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El cautivo

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Crónicas del más acá. Por Carlos Melone.

La provincia de La Pampa es un equívoco. Al menos para muchos de los que no somos parte de la provincia. Se la imagina una desolada e interminable planicie, un purgatorio geográfico que hay que atravesar para llegar a los paradisíacos territorios cordilleranos.

Un vía crucis cuyo emblema es la célebre Ruta del Desierto, unos 200 km a pura soledad que unen General Acha con las puertas del Alto Valle del Río Negro.

La ignorancia nos lastima tanto como el conocimiento. Una, por ocultar el mundo. El otro, por revelarlo. 

Paradojas de la vida, siempre absurda, nunca sencilla.

La Pampa es una belleza delicada, cautivante para la mirada atenta y el detalle como norte. Una caricia al descuido, la mano que acomoda el mechón, la palabra que susurrando, incendia…

Allí fui (no era la primera vez) y la recorrí durante unos días, entrando a pueblos, parando en la cima de las ondulaciones de algunas de sus rutas, recorriendo, por ejemplo, las polvorientas calles de las ciudades del oeste, testigos de la batalla (hasta hoy perdida) por el caudal del Atuel con la vecina Mendoza.

Entré en Victorica, aquella ciudad del “asado del siglo” en 1982 (la ciudad cumplía 100 años) que homenajeaba al “general majestuoso” (adjetivado por Reagan), Leopoldo Fortunato Galtieri, poco antes de la tragedia malvinense.

Una ciudad donde hay señales de que el dinero no escasea.

En el Oeste Pampeano extremo, en Santa Isabel, hay un monumento a Juan Bautista Bairoletto o Vairoletto, un personaje de principios de siglo, para algunos un bandido más o menos simpático pero bandido al fin, para otros un redentor de los pobres quienes le daban resguardo cuando huía de la policía y a los que proveía cada tanto de algo de lo mucho que necesitaban.

No haré historia. No califico. Pero la vida del amigo Vairoletto no fue ni aburrida ni prolija.

La escultura/monumento es notablemente dinámica, expresiva, con mucho movimiento. Un paisano enarbolando la bandera argentina, montado a caballo y saltando una alambrada. Hombre y animal con una expresión feroz.

Por encima de los valores estéticos, una musculosa y evidente determinación política respecto del personaje y su significación.

El entorno desértico le aporta una fuerza extra que mi mente afiebrada alucinó sin ningún pudor.

Muy lejos de Santa Isabel y sus bandoleros cantados por León Gieco está Abramo, un pueblito muy pequeño, estirado a lo largo de la desvalida estación del ferrocarril y sus terrenos como cientos y cientos de pueblos en la República Argentina, tierra de realismo mágico como ninguna.

Ni Manuel Scorza ni Gabriel García Márquez, con su extraordinaria producción literaria, llegan a los talones de la realidad criolla donde, en muchas regiones, el ferrocarril fue literalmente abandonado.

Entré en Abramo a comprar algunos víveres para continuar mi recorrida. Mucho calor  en el mediodía pampeano. Un almacén de edificio muy antiguo en un pueblito coqueto.

Adentro, fresco y amplio, estaba organizado como un pequeño supermercado. Una señora atendiendo la caja y dos chicas jóvenes, una embarazada a punto de explotar y la otra con su hija pequeña compartiendo las compras con el forastero, o sea Yo.

Las miradas perforaban mi nuca, salvo la nena, una pequeña rulosa y morena que se paraba delante de mí y me miraba directamente a los ojos.

Suele pasar.

Llegué a la caja y la pregunta amable e inevitable se disparó: Ustedd no es de acá ¿no? 

Y sin solución de continuidad, el inevitable Porque acá nos conocemos todos y como no lo conozco pensé que venía de alguno de los campos. Fui terrateniente por un instante aunque sin la camioneta imponente, los campos extensos y sobre todo, la plata.

Pronto a decepcionar, mi especialidad, aclaré mi origen del Conurbano Sur con todas las precisiones del caso. Nunca digo “Buenos Aires” a secas porque provoca una serie de malentendidos que me irritan a niveles demenciales.

¿Y que hace por acá? fue más o menos la esperable continuidad. 

Seré breve.

Respondí que visitaba la provincia, que me gustan los pueblitos y me convertí en una estrella de Hollywood. Embarazada a punto de explotar, madre con niña rulosa que continuaba mirándome fijamente y cajera formaron un círculo a mi alrededor e iniciaron un martilleo de preguntas ya que les resultaba insólito que alguien eligiera La Pampa para pasear (y lo hiciera solo): conté de atardeceres en llamas, del silencio acunador, de flamencos rosados en las escasas lagunas, de pinturas rupestres de más de mil años.

Escuchaban y repreguntaban al mensajero de los lugares que brillaban en su propia tierra.

Por un tiempo fui Hermes.

El viajero trae noticias a los lugareños de su propia tierra.

Fue un ratito maravilloso, inquieto, en el que tres mujeres y un extraño con el que posiblemente nunca más se verían compartían charla acerca del mundo, su mundo, nuestro mundo.

Después, fui amorosamente asesinado en la caja con los precios y la carroza definitivamente volvió a ser zapallo para siempre.

Cuando me senté en el auto, a punto de partir, la pequeña rulosa y morena me miraba fijamente desde la puerta del antiguo almacén.

Nunca sabré.

El viaje es así: nunca se sabe, se conoce poco y se busca todo.

Fugacidad.

Enfrenté la soledad de la ruta recordando a Gina Berriault: la pasión infinita de la expectativa.

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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

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En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.

Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. 

Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.

Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.

Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.

Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.

El video de 3,50 minutos

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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