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MU en Salta: la tierra del hambre

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San Martín, Orán y Rivadavia son departamentos salteños en los que murieron 108 niñas y niños por desnutrición y bajo peso en 2020, 64 en seis meses de 2021 y 44 solo en el primer trimestre de 2022. Traducción: hambre. La mayoría, wichis. Hay 7.543 menores de 5 años en riesgo nutricional. Recorrida para conocer, escuchar y comprender un desastre socioambiental. El agua, la salud, la política. El rol de las mujeres indígenas. Cómo se muere y cómo se vive. Por Francisco Pandolfi.

Artículo 1: Declárase el estado de emergencia sociosanitaria en los Departamentos San Martín, Orán y Rivadavia, por un plazo de ciento ochenta (180) días, a partir de la fecha del presente, quedando el Poder Ejecutivo facultado a prorrogarlo por noventa (90) días”. 

La “fecha del presente” en que la Legislatura de Salta sancionó la ley 8.185 fue el 29 de enero de 2020; los 180 días se cumplieron el 27 de julio y la prórroga el 25 de octubre de 2020. Este territorio en emergencia, intensiva y extensiva, lleva a MU al noreste salteño, a Santa Victoria Este, departamento de Rivadavia: el de mayor porcentaje de fallecimientos de menores –o crianzas–, y mayore índice de necesidades básicas insatisfechas. A casi dos años y medio de la sanción de la ley, y tras cinco extensiones (la última, por seis meses, a mediados de mayo) la realidad que se vive en las comunidades no parece entender de estado ni de emergencia, ni de socio, ni de sanitaria.

MU en Salta: la tierra del hambre
David, cacique de El Toro

Vivir y morir en El bravo

Casi 360 kilómetros en micro desde Salta Capital hasta Tartagal. De ahí, a Santa Victoria Este 160 más, en un colectivo que sale sólo una vez al día y hay que andar con suerte para tomarlo. La suerte es esquiva y la única opción es un remis compartido. Allí viaja Sandra Moreno, 47 años y enfermera de la comunidad Pozo El Bravo, una de las más alejadas de la ciudad cabecera de Santa Victoria, una de las más monte adentro, una de las más vulneradas. “Es muy fuerte para mí estar ahí”, dice, y sus palabras toman más valor por lo que dice después: “Es de los sectores más críticos. Antes de que llegara a vivir a El Bravo, todos los años se morían mínimo cuatro chicos por desnutrición. La Asignación Universal por Hijo es la única entrada que tienen las familias, así que fundé un merendero ad honorem para que no se sigan muriendo”.

Sentada en el asiento del acompañante, agrega como quien ya ha naturalizado la carga en la espalda: “Trabajo de lunes a lunes. Las 24 horas del día. Sólo tengo franco nueve días cada dos meses. No tengo movilidad y además es muy complejo acceder al territorio, ni hablar cuando llueve, ya que los caminos se hacen intransitables. Un sábado tuve descanso, murió un bebé por falta de oxígeno. No puede ser que ni siquiera pongan un reemplazo. El Ministerio de Salud provincial no me ayuda con nada”.

Miseria planificada

En Santa Victoria Este hay más de 200 comunidades originarias de las etnias wichis, chorotes, tobas, tapietes y chulupíes. Una de las más empobrecidas, enclavada en el monte, se llama Vertientes Chicas. Lo que está delante de los ojos es muy triste. Y el nudo en la garganta parece hecho de adoquines. A las palabras les cuesta salir, y si salen, salen con miedo, cuidadosas, en puntitas de pie. Porque, ¿cómo se describe la pobreza sin caer en el amarillismo? ¿Cómo se cuentan esos cuerpos flaquísimos, testimonio de un sistema horrible que ha llegado a estos esqueléticos extremos? Causa estupor asimilar que hace dos años se rubricó la emergencia sociosanitaria y sin embargo esas infancias continúan evidentemente con bajo peso o desnutridas. Ella mientras sigue ahí, revisando a sus pacientes como cada día, como cada noche. Lucinda Romero es la enfermera de la comunidad. Habla despacio, con un tono que parece un abrazo más que un sonido. Habla verdades, y lo que describe tiene el filo de un puñal: “Me mudé acá en septiembre de 2019 porque sólo ese año habían muerto de hambre 19 chicos. Era el lugar donde más se morían. Tanto era el abandono que yo fui la primera enfermera que vino a trabajar acá. La mayoría de las personas no tenía documentos, no podían acceder a los beneficios sociales del Estado. De a poco, empecé a atender a las familias y conseguí armar un merendero. Así, se fue levantando un poco de peso”.

