gestión en la medida de que no construyamos masividad en la calle, ese consenso se va amasando lentamente en el feminismo”.
Marca también un punto de inflexión en lo que fueron las elecciones primarias. “Resultaron un alerta para repensar los límites de la gestión”, dice y agrega que después de las elecciones de noviembre confía en que se pueda “construir agenda común y nuevas epopeyas callejeras que nos unifiquen: la fuerza popular se construye en la calle”.
Violencia en el trabajo
Leonor Cruz, Secretaria de Género de la CTAA Tucumán e integrante de la Multisectorial de Mujeres y Diversidades de Tucumán, habla desde la provincia que gobernaba Manzur antes de su desembarco como Jefe de Gabinete. “Por supuesto que no ha caído bien”, dice y relata por qué: “Tucumán sigue haciendo responsable al Estado de muchos de los asesinatos y desapariciones que hubo y hay en nuestra provincia. Pero creo que ahí la estrategia es superadora porque a Manzur se lo puede convocar y él puede ir, pero el tema es que el movimiento no se quede callado con eso”. Sobre si se sintieron acompañadas desde el resto del país Leonor dice: “Tucumán es una provincia especial. Siempre nos ha costado poder instalar nacionalmente algunas agendas, por ejemplo Alperovich. Mucho del movimiento se quedó callado y después habló. Sobre Bussi nos decían ‘me enteré ahora’, hagamos algo. Pero el movimiento siempre acompaña, de alguna manera o de otra”.
Desde las calles de la provincia alerta sobre cuáles son las agendas que marcan el pulso de los feminismos: “Una de las cuestiones que está atravesando fuertemente la agenda de Tucumán tiene que ver con los femicidios y la justicia. Y otro tema que venimos denunciando son los abusos en el poder, y la impunidad que el poder tiene: tenemos un Alperovich, un Bussi, y bien gracias”.
Leonor suma también su mirada de sindicalista: “Ahí la agenda tiene que ver con la participación real de las mujeres en los cargos: paridad, toma de decisión, espacios políticos. Ahí el movimiento sindicalista ha podido unificarse más allá de cualquier interna”.
Otros temas urgentes que nombra Leonor: reforma judicial, cuidados, precarización laboral y la violencia dentro de los espacios de trabajo. “Hoy las más precarizadas somos las mujeres, y ni hablar las diversidades”. ¿Se cumple el cupo laboral travesti trans en Tucumán? “Que yo tenga entendido, no. En Argentina somos adelantados en leyes respecto a la erradicación de la violencia, el tema es que la justicia no actúa como debe actuar, y el Estado no ejecuta políticas públicas reales con presupuestos reales. Tenemos un Ministerio de las Mujeres que por ejemplo capacita promotoras de género. Bien, gracias, es lo que venimos haciendo hace 200 años en los barrios. ¿Y qué más?”.
Otra alerta: “Entender que el patriarcado no es igual para todas, y que la primera violencia que sufrimos las mujeres en los barrios populares es justamente la pobreza, y que eso desata justamente un montón de otras cosas”. Diagnóstico: “El Ministerio de las Mujeres intenta poner una agenda que le interesa al Ministerio. De cuidados, el tema sindical, las promotoras de géneros, la diversidad. Pero hay que tratar de encontrar un feminismo que pueda englobarnos a todas, si no vamos a perder la batalla. Parece que ganamos el aborto y se terminaron las reivindicaciones de las mujeres. Muchas están dentro de la estructura del Frente. Esa es la complejidad en la que estamos. Hasta que el feminismo no debata la construcción de poder real vamos a seguir repitiendo la única estructura de poder que conocemos, que es la patriarcal y capitalista. La que nos enseñó que la otra es una competencia. Estos son los debates profundos, y confío mucho en que nosotras los vamos a dar: espero que tengamos la inteligencia, la sabiduría y la sororidad, la fraternidad y todo lo necesario para poder escucharnos, y avanzar”.
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