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MU en Salta: la tierra del hambre

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San Martín, Orán y Rivadavia son departamentos salteños en los que murieron 108 niñas y niños por desnutrición y bajo peso en 2020, 64 en seis meses de 2021 y 44 solo en el primer trimestre de 2022. Traducción: hambre. La mayoría, wichis. Hay 7.543 menores de 5 años en riesgo nutricional. Recorrida para conocer, escuchar y comprender un desastre socioambiental. El agua, la salud, la política. El rol de las mujeres indígenas. Cómo se muere y cómo se vive. Por Francisco Pandolfi.

Artículo 1: Declárase el estado de emergencia sociosanitaria en los Departamentos San Martín, Orán y Rivadavia, por un plazo de ciento ochenta (180) días, a partir de la fecha del presente, quedando el Poder Ejecutivo facultado a prorrogarlo por noventa (90) días”. 

La “fecha del presente” en que la Legislatura de Salta sancionó la ley 8.185 fue el 29 de enero de 2020; los 180 días se cumplieron el 27 de julio y la prórroga el 25 de octubre de 2020. Este territorio en emergencia, intensiva y extensiva, lleva a MU al noreste salteño, a Santa Victoria Este, departamento de Rivadavia: el de mayor porcentaje de fallecimientos de menores –o crianzas–, y mayore índice de necesidades básicas insatisfechas. A casi dos años y medio de la sanción de la ley, y tras cinco extensiones (la última, por seis meses, a mediados de mayo) la realidad que se vive en las comunidades no parece entender de estado ni de emergencia, ni de socio, ni de sanitaria.

MU en Salta: la tierra del hambre
David, cacique de El Toro

Vivir y morir en El bravo

Casi 360 kilómetros en micro desde Salta Capital hasta Tartagal. De ahí, a Santa Victoria Este 160 más, en un colectivo que sale sólo una vez al día y hay que andar con suerte para tomarlo. La suerte es esquiva y la única opción es un remis compartido. Allí viaja Sandra Moreno, 47 años y enfermera de la comunidad Pozo El Bravo, una de las más alejadas de la ciudad cabecera de Santa Victoria, una de las más monte adentro, una de las más vulneradas. “Es muy fuerte para mí estar ahí”, dice, y sus palabras toman más valor por lo que dice después: “Es de los sectores más críticos. Antes de que llegara a vivir a El Bravo, todos los años se morían mínimo cuatro chicos por desnutrición. La Asignación Universal por Hijo es la única entrada que tienen las familias, así que fundé un merendero ad honorem para que no se sigan muriendo”.

Sentada en el asiento del acompañante, agrega como quien ya ha naturalizado la carga en la espalda: “Trabajo de lunes a lunes. Las 24 horas del día. Sólo tengo franco nueve días cada dos meses. No tengo movilidad y además es muy complejo acceder al territorio, ni hablar cuando llueve, ya que los caminos se hacen intransitables. Un sábado tuve descanso, murió un bebé por falta de oxígeno. No puede ser que ni siquiera pongan un reemplazo. El Ministerio de Salud provincial no me ayuda con nada”.

Miseria planificada

En Santa Victoria Este hay más de 200 comunidades originarias de las etnias wichis, chorotes, tobas, tapietes y chulupíes. Una de las más empobrecidas, enclavada en el monte, se llama Vertientes Chicas. Lo que está delante de los ojos es muy triste. Y el nudo en la garganta parece hecho de adoquines. A las palabras les cuesta salir, y si salen, salen con miedo, cuidadosas, en puntitas de pie. Porque, ¿cómo se describe la pobreza sin caer en el amarillismo? ¿Cómo se cuentan esos cuerpos flaquísimos, testimonio de un sistema horrible que ha llegado a estos esqueléticos extremos? Causa estupor asimilar que hace dos años se rubricó la emergencia sociosanitaria y sin embargo esas infancias continúan evidentemente con bajo peso o desnutridas. Ella mientras sigue ahí, revisando a sus pacientes como cada día, como cada noche. Lucinda Romero es la enfermera de la comunidad. Habla despacio, con un tono que parece un abrazo más que un sonido. Habla verdades, y lo que describe tiene el filo de un puñal: “Me mudé acá en septiembre de 2019 porque sólo ese año habían muerto de hambre 19 chicos. Era el lugar donde más se morían. Tanto era el abandono que yo fui la primera enfermera que vino a trabajar acá. La mayoría de las personas no tenía documentos, no podían acceder a los beneficios sociales del Estado. De a poco, empecé a atender a las familias y conseguí armar un merendero. Así, se fue levantando un poco de peso”.

