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La mirada de Agustín

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Crónicas del más acá

Por Carlos Melone

Llegué pasado el mediodía a la casa tipo chalet, grande y con muchas reformas adaptadas a su nueva función: la de policonsultorio. Está ubicado en el denominado barrio inglés del estado libre asociado de Temperley, parte del Emirato de Lomas de Zamora en el Conurbano Sur.

Zona elegante, arbolada, de calles empedradas, vecinos amurallados y pichichos malhumorados. 

En la casa referida atiende mi sacrificado y heroico terapeuta, que intenta vanamente ampliar el mapa de mi salud mental y emocional con una entereza digna de mejores causas. Comparte su espacio con otros consultorios, algunos de ellos dedicados a las cuestiones psicopedagógicas por lo que lo que en algunas escasas oportunidades me cruzo con pequeños y pequeñas en la sala de espera.

Mi locólogo, que me había cambiado el día, me había avisado que llegaba con algo de retraso por lo que me preparé para leer un libro (siempre llevo alguno bajo el brazo) sentado cómodamente.

En la sala de espera, austera y coqueta, algunas láminas con réplicas de Gauguin y un tapiz con motivos campestres del siglo XIX formaban parte del escenario de paredes blancas y gris perla. Nada demasiado feo ni demasiado bello.

Mesita ratona de por medio, en otro sillón una joven señora estaba muy concentrada en su celular acompañando a un nene de unos 7/8 años, vestido con el uniforme de un colegio muy caro de la zona, rubio gringo absoluto, con cara y actitud de muy aburrido: caminaba, hablaba solito en voz baja, tocaba la pared, espiaba el celular de la señora, me miraba. 

No había curiosidad. Lo habitaba un embole bíblico.

En un momento se me acercó.

–Soy Agustín. ¿Vos cómo te llamás? 

–Hola Agustín. Soy Carlos.

Se produjo un momento de silencio. Agustín parecía pensar cómo continuar la conversación.

–¿Qué estás leyendo?

–Un libro de cuentos. De cuentos para grandes, para adultos– afirmé temiendo lo peor.

Efectivamente Agustín redobló.

– ¿Y qué dicen?– me preguntó, de pie acomodando sus codos en el apoyabrazos de mi sillón y las manos en su mentón.

–Cuentos de amor– mi respuesta era oblicua

–Qué interesante– dijo Agustín con toda solemnidad que tiene la gente de 7/8 años en la sala de espera, con aires de filósofo urbano del culo del mundo. 

Me hizo reír.

Qué interesante, me había mandado el fulano. 

Agregó:

–¿Me contás uno?

Problemas. 

Estaba leyendo Los amores equivocados de Cristina Peri Rossi y su pluma (estupenda) recorría caminos de pasiones extrañas y sexualidad muy nítida y multifacética. 

Miré hacia la señora que estaba con el celular, a ver si lograba una ayuda externa. Alguna cosa del tipo “no molestes al señor” o “no hables con pelotudos” o algo así.

Nada. 

La señora estaba absolutamente enfrascada en su celular o estaba disimuladamente gozando la situación. Mi gestualidad, que no tengo ni idea cuál fue, motivó a Agustín.

–Siempre está mirando el celular (se refería a la señora). A mí me gustan los cuentos…

Y se quedó nuevamente pensativo, como si hubiese dicho algún secreto revelador, como si una cuerda hubiese sonado en su interior.

Un niño rubio, muy gringo, en el barrio inglés de una localidad del Conurbano Sur, en la antesala de un consultorio con vaya uno a saber qué motivo, me decía que le gustaban los cuentos y que alguien siempre estaba mirando el celular. No había nada extraordinario en eso y sin embargo sí lo había. 

Sospeché detrás de Agustín deseo y ausencias, sospeché que no había paraísos perdidos en una infancia de colegio muy caro y consultorio psicopedagógico. 

Sospeché mucho. Como siempre.