Analiza el presente: “En esta comunidad falta todo, no hay nada. El físico de los chicos que están en tercer grado, parece el de nenes que van al jardín de infantes”, sintetiza y dan ganas de llorar. Luego ejemplifica: “Yo trabajo de lunes a viernes, pero se necesita de lunes a lunes y no mandan a nadie a cubrirlo. Hace unas semanas, por ejemplo, una chica perdió su embarazo un sábado porque nadie la pudo atender”.

Ese mediodía caluroso, hay dos crianzas internadas por desnutrición y otras doce internadas con el riesgo de ese mismo diagnóstico. Ese mediodía, a la comunidad tampoco le llegó el centro de salud ni la salita para internación, que Lucinda viene exigiendo desde septiembre de 2019.

Según datos oficiales del Ministerio de Salud Pública de Salta, en la zona declarada en emergencia 108 crianzas murieron por bajo peso en 2020. 64 en la primera mitad de 2021. Y 44 en los primeros tres meses de este 2022 (79 en toda la provincia). La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia afirma que “al menos 7.543 niñas y niños de entre 0 y 5 años se encuentran en estado de riesgo nutricional”. A fines del año pasado, desde ACIJ se demandó al gobierno provincial por incumplir la ley de Salud Intercultural, que crea una red de apoyo sanitario destinada a los pueblos originarios. La ley rige desde 2014, pero aún no fue reglamentada ni aplicada.

Cómo nos alimentamos

La comunidad La Puntana se emplaza cerca de la costa del Río Pilcomayo, tan cerca de la triple frontera con Paraguay y Bolivia que la escasa señal que se recibe es proveniente del lado boliviano. La falta de conectividad no es el peor de los males: “Es difícil como mujer índigena sobrevivir; hay mucha necesidad de conseguir alimentos; la salud es escasa, no hay atención médica. No tenemos oportunidades”, explica Maribel, wichi de 39 años. Se expresa con dulzura, con diminutivos: “Antes había muchos pececitos, pero ahora es muy escasa la pesca, lo que hace complicado tener dinerito”. La escuchan en ronda otras mujeres artesanas que para sobrevivir decidieron crear Thañi (viene del viento, en wichi), un emprendimiento hermoso de tejido, en el que hacen bolsos, mochilas, riñoneras, muñecas, entre varios objetos. “Se trata de una práctica ancestral mediante el Chaguar”, especifica Claudia, sobre la planta que crece en el chaco semiárido.

Maribel plantea otra problemática para la subsistencia: “El agua es lo más importante para el ser humano, pero no llega; no nos dan respuestas. Tenemos siete pozos que no son profundos, entonces la poca agua que hay está contaminada con arsénico, lo que nos produce vómitos, diarrea, mucha inseguridad”. Se alegra cuando muestra su “quintita”, con sus “lechuguitas y plantitas”. Pero al instante se le borran las sonrisas: “Sin agua, ¿qué hacemos? ¿cómo mantenemos nuestras huertas? ¿cómo nos alimentamos?”, se pregunta. Y se responde sola, sin jamás levantar el tono: “Estamos siendo olvidados por el Estado, no nos quiere reconocer”.

La comunidad chorote Pomis Jiwet es de las más organizadas. De las más autogestionadas. Se ubica a tres kilómetros de la cabecera de Santa Victoria. Dentro del territorio hay una huerta, un proyecto de apicultura, otro de piscicultura, como formas de supervivencia y de mantener las costumbres antepasadas. Fidelina Díaz es la vocera de la comunidad. Abre las puertas de su casa y de su pensamiento: “La situación en el Chaco salteño la padecen todas las comunidades, pero cuando se habla de la pobreza se piensa desde Buenos Aires, no desde los pueblos originarios. No hay consulta previa sobre qué necesitamos acá”. 