Analiza el presente: “En esta comunidad falta todo, no hay nada. El físico de los chicos que están en tercer grado, parece el de nenes que van al jardín de infantes”, sintetiza y dan ganas de llorar. Luego ejemplifica: “Yo trabajo de lunes a viernes, pero se necesita de lunes a lunes y no mandan a nadie a cubrirlo. Hace unas semanas, por ejemplo, una chica perdió su embarazo un sábado porque nadie la pudo atender”.

Ese mediodía caluroso, hay dos crianzas internadas por desnutrición y otras doce internadas con el riesgo de ese mismo diagnóstico. Ese mediodía, a la comunidad tampoco le llegó el centro de salud ni la salita para internación, que Lucinda viene exigiendo desde septiembre de 2019.

Según datos oficiales del Ministerio de Salud Pública de Salta, en la zona declarada en emergencia 108 crianzas murieron por bajo peso en 2020. 64 en la primera mitad de 2021. Y 44 en los primeros tres meses de este 2022 (79 en toda la provincia). La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia afirma que “al menos 7.543 niñas y niños de entre 0 y 5 años se encuentran en estado de riesgo nutricional”. A fines del año pasado, desde ACIJ se demandó al gobierno provincial por incumplir la ley de Salud Intercultural, que crea una red de apoyo sanitario destinada a los pueblos originarios. La ley rige desde 2014, pero aún no fue reglamentada ni aplicada.

Cómo nos alimentamos

La comunidad La Puntana se emplaza cerca de la costa del Río Pilcomayo, tan cerca de la triple frontera con Paraguay y Bolivia que la escasa señal que se recibe es proveniente del lado boliviano. La falta de conectividad no es el peor de los males: “Es difícil como mujer índigena sobrevivir; hay mucha necesidad de conseguir alimentos; la salud es escasa, no hay atención médica. No tenemos oportunidades”, explica Maribel, wichi de 39 años. Se expresa con dulzura, con diminutivos: “Antes había muchos pececitos, pero ahora es muy escasa la pesca, lo que hace complicado tener dinerito”. La escuchan en ronda otras mujeres artesanas que para sobrevivir decidieron crear Thañi (viene del viento, en wichi), un emprendimiento hermoso de tejido, en el que hacen bolsos, mochilas, riñoneras, muñecas, entre varios objetos. “Se trata de una práctica ancestral mediante el Chaguar”, especifica Claudia, sobre la planta que crece en el chaco semiárido.

Maribel plantea otra problemática para la subsistencia: “El agua es lo más importante para el ser humano, pero no llega; no nos dan respuestas. Tenemos siete pozos que no son profundos, entonces la poca agua que hay está contaminada con arsénico, lo que nos produce vómitos, diarrea, mucha inseguridad”. Se alegra cuando muestra su “quintita”, con sus “lechuguitas y plantitas”. Pero al instante se le borran las sonrisas: “Sin agua, ¿qué hacemos? ¿cómo mantenemos nuestras huertas? ¿cómo nos alimentamos?”, se pregunta. Y se responde sola, sin jamás levantar el tono: “Estamos siendo olvidados por el Estado, no nos quiere reconocer”.

La comunidad chorote Pomis Jiwet es de las más organizadas. De las más autogestionadas. Se ubica a tres kilómetros de la cabecera de Santa Victoria. Dentro del territorio hay una huerta, un proyecto de apicultura, otro de piscicultura, como formas de supervivencia y de mantener las costumbres antepasadas. Fidelina Díaz es la vocera de la comunidad. Abre las puertas de su casa y de su pensamiento: “La situación en el Chaco salteño la padecen todas las comunidades, pero cuando se habla de la pobreza se piensa desde Buenos Aires, no desde los pueblos originarios. No hay consulta previa sobre qué necesitamos acá”. 