–¿Y quién te cuenta cuentos? 

–Nadie– me respondió sin dudar, aplomado y veloz.

Me quedé perplejo.

Por alguna razón que no puedo reconocer, Agustín no tenía quién le contara cuentos.

¿Estamos en una etapa de la humanidad en que no se les cuentan cuentos a los chicos? ¿Por qué no avisan? 

¿Por qué le gustan los cuentos a un nene que dice que nadie le cuenta cuentos? ¿Miente? ¿Se relata cuentos a sí mismo? 

Empecé a pensar qué cuento de los que había leído podía transformar en aceptable para un pequeño. Me puse a revisar en mi memoria relatos para niños desde los áridos territorios de mi memoria.

Extrañamente, sentí que debía ser un cuento relacionado con el amor porque eso le había dicho a mi interlocutor. Sentí que si le contaba otra cosa iba a ser una estafa.

Como queda claro, mi necesidad de análisis terapéutico no admite reservas.

Agustín me miraba interesado. 

Esa era su mirada. 

Dice Amelie Nothomb que los ojos de los seres vivos poseen la más sorprendente de las virtudes: la mirada. Que no existe nada tan singular. Que ninguna palabra puede aproximarse a su extraña esencia. Que la diferencia entre los ojos que poseen una mirada y los que no, se llama vida. Que la vida comienza donde empieza la mirada.

Agustín me miraba.

La señora joven que lo acompañaba seguía sumergida en el celular. Nunca supe si era su mamá, su hermana, su tía…

Mi cabeza explotaba.

Finalmente transformé un cuento de Peri Rossi que se llama Ironside. La versión real relata el encuentro fortuito entre un camionero y una piba que tiene la edad de sus hijas y que le pide que la desflore porque se va iniciar en la prostitución. Un cuento devastador.

Armé una versión más o menos potable de un encuentro entre un camionero y una nena en la ruta y una cosa de amor de padre y no me acuerdo más.

Mi reversión fue patética, horrorosa. Yo cada tanto espiaba las hojas del cuento y leía alguna partecita inocente para darle más solemnidad al asunto. Solemnidad que no era requerida, lectura que no era requerida, pero que asumí en otro giro incomprensible de mi relación con el pequeño. 

Agustín me escuchó todo el tiempo mirándome a los ojos directamente. No miraba al libro ni al vacío. No preguntó nada, no opinó, no hizo gestos. 

Su mirada era intensa.

Cuando finalicé nos quedamos los dos en silencio. No me animé a preguntarle si le había gustado.

Agustín se sentó en la mesita ratona mirándose las manos.

Su terapeuta o lo que fuere se asomó y lo llamó con una sonrisa.

Agustín me miró.

–Está bien– me dijo con su vocecita de tenor. 

No me dijo “estuvo bien”.

Hice un gesto vago de despedida y una sonrisa leve.

El tapiz me pareció más soso que nunca.

Reabrí el libro, pero no pude retomar la lectura.

Está bien…

Dos palabras.

Mi analista me llamó.

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Aumentazos, corporaciones y orcos: las manos visibles del mercado

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Diversas empresas enviaron este martes listas de precios de artículos de primera necesidad a los supermercados, con aumentos de entre el 35 y 50%. El tema confirma lo anticipado por la revista MU en la nota “Las infladoras”, que reproducimos aquí. 