Tiene 44 años, dos hijas, pelo corto, aritos con forma de corazón. Y una mirada amplia del tema, con crítica y autocrítica: “Debe haber trabajo de ambas partes, porque acostumbrarse al asistencialismo no es bueno. No estoy en contra de los planes, ya que no hay otro apoyo real hacia las comunidades, pero no puede ser el único”. Añade: “Lo que tampoco debe suceder es que en siglo XXI siga habiendo muertes por desnutrición, habiendo esa ayuda. Es una vergüenza”. 

¿Cómo se le pone fin a la vergüenza? “Por un lado, debe haber un seguimiento, investigarse cada caso. Las comunidades deben censar a su población, saber quiénes tienen problemas. No deberíamos hablar de pobreza extrema si existen planes sociales”. ¿Por el otro? “En las comunidades chicas no entra el Estado, solo en las grandes. Es una estrategia de la política que es cómplice de lo que nos pasa”.

Involucrarse

Las historias de Valentina y Rodolfo se entrelazan, aunque no se conozcan.

Ella es pediatra. Él es médico clínico. Ella tiene 30 años recién cumplidos. Él, 72. 

Rodolfo Franco se mudó hace 9 años desde Buenos Aires a Misión Chaqueña –Embarcación, departamento de San Martín–, que sufría un desamparo total. Era el único médico para atender a las 5 mil personas que vivían en su comunidad y en la lindante Misión Carboncito. Recién hace unos meses sumaron un pediatra y un ginecólogo.

Valentina Fernández Alberdi desde hace algunos años viaja a trabajar junto a las comunidades de Santa Victoria Este. Primero fueron algunos días, luego semanas, después meses y este año tomó la decisión de irse de Buenos Aires e instalarse en el norte. 

A ambos, ver y decidir no volver a cerrar los ojos les cambió la perspectiva. Sin conocerse, dialogan sobre la misma realidad. Valentina: “En los pueblos originarios todo está relacionado con todo. La salud, por ejemplo, está relacionada con la alimentación y la alimentación con el territorio. La desnutrición aguda y la deshidratación son los problemas más alarmantes, porque los chicos siguen muriendo por esas causas. En ese sentido, la diarrea y la desnutrición conforman un círculo vicioso, que se cierra con la falta de agua y las barreras para acceder a la salud”. Sigue Rodolfo: “La situación en cuanto al hambre es muy mala. En lo que va del año más al norte de la provincia murieron más de 40 chicos. Todos los veranos mueren mínimo 30, la comida no llega, no hay ayuda de los gobiernos, o es insuficiente”.

Valentina: “En cuanto a la alimentación, de a poco se están perdiendo los conocimientos ancestrales porque la ayuda que llega del Estado a algunos lugares son bolsones con alimentos ultra procesados, enlatados, porquerías que contribuyen al problema de desnutrición, malnutrición, desnutrición materno infantil en general”. Rodolfo: “Antes la cacería y la pesca era lo que les daba sustento, pero ya casi no hay animales en el monte (chanchos, avestruces, corzuelas). Está todo desmontado por el agronegocio y las empresas madereras, entonces los bichos buscan lugares más boscosos donde protegerse. Y casi no hay peces, porque el río Bermejo está contaminado”.

Valentina: “No solo se trata de la falta de comida, que es un gravísimo problema sobre todo en las comunidades monte adentro, donde literalmente no tienen para comer. También hay que poner énfasis en la escasez de infraestructura, de personal, de recursos en general”. Rodolfo: “La emergencia socio sanitaria es un cartel: no mandan remedios, ni enfermeros, ni médicos, ni ambulancias. Son declaraciones fatuas, sin sustento. Para quienes gobiernan, los indígenas son una carga, les importan tres carajos. En mi pueblo desde que estoy no se ha muerto ningún chico de hambre, pero sí hay bajo peso. Es común que le pregunte a mis vecinas si tienen para comer y una respuesta recurrente es ‘a veces tengo’. No me dicen ‘a veces me falta’. De cada tres días comen uno; los demás, mate cocido y pan”.