Tiene 44 años, dos hijas, pelo corto, aritos con forma de corazón. Y una mirada amplia del tema, con crítica y autocrítica: “Debe haber trabajo de ambas partes, porque acostumbrarse al asistencialismo no es bueno. No estoy en contra de los planes, ya que no hay otro apoyo real hacia las comunidades, pero no puede ser el único”. Añade: “Lo que tampoco debe suceder es que en siglo XXI siga habiendo muertes por desnutrición, habiendo esa ayuda. Es una vergüenza”. 

¿Cómo se le pone fin a la vergüenza? “Por un lado, debe haber un seguimiento, investigarse cada caso. Las comunidades deben censar a su población, saber quiénes tienen problemas. No deberíamos hablar de pobreza extrema si existen planes sociales”. ¿Por el otro? “En las comunidades chicas no entra el Estado, solo en las grandes. Es una estrategia de la política que es cómplice de lo que nos pasa”.

Involucrarse

Las historias de Valentina y Rodolfo se entrelazan, aunque no se conozcan.

Ella es pediatra. Él es médico clínico. Ella tiene 30 años recién cumplidos. Él, 72. 

Rodolfo Franco se mudó hace 9 años desde Buenos Aires a Misión Chaqueña –Embarcación, departamento de San Martín–, que sufría un desamparo total. Era el único médico para atender a las 5 mil personas que vivían en su comunidad y en la lindante Misión Carboncito. Recién hace unos meses sumaron un pediatra y un ginecólogo.

Valentina Fernández Alberdi desde hace algunos años viaja a trabajar junto a las comunidades de Santa Victoria Este. Primero fueron algunos días, luego semanas, después meses y este año tomó la decisión de irse de Buenos Aires e instalarse en el norte. 

A ambos, ver y decidir no volver a cerrar los ojos les cambió la perspectiva. Sin conocerse, dialogan sobre la misma realidad. Valentina: “En los pueblos originarios todo está relacionado con todo. La salud, por ejemplo, está relacionada con la alimentación y la alimentación con el territorio. La desnutrición aguda y la deshidratación son los problemas más alarmantes, porque los chicos siguen muriendo por esas causas. En ese sentido, la diarrea y la desnutrición conforman un círculo vicioso, que se cierra con la falta de agua y las barreras para acceder a la salud”. Sigue Rodolfo: “La situación en cuanto al hambre es muy mala. En lo que va del año más al norte de la provincia murieron más de 40 chicos. Todos los veranos mueren mínimo 30, la comida no llega, no hay ayuda de los gobiernos, o es insuficiente”.

Valentina: “En cuanto a la alimentación, de a poco se están perdiendo los conocimientos ancestrales porque la ayuda que llega del Estado a algunos lugares son bolsones con alimentos ultra procesados, enlatados, porquerías que contribuyen al problema de desnutrición, malnutrición, desnutrición materno infantil en general”. Rodolfo: “Antes la cacería y la pesca era lo que les daba sustento, pero ya casi no hay animales en el monte (chanchos, avestruces, corzuelas). Está todo desmontado por el agronegocio y las empresas madereras, entonces los bichos buscan lugares más boscosos donde protegerse. Y casi no hay peces, porque el río Bermejo está contaminado”.

Valentina: “No solo se trata de la falta de comida, que es un gravísimo problema sobre todo en las comunidades monte adentro, donde literalmente no tienen para comer. También hay que poner énfasis en la escasez de infraestructura, de personal, de recursos en general”. Rodolfo: “La emergencia socio sanitaria es un cartel: no mandan remedios, ni enfermeros, ni médicos, ni ambulancias. Son declaraciones fatuas, sin sustento. Para quienes gobiernan, los indígenas son una carga, les importan tres carajos. En mi pueblo desde que estoy no se ha muerto ningún chico de hambre, pero sí hay bajo peso. Es común que le pregunte a mis vecinas si tienen para comer y una respuesta recurrente es ‘a veces tengo’. No me dicen ‘a veces me falta’. De cada tres días comen uno; los demás, mate cocido y pan”.