Aumentazos, corporaciones y orcos: las manos visibles del mercado

Unilever, P&G, Arcor, Molinos, entre otras, que concentran gran parte del mercado (y no son “manos invisibles”) confirmaron este martes una tendencia histórica: la de priorizar sus ganancias a costa del público consumidor con listas de incrementos de los precios de hasta un 50%. El gobierno saliente logró detener ese aumento por ahora, escalonando los aumentos hacia adelante. Si no organizan otras corridas, o golpes de desabastecimiento, a principios de diciembre estas corporaciones habrán conseguido un aumento del 20% como mínimo en un par de semanas, esperando la asunción de un candidato que promete “liberarlo” todo, entendiendo “liberación” como la posibilidad de que empresas concentradas manejen a su antojo a la sociedad. En el primer día hábil pos triunfo electoral de Javier Milei, además, se conocieron las provocaciones del ex presidente Mauricio Macri quien en diálogo con el ex periodista Joaquín Morales Solá hizo un doble juego: 

  • Llamó “orcos” a quienes se opongan a las medidas que tome Milei, recordando las masivas manifestaciones y enfrentamientos contra la reforma previsional durante su gobierno. Los orcos son los oscuros y siniestros personajes de El Señor de los Anillos. “Los orcos van a tener que medir muy bien cuando quieran salir a la calle a hacer desmanes”.
  • A eso agregó la incitación a “los jóvenes” partidarios del nuevo gobierno, a salir a la calle a enfrentarlos. Frente a las teorías sobre la represión, Macri promueve algo peor, al incitar al enfrentamiento entre sectores sociales

En un país que tras las elecciones mostró serenidad, la de Macri fue una incitación y a la vez apología de la violencia, con el agregado de que plantea una nueva y violenta grieta social en la que los otros (los orcos y los jóvenes) son el objeto de manipulación, en la que él nunca se verá comprometido. Es también un indicio de la intención macrista de manipular al gobierno de Milei. No se sabe aún en qué medida el nuevo presidente responderá, o no, ante este tipo de situaciones.

Y resulta también, por parte de Macri, un indicio de resentimiento hacia la sociedad ante sus propios fracasos (el de su gobierno, el no haberse presentado este año para zafar de una derrota, resentimiento que además volcó contra una de las figuras que lo cuestionó históricamente: Diego Maradona). Fue expresión de su afán de figuración y control, y de daño. Es apenas algo de lo que pasó en el primer día hábil tras las elecciones. Mientras tanto “Las infladoras” explica mucho de lo que está pasando en lo económico, y refleja el rol que puede tener la organización de la sociedad, y su posible influencia ante los atropellos de las manos no tan invisibles del mercado.

Las infladoras

Inflación y empresas monopólicas. La economía en llamas, más acá del dólar: cómo impacta el tironeo en la inflación, particularmente de alimentos, un mercado gobernado por monopolios nacionales y extranjeros. El rol del Estado, y la conflictividad social como una parte clave de esa disputa. ¿Quién gana? ¿La derecha? Datos y miradas para dar vuelta la pirámide y hablar sobre las que ganan cuando perdemos.

Texto: Franco Ciancaglini

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La conexión vital. HIJAS: encuentro entre Teresa Laborde y Malena D’Alessio

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Primera presentación de un ciclo histórico: HIJAS es un encuentro público coproducido por la Cooperativa lavaca y revista MU junto a Teresa Laborde, hija de Adriana Calvo, una de las sobrevivientes cuyo testimonio fue clave en el Juicio a las Juntas Militares. La primera invitada fue Malena D’Alessio (foto), rapera e hija de un desaparecido. Ambas reflexionan sobre la política, el poder y el arte, en tiempos de negacionismo, trolls, machismo y fascismo. Cómo conectar con la vida, ahora y siempre.

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Ojos que ven: Ulises de la Orden y un nuevo documental

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A partir de 530 horas de grabación del Juicio a las Juntas Militares, El juicio refleja la realidad de lo que Argentina, 1985 mostró como ficción. Los delitos sexuales, los robos, los cruces durante las audiencias. ¿De qué nos habla hoy mientras da sus primeros pasos hacia el Oscar? La mirada de Ulises combina en distintos films temas como derechos humanos, ambiente, justicia, autoritarismo, modelos económicos. En tiempos oscuros, las luces que revela el cine.

Texto: Sergio Ciancaglini

Fotos: Lina Etchesuri

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LA NUEVA MU. Generación Nietes

La nueva Mu
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