El gobernador y Nerón

La comunidad wichi Cañaveral es una de las más cercanas a la ciudad de Santa Victoria. Se va y viene caminando. Allí vive Abel Mendoza, presidente de la Unión Autónoma de Comunidades Originarias del Pilcomayo. Rompe el silencio: “Tuvimos que hacer una movilización para que nos escucharan, pero eso fue momentáneo. Los primeros siete meses mandaron los módulos alimentarios que pedimos, pero después desaparecieron, como si la situación hubiera mejorado”. Añade: “No existe ayuda alguna del gobierno provincial. Y pese a nuestros reclamos, el Ministerio de Derechos Humanos tampoco aparece. Mientras, acá no hay ambulancias para zonas aledañas; los puestos de salud están sin camillas ni medicamentos. Falta personal: enfermeros, agentes sanitarios. Tenemos los derechos pisoteados”.

El 5 de mayo, desde MU se le solicitó al gobernador salteño Gustavo Sáenz una entrevista para dialogar sobre la situación de los pueblos originarios en la provincia. El pedido no fue ni siquiera respondido.

David Pastor tiene 4 hijas, 4 hijos y 73 años. Es el cacique de la comunidad Pozo El Toro, ubicada monte adentro. Algunas necesidades están a la vista: varias casas están hechas de ramas y techo de plástico. “Hay cinco familias que directamente no tienen casa; las otras 33 viven en casillas”, detalla David. Suma otras problemáticas: “Acá hay muchas carencias y a nosotros las necesidades no nos esperan, porque se trata de nuestras vidas. En la sala de primeros auxilios solo se atiende de 7 a 12 y de 15 a 18. Fuera de ese horario no tenemos ninguna cobertura. Cuando el enfermero se enferma, no mandan a otro. Nos tienen abandonados”. 

En las comunidades recorridas existe una unanimidad en denunciar el abandono que sienten por parte del intendente del municipio Rojelio Nerón, primer indígena (wichi) en ser jefe distrital en la provincia. “A nuestra comunidad nos mintió cuatro veces. Hace tiempo que se nos rompió el grupo electrógeno y no tenemos luz. Nos aburrimos de esperar, estamos cansados de sus mentiras. Con el resto hace lo mismo”. MU fue a buscar al municipio al intendente, hubo reiteradas llamadas y mensajes con la solicitud del entrevista, al igual que a su secretario de gobierno, Marcos García, pero ninguno respondió. Sáenz y Nerón no se llevan nada bien, aunque en este tema se parecen…

Últimas noticias

Al cierre de esta edición, otros dos mazazos de realidad. El lunes 23 de mayo María Martina José Díaz falleció por un cuadro respiratorio, tuberculosis y bajo peso. Era de la comunidad wichi La Esperanza, de Coronel Cornejo, departamento San Martín. Tenía un año y tres meses. El domingo 5 de junio murió Griselda Tejerina Pérez tras un episodio de vómitos en su casa, en el paraje Algarrobito, de Embarcación. Tenía bajo peso. Y dos años recién cumplidos.

Sebastián José es el papá de María Martina. El dolor está en su voz, del otro lado del teléfono: “Seguimos adelante y seguimos sin la ayuda de nadie, pese a lo que pasó. El gobierno provincial continúa sin responder, incluso ya con mi hija muerta. Sufrimos muchas necesidades, más de las que cualquiera se podría imaginar”. 

¿Cómo se vive? “De manera muy humilde, haciendo changas, trabajos pequeños para sobrevivir y llevar un poquito de comida para la casa, pero muchos días no hay nada. Hay familias enteras que no tienen para comer, porque no hay trabajo, el norte está muy afectado” ¿Cómo se muere? “Mi hija estuvo internada 15 días en el Hospital de Tartagal, había mejorado su estado pero de repente el domingo empeoró, se descompensó y su cuerpo no aguantó”. Y advierte: “Hace unas horas cayó otra niña de mi comunidad, está internada en el Hospital de Mosconi por un cuadro de bronquiolitis. Si alguien del gobierno lee este medio, que por favor ponga la mano en su corazón. Porque a la falta de comida se le suma el frío. No tenemos abrigo y por eso tantos problemas respiratorios, vivimos en casitas de plástico”. Mientras tanto, la emergencia sociosanitaria continúa vigente en Salta y pareciera que le queda larga vida.

“Artículo 8: Comuníquese, publíquese en el Boletín Oficial y archívese”.

Portada

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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