El gobernador y Nerón

La comunidad wichi Cañaveral es una de las más cercanas a la ciudad de Santa Victoria. Se va y viene caminando. Allí vive Abel Mendoza, presidente de la Unión Autónoma de Comunidades Originarias del Pilcomayo. Rompe el silencio: “Tuvimos que hacer una movilización para que nos escucharan, pero eso fue momentáneo. Los primeros siete meses mandaron los módulos alimentarios que pedimos, pero después desaparecieron, como si la situación hubiera mejorado”. Añade: “No existe ayuda alguna del gobierno provincial. Y pese a nuestros reclamos, el Ministerio de Derechos Humanos tampoco aparece. Mientras, acá no hay ambulancias para zonas aledañas; los puestos de salud están sin camillas ni medicamentos. Falta personal: enfermeros, agentes sanitarios. Tenemos los derechos pisoteados”.

El 5 de mayo, desde MU se le solicitó al gobernador salteño Gustavo Sáenz una entrevista para dialogar sobre la situación de los pueblos originarios en la provincia. El pedido no fue ni siquiera respondido.

David Pastor tiene 4 hijas, 4 hijos y 73 años. Es el cacique de la comunidad Pozo El Toro, ubicada monte adentro. Algunas necesidades están a la vista: varias casas están hechas de ramas y techo de plástico. “Hay cinco familias que directamente no tienen casa; las otras 33 viven en casillas”, detalla David. Suma otras problemáticas: “Acá hay muchas carencias y a nosotros las necesidades no nos esperan, porque se trata de nuestras vidas. En la sala de primeros auxilios solo se atiende de 7 a 12 y de 15 a 18. Fuera de ese horario no tenemos ninguna cobertura. Cuando el enfermero se enferma, no mandan a otro. Nos tienen abandonados”. 

En las comunidades recorridas existe una unanimidad en denunciar el abandono que sienten por parte del intendente del municipio Rojelio Nerón, primer indígena (wichi) en ser jefe distrital en la provincia. “A nuestra comunidad nos mintió cuatro veces. Hace tiempo que se nos rompió el grupo electrógeno y no tenemos luz. Nos aburrimos de esperar, estamos cansados de sus mentiras. Con el resto hace lo mismo”. MU fue a buscar al municipio al intendente, hubo reiteradas llamadas y mensajes con la solicitud del entrevista, al igual que a su secretario de gobierno, Marcos García, pero ninguno respondió. Sáenz y Nerón no se llevan nada bien, aunque en este tema se parecen…

Últimas noticias

Al cierre de esta edición, otros dos mazazos de realidad. El lunes 23 de mayo María Martina José Díaz falleció por un cuadro respiratorio, tuberculosis y bajo peso. Era de la comunidad wichi La Esperanza, de Coronel Cornejo, departamento San Martín. Tenía un año y tres meses. El domingo 5 de junio murió Griselda Tejerina Pérez tras un episodio de vómitos en su casa, en el paraje Algarrobito, de Embarcación. Tenía bajo peso. Y dos años recién cumplidos.

Sebastián José es el papá de María Martina. El dolor está en su voz, del otro lado del teléfono: “Seguimos adelante y seguimos sin la ayuda de nadie, pese a lo que pasó. El gobierno provincial continúa sin responder, incluso ya con mi hija muerta. Sufrimos muchas necesidades, más de las que cualquiera se podría imaginar”. 

¿Cómo se vive? “De manera muy humilde, haciendo changas, trabajos pequeños para sobrevivir y llevar un poquito de comida para la casa, pero muchos días no hay nada. Hay familias enteras que no tienen para comer, porque no hay trabajo, el norte está muy afectado” ¿Cómo se muere? “Mi hija estuvo internada 15 días en el Hospital de Tartagal, había mejorado su estado pero de repente el domingo empeoró, se descompensó y su cuerpo no aguantó”. Y advierte: “Hace unas horas cayó otra niña de mi comunidad, está internada en el Hospital de Mosconi por un cuadro de bronquiolitis. Si alguien del gobierno lee este medio, que por favor ponga la mano en su corazón. Porque a la falta de comida se le suma el frío. No tenemos abrigo y por eso tantos problemas respiratorios, vivimos en casitas de plástico”. Mientras tanto, la emergencia sociosanitaria continúa vigente en Salta y pareciera que le queda larga vida.

“Artículo 8: Comuníquese, publíquese en el Boletín Oficial y archívese”.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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